PRACTICAR LA SOLIDARIDAD SIN ESPERAR NADA A CAMBIO Lc 16, 19-31

PRACTICAR LA SOLIDARIDAD SIN ESPERAR NADA A CAMBIO
Lc 16, 19-31
Luis Fernando Castro y Florecita 
Teólogo 
Algunas investigaciones nos han mostrado que si alguien se niega a compartir algo con otro, en el cerebro de éste se activan ciertos mecanismos que provocan una reacción relacionada con lo que llamamos justo e injusto. Esto significa que nuestro cerebro tiene la capacidad de rechazar la injusticia. Esto se ha entendido como un desequilibrio, expresado en distintas formas en el reparto de los bienes y derechos sociales en nuestra sociedad porque beneficia a algunos y perjudica a otros, generando conflictos sociales y económicos, causando discriminación, intolerancia, falta de respeto contra la otra persona por su nacionalidad, raza, clase social o jerarquía. Pensar, entonces que la única forma de luchar contra la injusticia social es el ejercicio constante de compartir con los demás nuestras riquezas, conocimientos y trabajos puede llegar a sonar muy utópico, un fenómeno raro que no parece ofrecer mayores soluciones de vida para nuestro crecimiento integral. Sin embargo, como seres semejantes que hacemos parte de una gran familia podemos construir juntos una vida distinta en generosidad y en permanente progreso solidario, mediante el gran esfuerzo de compartir, superando el individualismo, la autosuficiencia, la indiferencia, la mendicidad y el colectivismo que impide reconocer y servir a los demás como personas. A la Luz de la Palabra de Dios, en la parábola de un rico avaro y el pobre Lázaro, contada por Jesús, descubrimos algunos elementos fundamentales que nos sirven de herramienta para aprender a practicar la solidaridad, ayudando a otras personas a salir hacia adelante, superando la pobreza y la marginación, permitiendo que los pobres dejen de ser pobres, logrando llegar a un nivel de crecimiento donde todos alcancemos una mejor calidad de vida sin esperar nada a cambio. Veamos: 

1. Sacar un momento para escuchar y revisar en detalle lo que estamos haciendo con nuestras riquezas que se nos han dado personal o comunitariamente nos ayudará a lograr establecer estrategias y propuestas importantes para compartir con generosidad, superando la miseria, el paternalismo y la demagogia. Jesús cuenta a través de una maravillosa parábola la situación de un persona rica que vestía de púrpura y lino, celebraba todos los días espléndidas fiestas y, la situación de un pobre en la existencia terrenal de su vida. El rico no tiene identidad. No es nadie. Su vida se caracteriza por ser vacía, superficial en compasión. De esta manera, parece que aunque vive en lujo y ostentación es un simplemente un fracaso, pues no se puede estar viviendo solamente para banquetear sin mirar a los demás. Así que este rico no sigue la enseñanza del Maestro de pensar en las demás personas y ayudar a Lázaro (Dios socorre, Dios ayuda- Aquel a quien Dos ayuda), quien cubierto de llagas, recibía solamente las migajas que caían casualmente de la mesa del rico. Lázaro no fue objeto de la más mínimo amor y misericordia porque el rico, centrado en sus riquezas no supo usarlas correctamente (vv. 19-21). La mención del rico es genérica, no se refiere a alguien en particular, sólo busca que quienes escuchan puedan revisar su conducta y comportamiento habitual frente a las demás personas. En la mención del pobre, la descripción es un poco más extensa, Jesús le pone nombre en esta parábola, apuntando a la misericordia de Dios que piensa y sale a favor de los más pobres (cf. Lc 4, 18). Lázaro echado en el portal de la mansión del rico yace mendigo, hambriento, él tiene una salud deteriorada, pide limosna y, es posible que por su condición física su olor era fétido. Esto causaba distancia con otras personas, provocando asco, llegando así a un nivel muy lamentable en el que hasta los perros venían y le lamían las llagas. Así, que las condiciones morales y físicas de Lázaro eran reprobables. Había mucho dolor y sufrimiento. Nadie le ayuda, aunque su nombre haga alusión a la esperanza. Además, Lázaro encaja en la situación de muchos israelitas y personas que no tienen tierra, posesiones ni herencias, sólo Dios es quien sostiene, sale en su ayuda, Él es su herencia. (cf. Salmo 16, 5).

2. Nuestras sociedades tienden por lo general a empobrecer a la gente para que los ricos sean más ricos y los pobres sean más pobres, desbordando así una imagen lamentable de indiferencia e injusticia social que aumenta la discriminación, la desigualdad y la violencia, impidiendo progresar y crecer en el orden de la confianza y de la construcción de una sociedad fuerte en sus diferentes relaciones humanas. Esta realidad de los seres humanos ha sido denunciada por algunos profetas en el contexto histórico del Pueblo de Israel, como Amós (siglo VIII a.C.) buscando el deseo de construir una sociedad en la que los procedimientos sociales, políticos y económicos no destruyan a los seres humanos. La parábola del rico avaro y el pobre Lázaro, que en un tiempo se leyó, como una especie de "geografía del infierno", quiere también denunciar el abismo y distancia que se cava para separar la Vida, entre quienes aprovechan la oportunidad de actuar con astucia, sirviendo y ganándose la Vida, y entre aquellos que prefieren servir al Dinero, pisoteando la dignidad de las personas, acabando "enterrado" en un abismo donde ni siquiera un Resucitado lo puede superar (Lc 16, 31). 

3. Muchos construyen su vida, creando seguridades basadas en sus recursos y riquezas en la compra de lujos innecesarios, acostados en camas de marfil arrellanados en sus lechos, llenando las neveras y las alacenas de comida importada que después botan y desperdician en los basureros (Am 6,4) porque no las consumen ni las donan, bajo la concepción de que los otros no se lo merecen. Se exhibe la avaricia porque se piensa en sí mismo, manteniéndose a distancia de las personas sin el menor deseo se ayudar a otras personas. La falta de caridad es mínima. Algunos alardean de su voz y de su canto, adquiriendo e inventando instrumentos para llegar a estar en los "grandes" escenarios, queriendo parecerse a los artistas ilustres de la historia (Am 6,5). Otros, tienen el interés solamente de adquirir las mejores marcas de vinos y de bebidas alcohólicas sin medir el costo. Entre tanto, otras personas invierten gran cantidad de sus ganancias y de su trabajo en comprar kit de belleza corporal a alto precio para mostrar refinamiento y elegancia  (Am 6,6; Lc 16, 19), sin llegar a sentirse afligido por el desastre de muchos otros seres humanos. Con tanta riqueza material y espiritual no tendría porqué existir la estructura de la pobreza. Continuar con estas actitudes sociales egoístas, cargadas de avaricia e indiferencia social, provocará solamente grandes abismos entre unos y otros. La solución comienza cuando nos detenemos y sacamos un momento para escuchar y revisar en detalle lo que estamos haciendo con las riquezas que se nos han dado personal, comunitario e institucionalmente (cf. Salmo 145, 7-10), logrando sacar estrategias y propuestas importantes para compartir con generosidad, acabando con el paternalismo y la demagogia, superando las condiciones de miseria y de pobreza, ayudando a otros a crecer integralmente (cf. 1Tim 6, 11-16), pues el deseo de servir sufre una ruptura cuando no conseguimos compartir en nuestro quehacer cotidiano, cuando no buscamos ni practicamos la solidaridad para que las otras personas sean felices sin esperar nada a cambio.

4. Podemos pensar que por las actitudes de este rico no fue al cielo y que el pobre Lázaro sí porque era pobre. Sin embargo, no es tan fácil comprender porque no se trata de juzgamientos. Al rico no se le juzga por ser un explotador o porque se haya alejado de la Alianza. La descripción simple es que aquel rico ha disfrutado de sus riquezas ignorando al pobre a quien tenía muy cerca. Su decisión fue no verlo porque puso una gran pared entre uno y el otro. Lo ha excluido de su vida. Ha fortalecido la indiferencia. Entonces, la razón no está en saber si es pobre o si es un ser humano millonario con mucho dinero o con muchas inversiones. El hecho consiste en que sin importar la condición y la situación social si no estamos convencidos de hacer el bien, de dar lo mejor de nosotros para practicar la solidaridad sin esperar nada a cambio, podemos perder la vida (vv. 22-31). Jesús contando la parábola muestra un cambio de situación del rico y el pobre en su existencia más allá de la muerte. El rico y el pobre tienen algo en común, la muerte. El rico posiblemente es enterrado con todos los honores y la solemnidad, pero es llevado al Hades, o reino de los muertos donde al levantar sus ojos vio a lo lejos a Abraham a Lázaro en su seno (vv. 23). Lázaro también muere, pero no se dice nada de su rito funerario ni de su sepultura, pero los ángeles lo llevan al seno de Abraham. Estas imágenes nos permite afirmar que Dios tiene la última palabra sobre los ricos y los pobres. Algo tormentoso y humillante para el rico, quien tomando la palabra hace dos solicitudes a Abraham. La primera petición del rico es implorar por misericordia, pero con cierta soberbia pues parece imaginar que por su condición puede humillar a Lázaro poniéndolo a hacer mandados: ...Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama (vv. 24). Esta situación suena irónica porque el rico pide a Lázaro que cuide de sus necesidades, cuando en vida él había puesto un gran muro entre unos y otros para no sentirse responsable de las necesidades de Lázaro. En pocas palabras lo excluyo, lo negó, no quiso verlo, aunque estaba tan cerca de él. Por eso, la eminente respuesta de Abraham es contundente: ...Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado (vv. 25). El rico no sólo había recibido sus bienes, también gozó y disfruto de la vida, pero su destino es el dolor y el sufrimiento: quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, ese la salvará (Lc 9, 24). Usar lo que somos y lo que tenemos para promover a las demás personas, ayudando a entrar en una plena participación integral con proceso y metas establecidas es hacer que los dinamismos familiares y sociales crezcan y avancen, lleguen a ser una expresión e imagen viva del cielo en nuestra vida, pues esto muestra responsabilidad y seriedad con el caminar de nuestra existencia y con nuestras opciones antes de que todo sea irreversible: Y además, entre nosotros y vosotros se interpone (ha fijado) un abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros (vv. 26).

5. Yendo un paso más lejos, la descripción de Jesús en este escenario nos propone dos estrategias que podemos combinar, como propuesta para aprender a compartir y construir una vida en progreso, practicando la solidaridad sin esperar nada a cambio, sabiendo que somos nosotros, quienes hacemos posible que las cosas sucedan y sean mejores en calidad de vida para todos. La primera estrategia es pensar comunitariamente (vv. 20-26). La propuesta de Jesús es enriquecer a los otros para que nos enriquezcamos todos, y así salimos todos juntos hacia adelante. Esta perspectiva nos confronta con la calidad de vida que estamos viviendo, frente a lo que es inminente, como lo es para todos los seres humanos, la muerte. El abismo que se nos muestra a través de la actitud de rico avaro y el pobre Lázaro en nuestra vida, se ve reflejada en la vida después de la vida, dejando en consecuencia los resultados de nuestras acciones. Cerrarse a la oportunidad de compartir nuestras riquezas es caer en el drama de encontrarse una vida sin sentido ni realización. Pensar comunitariamente, mejorando la calidad de vida es lograr llegar a un alto grado de conciencia comunitaria y social en el que desarrollamos la capacidad de compartir nuestros bienes, alojando en los diferentes ambientes de vida la solidaridad que se construye con creatividad y proyecto de vida, evitando caer en la acción de promover la pobreza con limosnas. La clave para construir una vida en progreso está en el compartir las riquezas para que otros también crezcan y juntos construyamos una sociedad de alto nivel, venciendo el egoísmo, la presunción y la avaricia. Si practicamos la solidaridad sin esperar nada a cambio y sin medida, el Padre del cielo nos seguirá compartiendo también de lo suyo (cf. Lc 15, 31).

6. El rico admitiendo su destino presenta la segunda la petición, la cual desde nuestra propuesta se une con la segunda estrategia: Replicó: con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento (vv. 27-28). El rico quiere prevenir a sus hermanos para que no corran el mismo destino que él ahora está padeciendo. Por eso, hace un esfuerzo para incidir en lo que todavía cree que es posible. Él quiere que se envíe a Lázaro, aunque ya no tiene potestad sobre él para que dé testimonio con la idea de alertar a sus hermanos de lo que les espera si no hay un cambio de mentalidad y perspectiva de la vida. Sin embargo, esta petición es algo ilógica e inútil porque no es posible volver del reino de la muerte. Además, porque en vida se tuvo la oportunidad de convertirse, pero no se aprovecho. Ni la resurrección de Jesús logró la conversión de las autoridades judías (cf. Jn 12, 10). Entonces, lo mejor es aprovechar el tiempo y el camino de vida que tienen ahora, antes que sea demasiado tarde. Para esto dice Abraham, tienen a Moisés y a los profetas, que les oigan (vv. 29). Es decir, que la Ley siguen siendo válida en nuestros tiempos. Lo importante es escucharla (cf. Lc 11, 27-28). Pero, si no se toma en serio lo que está escrito en la Palabra de Dios las consecuencias son tormentosas y de dolor. Así que: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite (vv. 31). Quien mantenga un corazón endurecido, cerrado y hermético frente a las personas, sin el mínimo deseo de cambio en su estilo de vida tendrá siempre carencia de ver y de escuchar, impidiendo apreciar la vida de una manera distinta. De manera que la practica de la solidaridad sin esperar nada a cambio es la mejor manera de expresar y aprovechar nuestra vida porque nos permite ver, pero también escuchar a otras personas, tendiendo de un modo generoso la mano, facilitando caminos que nos permitan tomar con responsabilidad nuestra vida a la luz del proyecto propuesto por el Padre de la vida y de la misericordia.

7. Entonces, la segunda estrategia se fundamenta en renovar nuestra forma de pensar y de mirar nuestra vida. Para esto es importante revisar la experiencia de la historia y de nuestra vida a la luz de la fe... ya tienen a Moisés y a los profetas...para descubrir elementos importantes que nos ayuden a contribuir y aportar en el deseo de construir una sociedad nueva y mejor en la calidad de vida. Algunos países han decidido legislar, educar y proyectar en sus constituciones la eliminación de la pobreza y la marginación, buscando que todos descubran su riqueza, dejando atrás la mentalidad de pobres y de víctimas, logrando como resultado que el nivel de crecimiento integral sea más grande y productivo para todos. Renovar nuestra mentalidad con la ayuda de Dios es descubrir la riqueza que hay dentro de nosotros para poderla compartir con los demás y así, entrar en un nuevo dinamismo donde todos crezcamos y construyamos una sociedad nueva llevando a cabo y en un alto nivel el proyecto de Dios, en el que es posible superar la apatía y la carencia de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno, entrando en contacto cercano con las distintas personas y desanesteciando el corazón para tratar de aliviar las situaciones adversas con la practica solidaria y sin esperar nada a cambio.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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