MEMORIAL EFICAZ DE UNA VIDA EN SERVICIO PLENO Mc 14,1-15,47 Domingo de Ramos (B)
MEMORIAL EFICAZ DE UNA VIDA EN SERVICIO PLENO
Mc 14,1-15,47
Domingo de Ramos (B)
![]() |
Luis Fernando Castro TEÓLOGO PUJ |
Es probable que en más de una oportunidad en nuestra experiencia de vida nos hayamos encontrado con una situación o alguna circunstancia que nos haya parecido algo extraña, contradictoria e incluso paradójica. Escuchamos frases como, si queremos paz, preparémonos para la guerra; si el grano no muere no tendrá vida; sólo sé lo que nada sé; paredes altas no hacen palacio. Expresiones que aparentemente son contrarios a la lógica, pero que tienen un sentido de reflexión y de análisis para llegar a comprender mejor lo que estamos viviendo y lo que nos ocurrirá a lo largo de nuestra existencia. Si lo decimos de otra manera, las paradojas de nuestra vida tienen el poder de ayudarnos a cambiar actitudes y comportamientos de vida porque aunque implica contradicción nos facilita abrir la puerta adecuada para pasar y avanzar con mayor grado de productividad, creatividad y flexibilidad, dando así razones y posibilidades para proyectar algo mejor, superando aun el dolor, el sufrimiento, la tristeza y la soledad. A la Luz de la Palabra de Dios, En la Pasión y muerte de Jesús en la cruz según el evangelio de Marcos (14-15) descubrimos un camino paradójico que comienza con la entrada jubilosa de Jesús en Jerusalén (cf. Mc 11, 1-10), un camino asimismo, impregnado de traición, negación y muerte con el fin de dar la vida por toda la humanidad porque el amor siempre vence. Veamos:
1. Celebrar tradicionalmente el domingo de Ramos (domingo de las aclamaciones), comienzo de una semana llamada Santa o semana Mayor, es dar inicio a un camino lleno de eventos que culmina con el silencio de la cruz y el comienzo, la hora del discipulado en torno y reunido con el Resucitado. Jesús entra en la ciudad de Jerusalén como un rey pacífico, humilde y manso (cf. Mc 11, 1-10). Su misión, si bien es conquistar a Jerusalén, no lo hace con violencia ni con los atuendos, como lo hacían los emperadores o generales romanos después de vencer a sus enemigos, él entra a Jerusalén sentado en un pollino, signo de la humildad y de la mansedumbre, aclamado por gente sencilla que con gritos de júbilo (cf. Salm0 117/118) y, no con estruendo de armas, anunciaban la llegada del mesías: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Mc 10, 9). El mesianismo de Jesús es muy sencillo y simple, ofrecido para gente sencilla que extienden sus mantos y sus follajes (Mc 11,8) cortados de los campos como signo de la paz, del desprendimiento, de la sencillez y del amor verdadero.
2. Las enseñanzas que notamos en la proclama de la Pasión del Señor se muestra no como una derrota, sino como un triunfo rotundo y definitivo del Señor sobre los poderes de la traición (Mc 14, 10-11), de la negación (Mc 14 26-30) y de todo aquello que se opone al proyecto de Dios. El relato de la Pasión comienza en un contexto de dos cenas: una en Betania (14, 3-9) donde una mujer quebrando un frasco de perfume puro de nardo y de mucho precio lo derrama sobre la cabeza de Jesús. Esta acción trae para los comensales reacciones negativas, para el Maestro es una acción que anticipa el sentido de su muerte y de su sepultura: ...se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura (vv. 14, 9). La otra cena que observamos es la celebración de la cena pascual (14, 22-24) donde Jesús celebra con sus discípulos, destacándose la aceptación libre de su muerte como sacrificio para la salvación de todos, pero también un memorial eucarístico fin y culmen de nuestra existencia.
3. En estas dos cenas se introduce la conspiración por parte del Sanedrín (Mc 14, 1-2), la traición de Judas (Mc 14, 10-11) y el anuncio de la negación de Pedro (Mc 14, 26-30). Jesús se entrega libremente, sin retener nada; pero, el ambiente que se ha generado alrededor por parte de aquellos personajes y autoridades religiosas es de oscuridad y de muerte, acciones que presumen opacar el sentido luminoso de la entrega libre de Jesús. Pero, el Maestro con su oración en el Getsemaní se abandona en la voluntad del Padre, aunque sin implicar a sus discípulos (vv. 14, 32-42). La comunidad cercana a Jesús en medio de esta agonía decide tomar distancia, duerme y se dispersa. La traición de Judas, la negación de Pedro y el abandono de los discípulos en esta pasión y cruz muestran que ellos no están involucrados en este proceso de angustia, dolor y sufrimiento. Jesús es entonces arrestado (Mc 14, 43-52), muere en la cruz (Mc 15, 33-39), como el mesías, salvador del pecado y de la muerte. Estas escenas hacen parte de este primer gran momento de Jesús con su comunidad.
4. Cuando ha llegado el momento del prendimiento y arresto de Jesús (vv. 14, 43) los discípulos huyen, se dispersan, abandonan al Maestro (vv. 14, 50). Esta acción conduce a poner en crisis el sentido del discipulado, pues no se termina de comprender la misión de Jesús. Todo suena con un eco de derrota y fracaso. En este contexto, un joven que estaba vestido solo con un lienzo, decide dejarlo y escapar, simbolizando así, la incomprensión del servicio solidario de Jesús (vv. 14, 51) y el sentido profundo de caminar con el Maestro. En estas escenas narrativas notamos el proceso judicial dado desde la fase judía, en cabeza del Sanedrín (Mc 14, 53-65). Acto seguido observamos una segunda fase de este proceso, los personajes que lideran esta escena son los romanos (cf. Mc 15 1-28). Al final vemos la ejecución a Jesús y su entierro (Mc 15, 23-47).
5. Jesús ante el Sanedrín revela su identidad como Hijo de Dios, el Cristo (Mc 14, 61-62), la cual se mostrará de manera definitiva en la cruz cuando un centurión romano, que estaba frente a él, expresa: verdaderamente, éste hombre era hijo de Dios (vv. 15, 39). La identidad de Jesús no había sido revelada públicamente en su ministerio, pero ahora en la cruz es reconocido como el Mesías manifestado al Pueblo y confesado por un centurión romano: Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. De esta manera, comprendemos que en la cruz se adora la verdad. En dirección contraria, frente a la revelación de la identidad de Jesús aparece las negaciones de Pedro (Mc 14, 66-72), la decisión del Sanedrín de condenar a Jesús, como reo de muerte (vv. 14, 64), la agitación de la gente que se ha puesto en contra del Maestro, piden que sea crucificado (Mc 15, 13) y, la mofa por parte de los soldados (vv. 15, 16-20) que pensando que estaban burlándose expresa una gran verdad: Jesús es el rey de los judíos y, por eso se arrodillan (Mc 15,19). Estas acciones buscan opacar la entrega libre, la calma, el silencio de Jesús y el sentido productivo del discipulado, pero revelan aun inconcientemente la identidad de Jesús y la eficacia de su servicio pleno a favor de la humanidad.
6. Con el camino de la cruz (Mc 15, 21-22) y la muerte de Jesús crucificado (Mc 15, 33-39), expuesto incluso a las burlas públicas llegamos a la cumbre del un gran drama donde ahora es posible responder ¿Quién es Jesús? como fundamento de nuestra fe. En medio de la oscuridad y la muerte de Jesús en la cruz surge una luz que trae la primera conversión (Mc 15, 39) como respuesta a uno que descubre y reconoce la identidad de Jesús. El desenlace de la vida de Jesús parece trágico, es lo que notamos cuando afrontamos con el corazón estás páginas. Un desenlace terrible porque vemos a un hombre que ha pasado haciendo el bien, que mostró su autoridad desde el principio de su ministerio, que curó y atrajo a muchas personas reuniendo a hombres y mujeres que le reconocieron como un profeta, pero ahora estas palabrasx y estas obras termina con una muerte que aparentemente es un fracaso porque la comunidad de los discípulos de Jesús lo dejan sólo, incluso a quien Jesús llamaba Padre parece que lo ha abandonado: ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado? (cf. Salmo 21/22- Mc 15,34)). De esta manera, nos podemos preguntar dónde va a quedar las palabras y las acciones de Jesús porque en medio de la soledad y la frustración por los hechos que suceden se escucha solamente la burla de las autoridades religiosas y romanas. Todo tiene un tono oscuro, enmarcado por un silencio largo. Jesús no habla, no se defiende y se deja humillar (cf. Is 50, 4-7). El Maestro no está buscando su propio reconocimiento ni vanagloria. Sumergido en las condiciones humanas acepta la muerte en cruz (cf. Flp 2, 6-11), desgastándose hasta el final, dando su vida como servicio pleno por la humanidad. Surge, entonces, el enigma que muchos podemos traducirlo en una pregunta ¿dónde está Dios en la pasión de Jesús? ¿Dónde está aquel que acompañaba al Maestro y a quien él llamaba Abba-Padre? ¿adónde está el Padre que con su voz en el bautismo del Jordán y en la montaña de la transfiguración había proclamado a este hombre Jesús, su Hijo amado, suscitando además a que fuera escuchado por sus discípulos? En este vaciamiento (Kenosis), en esta entrega, en el gastarse por las otras personas, ahí está Dios presente y, por eso, el mismo Dios siempre fiel y misericordioso lo exalta. No lo deja en las garras de la muerte, sino que Dios presente aún en la oscuridad y muerte lo levantará como muestra de su fidelidad.
7. Jesús haciendo tanto bien es tratado como un hereje por la legítima autoridad religiosa de Israel. La autoridad romana por su parte aplica a este hombre de Nazaret la tortura extrema para quienes ellos consideraban hombres nocivos para la sociedad. Los romanos ordenan para Jesús una muerte lenta, dolorosa, cruel y humillante, expuesta en una cruz. Jesús muere como un impostor en la infamia frente a muchos espectadores, creyentes y no creyentes. Esta historia inmersa en una camino de cruz (Vía Crucis) parece que ha terminado; sin embargo, este camino está sostenido en la oración de Jesús que ruega al Padre que le sostenga en la hora oscura. Jesús en medio de la tristeza y la soledad no se suelta del Padre, él quiere hacer solamente la voluntad de Dios: ...pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú (Mc 14, 36). Jesús vive este camino de Pasión, manteniendo en la intimidad la confianza en el Padre, aún cuando todo parece oscuro, complejo y difícil. Jesús no elude la muerte, ni se defiende, como tampoco decide huir. No sale corriendo, no abandona, enfrenta la situación, aún cuando en su corazón sufre la agonía. Toda su vida ha sido una entrega por el proyecto del Padre y por el servicio liberador de toda la humanidad. Asi que la muerte en la cruz, es el sello de su vida. Jesús muere en la cruz por la fidelidad al Padre y por la solidaridad de todos los seres humanos. Y, esto tiene una razón de ser muy profundo, morir en la cruz no impide que el reino de Dios siga y se promulgue hasta el final de los tiempos (cf. Mc 14, 25), es decir cuando se establezca el reino de Dios de manera definitiva, por encima de todas las injusticias y fragilidades que los seres humanos podemos cometer.
8. Cuando todo se oscurece y parece fracaso, la solidaridad de Jesús se manifiesta a favor de todas las personas, creyentes y no creyentes, dejando notar que su muerte es un servicio de amor y de vida pleno, no sólo por el proyecto de Dios, sino asimismo por la salvación definitiva de todos los seres humanos. El fin de Jesús es vivido completamente en libertad, siguió siempre hacia adelante, cumpliendo la voluntad del Padre, aún cuando el camino final fuera la cruz. Y, esto lo hace Jesús porque toda su vida es un servicio en función por toda la humanidad. Esto fue anticipado por el pan partido y el vino derramado en un cáliz (Mc 14, 22-24) junto a sus discípulos. Sin embargo, la respuesta de los discípulos que habían abandonado todo en Galilea por seguir a Jesús (cf. Mc 1, 16-20), que había cenado y compartido el pan con él, ahora en el momento de la pasión harán lo contrario, abandonan, huyen de estos hechos dejándolo todo e incluso a su Maestro: Y abandonándole huyeron todos (Mc 14, 50). Ellos, van en dirección contraria a lo que hicieron alrededor del mar de Galilea cuando decidieron seguir a Jesús dejando sus redes y a su familia.
9. A pesar del abandono de los discípulos de Jesús al momento de la pasión y muerte en la cruz, se manifiesta la fidelidad al Maestro por parte de las mujeres quienes, le seguía, le servía y había subido con Jesús a Jerusalén; ellas, miraban desde lejos haciéndose testigos (Mc 15, 40). En este mismo sentido, no todos los que estaban presentes en la pasión y muerte de Jesús eran contrarios al Maestro. Uno de ellos, José de Arimatea, junto a las mujeres descienden a Jesús de la cruz y conducen su cuerpo hacia el sepulcro (Mc 15, 42-46). Una fidelidad que no quedará solamente dentro de la expectativa de la muerte y la sepultura, sino que trascenderá en la la experiencia de la resurrección (cf. Mc 16, 1-8), haciendo de la soledad, la oscuridad y la cruz una experiencia de victoria porque así como el Padre será fiel a Jesús, el Maestro será fiel a las mujeres y a su comunidad de discípulos. Se volverán a reunir en Galilea, el punto inicial de este gran proyecto de vida y de experiencia.
10. En resumen, este memorial de pasión y muerte de Jesús es tan eficaz que no se queda solamente en el fracaso, ni en la derrota, como tampoco en el mero sufrimiento como algunos lo quieren hacer ver, porque a pesar de la dispersión y el abandono de la comunidad de sus discípulos en la cruz, en la experiencia de la resurrección la comunidad se vuelve a reunir en torno a Cristo victorioso, dejándonos notar que la comunidad se reúne, de una manera eucarística entorno a Jesús vivo y resucitado, el mismo Jesús que había dado toda su vida, muriendo en la cruz. Este memorial eficaz de servicio es el mismo que nosotros celebramos en cada Pascua, en cada eucaristía para que superando el miedo, las crisis, los momentos más cruciales y oscuros de nuestra vida, lo hagamos con valentía, convencidos que el Señor siempre va adelante de nosotros para que poniendo nuestros pasos en sus pasos, en sus palabras y hechos nos sostengamos fielmente y avancemos hasta el final, con la mirada siempre hacia adelante, sin desfallecer, fortalecidos en su amor y en su fidelidad porque este amor siempre vence, Dios siempre está ahí y puede más. Que este camino de cruz y de vida que muchas veces nos pesa y nos hace sufrir nos permita salir de nosotros mismos para comenzar a pensar también en los demás, situándonos de manera correcta y de cara a nuestra experiencia de salvación, haciendo de la cruz un camino de libertad, de amor, de plenitud y de victoria en la resurrección.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
Comentarios
Publicar un comentario