EL SUEÑO DE DIOS ES AMAR Mt 22, 34-40 Domingo Trigésimo (30) Tiempo Ordinario

EL SUEÑO DE DIOS ES AMAR
Mt 22, 34-40
Domingo Trigésimo (30) Tiempo Ordinario
Luis Fernando Castro
 TEÓLOGO PUJ 

Nos hemos preguntado en algún momento en nuestra experiencia de vida ¿Por qué el amor es importante y vital para nuestro desarrollo personal y para nuestra existencia? Desde pequeños estamos acostumbrados a seguir una cantidad de normas, leyes, rutinas, obligaciones, a cumplir reglas al pie de la letra, pero es posible que no nos hayamos preguntado para qué sirven o cuál es el sentido que debe darse en la aplicación de nuestra vida y en las distintas relaciones personales poniendo la ley por encima de las personas y de sus distintas relaciones. Las leyes y las normas son indispensables para una sana convivencia, para tener buenas y saludables relaciones humanas, pero lo mejor no está en ellas, sino en el verbo del amor como la fuerza, el impulso que hacer salir el potencial y la belleza que hay en nosotros, convirtiéndose en una expresión que satisface y beneficia a todos. A la luz de la Palabra de Dios, un fariseo después de haber puesto una trampa junto con los herodianos a Jesús, ahora basado desde la experiencia de la comunidad judía pregunta al Maestro sobre ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? La respuesta de Jesús supera las expectativas de las autoridades religiosas, ofreciendo el camino y motor de nuestra existencia. Veamos: 

1. Cuando nos referimos a hablar sobre Dios, nos enfocamos en pensar que Él es un amo (un César: cf. Mt 22, 17-21) que usa todo su poder para gobernar sobre todas las cosas; sin embargo, Dios ante todo poder o privilegio es el Amor y, como el Amor es un servidor de todos los seres humanos. Es decir que Dios es un servidor de todos por Amor. Un Dios que abre espacios, que acoge y da hospitalidad a todas las personas. Todos están en su corazón, nadie se le escapa. Este Amor abre espacios a una relación donde el otro es diferente. Por eso, la invitación de amar es una acción donde se juega la experiencia de la vida y donde no es posible retenerlo para nadie. Una vida orientada por el amor es una vida que construye, que libera y que transforma. Lo esencial, el centro de nuestra existencia y de nuestras distintas relaciones es el amor, aun esto es lo que más nos identifica porque hemos sido creados por el amor y para proyectar el amor (cf. Gen 1, 17).

2. Jesús en la ciudad de Jerusalén donde se pasea de un lado para otro es abordado por una serie de grupos que lo quieren confrontar y ponerle algún tema. En esta circunstancia viene al Maestro un grupo de fariseos y, dentro de ellos un doctor de la Ley que quiso poner de manera maliciosa a prueba a Jesús (vv. 35), preguntando sobre ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? (vv. 36). Quizás para ellos un mandamiento más de la gran lista que la comunidad judía tenía. Es una pregunta fundamental. Jesús en vísperas de su muerte porque sus adversarios no dan tregua responde en la línea de lo que puede hacer una persona desde la experiencia de Dios. La respuesta del Maestro es Amar a Dios con todas las fuerzas posibles (vv. 37). Y, amar consiste para Jesús no un verbo para usar en unos instantes, sino siempre (cf. Mt 18, 21-22). Lo que cuenta en la vida de todo ser humano es amar. En concreto significa cumplir las palabras que Él nos dio para indicarnos cómo podemos vivir de un modo libre y feliz (cf. Dt 6, 1-3). sirviendo y donándonos, haciendo mucho bien a muchas personas. 

3. Por supuesto, este aspecto requiere de amar a Dios con todo el corazón y, esto implica obrar según lo que ama con libertad, con la capacidad de decir si o no para estar en sintonía con el Amor, recordando siempre al amado. Amar a Dios con todo el corazón implica la dimensión volitiva, es decir que el corazón será el centro y el sentido del querer y de las decisiones que tomamos. Pero, implica también amarlo con toda el alma, es decir con toda la vida mostrando la fuerza vital, desarrollando la energía disponible para amar, usándola en la medida en que sirve para transformar. Y, un aspecto más: amar a Dios con toda la mente, esto es la capacidad de representar lo que somos con nuestros talentos, con nuestras habilidades y nuestras capacidades el sentido de pertenecer al Amor. La primera cara del Amor es Dios en quien podemos entrar en dirección hacía sí mismo, hacia los demás y hacia quien es el Amor para dar dinamismo a nuestra vida, sintiéndonos que le pertenecemos y, desde ahí organizamos y damos sentido a nuestras decisiones, acciones y prioridades de la vida, provocando que los frutos y los resultados sean cada vez más óptimos y beneficiosos para todos.

4. Amar no sólo nos sintoniza con las normas o con las leyes de convivencia, también nos pone como centro de la mirada a las personas con quienes compartimos, crecemos y buscamos llegar a acuerdos cuando surgen las diferencias (cf. Mt 18, 19-20). El amor a sí mismo es el amor para los demás: Amarás a tú prójimo como a ti mismo (vv. 39). La respuesta de Jesús a un conocedor de la Ley no se centra en categorías abstractas, sino en líneas de escucha y amor que llegan hasta el extremo, hasta el último aliento de la existencia, pues Dios no es para ser retenido sino para ser amado. Se puede amar de verdad porque lo decisivo de la vida es amar. Ahí está el fundamento de toda la vida y de todas las relaciones humanas. Por eso, lo primero es vivir ante Dios y ante las demás personas en una actitud de amor. Esto es lo esencial. Del amor arranca todo lo demás. Sin amor, todo queda desvirtuado y perdido. Hablar del amor a Dios, entonces no se inclina por estar pensando en meros sentimientos o emociones que pueden estar brotando del corazón, como tampoco una tarea para multiplicar rezos y oraciones, sino un amor que reconoce a Dios como Fuente de amor y de vida, logrando despertar una adhesión total a su voluntad y a su gracia divina como Padre de todos nosotros.

5. De esta manera, amar es tener a las otras personas en el corazón para desbordar sobre ellas lo mejor de nosotros, con nuestras palabras, acciones y actitudes, así como queremos que también nos cuiden y nos traten, logrando los mejores resultados. Quien encarna el amor del Padre alimenta la vida, le da sentido haciendo mucho bien a las personas. Amar a Dios significa amar lo que él ama. Por eso, el Maestro dice que el mandamiento de amar a Dios es semejante al amor al prójimo: De esto dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas (vv. 40). Amar a Dios es amar a las personas como a nosotros mismos. El sueño de Dios es amar. Un amor que no se queda solamente en el presente ni atrapado en el pasado, sino que además trasciende, mira hacia el futuro, afirmando que nuestra vida es una búsqueda constante hacia lo que nos queda todavía por realizar y por hacer sin dejar de apagar la llama de la vida y del amor. 

6. Mirar hacia adelante es también una posibilidad para amar con todo el corazón, centrados en la justicia (cf. Ex. 22, 21-27) y en el servicio como resultado a la apertura de la gracia divina (cf. 1Tes 1,5-10). Amar a Dios y a los otros sirve para comprender para servir y para descubrir que es más grande el amor que hay en nosotros, como un talento de vida, un tesoro escondido que lleva impresa y acuñada la imagen del Amor. Un amor que llega constantemente porque las personas y la presencia de Dios es constante, llegan como una novedad, como si fuera una sorpresa que nos puede asombrar. De esta manera, el amor a Dios es semejante al amor al prójimo, pues después del primer Amor no hay otros mandatos, ni pequeños ni infinitos. El amor con el cual hemos sido creados y el que se manifiesta a sí mismo para proyectar el amor, es el mismo para amar a los demás. Un amor que va más allá de un intelecto porque se liga a las razones del corazón. Amar no es una ética que se encasilla en la ley del menor esfuerzo, el amor se vive a precio de una entrega total, como un canto de victoria (cf. Salmo 17, 2-4.47), donde se abren espacios de libertad y de prosperidad para todos.

7. Amar a Dios y a los demás depende de cómo nos amamos a nosotros a sí mismos (vv. 39). Y en este recorrido profundo el prójimo será el primer destino que tenemos, después de nosotros para amar. Es lo más cercano. Y, en esta actitud devolvemos a Dios lo que es de Dios, el Amor. Un amor que se desborda permanentemente hacia muchas personas. No es posible amar a Dios dando la espalda a lo que él más ama. La única postura realmente humana ante cualquier persona que nos encontramos en la aventura de la vida es amarla, buscando su bien, como quisiéramos para nosotros mismos. Amándonos a nosotros mismos, queremos que otros también sean felices y libres, alcanzando el bienestar que promueve la justicia, la reconciliación y la dignidad humana. Un amor constructivo que no viene como un añadido, sino multiplicado para dar solidez a las relaciones y a las acciones personales, dando reconocimiento y dinámica a quien se encuentra más próximo.

8. Cuando nuestra vida está enfocada en el amor, facilitamos un camino para continuar progresando, superando las rivalidades, los rencores, los enojos, las envidias, y los egoísmos que surgen por los distintos inconvenientes de entrar en contacto y en relación con otras personas que piensan y actúan de modo diferente a nosotros, aun cuando éstos también son amados y creados por el Amor: de estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas (vv.40). La respuesta de Jesús a un doctor de la Ley sobre el amor, fija el amor a Dios y al prójimo a un mismo nivel. Así como decimos amar a Dios y hacemos gestos con tanta devoción en un lugar sagrado, con esa misma intensidad el amor a Dios nos mueve a entregarnos y a servir a los seres humanos que requieren de amor. No es una adoración al hombre, pero sí el amor a Dios es semejante al ser humano porque los dos son importantes. Dios refleja el rostro humano y este refleja el amor sincero a Dios. Todo este lenguaje para algunos puede sonar como cosa o tema del pasado, aun como algo demasiado gastado y poco eficaz; sin embargo, la convivencia humana se construye en el amor. Lo que nos hace mucho más humanos y responsables es el amor. De esta manera, amar la vida, al prójimo es amar también a Dios. Negar alguno de los dos, afectará nuestra relación directa con el otro. No son dos amores distintos ni separados, sino que es un amor que es ley de libertad y de felicidad en un solo Amor, Dios. Fortalecer mi relación con Dios es afirmar también mi relación con los demás. Y afirmar mi relación en los demás y en sí mismo es encontrarnos con el Amor que nos ha creado. 

9. En resumen, Dios y el prójimo son la fuente práctica de todo el Amor. Este amor no es un deber solamente para cumplir, sino un verbo para entretejer relaciones fuertes de vida. Cuánto más amemos a quien está cerca a nosotros más posibilidad abrimos para devolver el Amor, el cual le pertenece a Dios. Y, en Dios nosotros le pertenecemos, no de un modo destruido y oscuro, sino en un modo constructivo y embellecido porque crea relaciones sanas y fortalecidas. El Amor es la novedad y la realización de cada uno de nosotros, como personas, un amor que no se obliga ni se impone, pero que es clave para ser columna de soporte en el crecimiento permanente de la comunidad, logrando alcanzar mayores y nuevos resultados que serán bendiciones para nosotros y para ofrecer bienestar y crecimiento a quienes amamos y a quienes debemos amar más. El sueño de Dios es amar y, por eso nuestra evaluación parte del bien que nosotros hacemos a los demás, el bien que generamos para que muchas personas crezcan en el amor. Los testigos del amor no es exclusivo para algunos expertos, sino para todos lo que nos atrevemos a amar permanente y hasta el final de nuestra existencia. El factor decisivo de amar, entonces no consiste en conocer características de Dios, sino estar abiertos constantemente al amor. Un amor que desborda ternura para todos y sin exclusión. Por eso, cada día es una oportunidad para vivir como si fuera el primer día de nuestra existencia, inspirados en una posibilidad para amar con todas las fuerzas, dando sentido a cuanto nos rodea, sacando lo mejor de nosotros, que es el amor, para vivir junto a otros, de una manera realizada y plena.  
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

Comentarios

  1. Relación Dios y prójimo, tan real y a la vez tan extraña cuando el compromiso relaciónal tiende a la libertad.

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