PERTENECEMOS A UN DIOS VIVO, EXPERIENCIA DE VIDA EN UN SOLO CORAZÓN Jn 20, 19-31 Segundo Domingo de Pascua-Tiempo de Pascua (B)

PERTENECEMOS A UN DIOS VIVO, EXPERIENCIA DE VIDA EN UN SOLO CORAZÓN
Jn 20, 19-31
Segundo Domingo de Pascua-Tiempo de Pascua (B)
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ

Hay aspectos innegables en nuestro proceso vital de nuestra existencia, como personas que nos animan y nos ayudan a ir cambiando y rompiendo con los distintos paradigmas y esquemas que han superado nuestros conocimientos y experiencias personales, asimismo como las comunitarias, esto cuando estamos en una actitud de búsqueda, de encontrar algo más de lo que hemos vivido y experimentado aun conocido en el proceso cotidiano. Estos cambios abren la posibilidad de descubrir algo más allá de nuestras limitaciones y posibilidades porque nos ayudan a funcionar de una manera distinta como si fuera el primer y último día de nuestra existencia. Cambios de actitud y de comportamiento que nos facilitan encontrarnos con un sentido relevante de nuestra vida porque notaremos elementos y aspectos novedosos en lo que somos y en lo que hacemos como personas, provocando un crecimiento y aprendizaje de vida integral y, junto a este un comienzo constante de un dinamismo nuevo que nos permite avanzar y facilitar emprendimientos nuevos que nos conducen hacia etapas con altos niveles de vida. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús Resucitado en el primer día de la semana se pone en medio de sus discípulos, éstos encerrados por miedo a los judíos, escandalizados ante el evento de la cruz, reciben con asombro la novedad, la fuerza sorprendente y las bendiciones de la resurrección con el fin de funcionar de una manera nueva, respaldados y dotados por la gracia del Señor resucitado, dando inicio a una nueva humanidad. En este proceso los seguidores de Jesús se mueven entre la duda y la confianza, la cual nos conduce a saber que le pertenecemos a un Dios vivo. Veamos: 

1. En el camino de nuestra vida surgen algunas "rocas" y obstáculos que entorpecen nuestro crecimiento y nuestro progreso, espiritual e integral como personas. Parece fácil decirlo ahora, pero lo que hay que hacer es quitarlas del camino, hacerlas a un lado para que podamos avanzar y crecer en nuestra vida con dinamismo y poder transformar toda situación personal y comunitaria. Jesús se hace ver en medio de la comunidad de los discípulos al atardecer, en un momento donde todo es oscuridad, en el primer día de la semana los encuentra con las puertas cerradas (interior cerrado) y llenos de miedo por las reacciones que los judíos podrían tener contra a ellos (Jn 20, 19). Los discípulos siguen mirando la cruz (Jn 19, 25) y el sepulcro donde reina, solamente el desconcierto, el miedo y la oscuridad como raíz de todos los males, aún cuando María de Magdala ya les había anunciado en el amanecer del nuevo día: Hemos visto al Señor (Jn 20, 18). Aterrados los discípulos y encerrados no tienen misión, ni proyecto, se han quedado sin horizonte, sin capacidad de acoger y de salir de sí para emprender un camino que anuncie la vida y el amor. Los discípulos están aterrados por la ejecución de su Maestro. Están reunidos, pero ya no está Jesús con ellos. Sólo hay un vacío que nadie puede llenar. Falta la presencia, las palabras de vida de Jesús, todo parece de noche en su corazón, nadie los puede consolar de la tristeza. El miedo se apodera de ellos, lo único que les da seguridad es cerrar las puertas, ninguno se atreve a salir, pues sin Jesús no hay nada que hacer para contagiar al mundo de Buenas Noticias. Las puertas cerradas, los vacíos internos impiden avanzar hacia el encuentro con otras personas, hace ver que no hay motivo para crecer. El miedo pone a los discípulos en una actitud defensiva, sólo ven hostilidad, persecución y rechazo.

2. Jesús tomando la iniciativa se presenta en el cenáculo donde están encerrados los discípulos y se pone en medio de ellos (vv. 19c) para mostrarles que no están solos, que cuentan con su presencia y su respaldo, no quiere que nos quedemos en el miedo, en el encierro ni en la oscuridad. Todos pertenecemos a un Dios vivo. Jesús viene a una casa que está cerrada donde hay gente que están protegiendo sus vidas, no la quieren exponer: ...por miedo a los judíos (vv. 19). Jesús se acerca a la comunidad de sus amigos, quienes le habían abandonado en la situación de la cruz, tenían miedo y huyeron. Este grupo no era confiable, pero Jesús resucitado viene a ellos y se pone en medio, expone su iniciativa y fidelidadÉl no viene de arriba ni de abajo, Jesús se pone en medio de la comunidad y de pie, mostrando que él está en su gloria, está resucitado. Sí, la puerta está trancada, falta el aire, las ventanas están cerradas; sin embargo, Jesús no los deja solos, él está de nuevo en el centro de la comunidad para siempre, él los acoge, sabe muy bien que nosotros como él no pertenecemos a la muerte, ni a la oscuridad. Con él todo es posible, el miedo es echado fuera por el amor, las puertas de la vida se abren de par en par y la evangelización, la misión se pone en marcha, no se detiene, no se acaba. Esto llena de alegría a los discípulos ( vv. 20). En un mundo en el que recurrimos al miedo para dominar y esconder a las personas, las palabras y las acciones del Maestro muestran a la comunidad que él está de su lado, no los ha dejado solos porque le pertenecemos, somos suyos. Él, ha vencido las tinieblas y la muerte para darnos vida abundante. Así que, Dios muestra su amor, su fidelidad y su fuerza (cf. Salmo 117, 2-4.13-15) para que estos detalles cargados de generosidad sean un pilar grandioso de confianza para continuar hacia adelante, construyendo y aportando un camino de amor y de vida para muchas personas. Entonces, el protagonista es Jesús resucitado, sus acciones, sus palabras, lo que él hace ante las dudas de los discípulos.

3. Pretender experimentar una nueva vida con dinamismo es importante en un primer momento superar lo que nos estorba (cf. Jn 15, 1-5) y lo que nos impide avanzar para mirar más allá de lo que hemos visto, establecido y aprendido porque la dinámica de nuestra vida, en todos los aspectos continúa hacia adelante, facilitando un camino que nos ayuda a descubrir algo nuevo que supera lo que ya conocemos, lo que pensamos y la manera cómo estamos actuando y reaccionando frente a las distintas situaciones y circunstancias de nuestra existencia. Quedarnos al lado de la oscuridad, de la preocupación, de la tristeza, del miedo, de crear nuestros propios esquemas, atrapados en el pasado como prisioneros o protagonistas de un apego o de una esclavitud, cerrando las puertas a la transcendencia, el resultado no será otra cosa que estar encerrados en nosotros mismos, centrados en nuestros propios egoísmos y finitudes en nuestra existencia, causando que nos estanquemos y nos anquilosemos interiormente, dando giros viciosos, oscilando en lo mismo, sin darnos cuenta que hay algo más por recibir y por disfrutar para gozar de la novedad y la creatividad constante de nuestra vida, algo más allá de las graves dificultades y ambientes hostiles (cf. 1Pedro 1,3-9) por las que podemos estar pasando, donde la gracia del Espíritu del Resucitado nos va configurando en otros "Cristos" para que siendo testigos en todo los procesos que emprendamos, demos pasos de crecimiento y de Pascua (Cf. 1Jn 5, 1-6), preocupados no sólo por nosotros, sino también por quienes necesitan de nuestra ayuda y de nuestra colaboración (cf. Hch 2,42-47) haciendo posible que experimentemos todos juntos un nacimiento nuevo, una esperanza de vida que nos beneficia, dándonos firmeza, confianza y alegría para todos. 

4. Toda novedad trae consigo aspectos y elementos vitales, constructivos que se convierten en una herramienta para continuar avanzando y para compartir con los demás. La presencia de Jesús resucitado en medio de la comunidad de los discípulos ofrece un nuevo comienzo totalmente nuevo para que sea posible avanzar y transformar realidades personales, pero también sociales y comunitarias porque nos ayuda a darnos cuenta que no estamos con las manos vacías, no estamos abandonados, estamos respaldados y dotados por la gracia del Resucitado. Jesús Resucitado bendice a sus discípulos con siete (7) obsequios (Cf. Jn 20, 20-23). Los Dones, los regalos son también para nosotros hoy como herramientas de vida, creando una nueva y profunda relación que nos facilita funcionar de otra manera distinta, transformando y avanzando en nuestra presencia personal y comunitaria integralmente, rompiendo con la incertidumbre, la dureza del corazón, los equívocos y las noches oscuras inevitables de nuestra existencia. 

5. LA PAZ (vv. 19d.21.26), como herramienta de buena relación con nosotros mismos, con Dios y con las demás personas porque todos somos responsables de la paz. Esta palabra se enfatiza tres veces manifestando que es un regalo, un don. La paz no es un saludo, es un don, es la paz sobre los miedos, las insatisfacciones y las tendencias de fracaso y de incertidumbre. Jesús nos da la paz sin reproches ni quejas. No hay reclamos, sólo paz y alegría. Los discípulos sienten su aliento creador, todo comienza de nuevo para que movidos por el Espíritu sigan colaborando con el proyecto salvador que el Padre encomendó a Jesús. Este regalo nos ayuda a superar los conflictos que nos llegan a desviar la mirada hacia el fracaso, el miedo y el poder. Estos últimos nos impiden avanzar y caminar hacia la meta. Dejar que la Paz del resucitado nos impregne, nos venza y nos invada nuestro interior hará que nuestra vida camine en el dinamismo de la victoria en medio de las dificultades, persecuciones y calumnias que suelen surgir en nuestra existencia y caminar cotidiano. El fundamento de nuestras victorias en medio de las distintas batallas es la paz porque nos da serenidad, confianza, ánimo para continuar siempre hacia adelante sin perder el objetivo al que queremos llegar. La Paz custodia nuestro corazón y nos hace sentir que no estamos solos, le pertenecemos a un Dios que vive eternamente.

6. SANAR LAS HERIDAS (vv. 20), es otra de las bendiciones del resucitado. La gracia del resucitado sana en todo sentido nuestra vida: dicho esto, les mostró las manos...y el costado. Mostrar las heridas en sus manos es un signo de haber vencido la muerte, un signo de amistad y de amor, fuente de vida que nos hace nacer a una vida guiada por el amor y el servicio. Las llagas no son para reclamar, no son para echar en cara por el dolor y el sufrimiento, muestran el amor que es entregado, causando la paz en nuestro interior. Muchas heridas son causadas por la violencia, la persecución, el dolor y el sufrimiento; sin embargo, dejar que la gracia del resucitado sane nuestras heridas es vencer sobre todo lo que enferma y daña las relaciones personales y comunitarias, mostrando el inmenso amor, el cariño por los demás. Cuando las heridas sanan, aunque queden las marcas y las huellas, ya no dolerán porque han cicatrizado por la fuerza de la vida, de la alegría y del amor (vv. 20b), logrando que todos desde sus carismas y dones recibidos por el Espíritu, quien hace todas las cosas nuevas, estemos orientados hacia un mismo objetivo común (Cf.  Hch 4, 32) compartiendo y reforzando la fraternidad, el servicio y la celebración del amor y de la vida.

7. LA ALEGRÍA (vv. 19. 20c), es también una bendición del resucitado para disfrutar más y mejor cada instante de nuestra vida: vuestra tristeza se convertirá en gozo (Jn 16,20). La alegría va más allá de un instante o de un momento sentimental o emocional porque la gracia del resucitado es nuestra fuente inagotable. En este regalo de la alegría desarrollamos con asombro la capacidad que tenemos de reconocer las bendiciones de Dios para que todo mejore en calidad. La alegría no depende de los demás, ni tampoco de las situaciones ni de las circunstancias, es una decisión personal donde todo se convierte en bendición porque descubrimos el amor sin reservas e ilimitado de Dios para nosotros. Un amor que nos fundamenta y nos sostiene. Y, aunque el dinamismo de la vida muchas veces no salga como lo esperamos, no significa que haya algo que deba impedir experimentar la alegría. Nada la puede opacar porque aún en aquellos momentos de noche y de oscuridad se convertirá en una fuerza maravillosa para aprender, para continuar avanzando y profundizando en el caminar de nuestra existencia, descubriendo nuevas expectativas que seguramente traerán mejores y mayores bendiciones.

7. EL ENVÍO (vv. 21). No hay nada más emocionante saber que cada uno de nosotros, como personas somos una luz, una antorcha encendida, con una identidad propia para recrear, renovar el camino de nuestra vida. Vivimos para vivir y para servir con amor desbordado, aportando al crecimiento y progreso propio, pero también al crecimiento de muchas personas. Ser bendecidos y enviados por el resucitado es hacernos posibilidad de bendición para los demás, acogiendo lo que se nos ha regalado para dar sentido y plenitud a nuestra vida. De manera, que somos enviados (Apóstoles) con la misma misión, vida y autoridad de Jesús resucitado: como el Padre me envío, también yo los envío. No basta solamente nuestros esfuerzos y actividades, quien libera del miedo y da un nuevo clima de paz es Jesús para que con serenidad abramos las puertas y respondamos a la vida compartiendo la Buena Noticia a muchas personas. La iniciativa de la misión es de Dios y es la continuación de la misión del Hijo que vino al mundo.

8. EL SOPLO (vv. 22a). Es el obsequio que simboliza la vida, el aliento que nos levanta, nos anima y nos promueve a abrir puertas para dar comienzo a una nueva vida, a un nuevo amanecer sin ocaso y sin finitudes que nos estorben para dar vida. El soplo (insuflar), como bendición del resucitado hace que aquello que parece acabado, seco y sin vida se levante, se renueve y se recree en el amor y en la fuerza de la vida para poder compartirla, entregarla y disfrutarla junto a otros sin medida y sin ningún límite, mostrando que somos personas nuevas con una vida abundante y generosa común y en sintonía a la ofrecida por el Padre. Toda la realidad creada fue hecha, pero al ser humano Dios sopló en las narices para dar vida. Jesús respiró porque está vivo, es la prueba que no se quedó en la tumba. Dios sopla sobre aquellos que estaban como muertos, como cadáveres, signo de la novedad de Dios en cada uno de nosotros. Es tiempo de nueva creación. por eso, el ESPÍRITU SANTO (vv. 22b), es el gran obsequio del resucitado porque recibimos el amor sin medida y en abundancia de parte de Dios. Recibid el Espíritu Santo. Un amor generoso, desbordado, un amor que nunca se agota porque su finalidad es amar sin condiciones, sin fronteras y sin límites. Él hace nuevas todas las cosas en nosotros comenzando así un renacer que nos facilita descubrir un estilo de vida nuevo y libre donde junto al resucitado podemos hacer obras sorprendentes y maravillosas, cosas mayores e incluso inimaginables. Entonces. sumergirnos en el amor nos da la capacidad para amar y para disponernos sin excusas a entregar la vida para que otros también vivan el encuentro personal con el Señor y en su caminar se realicen y logren desarrollar con responsabilidad y compromiso su libertad (cf. 2Cor 3,17), como verdaderos hijos del Padre. Pero, hay algo más por el Espíritu Santo podemos llamar a Dios, Padre-Abba (cf. Rm 8, 15), creando una relación intima, cercana y comunitaria.

9. PERDÓN DE PECADOS (vv. 23). Amar devolviendo la vida va de la mano del perdón. El Resucitado envía a sus discípulos con el poder y la gracia de perdonar pecados, pues perdonar no sólo es una acción del Espíritu Santo, además, quien es perdonado también tiene la capacidad de dejarse crear por el amor de Dios porque descubre la posibilidad de abrazar al resucitado, experimentando su salvación y abriendo la gracia de quedarse con el Señor para siempre: A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados. Perdonar, entonces hace vivir nuestra vida y también la de muchas personas, porque facilita reconocernos y reconocer al otro como somos con nuestras cualidades y con nuestras limitaciones, dejando la puerta abierta a una nueva relación y etapa de la vida, la cual no busca condenar sino entrar en el camino de perdón y del amor porque le pertenecemos a un Dios de amor, del perdón, un Dios vivo. De esta manera, el perdón como también el amor hace que todas las cosas sean novedosas y llenas de asombro. Ofrecer el amor y el perdón es una tarea de quienes acogemos y vivimos con responsabilidad la gracia y la bendición del resucitado porque sabemos que le pertenecemos. Amar y perdonar hace parte de quien ha sabido acoger y conocer la experiencia maravillosa y profunda del resucitado.

10. La experiencia de Tomás, el mellizo, ocho días después del primer encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos (vv. 26) involucra no sólo un encuentro comunitario, sino también un encuentro personal con el Resucitado cuyo fin será desarrollar la misión, contagiando a otros de la alegría, de la fuerza de la vida causada por la experiencia de la resurrección. Tomás es uno que entra y sale de la casa como si nada estuviera pasando. Mientras que los otros discípulos están encerrados, enclaustrados él camina en su propio aire. Si bien Tomás en un principio rechaza el testimonio de los otros discípulos (vv. 24) y se observa bloqueado y desconfiado (vv. 25), mostrando una actitud de toda persona que da comienzo a una nueva vida, también se muestra la actitud de quien sabe recibir y abrir la posibilidad hacia nuevas dimensiones de la fe y del dinamismo activo de la vida (vv. 28), renunciando a un estilo de vida viejo para dar posibilidad a emprender otro tramo de la existencia, actuando con perseverancia en todos los aspectos de su vida (cf. Hch 5, 12-16), junto a la experiencia del resucitado. Tomás quiere constatar por sí mismo lo que su comunidad le ha contado. La actitud de Tomás nos muestra que muchas veces es necesario ver para creer, pues esta experiencia de incredulidad nos facilita actuar con mayor responsabilidad y dedicación siendo testigos de lo que vemos y no de lo que nos contaron, tomando una verdadera opción de vida por el Señor resucitado. Cabe observar que después de ocho días las puertas siguen cerradas. Tomás no es sólo quien ha de aprender a creer con confianza en el Resucitado, también los demás discípulos que paso a paso irán saliendo de las dudas y de los miedos para avanzar y compartir los regalos del Resucitado. La fe requiere de preguntas, no sólo por dudas, también porque queremos más (cf. Lc 1, 26-38). Es necesario pedir más para recibir nuevas respuestas.

11. Esta experiencia con el Resucitado requiere dar pasos hacia adelante, pasar del calvario y de la cruz a un salto de mejor calidad: asumir la experiencia de la Pascua. Jesús resucitado acepta el desafío de Tomás, no rechaza su petición, sino todo lo contrario le concede lo que el discípulo ha pedido. Jesús se pone al frente y dialoga con él. Este gesto hace salir al discípulo de su soledad y aislamiento, pues nadie de la comunidad puede quedarse sin experimentar el amor y el gozo que causa la experiencia de la resurrección. Tomás estaba en búsqueda, no está lejos de la comunidad y no podía quedarse afuera de esta experiencia con el Resucitado. Jesús y Tomás se están buscando. Y quienes se buscan lo seguro es el encuentro.  Jesús resucitado le muestra las marcas de su muerte y de su amor (vv. 27) para decirle que el amor consiste en dar la vida por sus amigos para que todos puedan vivir de un modo libre y feliz (salvos). Las heridas no han quedado de lado por la resurrección, pero si emanan luz y misericordia. Para esto es importante dejarnos encontrar por la experiencia del resucitado, el cual está mediado en los lazos de unidad de la comunidad donde Jesús se coloca en el centro para dialogar, dinamizar y organizar sus proyectos, pero al mismo tiempo observar la realidad donde es posible tocar las cicatrices de la crucifixión, los signos del amor y de la entrega con el fin de hallar que el dolor y el sufrimiento han sido vencidos, ya se han sanado, hay victoria, júbilo y gozo.

12. La reacción de Tomás es impresionante porque responde: ¡Señor mío y Dios mío! (vv. 28). La respuesta de Tomás es sorprendente porque aunque se demoró, superó a los otros discípulos. La vitalidad de Dios se siente. Las palabras se enfocan en la divinidad y la gloria de Dios (Señor y Dios), diciendo que le pertenecemos a un Dios vivo y victorioso que nos invita a entrar en su dinamismo. Al decir "mío", Tomás se somete a la voluntad de Dios y en esta decisión abre su corazón a la acción del amor para obrar y hacer ver la obra de Dios. Por eso, al final del diálogo entre Jesús y Tomás el Maestro nos involucra a todos con alegría y dicha, afirmando una bienaventuranza: Dichosos los que nos han visto y han creído (vv. 29). Este gozo y esta experiencia se fundamenta en hacer conciencia de los regalos del resucitado, sabiendo que le pertenecemos a un Dios vivo, pero asimismo estar en la capacidad de vivir cada día como si fuera el primero de nuestra existencia, dando testimonio del amor y de la gracia que ha sido derramada en nuestros corazones para favorecer y bendecir a muchas personas y, así creyendo tengamos vida abundante en su nombre (vv. 30-31).

13. En resumen, estamos bendecidos por la experiencia y el encuentro con el resucitado donde es posible sentirnos garantes de muchas personas para animar y vivir con alegría la gracia de testimoniar al que está vivo. Además, tenemos capacidades sorprendentes que nos respaldan para renacer a una nueva luz, a un nuevo tiempo. Estamos respaldados y dotados por la gracia del Resucitado, por el motor activo del amor, de la vida y de la resurrección con el fin de hacer posible que otros también sean bendecidos por la gracia y la fuerza maravillosa del resucitado. Esto es un motivo grandioso para dar gracias al Señor porque es bueno, admirable y maravilloso con cantos de victoria y de alegría (cf. Salmo 117) porque el Señor ha estado a favor de su pueblo y de todos nosotros sin medida, con generosidad abundante, él nos acoge porque le pertenecemos, no nos deja solos, esta es nuestra alegría. Entrar, entonces en el dinamismo constante de la vida es dejarnos sorprender de la experiencia y la bendición del resucitado que ilumina y acompaña las noches, abre la puertas cerradas para que saliendo de nosotros mismos podamos gozarnos de la asombrosa gracia de ver al Señor (vv. 24), como fundamento solido para contribuir y revelar una calidad de vida cada vez mejor donde el resucitado está activo y en medio de nuestra vida (cf. Ap. 1, 17-19); una vida impregnada de abundancia (vv. 31), de alegría, paz, libertad, amor y perdón, una vida conducida y dirigida por el Espíritu del resucitado, afirmando así: Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios...él estaba muerto pero vive por los siglos (cf. Ap. 1, 9-19).y creyendo en él tengamos vida en su nombre (Cf. Jn 20, 31), una vida generosa y para siempre, convencidos de que nosotros le pertenecemos.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

Comentarios

Entradas populares de este blog

SABER ESCUCHAR PARA AMAR Mc 12, 28b-34 Domingo Trigésimo Primero del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

EL ARTE DE VIVIR JUNTOS PARA SIEMPRE Mc 10, 2-16 Domingo Vigésimo Séptimo. Tiempo Ordinario (Ciclo B)

RESCATAR LA VIDA, SIRVIENDO CON GENEROSIDAD Mc 10, 35-45 Domingo Vigésimo Noveno del Tiempo Ordinario (Ciclo B)