POR LA FE Y HUMILDAD CRECEMOS Y VAMOS EN VICTORIA Lc 17, 5-10
POR LA FE Y LA HUMILDAD CRECEMOS Y VAMOS EN VICTORIA
Lc 17, 5-10
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Luis Fernando Castro TEÓLOGO |
Como personas sabias, sagaces, inteligentes y llenas del don de Dios, tenemos la capacidad maravillosa y sorprendente para proyectar y soñar, dando claridad y avance a la experiencia de nuestra vida. Esa capacidad es posible desarrollarla cuando aprendemos a sintonizamos con el proyecto de Dios, diseñando una visión clara para construir y hacer realidad todo lo que queramos, aún lo que nos puede parecer imposible, logrando salir de las zonas de confort y de pánico para crecer integralmente como personas, pero también, ayudando a otras a subir y alcanzar sus propias montañas y cumbres, incidiendo en todo lo que hacemos a favor de muchas personas, superando incluso un montón de creencias que cargamos y que hacen poco impacto en nuestra existencia. A la luz de la Palabra de Dios, los discípulos de Jesús piden al Maestro aumentar su fe, a lo que Él responde con la imagen de un grano de mostaza y un sicómoro, junto a una parábola del siervo y el patrón, logrando encontrar algunas orientaciones fundamentales que nos ayudan a diseñar nuestra visión personal para crecer en nuestra fe y, así construir y desarrollar con eficacia una vida con visión comunitaria y en victoria. Veamos:
1. Toda visión nueva que creamos tiene su causa en un problema o en una dificultad. Muchas veces comenzamos a sacar nuestra mejor versión de nosotros cuando nos encontramos en alguna situación límite e incómoda, de viejos hábitos, con la cual no queremos ya vivir: fracasos, frustraciones, tensiones familiares y sociales, decidiendo actuar para cambiarlo, dándole solución, usando una visión. El profeta Habacuc al ver la situación compleja que está ocurriendo en su país y las consecuencias que acarrea la violencia, las disputas, opresiones y crímenes (Ha 1, 2-3), decide crear y usar, como posibilidad para salir de estos problemas, una visión (Ha 2, 2-4) en el que muestra al justo la esperanza para entender cómo Dios actúa en medio del drama y la incomprensión que genera las injusticias. Vivir la fe o la fidelidad cuando parece que la violencia o los males del mundo crecen y Dios en quien hemos puesto toda nuestra confianza, guarda silencio, no es nada fácil. Esto crea decepción y muchas veces desconfianza porque nos hacemos la idea de que Dios nos ha dejado solos, nos ha abandonado frente al dolor y el sufrimiento. El profeta Habacuc recomienda esperar, confiar y anhelar siempre el día en el que Dios hará justicia, el día donde el amor pondrá remedio a toda las amenazas del mundo. Por eso, diseñar una visión nos ayudará a establecer metas, a tomar decisiones, enfocándonos en las prioridades, dejando atrás las dependencias excesivas y manteniéndonos perseverantes, comprometidos con el desarrollo de nuestro proyecto y misión en nuestra vida. Definir lo que verdaderamente queremos alcanzar, desde nuestros talentos, carismas y habilidades personales, provocará que los resultados sean más favorables para nosotros y para los demás porque contribuiremos a estar al lado de la solución.
2. Para esto es importante ayudarnos con unas herramientas estratégicas: 1) Escribir la visión con claridad, poniéndola en lugares visibles nos ayudará a tenerla siempre presente en nuestro quehacer diario de nuestra vida y, también lograr que cada día podamos leerla con constancia, de corrido... evitando olvidarla. 2) Mantenernos fieles y perseverantes a la visión...por su fidelidad vivirá. Esto es clave para llegar el cumplimiento de las metas y de los sueños. No importa cuántos obstáculos, dificultades y problemas lleguen a surgir en el proceso de la visión,...si se atrasa o hay que esperar en ella... o si llegamos a olvidarla. Cuando hemos diseñado con claridad la visión y al mismo tiempo hemos sabido usar con perseverancia y dinamismo del corazón estando en sintonía con el proyecto de Dios, los resultados se darán en el tiempo perfecto,...llegará y no tardará. Quienes persistimos con esfuerzo en una visión personal o comunitaria haremos de lo imposible cosas posibles, que otros tal vez no han visto ni oído, transformando realidades personales, familiares y sociales que, en consecuencia traerán alegrías, triunfos y mejores relaciones de convivencia humana que construyen y hacen crecer el amor en todas las personas.
3. Nuestros logros son del tamaño de nuestros sueños y nuestra visión. Los discípulos de Jesús en medio de conflictos comunitarios le pidieron al Maestro que aumentara su fe (vv. 5). Parece que tienen poca ante las situaciones adversas de la comunidad y, por eso desean tener mayor cantidad. Sin embargo, lo que importa no es tanto la cantidad, sino el modo que la usemos. Lo que interesa no es la cantidad, sino la calidad. De esta manera, Jesús responde de una modo asombroso, aludiendo a una imagen de un granito de mostaza...para enseñarnos que lo importante para alcanzar nuestros sueños no está en la cantidad de fe, sino en la calidad y el modo que la usamos, aun cuando las situaciones o las circunstancias de la vida nos parezcan imposibles: ...diríais a este sicómoro: arráncate y plántate en el mar... (vv. 6). La petición de los discípulos al Maestro se caracteriza y se centra por añadir fe. Lo que significa que los discípulos tienen algo de fe, pero quieren un poco más porque se sienten incapaces de superar los escándalos y ofrecer el perdón a sus hermanos en la convivencia comunitaria (cf. Lc 17, 1-,4). En el discípulo hay un sentimiento interior de desesperanza y de injusticia porque si hay alguno que no se merece el perdón porque nos ha hecho pasarla mal, lo mejor es no intentar nada. Sin embargo, usar el poder la fe es hacer posible que las cosas sucedan, sin importar si se tiene mucha o poca fe, sacando a relucir lo mejor de nosotros, manteniéndonos perseverantes en el camino hacia el cumplimiento de nuestras metas y sueños, logrando que las relaciones comunitarias y familiares mejoren, se fortalezcan y crezcan en todos los sentidos y aspectos: Si tuvierais fe como un grano de mostaza… (17,6ª), sin pensar que todo depende de nosotros porque la fe crece cuando damos testimonio.
4. Entonces, la cantidad de fe no es lo que interesa, pues un poco de fe es capaz de hacer cosas impensables e inimaginables; cosas que nos parecen imposibles para nosotros es posible verlas. La fe no nos evita las cosas fáciles y sin esfuerzos, pero sí, hace que sean posibles. Esto porque la fe es una fuerza espiritual, un regalo maravilloso de Dios que nos impulsa a estar siempre en posición de avance y de crecimiento (la imagen de un arbolito que aunque pequeño e su semilla, llega a medir unos tres metros de altura), sacándonos de la esfera de lo que consideramos posible, viendo una realidad más favorable antes de que ocurra, logrando que no nos estanquemos ni caigamos en la probabilidad de las seguridades y las zonas de confort, alcanzando la visión y el propósito establecido en sintonía con el proyecto maravilloso y siempre sorprendente de Dios. La dificultad para cumplir nuestros sueños y metas no está en tener poca o mucha fe, lo sorprendente es tener clara la visión para ponerla en marcha, reavivando el don de Dios que hemos recibido para dar testimonio (cf. 2Tim 1, 6-8.13-14), usando nuestra fuerza espiritual para desarrollar con eficacia la misión de llegar a mejorar nuestra calidad de vida, viviendo con fe y convirtiéndola en una gran familia de Dios. Por la fe crecemos y vamos en victoria porque la fuerza de la fe nos sorprende y nos empuja a caminar más lejos de lo que nosotros imaginamos. Por la fe tenemos la capacidad de obrar transformaciones impensables que nos alegran, nos colman de felicidad, permitiendo que mejoremos y caminemos como triunfadores de la vida. Para esto no es necesario tener una fe extraordinaria, solo se necesita una pizca, un poco, contribuyendo a superar las distintas e inevitables dificultades, familiares, comunitarias, anunciando una mejor calidad de vida para todos, basados en el amor.
5. Para alcanzar nuestros logros, sueños y metas es importante mantener, además de la fe, viva la grandeza de la humildad (cf. Salmo 94, 1-2.6-9). La humildad nos hace grandes. Jesús, usando una parábola con tres campos de acción (sembrar el campo, pastorear los rebaños y atender las tareas de la casa) nos enseña la importancia de servir con humildad siempre (vv. 7-9), sabiendo que ...sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer...(vv. 10). Es decir, no hay necesidad de gratitudes cuando de servir en el proyecto de Dios se trata, obrando con humildad por amor a favor de muchas personas sin esperar nada a cambio. Solamente en esta labor maravillosa y caracterizada por la entrega, el acercamiento a las distintas personas nos queda la satisfacción de haber cumplido con nuestra responsabilidad y deber porque... Somos servidores indignos...(vv. 10), personas que actuamos con libertad y sencillez, cercanos a las personas para comunicar la alegría, la esperanza y la paz. Esto nos hace cambiar un poco la imagen y el paradigma del liderazgo y del servicio porque el cumplimiento de las metas y de los objetivos no parten solamente de esfuerzos y de méritos, como tampoco estar en la expectativa de recibir algo a cambio por el deber cumplido, como si le estuviéramos pasando constantemente una cuenta de cobro a Dios por lo que hemos realizado. El Padre de la Misericordia nos sabe recibir y siempre recompensa, bendice con generosidad a sus servidores fieles y pequeños, quienes sin pretensiones, reclamos y vanidades sirven con agrado, superando la autosuficiencia, buscando crecer como persona y optando por animar a otros para que juntos, emprendamos la misión de servirnos unos a otros con generosidad y fidelidad hasta el final.
6. Mantener viva, entonces la humildad y la fe en el proceso de diseñar y construir una vida con visión nos ayuda a desarrollar más libremente nuestras acciones, permitiéndonos que estemos enfocados en lo que queremos alcanzar, sin esperar los reconocimientos y las gratitudes que nos distraen de lo que es más importante. Hacer conciencia de ser servidores es poder crecer en la fe y caminar en victoria con nuestra vida centrada en el amor y la misericordia de Dios, quien nos da permanentemente sin medida y sin reservas, sin olvidar necesidad que tememos de relacionarnos con los demás, de todos y de cada uno. De manera que, practicar la humildad, unida al crecimiento de la fe en el desarrollo de la comunidad y la misión nos permite construirnos y crecer como personas constantemente, ayudándonos con solidaridad y generosidad, aún en los momentos de dificultad, compartiendo los logros del trabajo y el esfuerzo, valorando los apoyos y promoviendo a los demás al alcanzar sus sueños porque lo importante es insistir creyendo en Dios, en su amor y en su respaldo.
7. En resumen, el dinamismo de la humildad y de la fe nos impulsa a que volvamos a comenzar con fortaleza y amor cuando hemos fallado o fracasado, dando consistencia a nuestra visión personal, contribuyendo para que se disfrute mejores ambientes y relaciones de vida o como dicen por ahí: Sueña tan alto y tan grande que nadie podrá negar que Dios está ahí presente: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve (Lc 22, 27), creciendo y fortaleciendo la fe, caminando por nuestra vida e historia en victoria.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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