RECIBIR LA LUZ DE LA VIDA PARA VIVIR PLENAMENTE Jn 9 , 1-41 Cuarto Domingo de Cuaresma
RECIBIR LA LUZ DE LA VIDA PARA VIVIR PLENAMENTE
Jn 9 , 1-41
Cuarto Domingo de Cuaresma
Cuántas veces nos han ocurrido que al ver a una persona, nos quedamos con la primera impresión, sin tomarnos el tiempo o el espacio adecuado para descubrir lo que está escondido o lo que verdaderamente nos interesa de este ser humano, poniendo una etiqueta, muchas veces negativa que nos impide acercarnos a ella, escucharla y conocerla. Esto suele suceder porque en nuestro proceso de vida y de relación, encuentro con los demás, no hemos aprendido a escuchar y a conocer a las personas, casi siempre nos quedamos con lo que vemos y en consecuencia, actuamos con prejuicios, con cegueras que no nos permiten ver con claridad, ver más allá de lo que ven los demás, cayendo en señalamientos basados en opiniones propias o de otros. A la luz de la Palabra de Dios Jesús sale al encuentro de un mendigo-ciego de nacimiento, quien después de ser sanado por el Maestro y de hacer un camino de crecimiento logra encontrarse no solamente con el Señor cara a cara, sino también consigo mismo, iluminando todo su ser. Aprende en el dinamismo de creer, ver más allá de lo que otros ven, accediendo a la luz verdadera que ilumina a toda persona. Veamos:
1. Buena parte de lo que queremos conseguir no tiene algún lugar particular, gracias a lo que destilan nuestros ojos, sino el de saber aprovechar las oportunidades de encuentro donde otros solo ven dificultades, problemas o impedimentos. Jesús caminando con sus discípulos vio pasar a una hombre ciego de nacimiento (vv.1). Los discípulos centrados en sus costumbres y prejuicios, preguntan al Maestro, quién es responsable de la ceguera, pues para el momento se consideraba una enfermedad relacionada con un castigo de Dios (vv. 2). Estar ciego era una marca para siempre. Sin embargo, para Jesús este evento es sólo una oportunidad para eliminar las cegueras que dominan al ser humano...para que se manifiesten en él las obras de Dios (vv. 3). Jesús y sus discípulos vieron al mismo hombre, pero lo curioso es que mientras los discípulos vieron a un ser humano enfermo y supuestamente castigado por Dios porque era pecador, el Maestro vio diferente al ciego, el cual puede pasar de las tinieblas, de la oscuridad a la luz, a la alegría y a la libertad de la vida. Jesús desde que lo ve sólo piensa en rescatarlo, defendiendo su dignidad de aquellos que lo excluyen y lo rechazan. Aquí no se trata sólo de un milagro o una curación, sino además de la búsqueda de identidad porque lo importante es creer en Jesús que actúa en cuanto es él la Luz del Mundo (cf. Jn 8,12) y permanece en el mundo. La luz está estrechamente relacionada con la vida. Si hay luz hay vida, hay esperanza, hay salvación. Si hay luz no hay oscuridad ni tiniebla porque Dios es la Luz y en él no hay noche alguna. Sólo en la luz podemos ver con claridad la luz, el proyecto de vida que nos orienta con caminos concretos y bien definidos.
2. Tener claro el punto de llegada es importante porque nos ayuda a que no nos desviemos del camino. Jesús sale al encuentro de un mendigo ciego para curarlo, pero además para sacarlo adelante, orientando su camino hacia algo mucho mejor en dirección a vivir plenamente la vida. Sólo quienes nos dejamos iluminar el camino sabiendo de dónde venimos y hacia dónde vamos podemos crear una relación profunda con quién es la Luz del mundo. Para esto es importante escuchar y conocer la voz de quién nos habla para que caminemos seguros, más allá de los valles de muerte (cf. Salmo 22, 1.3-6) haciendo cada vez algo más, mostrando un crecimiento en la relación que nos lleva a comprender como el ciego quién es Jesús. Aquí es importante hacer notar como se crece en la relación y se aprovecha las oportunidades de vida para avanzar. Jesús no actúa solamente por medio de su palabra, sino además realiza algunas acciones: escupió en tierra, hizo barro con la saliva y untó con el barro los ojos de ciego (vv. 6). El ciego no se queda como protagonista pasivo, él participa y colabora haciendo algo: confía en la palabra del Maestro, va y se lava y, además regresa: vuelve viendo (vv. 7). Estas acciones son interesantes porque hace algo también por la relación. No se queda quieto y atrapado en su situación. Moverse, hace posible que halle la luz. Colaborar con la obra de Jesús, significa que ya no estamos ciegos. Bañarnos, sumergimos en la piscina del enviado (Siloé) traerá en consecuencia ver la luz, veremos con claridad e identificarnos con la persona de Jesús. Es el comienzo para disfrutar de una vida vida digna sin el miedo o el temor de avergonzarse ante nada ni ante nadie, pues no estaremos en oscuridad, ni tiniebla. En nuestro interior resplandecerá la luz de la vida para que vivamos en plenitud.
3. Muchas personas viven y actúan ciegamente, creen conocerse, pero en realidad están sometidos a opiniones, a pensamientos de otras personas. Van empujados por la corriente de otros, pero no en su propia corriente, han perdido hasta su propia identidad. Un acto que con el tiempo llega a ser frustrante porque se da cuenta que a pesar de hacer mucho, no ha logrado alcanzar nada porque se mantiene en expresiones externas que resuenan demasiado fuerte opacando su propia voz interior. La discapacidad visual no está solamente en el ciego, también en aquellos que no quieren ver más allá de lo que otros no ven. Aprovechar las oportunidades de encuentro con otras personas, es tener el momento propicio para que otros comiencen a ver el mundo de una manera distinta donde todos podamos beneficiarnos. Poner etiquetas a las personas por nuestros prejuicios y costumbres nos puede limitar para conocer algo más de las personas que se nos acercan o a los que queremos vivir verdaderos encuentros en el que tengamos la posibilidad de ayudar y orientar mejor el proyecto de la vida. Esto, por supuesto lleva un proceso, no es inmediato, más aún necesita de todos para continuar avanzando hacia un estilo nuevo de vida en el que se actúa con lucidez y en su propia dirección, más allá de apariencias o de meras cosas externas (cf. 1Sam 16, 1-13), logrando crecer integralmente, sacando la mejor versión de nosotros para aportar a otras personas, familias, comunidades y a la sociedad, logrando ver con claridad nuevas oportunidades de vida que seguramente nos conducirán hacia algo mucho mejor que nos beneficia a nosotros y bendice a muchas personas.
4. El testimonio que se rinde o procede de los demás puede construir, iluminar o por el contrario destruir y opacar el bienestar de las otras personas. El hombre que había sido sanado por Jesús de su ceguera, ahora se encuentra en una situación distinta, y aunque en principio no reconoce al Señor, sino hasta el final va en el proceso, encontrándose consigo mismo, pero también con algunas reacciones que muestran que el pueblo y las autoridades retratan una imagen de ceguera que quieren opacar, bloquear el proceso de testimonio: llaman a los padres del que era ciego (vv. 18). El hombre que era ciego, ahora sanado se encuentra en este proceso, primero con los más cercanos a él, sus familiares y conocidos (vv. 8-12) con aquellos que sostiene relaciones cotidianas y posiblemente estrechas. Lo que ven estas personas es a un hombre nuevo, actuando de una manera distinta. Ya no está en el mundo de la noche, sino que ahora puede ver, ha entrado en el dinamismo de la luz y de la alegría. El hombre curado ya no es un mendigo ni tampoco un ciego, esto es para ellos una situación, un evento que se ha quedado en el pasado. Esto crea no sólo asombro, sino además debate entre quienes lo conocían y no podían aceptar lo que estaban viendo: ¿se trata de la misma persona o no? (vv. 9). Sin embargo, el hombre curado contando lo que hizo Jesús por él puede hablar y confirmar que es la misma persona (vv. 10-11), pero no está todavía en la capacidad de saber dónde está quién lo curó (vv. 12) porque sencillamente no lo conoce. No tiene buenos argumentos y referencias. Cuando no tenemos claridad sobre lo que conocemos, tampoco habrá verdadera responsabilidad y compromiso. Divagamos por la vida sin asumir una verdadera identidad de lo que somos y de quién es Dios para nosotros. Muchas personas conocemos a Jesús por lo que hemos escuchado o por tradición, pero en realidad desconocemos su identidad porque no hemos vivido el encuentro personal con él. No hemos vivido una relación de amor con quien es la luz de la vida.
5. Después de que este hombre estuvo con los más cercanos a él, ahora es llevado a donde los fariseos (vv. 13-17), es decir que el testimonio ya no es solamente para los conocidos y familiares, ahora se extiende más allá de las puertas y paredes de la casa. Este hombre nuevo se encuentra en un circulo todavía mucho más complejo porque responde a personas que no están preocupados tanto por discernir la obra de Dios en este ser humano, sino en cuestionar lo que había pasado, ya que está acción se había hecho en un día sábado (vv. 14). Es así como se escuchan diversos puntos de opinión según la costumbre basados en una religión, pero no en la relación y el sentido de encuentro que ocasiona Jesús. Frente a estos cuestionamientos y opiniones la respuesta del hombre curado afirma que Jesús es un profeta (vv. 17) mostrando con sus palabras que el Maestro es un enviado de Dios. La acción de Jesús en el hombre ciego ha ocasionado para algunos división en lugar de alegría y gozo. Algunas veces nos ha ocurrido que en el lugar de alegrarnos por las maravillas que hace el Señor en las personas y en nosotros provocamos dudas, burlas, dando poco acento, creando incluso un mal ambiente a causa del testimonio de vida. La palabra del hombre curado no era suficiente para algunos. Estas personas no podían ver más lejos, actuaban ciegamente o con miopía en su interior.
6. Por eso, se hizo necesario llamar a los padres de aquel hombre quienes confirman que el hombre curado es su hijo, pero evitando el compromiso no responden sobre la obra de Dios (vv. 19-21), solicitando que su propio hijo sea quien explique lo que ha sucedido. Estas actitudes de las autoridades alude a una frase que usamos mucho: no hay peor ciego que el que no quiere ver, pues quien no veía ahora ve y accede a recibir la luz para vivir plenamente, dando fruto con comportamientos nuevos (cf. Ef. 5, 8-14), mientras que aquellos que estaban seguros en conocer la voluntad de Dios y su proyecto se convierten en ciegos entran en las tinieblas y en consecuencia no producen nada. No alumbran, pero tampoco quieren que brillen los demás. El que era ciego va progresando en sus afirmaciones y en sus decisiones. Cada vez más va viendo con claridad, mientras que paradójicamente los que le rodean van entrando en el mundo de las tinieblas, de la oscuridad. Es así como frente a la Luz de Jesús, algunos podrán ver mejor las cosas de su vida, pero otros lamentablemente estancados en sus costumbres y tradiciones se vuelven ciegos: Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y lo que ven, se vuelvan ciegos (vv. 39). No ver más allá de lo que otros ven trae como consecuencia buscarnos a nosotros mismos, encerrándonos en nuestra autocomplacencia y angustia de intentar complacer a los demás para ser reconocido y promovido a toda costa. Vivir con testimonio conduce a una experiencia donde se asume un estilo de vida con responsabilidad y siempre en progreso (vv. 11.17.27.33.36.38) donde abrimos la posibilidad de mejorar en todos los sentidos de nuestra vida, consiguiendo cosas superiores a las que ya hemos logrado hacer y, también convertirnos en posibilidad para que otros iluminen el camino de su propia vida, mostrando que somos hijos de la luz, llamados a vivir nuestra vida con alegría y plenitud.
7. Cuando vemos más allá de lo que otros ven es posible avanzar con decisión, creando metas nuevas para cumplir nuevos objetivos en cualquier situación. Para el hombre curado sin interesar los acontecimientos y los diversos interrogatorios, siempre tuvo en su mente a quien lo había sanado. Tanto que los eventos por los que paso se convirtieron en una oportunidad para ir aclarando la identidad con el Maestro. El rostro de Jesús se hizo más claro para su vida a punto de declarar quién era Jesús. Algo que ocasiono la expulsión de la comunidad. El hombre curado ha confesado abiertamente que Jesús lo ha sanado, pero las autoridades lo rechazan irritados: Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador...¿Es que también pretender darnos lecciones a nosotros, tú que está envuelto en pecado desde que naciste? (vv. 34). Jesús enterándose de esto, sale por segunda al encuentro de este hombre curado (vv. 35), pues ahora se encuentra en una situación de aislamiento y rechazo social. Mientras algunos nos rechazan y nos pueden excluir, Dios en su bondad nos da un grandioso y sorprendente en su corazón. Por eso, en este nuevo encuentro Jesús se revela como el Hijo del hombre, como aquel Dios encarnado que ha puesto su morada en nosotros (Jn 1,14). Que ha venido al mundo de una manera sencilla como Luz que ilumina y orienta hacia la vida y la plenitud al mundo. El hombre no sólo lo reconoce, sino además le adora, lo acepta (vv. 38) con respeto y entrega descubriendo un camino para su vida y para toda existencia en el que la meta será el amor del Padre, a través del camino del Verbo encarnado. Superar la ceguera permite que las personas no sólo veamos con claridad en medio de nuestro entorno, también nos impulsa para ir más allá de los límites y de las posibilidades, logrando hacer cosas que antes no pensábamos o ni siquiera imaginábamos hacer.
8. Algunos han acogido a Jesús, se han dejado promover, se han dejando abrir los ojos, y han llegado a conocer la realidad en su profundidad, entre tanto otros han decidido rechazarlo, como si todo lo supieran y lo pudieran controlar (vv. 39-41). Este el juicio donde se toman posturas y decisiones frente a la obra de Dios. Algunos rechazan la luz, otros la reciben para vivir su vida de una manera humilde y plena. Unos acogen y aceptan la ayuda de Dios para poder avanzar en su vida con claridad, disfrutando de su existencia. Otros, entre tanto creen saberlo todo convirtiéndose en verdaderos ciegos (vv. 40) que acogen el mundo de la noche. De esta manera, avanzar con decisión y con claridad ayuda a tomar en serio las riendas de la vida. Decidir sabiendo reconocer nuestras fragilidades y limitaciones cuesta, pero es necesario hacerlo para progresar, para avanzar hasta el final, hasta donde el pensamiento y la fuerza del corazón nos quiera empujar, aún cuando surjan las dificultades, los obstáculos, los interrogatorios escrupulosos, aún cuando parece que no hay oportunidad, aún cuando los otros no quieran ver o no quieran avanzar. En esto es importante inspirar y continuar iluminando, mostrando el camino hacia algo más grande, más alto y mejor que es el amor del Padre que se derrama con generosidad y sin límites.
9. En resumen, Pretender saber todo Dios y sobre el mundo nos pone en una situación de orgullo que nos impide acoger la novedad de la vida para que con su luz podamos ver con claridad y avanzar hacia la meta. Además, creer que por meras acciones o actividades que realizamos cotidianas ya conocemos todo sobre el amor y la vida nos deja en una actitud de rechazo que cierra la oportunidad de recibir la luz que nos facilita vivir de una manera plena y con sentido. No discernir ni acoger lo que viene de Dios obstaculiza la experiencia de disfrutar de su voluntad y de una vida abundante. Por eso, acercarnos a la luz nos ayuda a experimentar en nuestro progreso de vida la bondad, el amor y la misericordia de Dios haciendo de nuestra existencia una experiencia de libertad y de alegría sin reservas y sin otra condición que ofrecer al mundo el amor generoso y eterno del Padre.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ- Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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