LISTOS PARA EL FINAL Mt 25, 1-13 Domingo Trigésimo Segundo (Tiempo Ordinario)

LISTOS PARA EL FINAL
Mt 25, 1-13
Domingo Trigésimo Segundo (Tiempo Ordinario)
Luis Fernando Castro
TEÓLOGO PUJ 

Toda nuestra vida lleva un rumbo, un ritmo y una dinámica. Habrá momentos para trabajar, momentos para proyectar, momentos para preparar y momentos para planear. Habrá otros momentos para descansar y para celebrar, pero aún en estos instantes es necesario mantenernos activos, despiertos y vigilantes para no caer en la superficialidad, en la rutina de las zonas de acomodo o en la improvisación de construir nuestra vida. Nos podemos preguntar ¿Cómo estamos construyendo en el paso de nuestra experiencia de vida? ¿Cuáles son los aportes que les estamos dando para que nuestra vida mejore, crezca y avance?, pues mirar más allá de los instantes que vivimos y experimentamos es necesario porque nos permite descubrir hasta en las mínimas cosas y detalles de la vida una oportunidad para mejorar y alcanzar a ver qué está faltando y cómo podemos solucionar para fortalecer el camino y, así poder continuar creciendo y avanzando. La vida no nos permite mediocridad e improvisaciones porque esto nos puede conducir a tomar caminos y decisiones inadecuadas que en consecuencia, nos conduce a tomar acciones erradas que facilitan cometer imprudencias que nos cierran la posibilidad de disfrutar de algo mejor y más grande, que seguramente nos daría la oportunidad para seguir creciendo con valentía, logrando alcanzar nuevas cumbres que nos ayudaría aportar a nuestra realización y a nuestras relaciones personales y comunitarias. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús a través de la parábola de las diez jóvenes educa a sus discípulos con el fin de mantener una actitud de vigilancia, de estar preparados en todo momento y de tener una estrecha relación responsable y dinámica con el Maestro. Veamos: 

1. Nuestra vida no nos permite el mundo de la mediocridad y de las improvisaciones porque esto nos puede conducir a tomar caminos y decisiones inadecuadas que nos cierran las puertas y nos facilitan cometer imprudencias. Jesús instruyendo a sus discípulos cuenta que el reino de los cielos es semejante a diez (totalidad) vírgenes, que, con sus lámparas en la mano salieron al encuentro del novio (vv. 1). Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes (vv. 2). Las primeras no se proveyeron de aceite (vv. 3), estaban desprovistas (vv. 8) y, en efecto cuando llegó el esposo quedaron fuera del banquete (vv. 10). La clave de esta narración la encontramos en el aceite de las lámparas. El aceite es signo de la realidad del culto en el templo de Jerusalén, pero además, era un bien preciado que se ganaba con un alto precio, con el trabajo de cada día. EL aceite conservado en la lámpara es la capacidad que tenemos de gestionar la vida. Una sabiduría que buscamos constantemente para enfrentar nuestra vida. Las vírgenes sabias encarnan la sabiduría, están siempre preparadas (cf. Sab 6, 13-17). Ellas construyen la casa sobre la roca, en un cimiento sólido (cf. Mt 7, 24-27) y estable.

2. Las vírgenes insensatas, necias se preocupan por buscar lo que necesitan, sí, pero buscan el aceite solamente cuando se requiere. No guardan la ración diaria de aceite. No se preparan pacientemente y con tiempo (vv. 3), y, por eso cuando vuelven se quedan fuera de la fiesta: Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta (vv. 10). Cuántos por no saber aprovechar el tiempo disponible que tenemos para crecer y para adquirir nuevas herramientas que nos ayude a avanzar, tomamos decisiones inadecuadas, asumiendo un estilo de vida relajado, demasiado tranquilo y superficial, sin compromiso alguno y sin la responsabilidad para aportar elementos que contribuya a mejorar nuestra calidad de vida. Cuántas veces usamos las cualidades, la inteligencia, el poder y los talentos para presumir o a veces para apagar y pisotear la luz de los demás porque no creemos que necesitamos más de lo que hemos aprendido. Otros, entre tanto, se arriman a otros para aprovecharse de su luz (vv. 8). de su trabajo, de su esfuerzo, desarrollando un estilo de vida sin sacrificios significativos y sin ninguna otra pretensión que lograr sus aspiraciones con la luz y el esfuerzo de otros. Imprudencias que nos son recomendables porque desvirtúa la mejor versión de lo que somos como personas. 

3. Necesitamos cada día esforzarnos por cuidar y administrar el aceite (cf. Salmo 62, 2-8). De esto cada uno de nosotros es responsable. La respuesta de amor por la vida no es posible delegarla. Puede sonar para algunos antipático y aun egoísta la respuesta de las jóvenes sabias cuando afirman a las vírgenes necias: No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis (vv. 9). Hay ciertas cosas que no se pueden compartir. No podemos responder por otros. Podemos animar y enseñar pero quien toma la decisión es cada uno de nosotros. La responsabilidad no es delegable. Cada persona responde por sus decisiones y por su vigilancia. Somos responsables de estar preparados, de aprovechar las oportunidad para que la lámpara de la vida no se apague. Cada uno de nosotros tenemos una identidad, una capacidad para sacar lo mejor, para aprovechar el tiempo de un modo responsable y, así acompañar para construir, para ser más creativos, facilitando que cada momento de nuestra existencia sea una oportunidad para crear mejores ambientes donde las relaciones sean más saludables, trayendo frutos abundantes, que hagan crecer y fortalecer la fraternidad. Si no sabemos aprovechar el tiempo disponible que tenemos hoy, si no sabemos invertir lo mejor de nosotros en los demás, nuestra vida se puede apagar, nos podemos llegar a sentir incluso, excluidos y aventajados por otros y, por supuesto el final será distinto, según el obrar, donde se detiene el tiempo de las opciones y la puerta se puede cerrar. Se cierran las oportunidades para continuar creciendo y avanzando, mejorando la calidad de nuestra vida.

4.  El ritmo de nuestra vida corre igual para todos y, por eso estamos invitados a avivar la espera, el encuentro definitivo con lo que amamos y nos hace felices. La imagen del esposo representa lo que esperamos y lo que queremos. De esta manera, es importante la prudencia, la sabiduría de quien con atención y cuidado, prepara el aceite de la lámpara, pues el trabajador está siempre listo y con la ropa adecuada para desarrollar su actividad, haciendo de su vida una fiesta (vv. 1). Esto requiere constancia, equipaje adecuado para actuar con responsabilidad en bien de nuestra vida. El tiempo pasa y podemos caer en alguna rutinas que nos impiden mirar un poco más de lo que ya hemos logrado hacer. Jesús a través de está metáfora de la existencia humana, cuenta cómo las diez vírgenes comienzan iguales, todas están en las mismas condiciones, pero sólo cinco toman ventaja porque actuaron con prudencia, es decir estaban preparadas y dispuestas (vv. 10), las demás llegaron tarde gritando: ¡Señor, Señor, ábrenos!, pero la respuesta fue: ¡No las conozco! (vv. 12). En lugar de ir al encuentro del novio, se han alejado de Él y de su voz, hasta el punto de no escucharlo ni conocerlo. 

5. Estar preparados significa estar dispuestos, atentos viviendo con intensidad cada día, pues si optamos por aplazar, por dilatar las situaciones, las oportunidades, las decisiones, entonces, las consecuencias tal vez no serán las mejores porque nos veremos bloqueados para crecer, avanzar y para vivir de un modo pleno. El problema no ha sido quedarse dormido porque las diez jóvenes se durmieron, sino que tengamos bien preparado el aceite para un encuentro feliz, para aprovechar bien las oportunidades de la vida. Estar siempre listos hasta el final es responder con pasión: Más a media noche se oyó un grito... (vv. 6). No es posible pasar la horas, los días, los meses de modo relajado, como si la vida fuera solamente lo que tenemos en el presente, sin nada por qué transcender. Esto es necedad. La pasión tiene que ve con la disposición que todos tenemos para responder, para acoger la vida con sabiduría y responsabilidad. Es el corazón ardiente que sabe atravesar aun las noches oscuras, superando la mediocridad y la tentación a los aplazamientos. Si estamos preparados podemos dormir tranquilos porque habrá esperanza, sabremos hacia dónde vamos, viendo la vida en su profundidad. Estar listos hasta el final es la sabiduría para gestionar lo que estamos viviendo, siempre dispuestos para servir y para enamorar. Quien vivimos esta vida mira el horizonte de una manera distinta y, trabaja, busca, se apasiona (cf. 1Tes 4, 12-17), no la vive de cualquier manera, sino con un corazón radiante y siempre alerta, dispuesto a superar obstáculos para vivir mucho mejor y con mayor calidad.

6. Cada día es la posibilidad de darnos cuenta qué es lo que nos mueve, nos apasiona, pues el autosuficiente puede perderse de esta dicha porque cree que no hay nada más por decir y por hacer. El apasionado reconoce que es posible ir un poco más allá de lo que conocemos hasta ahora y de lo que hayamos experimentado hasta este momento. Si hemos planeado bien, dormiremos bien con la confianza que los resultados serán grandiosos, centrados en lo mejor, convirtiéndose en una Buena Noticia, que seguramente traerá mayores bendiciones. Todos como personas tenemos talentos, capacidades y habilidades que podemos desarrollar, profundizar y dedicar el tiempo para ponerlas al servicio constructivo de las demás personas, experimentando un estilo de vida sin improvisaciones y con mayor intensidad. Tenemos el aceite de la conciencia para equiparnos con la riqueza de la vida, de la oración y del servicio solidario. En cada cosa que hacemos y tenemos hay algo más porque nada es trivial ni insignificante. Hay que aprender a mirar las noches de la vida porque no tenemos tiempo extra para discernir ni tampoco para elegir. La responsabilidad personal nos exige ejercitar la vigilancia. Dilatar cierra las puertas a la vida

7. Quedarnos dormidos, acomodados y relajados, actuando como espectadores que vemos pasar la vida de un modo irresponsable, sólo provocará que en algún momento nos demos cuenta que no hemos disfrutado ni progresado lo que se nos ha dado con tanto amor, encontrándonos con puertas cerradas que estancan los procesos de nuestra existencia. Dejar para lo último o para cuando solamente no lo pidan es de aquellos que viven una vida muy superficial. Viven distraídos y, en consecuencia se desvían de lo que es esencial.  Jesús invita a sus discípulos a estar siempre vigilantes: Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora (vv. 13). La ecuación para crecer en la vida parte de tener una actitud constante de prepararnos para actuar con responsabilidad, alcanzando grandes bendiciones. Para esto es importante estar atentos, alertas a los cambios, a las señales que se van presentando en el dinamismo de nuestra vida para que sin duda no se pierda lo que es más preciado por nosotros. Gestionar la vida para estar siempre listos para el final es de quienes se caracterizan por trabajar, buscar, profundizar, sentir algo de pasión por la vida y para la vida.

8. La sabiduría nos facilita que nosotros asumamos nuestra vida con responsabilidad afrontando aun lo peor, sabiendo que las cosas salen mejor de lo que esperamos. Si nuestra existencia se llena de cumplimientos, de rúbricas, pero lejos de lo que verdaderamente somos y de lo que podemos ofrecer para hallar nuevas y mejores experiencias es posible que logremos prestigios, poderes que nos inflaran y nos facilitará tener una actitud arrogante, pero esto nos impedirá estar cerca a los otros y a quien por su amor nos ha dado la vida para que actuamos de un modo responsable y constructivo. La sabiduría de estar listos hasta el final, es tener que tenemos limites, pero que podemos gestionar la vida de una manera diferente, sabiendo que hay algo más por hacer. No es posible aplazar decisiones y acciones, eso nos llevaría a vivir una vida con una terrible superficialidad. El que ama encuentra la verdadera sabiduría en la vida. La vive y la experimenta con plenitud.

9. En resumen, la sabiduría de estar listos para el final es importante porque nos enseña a aprender a responsabilizarnos de nuestro presente, tomándolo de un modo serio y dedicado; hace conciencia que esta vida es la única que se nos ha dado para vivir, para disfrutar y para contribuir, pero sin perder la mirada en la posibilidad de planear, de poner nuevas metas, de crear nuevos retos y objetivos que nos impulsen a subir nuevas cumbres, previniendo necesidades y oportunidades que darán sentido y realización a lo que hacemos y a lo que vivimos junto con otros. Cada instante es una oportunidad, un regalo y un tiempo oportuno para encontrarnos con nuevas experiencias que nos ayuda a mejorar en todos los aspectos que hacen parte de nuestra vida. Vigilar para vivir es comprender, entonces que no hay una hora, ni un día propicio para servir; tampoco saber que no siempre será lo mismo si hay en nosotros apertura, amor y alegría para construir y contribuir al bienestar de los demás, ganando una vida que no se apaga y que es determinante para adquirir siempre el aceite del Amor.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

Comentarios

Entradas populares de este blog

SABER ESCUCHAR PARA AMAR Mc 12, 28b-34 Domingo Trigésimo Primero del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

EL ARTE DE VIVIR JUNTOS PARA SIEMPRE Mc 10, 2-16 Domingo Vigésimo Séptimo. Tiempo Ordinario (Ciclo B)

RESCATAR LA VIDA, SIRVIENDO CON GENEROSIDAD Mc 10, 35-45 Domingo Vigésimo Noveno del Tiempo Ordinario (Ciclo B)