EL EJEMPLO DE VIDA ES CONSECUENTE A LA ENSEÑANZA Mt 23, 1-12 Domingo Trigésimo Primero (Tiempo Ordinario)

EL EJEMPLO DE VIDA ES CONSECUENTE A LA ENSEÑANZA
Mt 23, 1-12
Domingo Trigésimo Primero (Tiempo Ordinario)
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ

Somos muy dados a aconsejar, a dar recetas, a decirle a los demás lo que tienen que hacer sin detenernos primero a mirarnos a nosotros mismos y, si estamos llevando a cabo lo que estamos sugiriendo o emitiendo con tanta vehemencia. Nos basamos en  muchas normas y en muchos discursos, pero poco aplicamos lo que bellamente decimos y pronunciamos con nuestras palabras. Atraemos con muchos saberes caracterizados desde la razón de la intelectualidad, pero no lo hacemos en el modo de crear relaciones personales. Nos gusta el éxito y el reconocimiento cayendo muchas veces en un polémico retrato de vanidad. El reto del servicio y de la entrega disponible y permanente a favor de muchas personas se nos queda corta porque parece cumplirse aquella frase que enuncia: que entre el dicho y el hecho existe mucho trecho. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús pone en sospecha las actitudes y las acciones de algunos intelectuales y religiosos de la época como lo son algunos fariseos que por su actividad escolar y pública viven y experimentan en sus relaciones y servicios una doble vida: dicen y enseñan muchas cosas, pero no hacen ni aplican en sus relaciones lo que dicen. Veamos: 

1. Se escucha decir muchas veces que las palabras convencen pero el ejemplo de vida arrastra. Una frase admirable que nos conduce a observar cómo los hechos y los quehaceres son tan importantes porque  muchas personas, aunque parezca que no nos escuchan o nos hacen pasar por desapercibidos, sí, nos observan constantemente. Lo cual nos hace pensar que la primera regla para enseñar es aprender donde mirar. Jesús dirigiéndose a la gente y a los discípulos pone en sospecha las actitudes y las acciones de algunos intelectuales religiosos, autoridades de la época que viven y experimentan en sus relaciones personales una doble vida: ...dicen pero no hacen (vv. 3). No son consecuentes en su estilo de vida. Son funcionarios de lo que dicen, pero no son servidores porque hacen tropezar a muchos en la ley (cf. Mal 1, 14-2,10). Con su ejemplo pervierten a muchos en el pueblo. Por eso, las palabras que dirige Jesús a los adversarios, a quienes lo han incluso perseguido y confrontado son realmente fuertes (vv. 1-7). El Maestro con sus palabras en esta ocasión reprende a los "pastores" de su pueblo, a los líderes, a quienes han sido reconocidos como maestros y maestros ejemplares, pues lo primero que se espera de estas personas es su ejemplo de vida.

2. Muchas veces nos dedicamos a decirle a las gente lo que tienen que hacer, cómo tiene que caminar para avanzar, cayendo en algunas ocasiones en la crítica o en el juzgamiento por su forma de proceder, sin darnos cuenta que lo que hacen y lo que son como personas, es un reflejo de lo que nosotros mismos hemos sugerido o hemos enseñado con nuestro ejemplo de vida. Las palabras que el Maestro dirige a las autoridades religiosas no son solamente para los "pastores" de la época, como tampoco para levantar el dedo contra alguien para señalarlo, éstas también nos golpean a todos nosotros porque de una o de otra manera estamos para evaluar y para revisar nuestras actitudes y nuestras acciones frente a las demás personas, las cuales y en muchas ocasiones de nuestra vida cotidiana no muestran lo que bellamente pronunciamos con nuestras palabras, ocultando lo que somos y lo que se nos ha dado para anunciar como buena noticia. La autoridad en este caso no es un asunto de muchos cargos recibidos, sino de una vida que atrae y sorprende con el ejemplo (cf. 1Tes 2, 7-13) sin interesar la edad, el conocimiento o la experiencia que hayamos obtenido. No se trata de enaltecernos y de cultivar una imagen basada en los demás porque podemos caer en el retrato de la vanidad y del manejo de una doble vida que enseña con sus palabras y sus exigencias, pero que sus acciones y actitudes dejan mucho que desear.

3. Todos como personas somos un ejemplo de vida para quienes nos observan. Para algunos somos un lugar para copiar, lo cual es importante evitar la hipocresía, la máscara que nos deja ver un rostro, pero asimismo ocultamos otro, caracterizado por las intenciones meramente personales. Dos caras de una moneda que nos hacen sentir superiores a los demás pero sin la intención de hacer el mínimo esfuerzo: atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas (vv. 4). Con frecuencia somos exigentes y severos con las personas, comprensivos e indulgentes con nosotros. Agobiamos con nuestras exigencias, pero poco les animamos porque nuestro interés es poner cargas pesadas que impidan caminar. Jesús se preocupa por hacer ligera la carga con humildad y corazón sencillo (cf. Mt 11, 29-30). Sin embargo, en todo grupo humano se tejen relaciones humanas donde las personas tienen diferentes funciones y cargos de acuerdo a su experiencia, su edad y sus conocimientos; esta diversidad no determinada el manejo inadecuado que usamos frente a las demás personas porque los cargos o las responsabilidades no son para enaltecernos y sentirnos superiores a los otros, sino para servir, motivar y ayudar al crecimiento de vivir lo que hemos enseñado, trasmitiendo la paz, la confianza (cf. Salmo 130, 1-3),la cual supera toda vanidad y ambición personal.

4. Dejar solamente de escuchar para copiar lo que se vemos se convierte también en una forma adecuada para enseñar. Jesús comienza diciendo que los escribas son los que se han sentado en la cátedra de Moisés (vv. 2), aludiendo a la silla del maestro, a una actividad de escuela. Este es un servicio para todas las personas. Es la tarea de proclamar la palabra de vida, la voluntad divina para que el pueblo la proclame a todos los pueblos de la tierra. Esta acción hace honor a Moisés, quien se ha considerado el primer gran maestro del pueblo de Israel, el primero en trasmitir la Ley del pueblo; sin embargo, la observación enfática que hace el Maestro es cómo las palabras que enseñan no coinciden con los hechos que estos maestros realizan: dicen pero no hacen (vv. 3). No hay coherencia entre lo que enseñan y lo que hacen. No hay sintonía entre la palabra dicha y el comportamiento. Y, por eso carecen de autoridad en medio de la gente. Actuamos con poder, pero nos falta autoridad. Nuestros comportamientos nos desacreditan. Los maestros decían cosas bellas con los labios, pero en su corazón no había la misma intención (cf. Mt 15, 8). No hay un verdadero compromiso porque se escucha, pero no se obedece, no se hace caso, llevando una vida sin discernimiento y ausente de amor y de fraternidad.

5. Decir y hacer otra cosa es presumir de lo que se carece, tendiendo a conseguir su propio beneficio: Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres...quieren el primer puesto en los banquetes....que se les salude en las plazas y que la gente los llame Rabbí (vv. 5-7). Las palabras separadas de las acciones y del ejemplo de vida son solamente ideas que se llevará el viento, es decir, que los discursos y las practicas devocionales externas llegan a formar, pero lo interesante, lo atractivo, lo que llama la atención es lo que hacemos, siendo fieles y coherentes a lo que decimos y enseñamos con nuestras palabras. Se trata de actuar con coherencia, lejos de la hipocresía, la cual tiene la intención de poner a los otros en un nivel inferior sin dejar que nos demos cuenta que muchas veces nosotros somos quienes estamos ciegos. La enseñanza de vida no es para imponer cargas y exigencias, sino para abrir caminos de vida que nos conduzca a ser mucho mejores de lo que ya somos. Servir no es una herramienta para ser reconocidos y aplaudidos (cf. vv. 4), tampoco para impresionar (cf. vv 5), esto sería un exhibicionismo y búsqueda de ostentación, exigiendo respeto de los privilegios que la sociedad les concede gracias a su servicio (cf. vv. 6). Esto no es creíble porque es una búsqueda de vida fácil, pero sin ningún interés por la otra persona.

6. Algunas personas usan su conocimiento y su cargo no para servir, sino para impresionar, buscando solamente su prestigio, se alardea con el fin de manipular, dominar y hasta llegar al chantaje sin darse cuenta que se está haciendo esclavo de sus propias acciones y comentarios. Buscamos ser tratados de manera especial, no como un hermano más. No hay nada más ridículo que buscar con tanto afán ser distinguido y reverenciado por los demás, pues terminamos chocando y haciendo lo que tal no teníamos preparado ni programado. Estas actitudes, por eso, no son recomendables porque crean relaciones distantes, divididas, muros que separan y debilitan, enfermando a la sociedad por una relación que entreteje, además de la vanidad, también la apariencia. Es así, entonces como Jesús advierte a sus discípulos para actuar distinto a las autoridades religiosas: Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar Rabbí porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos (vv. 8). ¿Qué es entonces lo que hay que hacer? Jesús propone a los discípulos un comportamiento distinto donde lo importante es la unidad en la diversidad. Habrán aspectos que nos diferencian, pero esto no es suficiente para que estemos divididos, separados, pues todos hacemos parte de una misma fuente que es el Padre-Dios (vv. 9). Lo importante no es lo que nos diferencia, sino todo aquello que nos une como parte de una misma familia.

7. Cualquier autoridad dentro de la familia y la sociedad está remitida a una autoridad mayor. No interesa el cargo o la responsabilidad que tengamos, todos tenemos la misma dignidad. Asimismo esta propuesta no nos deja en una anarquía, sino que nos invita a la fraternidad como posibilidad de reflejar el amor y la acción de Dios-Padre: el mayor entre vosotros será vuestro servidor (vv. 11). No se trata, entonces de una prohibición sino de recordar que ninguna autoridad se puede ejercer en nombre propio como tampoco en su mera satisfacción personal. Toda autoridad está en función de servir, mostrando el rostro del Padre con el fin de facilitar caminos de vida que construyan lazos fraternos que unan y sean ejemplo de vida con criterios firmes y transparentes que manifiesten la misericordia del Padre. Lo que nos diferencia no son los cargos ni las profesiones, es el servicio que nos prestamos unos a otros según el regalo que tengamos, teniendo presente siempre que al hacerlo estamos rindiendo honor a quien carece de él. Por eso, el más grande entre nosotros no es quien se ensalza o quiere ejercer un poder, sino quien teniendo alguna responsabilidad se hace humilde para servir: el que se ensalce, será humillado, y el que se humille será ensalzado (vv. 12).

8. En resumen, el ejemplo de vida es consecuente a la enseñanza. Toda relación con los demás se construye con base en dos aspectos interesantes: fraternidad y servicio. El servicio da un lugar privilegiado a cada uno porque nos suscita a estar dispuestos a lavar los pies de los demás, posibilitando que todos podamos crecer, despojados de toda potestad y arrogancia. Y la fraternidad es la manera como mostramos que nuestro servicio lo prestamos porque amamos con libertad al otro, buscamos intensamente hacer el bien, manifestando que el amor del Padre no es dominio ni opresión, sino que es un don, un regalo de vida que se comunica con hechos concretos para que muchas personas sean enaltecidas y bendecidas. 
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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