RESUCITAR PARA VER Y AVANZAR CON CLARIDAD Jn 21, 1-19

RESUCITAR PARA VER Y AVANZAR CON CLARIDAD
Jn 21, 1-19
Luis Fernando Castro Parra- Florecita
Teólogo

A muchas personas les ha ocurrido que ante tantos intentos, esfuerzos y luchas por alcanzar metas y objetivos, muchas veces los resultados no siempre son los esperados, son negativos, algunos parecen inalcanzables, provocando muchas veces pesimismo y frustración. Algunos podrán preguntarse cómo superar estas crisis, como encontrar alguna luz que sea un faro en la oscuridad de la noche para llegar a puerto seguro. Otros, entre tanto, podrán cuestionarse sobre lo que está faltando para conseguir el objetivo, para lograr hacer cosas mayores y mejores a las que ya se han hecho. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús se manifiesta por tercera vez a sus discípulos para que estos haciendo un itinerario de vida aprendan a vivir de manera pascual, guiados por la palabra y la relación profunda y vivificante con el Resucitado y, viviendo juntos como comunidad vivan el dinamismo de ser una comunidad de amor entregada a la vida y al servicio por muchas personas. Veamos: 

1. Pensar en nosotros mismos y en nuestro porvenir es importante, pero pensar e interesarnos por los demás hace posible que podamos desarrollar nuevas cosas que nos facilitan crecer integralmente como personas. Jesús se manifiesta otra vez a siete (Totalidad) de sus discípulos a orillas del mar de Tiberíades, donde estos habían vuelto a su trabajo y profesión original después del escándalo de la cruz. Simón Pedro tomando la iniciativa había salido a pescar de noche, entró en la barca junto con los otros discípulos, quienes no hacen nada distinto a lo que hace Pedro. Sólo repiten sus acciones. Aquella noche no lograron pescar nada. Hubo mucho trabajo, esfuerzo, pero no se logró nada, causando frustración. Los discípulos están en medio la oscuridad de la noche y el fracaso de su vida los circunda porque no han pescado nada (vv. 3b). Es decir, que frente a la ausencia del resucitado en sus distintas vidas parece ser un determinado fiasco todo lo que se quiere emprender. No hay claridad, no hay pesca, parece que tampoco hay motivos para continuar avanzando. Todo sigue igual, no hay ningún crecimiento ni tampoco se halla alguna transformación. Pedro quiere hacer comunidad, pero aún persiste el vacío del Maestro. No se ha superado la frustración. Y, sin él todo se desploma, todo parece caer y volver atrás. Todo estas emociones sencillamente crean un circulo vicioso porque los discípulos no tienen un proyecto claro, sólo siguen lo que hace su líder: Dijo Simón Pedro, voy a pescar. Ellos responden: También nosotros vamos contigo (vv. 3a). Los esfuerzos y los intentos al final de la noche se van y se esfuman por alcanzar una pesca abundante (vv. 1-3). Sin Jesús nada de lo que se intente tiene sentido, todo es oscuro, no hay claridad. No hay orientación ni buenos resultados. Todo es inútil. Por eso, la comunidad necesita una tercera manifestación (ver claro- salir de la oscuridad y llegar a la luz) del Señor (vv. 1), apuntando a un nuevo estilo de vida personal y comunitaria y de planteamiento de estrategias y de métodos, fundamentada en el amor y la misión. 

2. Muchas veces nos puede pasar en nuestra cotidianidad y proceso de vida que preferimos volver atrás en lo que hemos emprendido porque no vemos con claridad las cosas. Nos parece que es mejor mantener el control de lo que conocemos, antes de arriesgarnos a caminar un paso más hacia adelante. Todo es sombra, silencio y frustración que nos conduce al fracaso de lo que nos hayamos propuesto. Esto ocurre porque tal vez nos ha faltado tomar iniciativas o porque desprogramados de la vida nos gusta estar junto a otros para compartir y celebrar la vida, pero sin el deseo de comprometernos y de aportar a la comunidad y a la misión. Estar con otros en comunidad no es sólo para estar juntos (vv. 2a), también es la oportunidad para desarrollar todas nuestras capacidades, haciendo posible que entremos en un dinamismo distinto que nos facilite ayudar a muchas personas, dando testimonio de la resurrección, siendo portadores del Espíritu, que es Amor transformador (Cf. Hch 5, 27-32.40-41), luz que nos ilumina nuestros pasos y nuestras decisiones. Cuando hacemos conciencia del Amor y se opta por el Amor, por el servicio y por la entrega de la vida, no como un simple sentimiento, despertamos a un nuevo amanecer que nos encamina a crecer y a servir con decisión y sin medida. Esto nos indica estar al lado preciso para lograr hacer cosas mejores y mayores a las que ya hemos logrado realizar.

3.  Aportar de lo que somos como personas y de lo que hemos logrado alcanzar, como fruto del esfuerzo, del trabajo y de la disciplina es comenzar a ver y avanzar con claridad. En el momento más crítico, cuando el sol comienza a levantarse, cuando la amargura crece en los discípulos porque han tenido una noche funesta, Jesús se pone de pie en la orilla (vv. 4a), mostrando su fidelidad y su constante presencia, pues el Maestro no sólo está en los momentos de mayor claridad, de alegría y de gozo, sino también en la hora de la adversidad, cuando las cosas no salen como las habíamos pensado o imaginado. Jesús está en todo momento de nuestra vida. Está siempre ahí, aunque no lo lleguemos a reconocer, pues aunque es el mismo no es el mismo porque ahora está en su estado glorioso: los discípulos no sabían que era Jesús (vv. 4b). Los discípulos al no reconocer al Maestro están en actitud vacía y negativa, están con la mirada y el corazón todavía en los acontecimientos y eventos pasados. La mirada se les nubla, no pueden ver que Aquel que está parado en la orilla es el Maestro. Entonces, Jesús tomando iniciativa comienza un camino de manifestación para dejar bien claro que él no se ha separado de ellos, que su amor permanece.  Comienza por decirles palabras de cariño y de afecto maternal: Hijitos (vv. 5a); les pregunta si tienen pescado para comer (vv. 5b). La respuesta de sus discípulos a la pregunta es negativa (vv. 5c). Sin embargo, la promesa de Jesús era que ellos podían hacer cosas mayores (cf. Jn 14,12) y, por eso, ahora les da unas nuevas instrucciones: echen la red; a la derecha de la barca; y encontrarán. Tres acciones que devuelven la esperanza y, al mismo tiempo les anuncia una pesca abundante (vv. 6a). Los discípulos obedecen y el resultado en una pesca plena, abundante y generosa: las redes quedaron repletas de peces (vv. 6b). Esto muestra a los discípulos por una parte que los resultados no son consecuencia de un esfuerzo ni trabajo personal únicamente, sino de hacer lo que él nos pide (cf. Jn 2, 5), teniendo en cuenta el trabajo de todos porque así podemos lograr tener una pesca generosa. Por eso, es mejor depender y obedecer a Dios antes que a los hombres (cf. Hch 5, 29-31), pero también es posible percatarnos que hay limitaciones: No tenían fuerza para arrastrar la red por la multitud de peces (vv. 6b). Pero, es aquí cuando el Discípulo Amado entendió y se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, pues Dios se complace en restaurar en hacer renacer a su Pueblo (Cf. Salmo 29). El discípulo reconoció al Señor (Kyrios) y se lo comunica a Pedro quien una vez más obedece: cuando oyó, es el Señor, se puso el vestido y se lanzó al mar (vv. 7). Sólo el amor y la obediencia como una manera de orientación nos permite leer la presencia del Resucitado, nos permite ver con claridad y avanzar hacia adelante en todos los aspectos de nuestra existencia. Pedro, por eso, no ve la hora de acercarse a Jesús, de buscar el encuentro con el Maestro.

4. Algunos podemos quedarnos en los reclamos frente a las situaciones y adversidades de la vida; sin embargo, cuando podemos ver con claridad en medio de la noche o de las manos vacías podemos hallar privilegios que nos facilitan crecer como personas y avanzar, haciendo posible que surja y emerja de la profundidad una novedad abundante, quizás nunca vista. Esto significa salir de la noche con las redes llenas, remando hasta a la orilla, dando un comienzo para vivir y compartir en plenitud. En este sentido, todos tenemos algo sea grande o pequeño que podemos compartir, para fortalecer nuestro crecimiento personal, pero también para ayudar a muchas personas a progresar, a salir de su situación de la noche, sin que ello implique usar el poder o buscar reconocimientos y privilegios (Cf. Ap. 5, 11-14). Los discípulos se unieron para traer la barca con los peces a la orilla (vv. 8). Es hacia la orilla donde los discípulos son atraídos por Jesús, allí donde están las brasas que tiene encima el pan y el pescado (vv. 9) y, en donde no sólo se sirve la mesa y son invitados a comer por parte de Jesús (vv. 12), sino además donde los discípulos hacen su aporte con el recién pescado (vv. 10), mostrándose la imagen de ser ellos también servidores. Este gesto es eucarístico en el que una vez más Jesús se hace servidor y esclavo entregando todo lo mejor a los demás, pero al mismo tiempo los discípulos ponen su esfuerzo y ofrecen su vida. De esta manera, todos podemos aportar sin olvidar que el don proviene de Dios, un don que no es sólo para nosotros, sino también para compartir con muchas personas en abundancia (153) y sin ninguna restricción o mezquindad. La misión entonces unida al gesto eucarístico esta caracterizado por tener un corte universal donde se vence la exclusión y las divisiones. La misión busca la comunión, la estrecha relación de todos con el Señor Resucitado. Todos en esta línea de acción podemos aportar a la vida con generosidad, a la unidad gracias al amor que procede del Señor que sirve la mesa y, que por amor abundante ha resucitado para que todos podamos ser uno con Él, sentados y sintonizados en su misma mesa.

5. Ahora bien, comúnmente las segundas oportunidades no son recomendables porque pensamos que las situaciones vividas en una relación o en una amistad no van a cambiar, como tampoco se van a poder obtener nuevos resultados. Pero, en muchas ocasiones donde hay una relación de vida, de amor y de verdadera amistad, dar una nueva oportunidad hace mucho bien porque facilita mejorar, fortalecer y hacer crecer la relación, consiguiendo distintos beneficios como saber qué opciones no tomar en la nueva etapa, saber cuáles si seguir y alcanzar mayor experiencia de acuerdo a la conciencia que se elabora por las nuevas decisiones tomadas. Jesús habiendo tomado el pan y el pescado para darlo a sus discípulos establece una estrecha relación de amistad, en especial con los que lo habían negado y abandonado (vv. 13). Entretanto, los demás discípulos hablan en el silencio pues no se atrevían a preguntar quién era. Ellos ya sabían que era el Señor, el Kyrios, que ama desbordadamente desde su entrega solidaria y servicio incondicional (vv. 12). Este silencio no se caracteriza por la amargura y la angustia causada por la cruz, sino porque ahora se reconoce la presencia viva del Señor que satisface en todas las direcciones el corazón de sus discípulos. Este paso de resurrección permite salir de la noche, de la ausencia y de la escasez  a una comunión abundante y generosa con Él. 

6. Este momento de compartir la mesa, termina con el diálogo de Jesús y Simón Pedro, aludiendo a tres preguntas, las cuales las dos primeras se centran en el amor ágape y la otra interroga por el amor de amistad (¿me quieres?- Philéo). Las respuestas de Pedro es la misma para las tres preguntas: tú sabes que te quiero. Además, de las tres preguntas y las tres respuestas también tenemos tres mandatos por parte del Maestro: Apacienta mis corderos (vv. 15-crías menores de un año, los pequeños de la comunidad); pastorea mis ovejitas (vv. 16- los adultos, pero necesitados de fortalecer su proceso de fe) y apacienta mis ovejitas (vv. 17). Esta manera de reconciliación, quiere mostrar la intención de Jesús por saber si Pedro está dispuesto a entregar su vida adherido a él plenamente, participando en la muerte y en la glorificación de Cristo, pero al mismo tiempo confiarle la misión, el encargo de pastorear a la comunidad. Lo sorprendente de este diálogo es observar la fidelidad del Maestro a Pedro, aún cuando éste fue infiel a la promesa que le hizo a Jesús de no negarlo. Una actitud que es muy interesante porque se muestra que Jesús no nos saca de su corazón y de su vida en ningún instante, ni siquiera cuando hemos errado o lo hemos abandonado. Dicho de otra forma, Dios no nos deja de amar aún en la infidelidad de sus hijos porque si así fuera dejaría de ser Dios. Lo maravilloso en este proceso es ver cómo Jesús da una nueva oportunidad a Pedro para que resucite, observando que este acto supera el pasado, haciendo de él una persona nueva, capacitada para pastorear y acompañar a la comunidad, aún en tiempos complejos y difíciles. Entonces, la presencia del resucitado no sólo le permite ver a Pedro con claridad, sino además le abre la puerta a una misión en el amor servicial en el que el discípulo está en la capacidad de dar la vida por el Maestro (vv. 19) hasta el final. 

7. Esta enseñanza hecha por Jesús a Pedro de devolver la confianza a alguien que se ha equivocado, es también para nosotros hoy porque algunos nos ha hecho pasarla mal porque nos ha engañado o traicionado, otros nos han hecho sentir la ausencia cuando más lo necesitábamos; sin embargo, estas situaciones son una oportunidad que nos permite concretar el amor desbordado en el servicio a los demás, superando el pasado con misericordia, dejando el futuro en las manos de Dios y el presente a su amor. Esto nos significa que servir con amor es amar con el servicio, haciendo mucho bien a las personas, trasmitiendo paz y facilitando caminos de abundante bendición y responsabilidad. Amar es ocuparse de dar lo mejor de nuestra vida a los demás, evitando quedarnos en los señalamientos o juzgando actos que a la postre no aportan a nada. Si decimos que amamos a las personas, sólo queda entonces servir sin medida ni estrechez, beneficiando y bendiciendo a las personas con lo mejor que somos y tenemos. Amar es dar el amor que se nos ha dado por parte de un Padre que nos ama sin mezquindad (cf. Jn 3, 16-17). En resumen, el amor por Jesús no puede quedarse en un hecho meramente sentimental, es necesario expresarlo en el servicio a las personas, en hacer bien sin mirar a quién porque el fruto del amor es el servicio, es la expresión viva para avanzar con claridad en todos los sentidos y aspectos de nuestra existencia. No se trata de borrar a las personas ante el primer error, tampoco de juzgar y reprimir sus acciones negativas. Si hay amor, el fruto es el servicio sin condiciones. Esto nos permitirá reconciliarnos y encontrar la verdadera paz. Dar una nueva oportunidad a las personas es tener la capacidad de amar y, desde el amor aliviar y sanar la herida de la infidelidad y de la traición para que a través del servicio, el amor se traduzca en una verdadera paz, facilitando vivir de una mejor manera distinta, obteniendo resultados sorprendentes que nos ayudan a avanzar con claridad, saliendo victoriosos e irradiando el Amor inmenso y generoso de Dios por el mundo.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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