DESPOJARNOS PARA GANAR LA VIDA Mc 10, 17-30
DESPOJARNOS PARA GANAR LA VIDA
Mc 10, 17-30
![]() |
Luis Fernando Castro P. Teólogo |
Nos hemos acostumbrado tanto a las cosas, a las personas, a observar y cumplir normas, horarios, leyes; nos acostumbramos a tener actitudes y comportamientos que sin darnos cuenta nos robotizan y nos manipulan porque supuestamente somos y actuamos así y, nada ni nadie nos puede cambiar, pero sin saber para qué sirven y qué efectos causan en nuestra experiencia de vida y en la manera cómo compartimos con los demás. Llegamos a manejar actitudes y conductas de tal forma que todo lo hacemos y lo vivimos de una manera mecánica y automática como si tuviéramos un chip conectado en el cerebro que nos impide actuar con libertad y con responsabilidad. Muchas veces frente a las situaciones y las circunstancias de la vida, no nos damos el permiso de preguntarnos para qué estamos haciendo esto o aquello, qué sentido, qué valor, qué lograríamos o qué alcance tendríamos si lo hiciéramos. Nos cerramos tanto en sí mismos que no caemos en cuenta que más allá de nosotros, existen algo y alguien más para ir un paso más lejos, para avanzar; nos asustamos, nos entristecemos, perdemos el control cuando todo se nos mueve, nos escandalizamos porque la vida nos compromete, sin embargo, preferimos continuar haciendo lo que ya veníamos haciendo, lo que nos da mayor seguridad, aunque esto no nos permita ser felices ni tampoco nos facilite avanzar hacia nuevos objetivos y metas. A la Luz de la Palabra de Dios, un hombre rico, observante de la ley corre al encuentro de Jesús para preguntarle sobre lo que él debe hacer para tener en herencia la vida eterna. La respuesta del Maestro lanza a este hombre a un verdadero reto: despojarse de todo para seguir a Jesús. Veamos:
1. Queremos muchas veces ir más lejos de lo que hemos ido, pero no queremos soltar ni tomar riesgos sobre lo que ya tenemos, impidiendo que podamos avanzar. Jesús se pone en camino hacia Jerusalén, pero antes de que se aleje de aquel lugar, un hombre desconocido se acerca corriendo al Maestro, cae de rodillas (reconoce en el Maestro a alguien de autoridad), como que necesita con urgencia a Jesús. Este hombre no es un enfermo que pide curación, no es un leproso que desde el suelo está pidiendo compasión. La urgencia de este hombre rico va enfocada por otro lado. Lo que él busca en aquel maestro bueno es una luz para continuar orientando y creciendo en su vida y, por eso, pregunta: ¿Qué haré para heredar la vida eterna? (vv. 17). Una pregunta que no se basa en una cuestión teórica, sino existencial porque no habla de manera general ni tampoco en términos plurales. Aquel hombre, habla de él como persona sabiendo que su proceso y su responsabilidad es propio de él y no de otras personas. La respuesta de Jesús antes que nada comienza por aclarar...que no hay nadie bueno más que Dios...(vv. 18), es decir, que antes de poder cuestionarnos sobre lo que hay que hacer para heredar la vida eterna es necesario vivir ante un Dios que es Bueno donde podemos apoyar nuestra vida. Luego de esto Jesús le recuerda algunos mandamientos de este Dios Bueno (vv. 19), pues según la tradición bíblica, este es el camino para alcanzar la vida eterna. Pero, antes de que Jesús terminará de hablar el hombre lo interrumpe para decir que él ha cumplido todo esto desde su juventud (vv. 20), pero parece que él quiere ir más allá, siente dentro de sí una aspiración más honda y profunda, algo novedoso. El hombre está buscando algo más. Jesús mirando con cariño a este hombre... lo amó (vv. 21). La mirada del Maestro expresa una relación personal e intensa, quiere establecer una relación nueva con este hombre que parece estar preparado para dar un nuevo paso hacia la meta. Jesús entiende la insatisfacción de aquel hombre observante de la ley y, por eso, le lanza un reto: una cosa te falta...(vv. 21b). Por supuesto, que el hombre esperaba que el Maestro siguiera en la lógica del hacer para lograr poseer la vida y vivirla de una manera intachable, pero al continuar este camino sencillamente no habría tampoco alguna novedad y, por tanto aquel hombre quedaría igualmente insatisfecho, pues todo ser humano aspira a encontrarse con algo más profundo. De esta manera, la respuesta de Jesús, entonces se encamina a orientar su vida desde una lógica nueva donde es posible recorrer junto a Jesús el camino hacia el reino de Dios: vender todo lo que tienes, dáselo a los pobres y seguir a Jesús (vv. 21c). Esta respuesta paralizo al hombre, lo dejó como un bloque de hielo, pues la invitación de Jesús es radical. El Maestro lo llama a despojarse enteramente de todo. Vender lo que se tiene para dárselo a los pobres es una actitud de renuncia, de sacrificio significativo porque los pobres lo único que pueden hacer es agradecer, no se espera de ellos una devolución posterior ni tampoco el pago de unos intereses. Pero, esta renuncia tiene un motivo mayor: Seguir a Jesús, pues al fin de cuentas cuando morimos no nos llevamos nada de lo que hemos construido materialmente, pero si nos llevamos lo que hemos sabido dar con alegría (cf. Sabiduría 7, 7-11), lo que hemos compartido con alegría con otros. Sin embargo, el hombre no acepta el reto expuesto por Jesús, se levanta abatido por estas palabras y se aleja del Maestro (vv. 22). Olvidando la mirada cariñosa de Jesús se va triste porque tenía muchos bienes. Entonces, la riqueza del aquel hombre ha vencido, se ha puesto por encima de la invitación hecha por Jesús. El hombre rico y observante de la ley no puede seguirlo porque no puede seguir al Maestro cargando con sus bienes, con su pasado, perdiendo así la posibilidad de conocer la alegría y la libertad que produce seguir a Jesús. La vida eterna no es algo aislado de las opciones y de las aspiraciones que nosotros tomamos en nuestra vida. Si decidimos por el camino de lo eterno, este no es suficiente con cumplir o guardar mandamientos, reglas o normas (cf. He 4, 12-13). Es importante hacer un camino de vida que perfeccione lo que se ha guardado con tanto cuidado, pasando de lo pasivo a lo activo, poniéndonos en movimiento para caminar hacia las demás personas. Es un "morir" a nosotros mismos para emprender algo nuevo que nos conduce hacia la meta, hacia el encuentro con el Padre. Muchas veces queremos avanzar en nuestra vida, queremos servir a los demás, pero no queremos arriesgar ni mucho menos hacer algún esfuerzo mayor para alcanzar algo mejor. Preferimos mantenernos seguros con lo que estamos haciendo o con lo hemos construido, es decir por pretender ganar la vida, llegamos a perder la vida por no tener resultados nuevos o porque sencillamente hemos decidido quedarnos con los recuerdos, con las rutinas, aunque esto tenga el sabor amargo o se le haya perdido el valor de una vida siempre con propuestas y paradigmas nuevos.
2. Algunas personas quieren mejorar en su vida, quieren salir de la rutina en su experiencia de vida. Muchos quieren obtener nuevos resultados, pero no quieren pagar el precio ni tampoco poner un plus, un agregado para hallar algo más importante, bloqueando su vida y su proyecto. Después de que el hombre rico se aleja de la escena y del diálogo con Jesús, el Maestro se dirige a sus discípulos para educarlos frente a lo que ellos mismos han visto con el hombre rico: ¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios! (vv. 24). Para los discípulos de Jesús la propuesta del Maestro es muy radical y exigente, lo cual los deja sorprendidos y desconcertados porque parece que esta invitación es imposible llevarla a cabo, creen que es demasiado lo que está pidiendo el Maestro...Y ¿Quién se podrá salvar? (vv. 26). La propuesta de Jesús admite que es difícil: ...¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! (24b), pero no imposible para Dios, porque todo es posible para Dios (vv. 27). Por eso, la imagen que les enseña Jesús a sus discípulos se referencia a un camello que pasa por el ojo de una aguja (vv. 25), para insinuar que quién esté apegado a sus riquezas, a sus propios intereses, privilegios, le será difícil, complejo, entrar a gozar del Reino de Dios. La intención de Jesús no es hacer pobres a las personas, sino disponer a que quién quiera seguirlo lo haga de una manera despojada y libre donde el único bien, el primero sea el Maestro, descubriendo que lo esencial es darnos cuenta que hay cosas más grandes e importantes que nos hacen libres y felices, como el amor, el perdón, el fortalecer una amistad, creando lazos de fraternidad, sacando tiempo para compartir y para servir, superando los apegos, las riquezas externas pudiendo ir más lejos hacia un camino que conduce a vivir mucho mejor, saciándonos de la misericordia de Dios (cf. Salmo 89, 12-17). Es posible que hayamos aprendido muchas cosas, que hayamos alcanzado grandes y valiosas metas, que hayamos mejorado en nuestras relaciones humanas, que tengamos muchos conocimientos y reconocimientos, pero esto también se hace necesario en algún momento de nuestra vida despojarnos para abrir la mirada hacia nuevos horizontes donde podemos encontramos con nuevas personas, desarrollando nuevos proyectos que nos favorecen complementar lo que hemos hecho, logrando mejorar y enriquecer nuestro estilo de vida, donde es posible manifestar el amor, el don maravilloso y asombroso de Dios. La decisión entonces depende de quien quiera cruzar la puerta para avanzar y se pregunte sobre lo que es más importante en su vida para ganar la vida, pues para Dios no hay nada imposible y, lo mejor nos sigue esperando.
3. Lo mejor y lo más grande en nuestra experiencia de vida lo tenemos cuando miramos hacia adelante. Basta que miremos el vidrio panorámico de un automóvil para darnos cuenta que es más grande que el espejo retrovisor. Jesús ha dejado claro que quien deje todo, incluso a los que más ama por seguirlo se asegura no sólo el presente, sino también el futuro, pues en el presente recibirá el ciento por uno (vv. 29) y en el futuro recibirá la vida eterna (vv. 30). Pedro tomando la palabra se gloría de haber dejado todo por seguir a Jesús (vv. 28), pero no ha percatado que seguir al Maestro también implica sufrimientos, crisis, momentos de cruz (vv. 30), algo que es poco atrayente y poco agradable para los que aspiran a algo mejor. Sin embargo, para alcanzar algo mejor amando, se hace necesario pasar por las cruces de la vida. Por eso, renunciar a la familia por renunciar o por dejarla no tiene ningún sentido si no es por algo admirable, por algo más grande, donde es posible abrirnos a una nueva experiencia de vida en el que podemos vivir de una manera diferente, dando sentido a nuestra vida. Seguir a Jesús dejando la familia de sangre significa ampliar la familia donde nos encontramos con madres, hermanos, hermanas, hijas, hijos, pero no padres (cf. vv. 30). Algo que nos puede causar asombro porque en esta lista no encontramos a los padres. Pero, las palabras de Jesús tienen su razón. En la nueva familia de quienes siguen a Jesús, solo encontramos un sólo Padre, el del cielo, quien reúne a sus hijos en una sola familia, haciendo que nos sintamos hermanos, superando así, toda característica e imagen machista y autoritaria. Esta familia es la nueva posesión y hacienda a la que tendemos para compartir y celebrar como hermanos (vv. 30). Tener un sólo Padre es tener al mismo tiempo muchos hermanos y hermanas sin olvidar que en este camino también surgen las persecuciones como consecuencia de optar por el Maestro (vv. 30). Muchas veces los desprendimientos nos ponen en una actitud de crisis, de sufrimiento, pero es no tiene la última palabra, como tampoco lo tienen los logros y los alcances que hayamos hecho porque pueden ocasionar triunfalismos que nos impiden continuar hacia adelante, quedándonos mirando solamente las glorias pasadas. Poner la mirada en lo que está adelante sin perder la experiencia del camino, valorando lo que tenemos hoy nos permite disfrutar de nuevas experiencias con quienes podemos compartir y avanzar. Si hay apertura hacia los demás creando nuevos lazos de amistad y de fraternidad nos daremos cuenta que podemos compartir nuestra vida más allá de riquezas económicas para que otros también crezcan y avancen en su vida de una manera integral. Por tanto, saber despojarnos de nuestras riquezas para compartirlas con otros nos abre la posibilidad de ganar la vida, de ganar más hermanos, creando lazos fuertes de amistad y de fraternidad, facilitando gozarnos de la experiencia desprendida del Padre e incluso superando los obstáculos inevitables que surgen cuando optamos por seguir a Jesús.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo-Magíster en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
https://www.youtube.com/channel/UCPU82iuDDxt-dZQojhXYv4A
Comentarios
Publicar un comentario