EL PUESTO DE HONOR PARA EL AMOR Mc 12, 28b-34
EL PUESTO DE HONOR PARA EL AMOR
Mc 12, 28b-34
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Florecita-Luis Fernando |
Tener una montaña de leyes, de tradiciones, de grandes estudios y de inmensos conocimientos, es importante y de mucho privilegio. Pertenecer a un grupo relevante y de gran reconocimiento es también de gran valor, pero nada se compara ni puede superar el amor. Para este no se necesita ser sabio ni tener una gran inteligencia, como tampoco largas profesiones o de hacer parte de algún equipo élite. El amor es el centro constructivo de las distintas relaciones humanas: con nosotros mismos, con los demás y con Dios. El amor en nuestra vida es más grande e importante de lo que podemos imaginar porque es creador y está al servicio de la vida, siempre nos está comprometiendo con muchas personas. Por eso, escuchar al amor nos permite hacer lo que haría el amor, impactando y dando lo mejor de nosotros, dando al mismo tiempo el color a nuestra existencia, ya sea con pequeñas o grandes acciones, haciendo que estemos dentro del Amor para dar lo mejores frutos que unen y se ponen al servicio incondicional de muchas personas. A la Luz de la Palabra de Dios, un doctor de la Ley se acerca a Jesús para conocer de él la opinión sobre cuál es el primer mandamiento de todos. La respuesta de Jesús es todavía más importante porque no sólo responde a la pregunta de aquel escriba de la ley, sino que además agrega uno más, aludiendo el cómo del primero, dejando así un solo Amor inseparable. Veamos:
1. Estamos en una sociedad donde el puesto de honor se convierte en un lugar destacado que se reserva para las personas invitadas o de mayor importancia. Para Jesús el puesto de honor y de mayor importancia es Dios. Un escriba y doctor de la Ley pregunta al Maestro sobre cuál es el primero de todos los mandamientos (vv. 28b). Es decir, que el escriba quiere saber en qué debemos centrar todas nuestras fuerzas y nuestros esfuerzos. Jesús retomando algunos textos del Antiguo Testamento (cf. Dt 6, 2-6) señala el camino, la dirección que conduce a la plena realización: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (vv. 29-30). Jesús en sus palabras agrega "toda tu mente" para abarcar a la persona en su totalidad de ser, pues el ser humano ha de amar a Dios sobre todas las cosas e incluso sobre su propia vida. Por eso, el amor es importante, más de lo que podemos imaginar porque no sólo nos ayuda a mejorar y a organizar nuestra vida, sino que además, nos facilita ser mejores de lo que ya somos, impulsando nuestra existencia como un motor a hacer mejor lo que hacemos, pensando que los estamos haciendo para Dios y para los demás. De esta manera, todos estamos invitados a amar, a vibrar por lo alto, generando buenas acciones. Un camino que esta centrado en amor a Dios sin ninguna división, ejerciendo todas nuestras facultades humanas: corazón, alma, mente y fuerzas. Esto no pretende agotar el sentido y la gracia de amar, pero si, de emplear todo lo posible para poner de manifiesto el amor a Dios. Hacer memoria constante de este hecho hará que estemos identificados con el amor, llegando a Dios de una manera distinta y siempre novedosa. Pero, para que esto sea posible es necesario darle el puesto de honor a Dios. Profesar el máximo amor a Dios (cf. Salmo 18 (17), 2-4.47.51) traerá en consecuencia que nuestra vida tenga un orden. Cuando Dios no tiene el primer lugar, el gran puesto de honor en nuestra vida, no ocupa tampoco ningún lugar y, entonces todo será caos y oscuridad (cf. Gen 1,1). La mejor vida no es la más larga, sino la que está más llena del amor de Dios.
2. Podemos decir que amamos a Dios con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra mente y con todo nuestro corazón, pero esto no es suficiente si no amamos a las otras personas, incluso a aquellos que nos han hecho pasarla mal. El primer mandato es amar a Dios y el segundo es el cumplimiento de éste. Jesús es la expresión viva del amor. Es el Hijo amado que vive en una relación de amor indescriptible con el Padre. Un amor que llega hasta el extremo porque entrega su vida por la humanidad, asumiendo la experiencia del dolor, la exaltación en el cielo. ( cf. He 7, 23-28). Jesús después de responder al escriba sobre el primer mandamiento, expresa un segundo mandato, que en realidad es uno sólo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos (vv. 31). Jesús conecta dos mandamientos en uno solo. El Maestro une el amor de Dios y el amor al prójimo hasta el punto de hacer de ellos uno solo. No es posible entender el uno sin el otro (cf. 1Jn 4, 20-21). Dicho de otra manera, el amor de Dios se manifiesta en el amor al prójimo. Cuando damos el primer puesto de honor al amor a Dios lo demás corre y fluye de una forma maravillosa porque podemos amarnos a nosotros mismos y también amar sin medida a las demás personas, logrando crear relaciones saludables, fuertes y bendecidas mejorando la calidad de nuestra vida. Amar en todo momento rescata la imagen de Dios, pues cuando se ama se comunica el amor divino. Un amor que supera todo conocimiento y toda ley. Dios será único cuando desarrollemos la capacidad de amar más allá de nosotros mismos. Por eso, el amor es más que un sentimiento o un placer porque cuando se ama se convierte en un estilo de vida que da sentido y realización a lo que hacemos, a lo que podemos aportar para que también otros sean libres y felices.
3. 3. Muchas personas buscan la felicidad a toda costa y la forma más adecuada para vivir en libertad. Después de escuchar la respuesta de Jesús el escriba replica diciendo: Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús. Viendo, que había respondido sensatamente, le dijo: "No estás lejos del reino de Dios (vv. 32-34). La intención del conocedor de la ley no era poner a prueba a Jesús, por eso, responde al Maestro con sensatez, pues quien ama a Dios y al prójimo, no está lejos del reino de Dios (afirma Jesús), es decir no está lejos de vivir libre y feliz. Quien obra y actúa amando a Dios y amando a los demás como se ama así mismo se comportan de una manera divina, más allá de una espiritualidad sacrificial: holocaustos y sacrificios. Celebrar el amor en nuestra cotidianidad y en nuestras obras es hacer que el Reino de Dios suceda logrando descubrir sorprendentes y maravillosas cosas a nuestro favor y en favor de tantas personas. El amor es tan fuerte que impacta y engloba todo dando un cambio personal a todos nuestros aspectos de vida, pero además, dando color y sabor a la vida de muchas personas cuando lo expresamos en pequeñas o en grandes acciones. El amor es todo un arte, un acto de decisión y de libertad que requiere esfuerzo para alcanzar la profunda plenitud. Dejar que corra el amor a través de nuestras palabras y de nuestras acciones es dejar que nuestra vida se mueva, se transforme, tenga mejor calidad, logre tejer relaciones sanas y constructivas que comparten la alegría y la paz, frutos de recibir y de dar el puesto de honor al amor de Dios. Por tanto, no hay mayor felicidad que amar y sentirnos amados dando el primer lugar al amor de Dios, al amor de un Padre que nos cuida, nos protege y usa todo su tiempo para mostrarnos su amor. Dar el puesto de honor al amor de Dios es aprender a escuchar el amor para comunicarlo y entregarlo de una manera incondicional promoviendo encuentros de vida y crecimiento con muchas personas, logrando disfrutar nuestra vida con verdadera libertad y felicidad.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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