PASAR A LA ORILLA DE LA CONFIANZA, VENCIENDO LOS MIEDOS Mc 4, 35-41 Domingo Décimo Segundo, Tiempo Ordinario (B)

PASAR A LA ORILLA DE LA CONFIANZA, VENCIENDO LOS MIEDOS
Mc 4, 35-41
Domingo Décimo Segundo, Tiempo Ordinario (B) 
Luis Fernando Castro
 TEÓLOGO PUJ 

A lo largo de nuestra experiencia de vida, en la elaboración de planes y proyectos queremos alcanzar seguramente grandes y pequeños objetivos, metas que nos permitan iniciar nuevos caminos de vida que nos conduzcan a ir más lejos. Pero, en estos procesos nos hemos encontrado con distintas dificultades, con obstáculos, con momentos que nos hacen sentir que hemos fracasado, instantes que nos desaniman, nos acobardan y nos hacen sufrir, sentir dolor profundo, creyendo que todo está destruido, que no hay nada más qué hacer, despertando muchas veces el miedo, el pánico, la duda y el temor de volver a empezar en el dinamismo activo de nuestra vida. Estos momentos de inmensa oscuridad y de riesgo; sin embargo, se convierten en oportunidades para revisar, aprender, para fortalecer nuestra vida y nuestro proyecto, continuando hacia adelante sin desfallecer, manteniendo la marcha; logrando alcanzar lo que nos hemos propuesto, llegar a las metas que  aportan y ayudan a construir y contribuir a una mejor calidad de vida integral para nosotros y, asimismo para muchas personas. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús a través de un evento en la travesía del lago de Galilea, en una barca, enseña a sus discípulos a superar las tempestades, las crisis inevitables que suelen surgir en todo proceso y experiencia de vida, logrando hacer de aquellas una oportunidad para continuar hacia adelante, marchando en la fe. Veamos:

1. Cuando tenemos proyectos de vida con objetivos bien establecidos, con metas claras y estrategias que nos orientan hacia lo que nos hemos propuesto, nos hace sentir seguros y firmes, parece que todo lo tenemos controlado; sin embargo, esto no es suficiente, pues no estamos exentos de las distintas eventualidades y de los riesgos por los que solemos pasar, situaciones inevitables que nos incomodan y nos hacen sentir que tenemos el "agua hasta el cuello". Pasamos de la confianza y de la seguridad al miedo, al pánico y a la tormenta. Jesús después de enseñar con parábolas (cf. Mc 4, 26-34) y tomando la iniciativa invita a sus discípulos a pasar a la otra orilla (vv. 35), a pasar a otra parte, a continuar hacia adelante (cf. Mc 1, 38), a avanzar para continuar contribuyendo y desarrollando su itinerario. Los discípulos seguros en el Maestro le sirven y lo acompañan sin ninguna objeción: Y, despidiendo a la multitud, le llevaron en la barca tal como estaba. Y le acompañaban otras barcas (vv. 36). Estamos en el mar de Galilea, lugar inaugural de la predicación de Jesús; pero, el Maestro cruza por primera vez el lago en barca para ir a la otra orilla: aquel mismo día (vv. 35). Ha sido una intensa jornada de enseñanza a la orilla del mar. Está atardeciendo. El sentido común, entonces era esperar que llegará el otro día para pasar a la otra orilla; pero, Jesús les dice: Pasemos a la otra orilla (vv. 35b). Una invitación que se repite todos los días. Una palabra dirigida a la comunidad, una invitación de ver las cosas como las ve Dios.

2. Pasar a la otra orilla en una barca por el mar de Galilea significa que el viaje a realizar no es tan fácil como parece, si bien había un objetivo, pasar a la otra orilla, la travesía tenía sus riesgos, plagado de innumerables obstáculos por vencer. El mar para el mundo del pueblo Israel era visto con fascinación; pero, también con gran terror, pues las distintas experiencias tenidas por este pueblo, así lo mostraban: hundimientos, tempestades memorables (cf. Jonás 1, 4), naufragios (cf. Hch 27); por el mar llegaron los pueblos invasores, griegos, persas y filisteos. Pasar a la otra orilla no sólo implica continuar hacia adelante para llegar a un objetivo, también es considerado un peligro inminente de muerte, un riesgo que causaría mucho miedo y pánico, haciendo sentir a los discípulos cobardes y sin ninguna salida, como que todo está perdido. En este aparte tenemos dos aspectos interesantes: por un lado que ante cualquier proyecto de vida en cualquier dimensión es inevitable las situaciones adversas y, por otro lado muestra la importancia de tener objetivos claros, que nos facilitan mantenernos firmes, venciendo tempestades para continuar avanzando en medio de las crisis, pues las situaciones adversas y los obstáculos no son las metas a llegar ni tampoco son las estaciones para estacarnos. Son momentos para evaluar, para revisar, discernir y tomar nuevas decisiones que nos faciliten avanzar, continuando con nuestra marcha. 

3. Tener claridad de los objetivos, despierta en nuestro interior un dinamismo fuerte que nos sostiene para vencer las tempestades con confianza, disfrutando posteriormente el logro de alcanzar los objetivos propuestos. Por eso, la iniciativa de pasar a la otra orilla  por parte de Jesús, no es para destruir o acabar con las personas o para que estas sufran y se sientan abandonadas, muchas veces con una imagen de castigo por el pecado, sino para enseñar que toda persona antes de empezar cualquier travesía en su vida, debe establecer objetivos claros, una herramienta fuerte y sólida, un faro que nos facilita avanzar cuando aparecen los episodios de tempestad y de oscuridad, logrando enfocar la mirada hacia la otra orilla, venciendo el dolor, el sufrimiento y el mal que nunca tendrán la última palabra (cf. Job 38, 1.8-11) porque éstas son sólo oportunidades o momentos que también pasaran para que aferrados a la confianza en Dios y en nosotros mismos demos pasos hacia una nueva vida que nos conducen hacia nuevas realidades: … el que está en Cristo, es una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo (cf. 2Cor 5, 17).

4. Los discípulos tomando también iniciativa después del querer de Jesús para pasar a la otra orilla, despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba (vv. 36). Para llegar a las metas o a los objetivos que nos hemos propuesto casi siempre se sufre una tensión entre el temor, el miedo y la confianza, como también entre los distintos episodios y eventos que causan y producen una tempestad y el propósito de mantenernos en paz. Después de que Jesús y los discípulos suben a la barca para pasar a la otra orilla, se desata una violenta y amenazante tempestad donde las olas se echaban encima de la barca, hasta el punto de que la barca ya se inundaba (vv. 37). La reacción primera en esta borrasca es la causada por el viento, es decir la incapacidad de permanecer en medio de la tormenta sin perder la paz. En sintonía a este evento caracterizado por la angustia, los discípulos reaccionan con desesperación y con agresividad: interpelan fuertemente al Maestro (38b) quien se ha quedado dormido. En contraste la actitud de Jesús era distinta, él se encontraba durmiendo tranquilo en la popa (vv.38) y el miedo se apodera de los discípulos, quienes a su vez dudan de los sentimientos de Jesús. Entonces comienzan a interpelar al Maestro: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? (vv. 38). Las acusaciones de los discípulos contra el Maestro más allá de un llamado de atención, era un acto de inconformidad porque parece que a él no le interesa las situaciones por las que están pasando los discípulos y, además porque la invitación a pasar a la otra orilla está pintada no por una vida tranquila y llena de bendiciones, sino por un cuadro que daba un gran giro gigante, estaba pintado por aspectos de sufrimiento, de peligro y de posible perdida de la vida: ¿No te importa que perezcamos? Esta pregunta es fuerte, una expresión curiosa que tiene un tinte de reclamo, de protesta ante el miedo de una muerte que parece inminente.

5. Cuando todo proceso emprendido va caminando sobre ruedas nos parece sentir que todo lo logramos, vamos seguros y nada nos interesa más que llegar a la otra orilla obteniendo los mejores resultados, pero en estos procesos aparecen algunos hechos que causan tempestad, provocando desesperación y crisis interior. Cuántos peligros, cuántas crisis y momentos nos ocurren en nuestra experiencia de vida que nos hace protestar y reclamar, en muchas de estas situaciones nos quedamos en quejarnos porque pensamos que Dios nos ha llevado a la otra orilla para morir. Esto se asoma cuando debemos pasar a la otra orilla, cuando tenemos que dejar lo que creíamos más seguro. Todo paso a la otra orilla nos exige desacomodarnos, aceptando a morir a la vieja orilla, a la vieja forma de ver las cosas para descubrir algo nuevo que nos facilita aportar de una manera distinta. Jesús despertando increpa al viento (vv. 39) para decir a sus discípulos que él está interesado por su situación. El mar simboliza todo aquello que se opone al progreso de lo que se ha emprendido (todo parece oponerse a Dios y a su proyecto). Las olas y los fuertes vientos que soplan y atacan a la barca por distintos medios y formas, como queriendo destruir y hundir lo que se ha iniciado quieren impedir que lleguemos a la otra orilla. La barca amenazada por el agua y por los vientos se siente hundirse, se siente en naufragio, como que se hace imposible llegar a la otra orilla. Aquí es donde las situaciones difíciles pueden destruir o pueden fortalecer, dependiendo de cómo las utilicemos. Si las usamos como oportunidades dando gracias podemos avanzar, pero si las utilizamos para abandonar, caeremos en el abismo, atrapados por un huracán (Cf. Salmo 107 (106) 23-31). 

6. La tranquilidad de Jesús en medio de la tempestad, parece que estas actitudes toman un sentido de soledad y de abandono, pues quien puede salvar la vida e impulsarla para continuar hacia adelante se ha quedado dormido, esto es lo que genera recriminaciones y actos agresivos por parte de los discípulos. Una reacción que podemos decir es normal ante los riesgos y las amenazas de hundimiento y de perdida del proyecto y de la vida. Por eso, cuando llegan los episodios adversos es importante revisar las causas que originan las crisis para que asumamos con responsabilidad las consecuencias logrando vencer las tempestades y llegar a la otra orilla que es el objetivo, el cual no se puede perder nunca de vista. Para esto es recomendable buscar y rodearnos de personas adecuadas que nos ayuden y nos acompañen a alcanzar las metas (vv. 38b), pues siempre habrá alguien que le interesa nuestra vida, facilitando caminos que nos ayudan a continuar hacia adelante. A Jesús le interesa la situación de nuestra vida, esto se verá en las acciones que él posteriormente usará al momento de despertar y ponerse en pie (vv. 39).

7. Jesús después increpar al viento y al mar confronta con dos preguntas a sus discípulos: ¿por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? (vv. 40). El que le pone nombra a la emoción de nuestra existencia es Jesús: miedo y falta de fe. Cada discípulo ahora debe examinarse en su interior por el tema del miedo y de la falta de fe. Se supone que los discípulos habían comenzado un itinerario con el Maestro, han caminado con él, han sido testigo de sus palabras y de sus acciones; entonces, por qué les falta fe. El Maestro con sus preguntas quiere que cada uno de sus discípulos y también nosotros le pongamos nombre a nuestros miedos, a aquello que nos descontrola ante las distintas borrascas de nuestra vida, todo aquello que nos impide crecer en nuestra fe, que nos paraliza. La voluntad de los discípulos había sido un reclamo; sin embargo, Dios cuida de todas las cosas, él está interesado en nosotros; pero muchas veces nuestros miedos nos paralizan desde la confianza en Dios, hasta la confianza en sí mismo. De esta manera, pasar a la otra orilla se hace compleja. Nosotros estamos invitados a despertar el Cristo que llevamos para que grite la voz de la fe.

8. Usar lo que Dios nos ha dado para vencer las tempestades y continuar hacia adelante nos permite saber que no hay momentos ni situaciones ni años malos, sólo hay algunos momentos donde es posible disfrutar y otros en los que estamos para aprender. No hay ninguna perdida, todo es ganancia cuando queremos continuar marchando. Jesús poniéndose en pie, increpa al viento y al mar y sobrevino una gran calma (vv. 39). El Maestro enfrenta las situaciones desde la causa (el viento huracanado) y los efectos (el mar encrespado) usando el poder de su palabra, logrando que el peligro pase y venga para la barca la tranquilidad y la paz. Aquí es importante usar la autoridad de manera proactiva tomando la actitud de no dejarnos abrazar por las distintas tempestades y crisis que suelen surgir en los distintos aspectos de nuestra vida, logrando que reine la vida de los vencedores (cf. 2Cor 5, 14-17), facilitando que nuestra vida salga hacia adelante para ocuparnos no solamente de nosotros, sino también del bienestar de los demás, captando que lo antiguo quedó superado; todo ahora es nuevo. Dicho de otra manera, cuando la autoridad se usa adecuadamente hace que las cosas pasen y las acciones estratégicas y propuestas se logren alcanzar, llegando así a pasar a la otra orilla... sobrevino una gran calma (vv. 39). 

9. Si decidimos tener una actitud pasiva y de desesperación los resultados no serán positivos porque las crisis o los problemas se convertirán en obstáculos que, cumpliendo su función impiden que avancemos para ser mejores, aplazando actividades y dejando que otras personas sean quienes tomen las decisiones. Esto no es recomendable porque Dios nos ha dado su poder para que construyamos, haciendo que las realidades sean novedosas y traigan bienestar para todos. En este dinamismo de pasar del miedo a la confianza para vencer tempestades, Jesús pide también usar la fe, sacar a relucir la fuerza espiritual que está en nuestro interior para transformar y renovar lo que nos parece que es adverso y caótico. El Maestro realiza a los discípulos dos preguntas: ¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? (vv. 40). Sentir o tener miedo no es una reacción anormal, por el contrario es un actitud que muchas veces es positiva porque sentir miedo nos ayuda a ver el peligro y lo que nos puede estar amenazando. El miedo, precisamente surge cuando vemos que nuestro proyecto de vida se encuentra en situaciones de amenaza frente a factores internos o externos de riesgo. Pero, es en esta situación donde la fe brota para que no nos quedemos mirando solamente las crisis y los problemas, éstos siempre estarán presentes, como estará también presente la presencia de Dios. Él no abandona, no nos deja solos. Este maravilloso hecho, sin embargo, no nos exime de tener momentos de crisis, momentos de oscuridad y de gran adversidad. Los dolores y los fracasos nos hacen sentir humanos y humildes; pero, la fe nos mantiene en constante marcha. Por eso, usar la fe adecuadamente, poca o mucha porque no se trata de cantidad, nos permite visualizar siempre la otra orilla, fortaleciendo nuestro caminar para que continuemos hacia adelante confiados por la presencia permanente de Dios que nos encamina a la iniciativa, a la creatividad para llegar a las metas propuestas. 

10. Esto nos hace entender que del miedo a la confianza no nos exime de los peligros y de las crisis que pasamos en nuestros distintos aspectos de nuestra vida; pero, si tenemos la certeza de que la fe es capaz de vencer el miedo de nuestro interior para que podamos avanzar y no quedarnos anquilosados en los problemas y en las tempestades inevitables. Además, porque la fe nos da la certeza de que la presencia de Dios esta cercana: ellos se llenaron de gran temor...( vv. 41). El temor es de quienes saben que están delante de la presencia de lo divino, delante de Dios. Esta presencia reconocida en nuestro interior es la que nos puede liberarnos del miedo para dar pasos de confianza en sí mismos y en Dios. Por eso, ahora los discípulos se preguntan: ¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen? (vv. 41). Es ahora el momento para darnos cuenta que la violencia del mar y del viento no es el camino para pasar a la otra orilla; siempre habrán otras herramientas, estrategias y caminos que podemos usar para llegar a las metas y a los objetivos que nos hemos propuesto. El miedo y la ansiedad no nos llevan a ninguna parte, sólo la palabra de Jesús que es novedosa para aprender nos puede conducir a la tierra que anhelamos llegar: pasar a la orilla de la confianza, venciendo los miedos.

11. En resumen, pasar del miedo a la confianza para vencer tempestades, para superar obstáculos y crisis es incorporarnos en un camino de vida nuevo donde es posible usar lo que Dios nos ha dado para construir nuevas realidades de vida y para vencer aquello que se opone a su proyecto; pero también, nos abre la posibilidad de desarrollar la capacidad de admirarnos: ¿Quién es éste...? (vv. 41), de dejarnos sorprender por lo que Dios puede hacer a través de nosotros y de las distintas circunstancias de nuestra vida para que lleguemos victoriosos a la otra orilla, venciendo tempestades y disfrutando un camino de crecimiento constructivo y contributivo para nosotros y también para los demás. Todo está bajo el signo del amor de Dios que nunca nos olvida. Por eso, buscar controlar todo como si todo fuera ya suficiente se contrapone a la confianza y a la palabra de Jesús. En él se generan dinamismos distintos que nos conduce, no a la destrucción ni al acabose de la vida, sino a la victoria por recibir una vida nueva que deja lo antiguo para pasar a actuar de una manera diferente y mucho mejor conducida hacia el bien.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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