DECIDIR POR DIOS CON LA MIRADA PUESTA HACIA ADELANTE Lc 9, 51-62

DECIDIR POR DIOS CON LA MIRADA PUESTA HACIA ADELANTE
Lc 9, 51-62
Luis Fernando Castro P.
Teólogo

Generalmente cuando tenemos claros los objetivos o las metas a las que queremos llegar, iniciamos el camino de una manera decidida, enlistando todo aquello que necesitamos para llevar a cabo el propósito. Pero, en esta actividad también nos damos cuenta que habrán cosas que nos sobran y otras que en el paso nos pueden estorbar. Esto nos facilita vaciarnos de lo que consideramos que no es prioritario, pero al mismo tiempo, nos ayuda a desprendernos de cosas que nos impiden caminar con libertad, dejando a un lado incluso las certezas o lo que queremos controlar para dar espacio a la curiosidad, la cual será el punto de partida para dar comienzo a aprender, reconociendo no sólo los errores y las fallas que en el camino suelen surgir, sino además, entender y crear buenas y nuevas relaciones con muchas personas, permitiéndonos disfrutar de todo aquello que no sabíamos, logrando dar mayor sentido y alegría a lo que somos y lo que podemos hacer en nuestra cotidiana vida, caminando hacia algo más grande, confiados en sí nosotros mismos, en los demás y en el pode maravilloso de Dios. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús emprende de manera decidida su marcha hacia Jerusalén, aún cuando su vida corre peligro, pues nada lo detiene para anunciar y promover el Reino de Dios. En este camino emprendido por el Maestro inicialmente se encontrará con el rechazo de los samaritanos y con algunos que quieren acompañarlo, pero que en su iniciativa se verán sorprendidos porque no encontrarán en él seguridad ni prestigio, solamente confianza en Dios y audacia para seguirlo. Veamos: 

1. La decisión es un acto que nos ayuda a ponernos en movimiento, nos facilita ponernos en camino y, en efecto, nos dinamiza y nos oxigena nuestra existencia. Jesús se ha afirmado en su voluntad para ir a Jerusalén (vv. 51) sólo con el objetivo de anunciar y promover el Reino de Dios. Sin embargo, este emprendimiento comienza con un tropiezo, los samaritanos no lo reciben (vv. 52-56). Algo que no es nuevo ni sorprendente para el momento porque en la sinagoga de Nazaret había sido igualmente rechazado (Cf. Lc 4, 28-30). Pero, la decisión está tomada y nada ni nadie detendrá al Maestro. Ni el rechazo y fracaso en Samaria, ni la pobreza, ni el padre que hay que sepultar, ni tampoco a los familiares a los que hay que despedirse, son suficientes para no avanzar y seguir hacia adelante en la misión sin mirar atrás. Pasar de la contemplación, de la escucha a la decisión y determinación de emprender un camino es importante porque en la vida de las decisiones, éstas conducen hacia algo mejor y más grande cuando hay confianza y objetivos claros: se iban cumpliendo los días de su asunción (vv. 51a). De esta manera, es posible notar que la decisión e iniciativa de Jesús de ir hacia Jerusalén no es algo tomado a la ligera, sino en referencia al tiempo establecido por el Padre y a la proximidad de ser "llevado al cielo". Algo similar usado en la asunción del profeta Elías (Cf. 2Re 2, 9-11). Jesús ha escogido el camino del Padre y, por eso avanza con una gran fortaleza hacia su destino. Él lo hace con fuerte decisión, comprometido y con decisiones firmes. Esto es lo mismo que pedirá a quienes quieren seguirle. Tomar decisiones grandes o pequeñas se convierte en un proceso que atravesamos las personas cuando debemos elegir entre algunas o muchas opciones. Cada día nos encontramos con estas situaciones en las que debemos optar por algo, y esa decisión no siempre resulta fácil porque en algunos momentos se presentan conflictos a los que hay que buscar responder dando la mejor solución posible, actuando con confianza en Dios (Cf. Salmo 15, 1-11) y en sí mismos, buscando crecer y avanzar en el camino de la vida.

2. En el ámbito de los comportamientos y de las conductas de los seres humanos, las decisiones se convierten en un tema fundamental en el que las personas no siempre responden de la misma forma, debido a diversos factores en el que implica su personalidad, desarrollo y madurez de vida que se encuentre. Por razones religiosas y nacionalistas los samaritanos ponen tropiezo, fastidian a la escuela de Jesús para que ellos puedan avanzar en la misión. Las personas de Samaria niegan la hospitalidad a la comunidad de Jesús, aunque la intención del Maestro es acercarse ofreciendo la amistad y la buena relación con un pueblo que era considerado enemigo (vv. 53). Esto trajo en consecuencia que los mensajeros que habían sido enviados delante: Santiago y Juan quieran responder con violencia. Los discípulos no comprenden la negativa de los samaritanos y quieren arrasar a la ciudad mandando fuego: Señor, ¿quiere que digamos que baje fuego del cielo y los consuma (vv. 54), como si la solución para manejar los fracasos, los desprecios y las dificultades fuera actuar violentamente, devolviendo con el mismo mal. Coloquialmente afirmamos, echar más leña al fuego. Por eso, Jesús reprendiéndoles se vuelve hacia ellos para que no lleven a cabo sus malas intenciones y, deciden ir a otro pueblo (vv. 55-56), pues si bien el camino de Jesús exige ser acogido, esto no significa que deba hacerse a la fuerza, obligando a otros para que decidan y hagan lo que nosotros queremos y decidimos. Los seres humanos pueden hacer uso de su libertad de acoger o de rechazar sin que esto implique usar medidas drásticas y polarizadas que ocasionan muchas veces más divisiones y guerras que, en efecto, no hace mucho bien. No se trata de devolver con la misma moneda, pues Dios es compasivo y misericordioso,  su acción seguramente traerá posteriormente muchos y mejores resultados. Entonces, el rechazo, el desprecio y las dificultades que se pronuncian en medio de las decisiones que hemos tomado no son una ocasión para impedir continuar con el camino, como tampoco son una oportunidad para amargarse y quedarnos estancados, sino por el contrario las adversidades pueden convertirse en una herramienta de vida que nos anima para seguir siempre hacia adelante con la capacidad de afrontar con altura y proactivamente lo que nos puede parecer incomprensible e inevitable. Una persona decidida y libre de corazón avanza, crece sin perder de vista la meta, respetando al mismo tiempo las decisiones libres de otras personas, pues no todos pensamos y recibimos de la misma manera. Hay algunos que por su experiencia y proceso de vida son diferentes a nosotros, no por ello hay que eliminar, despreciar o pretender destruir. La libertad como regalo que todos tenemos en nuestra vida se asienta en la responsabilidad y en la capacidad de amar como servicio y como cuidado a favor de muchas personas (cf. Gal 4, 31b-5, 1, 13-18), conducidos siempre por el Espíritu. Es decir, el camino en libertad es un valor que invita a descubrir la diferencia, el respeto por la persona. Busquemos, entonces aprender de las experiencias de unos y de otros porque todos tienen en su libertad algo bueno que decir y aportar.

3. En el proceso de las decisiones y de todo lo que hemos emprendido la vida nos muestra que no siempre existe un camino caracterizado por seguridades, pues surgen otras opciones que nos pueden distraer o entretener perdiendo de vista el objetivo. Mientras iban caminando la escuela de Jesús, aparecen tres diálogos sobre el deseo urgente de querer seguir al Maestro. Sin embargo, este compromiso es inaplazable, requiere de unas condiciones, pues el camino de Jesús, no busca de seguidores, sino de personas responsables y comprometidas que le sirvan concretamente y sin reservas, renunciando a las falsas seguridades, asumiendo incluso, rupturas necesarias (vv. 57-62). En estos diálogos, el primer candidato (vv. 57) y el tercero (vv. 61) toman la iniciativa y se presentan delante de Jesús, de forma espontánea y emocionada, tal vez las palabras y los hechos del Maestro les había impactado y fascinado. El segundo es llamado directamente por el Maestro (vv. 59). En las tres situaciones se observa por un lado la calidad de la libertad frente a obstáculos, pero por otro lado se expone las prioridades. En la primera escena uno de los caminan sintiéndose atraído por el Maestro afirma: Te seguiré a donde vayas; sin embargo, Jesús le invita a hacer conciencia de lo que está diciendo: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza (vv. 58), es decir, para avanzar es necesario salir de las zonas de pánico y de confort, evitando quedarse atrapado en el pasado, pues en la aventura de seguir a Jesús no hay seguridades. Seguir a Jesús es un camino sin estancamientos ni instalaciones perpetuas es necesario saber o leer qué es lo que sigue para continuar caminando. Es un camino de desprendimiento y de abandono total en el Padre de la misericordia porque el estilo del Maestro es errante, precario y sin hogar seguro. Esto supone estar dispuesto a caminar sin  tener alguna comodidad, de una manera libre y sin apegos para que nada impida alcanzar los objetivos y las metas porque quien nada emprende tampoco culmina. El gran obstáculo que nos impide muchas veces crecer y avanzar hacia el propósito de conseguir alguna meta es la búsqueda de bienestar y estabilidad en todos los sentidos. Nos da miedo tomar en serio a la vida porque sabemos que nos exige de una manera vivir desprendidos, generosos y solidarios. Pensar en nuestro pequeño bienestar solamente nos deshumaniza y nos impide que vivamos nuestra vida en plenitud. 

4. En la segunda escena otro está dispuesto a seguir a Jesús, pero pide primero cumplir con la obligación sagrada de enterrar a su padre, sin embargo, la respuesta de Jesús es todavía más desconcertante: Deja que los muertos entierren a sus muertos: Tú vete a anunciar el Reino de Dios (vv. 60). Aquí existe una cuestión de prioridades en el que se privilegia la evangelización, el servicio, la misión. Es decir, la pasión y el amor por el presente, trabajando por lo que es más urgente, pues nada ni nadie debe retrasar lo que hemos decidido. Los "muertos" que no viven al servicio de la vida y del Reino de Dios están centrados o enfocados en sus propias obligaciones. De esta manera, es importante dar un paso, saliendo de lo que nos hace morir para ingresar en el camino de la vida. No se puede aplazar las decisiones porque si no se toman a tiempo otros lo harán por nosotros, pero nosotros asumiremos las consecuencias de lo que hemos decidido y esto casi siempre nos traerá resultados desastrosos (cf. 1Re 19, 16b. 19-21). El amor por la vida y la misión está por encima de la familia (cf. Lc 14, 26). Esto no significa abandonar o desentendernos de la comunidad familiar, sino sabernos desprender para que podamos estar dedicados completamente al Maestro. Dicho de otra manera, hemos aprender a ensanchar el horizonte en el que nos movemos. La familia no lo es todo en nuestra vida, también hay algo o alguien más a quien dirigir la mirada para hacer algo más construyendo un mundo donde reine la justicia y la fraternidad.

5. En una tercera escena otro quiere seguir a Jesús, pero pone un "pero": Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa (v. 61). La respuesta de Jesús se deja sentir: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios (vv. 62). Mirar hacia delante es continuar la vida poniendo la esperanza en el porvenir evitando que nos enfriemos o cambiemos de decisión. No es posible crecer y construir si nuestra mirada no está puesta hacia adelante, pues al pretender abrir caminos de vida quedándonos mirando el pasado los resultados serán siempre lo mismo. Mirar hacia adelante con libertad y amor exige dedicación, confianza y audacia para caminar sin distracciones con Dios hacia la meta y sin dejarnos atrapar del pasado. Siempre habrán caminos y relaciones nuevas que nos sacan de nuestros límites y de nuestros propios horizontes para que con decisión y libertad nos dejemos orientar por los caminos que nos abre Dios, los cuales siempre nos ayuda a levantar la mirada para ir mucho más lejos de lo que pensamos e imaginamos preparando el campo para recibir la semilla y hacer luego una gran y buena cosecha. Por supuesto que esto nos exige esfuerzos y renuncias; hacer un cambio incluso de valores y de experiencias ya aprendidas, pero al final los resultados son mejores y sorprendentes. En resumen, decidir con libertad por el camino de Dios con la mirada puesta hacia adelante nos exige desapegarnos de aquellas seguridades internas o externas que nos impiden avanzar hacia las decisiones y objetivos que nos hayamos propuesto. No soltar el pasado o estar encerrados en nuestros propios límites nos impedirá construir y elaborar adecuadamente nuestros sueños y proyectos de vida, pues el camino de la vida no admite tibiezas, sino rupturas enérgicas que nos facilitan abrirnos hacia un futuro lleno de nuevas bendiciones que podemos aprovechar para continuar siempre hacia adelante sin desfallecer y con la mirada siempre puesta en el Dios de la bondad y la misericordia.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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