NUESTRA VIDA, UNA PRIMAVERA EN MANOS DEL PADRE Mc 13, 24-32

NUESTRA VIDA, UNA PRIMAVERA EN MANOS DEL PADRE
Mc 13, 24-32
Florecita-Luis Fernando

Leer la prensa, oír la radio, revisar las distintas redes sociales y los sitios de información provoca muchas veces la sensación de pánico, de mucho miedo porque la inmensa mayoría de los contenidos que se elaboran en estos artículos son negativos y desalentadores. Hablan de malas noticias, de corrupción, de enfrentamientos y rivalidades entre unos y otros. Contenidos que muestran el desplazamiento de muchas personas, las cuales son refugiados, personas que pasan hambre y sufrimiento por las diferentes situaciones de persecución; algunos obligados a emigrar generando un futuro incierto, que para algunos es la destrucción y el acabose del mundo. Realidades que causan desánimo, desasosiego, tristeza, desaliento y desespero porque parece que lo único que existe en nuestra realidad y en nuestro entorno es el mal disfrazado en un alto muro impregnado de egoísmo que deriva en la búsqueda constante del reconocimiento, dando estatus y honores solamente para algunas personas. Sin embargo, estos hechos y estas actitudes no tienen la última palabra, pues lo que creemos seguro, inmóvil también se acaba, no para percibir un mundo destructivo o con ganas de venganza, sino para recobrar y dar comienzo a una nueva vida. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús exhorta a sus discípulos sobre la manera de actuar y de leer los distintos signos de la vida para que confiados y firmes en Dios logremos salir de las crisis y avanzar victoriosos con esperanza confiados en las manos del Padre. Veamos: 

1. Saber aprovechar los momentos difíciles y complejos de nuestra vida traerá como efecto que obtengamos buenos beneficios y resultados. Jesús en el Templo de Jerusalén y sin caer en la tentación de sembrar angustia y terror en las conciencias de sus discípulos, habla a través de un lenguaje apocalíptico (revelación, sentido de la historia- esperanza) sobre la remoción de todo lo que hasta el momento ha estado fijo y lo que sucederá con la venida del Hijo de hombre (vv. 24-27). Las imágenes que Jesús usa se basan en una cosmología que puede alarmar porque todo lo que parece que está en orden y estable en el universo, llega a su fin provocando que los seres humanos se sientan perdidos y desubicados: las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas... (vv. 25)...El sol y la luna que algún día han iluminado y brillado se apagarán (vv. 24). Sin embargo este lenguaje no es un mensaje fundamentado en la destrucción y en la catástrofe, sino en la esperanza de una realidad que se caracteriza por tener cambios radicales, aunque en principio causen algunas crisis o incomprensiones. Muchas de las cosas que suceden en la realidad social de nuestra vida parece que son inacabables, como que mantienen un orden y una estabilidad insuperable que hacen muchas veces sufrir y causar desesperación. Sin embargo, nada de lo que ocurra en el proceso de la historia dura para siempre porque Dios es un Dios de vida y no está interesado por el lugar de los muertos (cf. Daniel 12, 1-3). Por eso, después de las distintas convulsiones y manifestaciones cósmicas quien tiene la última palabra es Dios: ...y Entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria (vv. 26). Jesús, quien a asumido la realidad de la historia humana junto a sus sufrimientos y adversidades, se manifestará con su luz salvadora ante el mundo entero en su verdadera dignidad provocando que el final de nuestra vida no esté sometida al fracaso, sino en el triunfo: entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos...(vv.27). Es verdad que muchas personas en el mundo sufren por las diferentes estructuras de injusticia que se levantan, por las persecuciones y los maltratos que causan crisis y enormes dificultades, pero también es cierto que estos aspectos negativos e infortunados no tienen la última palabra porque Jesús es fiel con los que permanecen fiel a él, aquellos que a pesar de las situaciones adversas no caen en la desesperación o en la asimilación de la acción del mundo. Esta es la esperanza y la confianza de quienes frente a las crisis o las situaciones negativas no ponen su mirada en el problema porque saben que esto también pasará y, por eso, ponen su vida en manos de Dios (cf. Salmo 15, 5.8-11) con la certeza de que él abre un camino a la vida para que podamos superar los obstáculos, avanzando y saliendo en victoria, dando paso a una nueva vida donde el centro es Cristo resucitado, el principio de una humanidad renovada para siempre (Cf. He 10, 11-14-18), pues no caminamos hacia el caos y la oscuridad, sino hacia el Padre. Así que, nuestra vida está en buenas manos.

2.  La vida que parece muerta en el invierno y en la oscuridad comienza a despertar anunciando que ha llegado el tiempo de la primavera y del verano. Jesús para explicar lo anterior usa la parábola de la higuera insistiendo en poner atención a los signos de los tiempos y en la esperanza de un reino que expulsa al miedo (vv. 28-31). Con la sencillez que caracteriza a Jesús, él invita a sus discípulos a vivir esta vida como una primavera basado en las ramas de una higuera que hace brotar nuevas y pequeñas hojas anunciando que el verano se acerca. Esta experiencia de vida en la que todos caminamos desde diferentes puntos de vista, tiene algo en común, que tal vez no hace pensar que nada tiene sentido porque cada día nos encontramos con situaciones de guerra y de rivalidad, un mundo en el que parece que reina la discriminación social, sexual y racial, un camino en el que parece que los valores y los principios se hayan quedado en la ladera, sentados como aquel ciego de Jericó (cf. Mc 10, 46-52) para dar paso a la marginación y a los abusos de poder y de privilegio convirtiendo la vida en una rutina que cae en un simple monólogo donde parece que no hay nada por qué sorprenderse y admirarse. Sin embargo, así como los árboles en el invierno que parecen estar muertos, pero en realidad siguen en ellos latiendo la vida, esperando el tiempo oportuno para comenzar a florecer, así nuestra vida en tiempos de invierno, puede parecer que se muere, que está sometida solamente a la crisis y a la desesperación, pero en realidad sólo espera la ocasión oportuna para dar comienzo a una nueva vida, la cual está en constante primavera, caminando apasionadamente hacia la plenitud: Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda (vv. 30). Los pequeños logros y esfuerzos que hacemos en nuestra historia en medio de las situaciones adversas, aunque no son definitivos, si se convierten en signos para mostrar que la vida continúa en gestación, en crecimiento progresivo, pues el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (vv. 31). Así que, los esfuerzos, las capacidades que tengamos para ponerlas al servicio de muchas personas no se perderán, pues aquellos que tienen las riendas del mundo no tienen la última decisión porque sus palabras y sus acciones son relativas, no tienen consistencia. Por eso, no hay por qué aislarse del mundo ni someter nuestra atención solamente a las crisis, como tampoco perder la esperanza frente a los problemas y dificultades porque estamos seguros y confiados en la pronta intervención de Dios, quien nos alimenta de esperanza para que los pequeños signos de la vida, del amor y de la bondad, aunque parezcan insignificantes y escondidos comiencen a resurgir anunciando que viene un nuevo y beneficioso resultado, un nuevo tiempo en el que la historia continúa escribiéndose determinada y confiada en la palabra firme de Dios.

3. Leer, discernir, evaluar y revisar las situaciones que suceden en nuestro entorno y en nosotros mismos, facilita que podamos avanzar y crecer en nuestra historia. Jesús, después de dar este mensaje de esperanza a sus discípulos también alerta sobre aquellos que aprovechando las situaciones llegan a generar desespero, pánico y miedo con sus anuncios: Más de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre (vv. 32). Algunas personas en el mundo tienen la habilidad de provocar con sus anuncios destructivos y catastróficos, desesperanza, pánico y tristeza. Ponen fechas basadas en cálculos, supuestamente astronómicos para afirmar el día y la hora del fin del mundo. Estas acciones muchas veces ocasiona que las personas se enfoquen en puras fantasías y en tomar decisiones equivocadas que llevan incluso hasta la muerte. Personas que desvían sus proyectos de vida por estar distraídos escuchando voces que solamente buscan sus reconocimientos y sus aplausos. Por eso, es importante discernir no solamente lo que está en nuestro entorno, los sucesos que suenan en nuestra historia, sino además cuidar y discernir nuestro corazón para evitar caer en distracciones que nos llevan a tomar decisiones equivocadas. Nuestra vida está en manos del Padre. Sólo el Padre conoce el día y la hora (vv. 32). Así que nuestra vida y nuestra historia no puede dejar que pase el tiempo, quedándose estancada, perdiendo el tiempo en lo que no conocemos ni tampoco sabemos. Lo mejor y más importante es saber invertir toda nuestra vida, corta o larga, no sabemos, en dirección hacia la finalidad para la cual caminamos y hemos nacido: estar en comunión con el Padre. De esta manera, nuestra vida es posible ordenarla y planearla no bajo criterios de tristeza, de desánimo y de desesperanza, sino fundamentos valiosos de esperanza y de alegría, reconociendo que en este caminar Dios está presente dando piso firme, dando sentido a lo que tenemos y a lo que hacemos. Poner todas nuestras fuerzas para sostenernos con confianza en los brazos de Dios es dejar que el rostro del amor y de la vida siga presente en nuestra historia, anunciando constantemente que el verano, el triunfo y la victoria está cerca. Por tanto, somos hijos de la vida y como protagonistas de este camino junto al amor de Padre estamos en la capacidad de tomar las mejores decisiones, sabiendo que lo mejor siempre está por venir. 
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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