¡VOLVAMOS A CASA! Is. 60, 1-6; Mt 2, 1-12
¡VOLVAMOS A CASA!
Is. 60, 1-6; Mt
2, 1-12
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Luis Fernando Castro Parra Teólogo |
1. Los signos: Saber
leer e interpretar los signos, los momentos o las señales que se nos presentan
en nuestra vida nos facilitará avanzar en todas las esferas personales de
nuestra vida. Uno de los signos que siguieron los magos que venían de oriente
fue la estrella (vv. 2.9.10). Para el mundo judío la estrella es el Sol que
sale por el oriente, indicando que ha amanecido un nuevo día, un nuevo tiempo.
Cada situación, cada realidad y cada oportunidad que tenemos nosotros hoy es un
nuevo amanecer que alumbra con sus rayos todo lo que toca, llenando de
esperanza y de alegría a toda la humanidad. El Sol que contemplamos nos abre a
nuevas expectativas, a una jornada en la que podemos disfrutar de grandes
novedades; una historia a la que podemos enriquecer con lo que somos y con lo
que podemos dar, despertando así de la rutina, de la monotonía, de estar en la
zona de confort para contribuir al crecimiento familiar y al progreso de la
sociedad. No es un retroceder, sino un pasar. No es otro día, es el día de la
vida para aprender, para aportar. No es el día para envejecer, es la oportunidad
para rejuvenecerse en él (cf. 1Cor 4, 16).
Otro de los signos es la Familia (vv. 11). Cuando llegaron
los magos que procedían de oriente, encontraron en el portal de Belén a una
familia, algo pequeño para algunos, pero para Dios lo más grande. Dios mostraba
a la humanidad, al universo, el calor humano de una familia. En la familia está
la visión de Dios. La familia es el tesoro y el patrimonio más grande que se
nos ha dado a todos los seres humanos, nadie podrá decir que no ha nacido de
una familia o que en ella están sus raíces. La Familia es el lugar donde aprendemos a crecer en solidaridad y
generosidad, a progresar en el servicio a los demás, a asumir decisiones y
opciones de vida con responsabilidad y con libertad. Es en la familia donde
aprendemos a fraternizar a relacionarnos con lo que es distinto, apreciando la
identidad de cada persona. Esto nos motiva a ver en los demás también una
familia, un hermano, un amigo, un compañero de camino, aunque no haya afinidad o lazo de sangre, pero con el que podemos
avanzar juntos, lejos de rivalidades, manipulaciones o prácticas de egoísmo. La fidelidad, la lealtad de los amigos, de los hermanos de una comunidad, los compañeros que hacen camino hacia un objetivo nos convierte en una familia, creando vínculos fuertes que nos atraen y no se olvidan. La
familia no es un solo componente fundamental de la sociedad, va más allá de un árbol genealógico, es el lugar para desaprender
lo aprendido cuando esto no es beneficioso, dando espacio al proyecto y al desarrollo integral como persona, buscando lograr llegar a las metas y a nuestra realización.
2. El Anti-signo: No
saber leer e interpretar los signos, las oportunidades que se nos presentan en
la vida nos impedirá progresar integralmente. La otra cara que nos presenta el
acontecimiento de la Epifanía está en el rostro de Herodes, que al saber que
había nacido un niño, en el ámbito familiar (vv. 8.12), trata de destruir este
tesoro porque ve peligro para su reinado. Aunque había hecho la petición a los
magos procedentes de oriente de avisar sobre el Rey nacido para ir adorarle,
las intenciones del corazón eran otras, causadas por lo miedos, los temores, el
orgullo, el poder y la mentira. Estar más preocupado por las acciones
particulares y egoístas sólo provocará que no se pueda avanzar integralmente,
manteniéndose estancado en sus pensamientos en sus acciones. Todo aquel que ve
en peligro su puesto, aunque sea mejor, hace lo imposible para destruirlo. Lo
que es bueno, se hace pasar por malo, y lo que es malo se hace pasar por bueno.
Cabe ver cómo hoy las fuerzas ideológicas, políticas y sociales pretenden
formar una “familia” fundamentadas en sus ideas o preferencias activando
desigualdades, odios, rencores, confusiones que desubican y destruyen el
sentido y la realización familiar. Por otro lado dentro de la misma relación
familiar, se levantan lazos de infidelidad, competencia, rivalidad, aislamiento,
irrespeto, poca solidaridad y generosidad entre los hijos y los padres, entre
la relación de la pareja que en algunos casos se encuentran desubicados
actuando con irresponsabilidad en sus decisiones y acciones, queriendo moldear a sus hijos a sus expectativas. En la familia, la
palabra obediencia, honra, fidelidad, crecimiento espiritual, progreso integral parece que no
existe en su vocabulario. A padres desubicados, hijos rotos y más desubicados.
De esta manera, pareciera que nadie quiere estar en familia ni mucho menos que
el centro de ésta sea Dios, anquilosando el progreso y el crecimiento
familiar y, en efecto el progreso que la familia puede contribuir a la
sociedad.
3. Volver a casa: Es
común que en nuestra vida surjan momentos en los que parece que no avanzamos ni
tampoco retrocedemos. Estamos quietos, sin saber cómo renovar en el sentido de
nuestra vida. Saber cerrar los momentos para saberse abrir a otros nuevos es
importante para continuar avanzando. Enfocarnos en lo que tenemos en nuestro
presente, valorando lo que hay será el comienzo para darse la oportunidad de
volver a empezar, por lo que tendremos que ser valientes, atreviéndonos a
desarrollar nuestra vida con decisión y acciones nuevas. Las palabras efusivas
que el profeta Isaías nos dice:...levántate y
resplandece…las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero
sobre ti amanecerá el Señor, y su gloria se verá sobre ti…entonces lo verás
y estarás radiante; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen
sobre ti los tesoros del mar, y a ti llegan las riqueza de los pueblos…vienen
todos de Sabá, trayendo oro e incienso…(vv. 1-6), son el comienzo que nos
impulsa para abrirnos a un nuevo amanecer, a un nuevo tiempo en el que podemos
recuperar el sentido de nuestra vida y el de nuestras familias. Volver a casa
es enfocarnos en lo que es más importante, superando los criterios y las ideas
que nos impiden avanzar, revisando, proyectando, evaluando. Para lograrlo, los magos de oriente nos enseñan
algunas actitudes:
a. Contemplar: Mirar
con atención, con detenimiento, pero también con profundidad los momentos de
nuestra vida personal y familiar nos impulsará a enfocarnos hacia nuevas metas,
dando lo mejor a nuestra vida a nuestra familia y a nuestra sociedad. Los magos
no llegaron a casa, como si fuera un hotel, ellos se postraron con alegría,
rindiendo honor a la familia, reconociendo en este hogar el valor de la vida y
de la historia. Sea para nosotros una alegría llegar a nuestras casas. Ayudemos
en todo lo que podamos para que la familia esté siempre en modo de crecimiento
y progreso, esto será una forma para que también nosotros avancemos en nuestro
servicio y realización de nuestra vida y de nuestra sociedad, actuando con decisión y responsabilidad.
b. Abrir los cofres
y ofrecieron regalos: Ofrecer nuestros talentos, carismas y habilidades para
que la familia y la sociedad crezca es contribuir a que la calidad de vida sea
mejor y las relaciones humanas sean más saludables. Así, como ofrecemos el
arte, el talento, la habilidad en los lugares de nuestro trabajo, es importante
también que lo hagamos para el crecimiento de nuestra familia. Ésta no es
solamente algo, es también alguien que debemos amar, dándole lo mejor de lo que
ya somos (cf. Mt 25, 40).
c. Marchar por otro
camino: Romper con los paradigmas, las costumbres y las actitudes que no nos
aportan a nuestra vida ni a nuestras relaciones humanas es abrir la posibilidad
a encontrarnos con nuevos y asombrosos resultados. Mantenernos en el mismo
camino o haciendo lo mismo, no podremos descubrir algo nuevo. Los Magos no
siguieron el camino del poder, del orgullo, de la prepotencia, de la mala
intención, sino que decidieron, tomar otro camino, el camino de la vida, de la
esperanza, de la paz, volvieron a Oriente por donde se abre el nuevo aire, la nueva etapa, el nuevo amanecer, por otro camino. Esto es recomendable y nos ayuda a oxigenar y a mejorar integralmente.
Volver a casa es volver a empezar a proyectar,
poniendo nuevas metas, tomando una nueva actitud al interior y exterior de nuestra familia, esto seguramente nos hará
crecer y avanzar hacia nuevas cumbres que nos facilitarán nuestra realización personal,
familiar y nuestro aporte constructivo en el progreso de lo social que surge en
el acontecer de nuestras relaciones con los demás.
Luis Fernando Castro Parra.
Teólogo- Magister en Familia
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