ATRAIDOS POR EL AMOR Y LA BELLEZA DEL PADRE Jn 6, 41-51 Domingo Décimo Noveno. Tiempo Ordinario (B)

ATRAIDOS POR EL AMOR Y LA BELLEZA DEL PADRE
Jn 6, 41-51
Domingo Décimo Noveno. Tiempo Ordinario (B)
Luis Fernando Castro
 TEÓLOGO PUJ 

Hacer un camino de vida y de apertura dando nuevos pasos para ver y comprender algo más en nuestro proceso personal, comunitario y social y, así no quedarnos estancados, murmurando en el mismo sitio, haciendo el mismo paradigma aprendido, desarrollando el mismo conocimiento y la misma idea como incomprendidos es encontrarnos con nuevas razones, motivos y opciones de vida que nos permite acoger alimentos nuevos y nutritivos que al asimilarlos de una manera profunda y sólida nos facilita, fortalecer, construir y entrar constantemente en un dinamismo novedoso, progresivo y creciente en nuestra experiencia de vida, la cual, en consecuencia nos vivifica y nos permite llenarnos de resplandor y de fuerza para conocer lo que hay en nuestro interior y lo que tenemos para ofrecer, trayendo una gran riqueza que genera una vida multiplicada y en abundancia para nosotros y para muchas personas. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús como Palabra hecha carne y Pan bajado del cielo es interpelado por los judíos incrédulos y murmuradores; asimismo por la multitud buscadora del Maestro, quienes quedándose en la imagen superficial del conocimiento de Dios porque creen conocerlo en su origen, ahora dudan y se resisten a creer en la capacidad de Dios para alimentarlos y darles una vida en abundancia, dejando la puerta abierta a la opción de aceptarlo o de rechazarlo. Veamos: 

1. En cada proceso de vida que adelantamos y desarrollamos, que se nos presenta en nuestra cotidianidad, no siempre en principio es bien acogido, muchas veces sufren objeciones, provocando reacciones de murmuración, de duda y muchas veces al final de rechazo, éstas ocasionadas por la incomprensión o los malos entendidos que tienen alrededor de lo que se propone para generar una nueva vida. Jesús en el discurso del Pan de vida (cf. Jn 6, 22-59) habla a los judíos y a la multitud que lo buscaba con ansiedad de quién es él teniendo como base la imagen del pan (Palabra Escuchada). Sin embargo, las reacciones negativas y cortas de los judíos y de aquella multitud que escuchaba al Maestro toman un giro contrario, no logran creer (Palabra Acogida), ignoran lo que es esencial del Maestro, alimentar de vida para tener vida plena y eterna (vv. 45-46). Unos murmuran como el Pueblo de Israel incrédulo en el desierto que reclamaba a Moisés por la falta de alimento (cf. Ex 16, 2-12), quedándose solamente en mirar el origen de Jesús. Estos personajes piensan que conocen al Maestro porque lo tienen por el hijo de José y de María (vv. 41). No pueden ir ni ver más allá de lo que ellos ya conocen y de lo que están viendo como persona y como familia. No logran comprender las palabras de Jesús cuando él expresa: Yo soy el Pan bajado del Cielo, el que da la vida al mundo (cf. Jn 6, 33). No hay otra fuente de vida que alimenta y nos da la fuerza, la vida y el aliento vital para crecer y avanzar.

2. Y, a pesar que estas personas se plantean unas preguntas (vv. 42), en realidad están más centradas en la preocupación por el origen de Jesús que por hallar algo más en la actividad y en la persona del Maestro. Como la escena ya conocida en el pueblo de Israel no ven más que el maná (cf. Nm 11, 6) sin darse cuenta que lo que están viendo y comiendo es un alimento de vida para la vida, un alimento que muestra la fidelidad de Dios y al mismo tiempo es la Palabra que nos incorpora, nos levanta y nos fortalece para continuar el camino, superando las dificultades, las crisis inevitables de nuestra existencia (cf. 1Reyes 19, 4-8). La murmuración en realidad es un lamento, se expresa como una queja frente a la vida y frente a Dios. Los murmuradores preguntan sobre el origen de Jesús; pero, lo hacen con una actitud de desconfianza y de rechazo hacia la persona de Jesús (cf. Jn 6, 42). Estas personas siguen poseídos por la superficie y, en efecto no captan el mensaje que los mueve ir a lo profundo de su corazón, de su interior.

3. Otros sin poder ir más lejos de las palabras y de la pedagogía de Jesús, no comprenden el sentido de la imagen del Pan, se han quedado en el signo, no lo han encarnado (comer) ni mucho menos logran hacerlo carne (Palabra hecha carne). No les parece que el hijo del hombre pueda llegar a ser el hijo de Dios o que alguien que acepte y se le alimente del Pan de vida tenga la dignidad (el poder) de convertirse en lo que ella es, llegando a ser hijos, poniéndonos frente a frente y en diálogo con el Padre, pues la Palabra que se escucha o se come nos permite transformarnos en los que escuchamos y en lo que comemos: ¿Qué amor tan grande nos ha dado el Padre para que podamos llamarnos hijos de Dios, pues los somos realmente (cf. 1Jn 3, 1a). La reacción negativa, entonces de los murmuradores es comprensible cuando nos dejamos llevar solamente por racionamientos meramente humanos, envueltos desde nuestra particular lógica sin querer preguntar si este Jesús que vemos y escuchamos es un hombre bajado del cielo. Para el mundo de los judíos las palabras del Maestro suenan escandalosas y poco racionales. Cuando no tenemos apertura más allá de nuestros paradigmas y lógicas impedimos profundizar y hallar algo mucho más grande que nos conducirá a lograr mayores y mejores cosas de las que hemos vivido y experimentado.

4. Después de las objeciones y de la incomprensión de los judíos y de la multitud, Jesús sin querer justificarse ni retractarse de lo que es ni de su actividad, les pide al auditorio no murmurar (vv. 43), y a cambio pide aceptar que el Maestro es el Pan, la Palabra que ha bajado del cielo (vv. 44-47). El Maestro llama la atención a sus interlocutores para que no se queden en la crítica y en la superficialidad del conocimiento de ellos y de Dios. Refugiarnos en nuestras terquedades impide que no avancemos y no podamos profundizar en las maravillas que nos muestra la vida y las distintas situaciones que hacen parte de nuestra existencia; y, así tampoco podamos encontrar nuevos mensajes que son enseñanza y aporte para nuestra vida. La terquedad no nos deja ver los errores que estamos cometiendo. Algo que es posible revisar para comenzar a dar pasos hacia adelante con apertura, evitando que nos quedemos en el desconocimiento del proyecto y la acción de Dios.

5. Jesús continúa respondiendo al auditorio que le escucha. Sus palabras ahora pueden sonar algo complejo de entender porque no es posible solamente usar la razón humana, es necesario comprenderlo desde la perspectiva como don de Dios. En realidad sus palabras quieren aclarar desde la dinámica de la fe: nadie puede venir a mí si el Padre que me envío no lo atrae (vv. 44). Estas palabras no están enfocadas en una exclusión, esto no es lo que quiere decir el Maestro, lo que se está reiterando es que Jesús es el don, la Palabra-el Pan del Padre. Se trata es de la obra de Dios que quiere abrir nuestras mentes para atraernos hacia él y, así lograr hacernos destinatarios de la resurrección. Para esto es necesario tener los ojos en el verbo Creer para entrar en las profundidades de la vida, lo cual esta acción no es posible entenderla solamente con la cabeza, se necesita toda la vida. Y esta experiencia se fundamenta en la atracción (vv. 44). Jesús conoce y revela al Padre. El Padre lleva al conocimiento de su Hijo para que en él seamos resucitados en el último día: Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí (vv. 45). La imagen de atraer nos indica entonces, que Dios no es un juez que actúa señalando o impartiendo leyes desde afuera; él es quien nos atrae porque es la fuerza incansable de la vida que trabaja dentro de nosotros, en nuestro interior para que abracemos la belleza y la ternura de nuestra propia existencia. Hemos de buscar dentro de nosotros mismos para abrirnos al amor y la belleza del Padre porque la verdadera atracción por Jesús es escuchar lo que nos dice el Padre.

6. El Padre nos enseña y nos lleva hacia el Verbo, hacia la Palabra, el pan bajado del cielo. Aceptarlo o rechazarlo depende de quienes lo escuchan y lo acogen. Jesús es el enviado del Padre, que el mismo Padre está atrayendo (instruyendo cf. Is 54,13) con las palabras y la actividad de Jesús. Pero, si no se da un salto de fe, si no reconocemos al Padre en nuestra condición de hijos (vv. 46) el sentido de la vida pierde su dirección, pues Dios es quien dará la paz, la tranquilidad y la vida plena  para que vivamos de una manera distinta, con sentido y con plenitud. Quien reconozca a Jesús como el Pan que baja del cielo obtendrá vida plena, vida en abundancia (cf. Jn 10, 10b), vida eterna (vv. 45-46) para que instruidos y comprometidos actuemos con responsabilidad, atrayendo hacia la luz y la vida a muchas personas. … El que cree, tiene vida eterna (vv. 47). Creer en vivir eternamente para ver el rostro de Dios, hallando al Dios- Padre vivo y verdadero. De esta manera, como hijos de Dios, somos un proyecto un alimento valioso, una vida presente para vivir con excelencia. 

7. Dejarnos atraer por el Padre es vivir una vida plena, viviendo en la luz, unidos al Padre, él que nos ama sin medida y con generosidad atrayente. En él vemos qué bueno es el Señor, digno de alabar y de proclamar su grandeza (cf. Salmo 33, 1-7). Por eso, asimilarnos al Padre es la expresión de ser hijos suyos, viviendo en el amor con los otros, siendo reflejo de reconciliación (cf. Ef. 4, 30-5,2) y de esperanza por la dicha de ser acogidos y atraídos por Él con la capacidad de dar vida, una vida que le pertenece al mundo de Dios: El que coma de este pan, vivirá para siempre (vv. 51). Jesús, entonces no es sólo el nuevo maná, el Pan de vida (vv. 48), sino que al mismo tiempo es el Pan que se nos da en el alimento para ser comido y para nutrirnos de él; asimilarlo (comer) a Él, Palabra encarnada no morimos, tendremos vida plena. Acoger la Palabra de Jesús es tener vida eterna. Y para acoger la Palabra de Jesús hay que escuchar su Palabra de vida eterna porque es Palabra-alimento de vida. Ignorar este pan es rechazar lo más esencial y decisivo de nuestra vida.

8. Quien escucha la Palabra- Pan de Jesús es quien logra entrar en el camino de la vida eterna, en la comunión con la vida misma de Jesús, le da rostro de vida a este pan maravilloso y divino: Jesús reiteradamente repite que él es el Pan de vida (vv. 48. 51). Quien come de este Pan eterno sin exclusión alguna, se parecerá cada vez más a Jesús y al Padre, que es la vida misma del Maestro. El que acoge el Pan eterno, es el que crece en la vida que Jesús nos otorga, una vida en abundancia y generosa. Este es entonces el camino. Acoger la Palabra como Don es aceptar a Jesús, como Pan de vida, como el nuevo maná para vivir de una manera diferente, creciendo en esa misma vida eterna, llegando a la plenitud de la Vida. Es importante, por eso cuidar nuestra relación y nuestra experiencia con Jesús, pan de vida porque es un pan que está en la capacidad de darnos vida para siempre. Un pan que es un antídoto contra la muerte. Y, junto a este acto maravilloso existe una razón para estar dispuestos a recibir y para comer.

9. Aquí entonces se nos presenta el sentido de la Eucaristía, la cual va más allá de un alimento material: este pan es "mi carne" (cuerpo en los otros evangelios) dice Jesús (vv. 51). Un pan, un cuerpo que se entrega, se dona sin medida, capaz de transmitir la vida (vv. 50-51), pues la vida que hay en él es la misma vida del Padre. Jesús con su cuerpo y con su sangre nos alimenta de vida para tener una vida en plenitud y en abundancia: Si uno come de este pan, vivirá para siempre (vv. 51b). Nuestra vida, por eso, encierra un poder maravilloso e increíble hasta lograr una verdadera transformación donde Dios esta dentro de nosotros: él hizo su tienda morando en nosotros (cf. Jn 1, 14; 14, 23). Sentirnos atraídos por el Padre constantemente nos ayuda a superar la mediocridad, nos estimula para ir mucho más lejos de lo que ya hemos caminado y experimentado en nuestro transcurrir de vida. Dios está cerca de nosotros. Dios en nosotros haciéndose medicina, aliento y protección. Para esto es importante comer del pan que nos ofrece Jesús, un pan de vida que nos alimenta y nos sostiene para seguir hacia adelante, más allá de nuestros propios argumentos, lógicas y tradiciones. Ya no serán, entonces nuestros impulsos, sino los de él, haciendo de nuestra vida en la que la muerte ya no tiene la última palabra y, con él en nuestro interior damos comienzo a degustar la resurrección.

10. En resumen, Jesús Pan de vida nos propone un nuevo éxodo, un nuevo caminar, una nueva dirección de vida para nuestra vida. Un dinamismo de vida para avanzar y para profundizar en nuestra experiencia de ser hijos de Dios, expresado en una búsqueda de sentido y de realización de nuestra vida, como eterna y plena. Una búsqueda que se escucha desde lo más profundo de nuestro interior para ser acogida, una vida que se asimila y nos compromete para continuar con nuestra presencia generando vida, pues es aquí donde el Padre escribe su vida y su Palabra, poniendo en nosotros una nueva manera de vivir como personas, llenos de su amor y de su luz que resplandece y rescata a otros para que también puedan vivir en la gracia de la plenitud. Jesús Pan de vida, enviado por el Padre para ser atraídos por él nos alimenta con su Espíritu de creatividad para que cooperando con él engendremos un corazón nuevo, superando los paradigmas pasados alimentando de vida a muchas personas que hacen parte de nuestra historia.

11. Hacer este camino es escuchar la voz y el alimento eterno del Padre que está en nosotros, un pan, una carne que da vida y la acrecienta; pero, al mismo tiempo nos permite conocer lo que somos, con quién nos identificamos y, esto nos compromete para continuar alimentándonos del Pan eterno, con el fin de generar y transmitir una vida eterna, una vida generosa y abundante que está en comunión, en relación constante con el Padre que nos atrae hacia su amor y hacia su belleza. Una vida que se hace y se ofrece como carne, que se solidariza porque se entrega y se ofrece sin excusas para alimentar la vida, dándonos una nueva vida, haciendo posible que crezcamos y avancemos en todo sentido hacia la plenitud. Las palabras de Jesús son una declaración de amor y de vida porque él ha sido enviado por el Padre para nosotros y para el mundo. Un Verbo que se hizo carne (sarx) (cf. Jn 1,14) para hacerse pan de vida para todos nosotros. Una acción de vida que exalta lo humano porque nos enseña que cuánto más humanos seamos, más se nos manifestará la palabra de vida, el fervor, el fuego del amor, el rostro de un Padre generoso que nos atrae constantemente hacia él con su amor y con su belleza. Y, atraídos hacia este Padre maravilloso, también atraídos hacia Jesús, pan de vida, Verbo encarnado.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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