SER EL PRIMERO PARA SERVIR Mc 9, 30-37
SER EL PRIMERO PARA SERVIR
Mc 9, 30-37
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Luis Fernando Castro Parra Teólogo |
Estamos en una sociedad donde la publicidad y el consumismo, las distintas series de televisión y de los medios sociales influyen en la forma de pensar y de actuar de muchas personas, pero su finalidad no es prestar un servicio ni mucho menos pretende informar, sino que sus acciones muchas veces muestran una manera de dominar, de decir ¡Aquí mando yo! Cuyo fin es ganar mayor rating, ganar una serie de puestos con ciertas arandelas, asegurando imagen, influencia, acrecentar un status o lanzar una marca que los reconozca como personas y como institución. Este es su afán, un deseo de superación y de éxito. Algunas personas en este movimiento llegan a profesionalizarse, otras buscan ascensos labores con el objetivo de tener un mejor cargo que les devengue mayores ingresos económicos y, en consecuencia le de una mejor imagen en la sociedad. Entre tanto, otros quieren mantener un status que muestre el poder, el dominio, la superioridad frente a las demás personas. Buscan competir y rivalizar antes que compartir. Sin embargo, aunque algunas cosas, situaciones nos sirven para progresar, lo más importante lo vamos a encontrar no en el interés particular de dominar, sino en la manera cómo podemos usar lo que tenemos para crecer y servir, haciendo sentir que todos como personas somos importantes, tenemos dignidad. No se trata entonces, de subir para dominar, sino de bajar para servir. Esto no es ingenuidad ni tampoco una oportunidad para aprovecharse, sino una posibilidad de vida para servir en favor de todas las personas. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús anuncia por segunda vez su pasión, muerte y resurrección a sus discípulos caminando por Galilea, pero sus discípulos están más preocupados por saber quién es el más importante y mayor de todos. Veamos:
1. Servir para algunas personas, puede sonar como un dinamismo ilógico que construye la vida porque están pensando más en sus propios intereses, teniendo actitudes arribistas que desgastan e impiden avanzar y compartir hacia nuevas metas donde la alegría y el crecer juntos sería la prioridad. Jesús yendo de camino por Galilea con sus discípulos y, de una manera reservada, sin que nadie se entere...él no quería que se supiera...(vv. 30) porque iba enseñando, les anuncia por segunda vez su pasión, muerte y resurrección (vv. 31). Algo que es importante para el discípulo porque el Maestro quiere mostrar que el camino de la vida no es solamente un camino de gloria, de éxito y de mucho poder. Pero, como era acostumbrado los discípulos hablan a escondidas, como haciendo un diálogo de corrillo entre ellos sin entender lo que el Maestro les estaba diciendo y al mismo tiempo se abstienen de preguntar (vv. 32), tal vez para evitar contratiempos como le había sucedido a Pedro (cf. Mc 8, 32-33) o sencillamente como suele ocurrir no quieren saber nada de crucifixión, de rechazo y de sufrimiento, aunque esto no culmina aquí, sino que es un paso hacia la resurrección, para el discípulo esto no está en sus planes y en sus expectativas. De esta manera, mientras que los discípulos discuten entre ellos de un modo apaciguado sobre sus ambiciones y negocios ignorando la enseñanza del Maestro, Jesús les habla de frente, les está enseñando que para ser primeros hay que ser el servidor de todos pasando por el túnel del sufrimiento, del sacrificio significativo y de algún esfuerzo, incluso de pruebas y de rechazos (cf. Sab 2, 12.17-20) que faciliten superar los intereses personales y egoístas del corazón (cf. Santiago 3, 16-4,3). Sin embargo, muchas veces nos creamos falsas imágenes y expectativas que están fuera de lugar y de contexto porque centramos solamente nuestra vida en éxitos y en logros sin tener en cuenta que en estos procesos puede ocurrir momentos inevitables de sufrimiento de dolor y de angustia, momentos de entrega y de rechazo. Esto no es posible ni siquiera hay que pensarlo en nuestra vida y sociedad actual, abarcando así solamente nuestra lógica humana, la cual busca solamente actuar con la sabiduría del egoísmo y el desenfreno de yo, queriendo alcanzar los mejores puestos, los primeros lugares sin realizar nada de esfuerzo o sin entender nada, usando muchas veces ciertas palancas o artimañas para lograr este objetivo que en muchos casos está enfocado en ambiciones, búsqueda de grandezas y reconocimientos meramente personales. Ante estas actitudes y acciones los efectos son nefastos porque crean envidias, injusticias y rivalidades que pisotean la dignidad de las personas, impidiendo que el amor, la justicia y la paz sean las actitudes prioritarias para quienes prefieren que florezca el crecimiento y el servicio por los demás.
2. La lógica de Dios no llama al poder, ni a la riqueza, como tampoco al reconocimiento y la fama, sino que llama a una vida de crecimiento, de servicio y de humildad, donde las demás personas son importantes. La lógica humana conduce al egoísmo, a adquirir una actitud del yo, donde no hay desprendimiento, sino búsqueda de poder para dominar. Sin embargo, tener un poder no nos hace mayores a nadie, sino servidores del mejor y para el mejor. A los discípulos de Jesús no les cabe en su cabeza la manera como está hablando el Maestro, por eso la discusión de ellos se basa en saber quién ocupará el puesto más elevado cuando ocurra la muerte de Jesús o quién recibirá más honores y aplausos (vv. 34). Por eso, cuando llegan a Cafarnaúm y, ya en casa (vv. 33) Jesús sentándose llama y se acerca a los Doce, estos que están más asociados a su misión, pero al mismo tiempo están distanciados de él porque están pensando en cómo sobresalir, para enseñarles algo más sobre el significado de buscar el ser primeros o mayor. La primera actitud no se centra en una acción de poder, de dominio, sino de ser servidor de todos (vv. 35). El discípulo ha de renunciar a sus ambiciones, honores, rangos y vanidades cargadas de éxito, de privilegios y de dominio para evitar pretender estar por encima de los demás mirándolos de arriba hacia abajo. En cambio, de lo anterior, la propuesta de Jesús para corregir la actitud de sus discípulos, sin llegar a repudiar ni perder la paciencia a los suyos es ocupar el último lugar, mirar de abajo hacia arriba, poniéndonos en el nivel de quienes no ostentan ningún poder ni dominio y, desde ahí, servir sin condiciones, no solamente a los amigos, a la familia y a los cercanos, sino a todas las personas. Algo que no es fácil asumir ni para el discípulo de ayer como tampoco para nosotros hoy cuando hemos sido educados desde nuestra infancia a tener una manía de grandeza, buscando obtener los primeros lugares para ganar un poder, ganando ventaja o logrando tener una autoridad sobre los demás, opacando detrás un gran muro la capacidad que tenemos de servir y de dar para crecer. Cuántas veces por pretender ganar ventaja sobre otros trae en consecuencia la ruina y destrucción de otras personas, sometiéndolas y conduciéndolas al desprecio y a la desesperanza; en algunos casos se humilla al otro por su condición de vida, se excluye y se margina sin dar oportunidad a crear una verdadera amistad y transformación social. Ciertamente estas acciones provocan oposición, desacuerdos y conflictos, pero siempre será mejor que el competir para lastimar, triturar o confundir a los demás. En el camino de la vida no se trata de saber quién tiene mayor poder, sino quien está dispuesto a crecer a progresar para servir mejor, pues quien ama y tiene siempre presente a Dios con confianza (cf. Salmo 53, 3-6.8), ama y respeta la dignidad de la otra persona sin ninguna excusa ni condición.
3. Dar toda la importancia a una persona es saberlo acoger, poniendo toda nuestra atención en ella, dándole todo el espacio que se merece como persona. Jesús ilustra en su escuela a sus discípulos con un gesto importante sobre el tema de ser primeros para ser servir. Tomando a un niño y poniéndolo en medio de los Doce, en el centro del grupo de adultos para que aquellos que habían rechazado e ignorado la enseñanza del Maestro por estar pensando en actitudes meramente ambiciosas, cargadas de honores y de grandezas pusieran ahora sus ojos en los pequeños, en los que la sociedad consideraba los más débiles, últimos, indefensos y dignos de cuidado (vv. 36). De esta manera, el discípulo está invitado a identificarse con todo aquel que no tiene poder, que es considerado como el último en una jerarquía de poder. Servir entonces es estar al lado de los que no tienen poder alguno, que son considerados indefensos y dignos de cuidado para abrirles espacio, oportunidad de vida, recibiéndolo con sinceridad para ponernos al servicio de su vida y de su crecimiento. Por eso, Jesús, después de ponerlo en medio de unos adultos y, abrazando al pequeño les dice: El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe (vv. 37a). Quien acoge y recibe a un niño está acogiendo y recibiendo al más grande, a Jesús. Y, al mismo tiempo quien acoge y recibe a Jesús, acogerá y recibirá al Padre (vv. 37b). Una acción que es significativa porque quien acoge a los pequeños, a los marginados, a quien crea oportunidades, a quien abraza pone a los demás a nuestro nivel para ponernos al servicio y la disposición de ellos buscando su beneficio, levantando al otro para promoverlo. Y, cada vez que acogemos y recibimos a un pequeño, a una persona estamos acogiendo y recibiendo también Dios. Por eso, cuando asumimos una actitud distinta a lo anterior, mirando solamente hacia los grandes, asociando nuestra vida a los poderosos y ambiciosos entonces, estaremos pervirtiendo el anuncio de la Buena Noticia, la cual tiene como objetivo transformar la vida de cada persona. Por tanto, ser el primero para servir es entrar en la escuela de la pequeñez para evitar el impulso de la ambición y del privilegio, dando al mismo tiempo una nueva comprensión del servicio donde no es necesario tener una gran lista de acciones para llevarlo a cabo adecuadamente porque lo primordial en este dinamismo relacional es hacernos últimos para agacharnos y hacer crecer a los demás con el fin de que todos puedan avanzar. Este es el comportamiento proactivo de un Dios que se hace último para servir a todos.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo-Magíster en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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