BENDICIONES DEL RESUCITADO QUE NOS RESPALDAN Jn 20, 19-31
BENDICIONES DEL RESUCITADO QUE NOS RESPALDAN
Jn 20, 19-31
Hay elementos innegables en el proceso vital de nuestra vida como personas que nos impulsan a ir cambiando y rompiendo con los distintos paradigmas y esquemas que superan nuestros conocimientos y experiencias personales como también las comunitarias, esto cuando buscamos algo más de lo que hemos vivido y experimentado e incluso conocido en el proceso cotidiano. Estos cambios, abren la posibilidad a descubrir algo más allá de nuestras limitaciones y posibilidades. Cambios que nos facilitan encontrarnos con un sentido relevante de nuestra vida porque notaremos elementos novedosos, provocando un crecimiento y aprendizaje de vida integral, junto al comienzo constante de un nuevo dinamismo que nos permite avanzar y emprender nuevas etapas que nos conducirán a otros niveles de vida. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús Resucitado dejándose ver por sus discípulos, quienes encerrados por miedo a los judíos, escandalizados ante el evento de la cruz, ahora reciben la novedad, la fuerza sorprendente y las bendiciones de la resurrección cuyo fin es desarrollar una vida nueva y con dinamismo respaldados y dotados por la gracia del Señor resucitado. Veamos:
1. En el camino de nuestra vida surgen algunas "rocas" y obstáculos que entorpecen nuestro crecimiento y nuestro progreso, espiritual e integral como personas. Parece fácil decirlo ahora, pero lo que hay que hacer es quitarlas del camino, hacerlas a un lado para que podamos avanzar y crecer en nuestra vida con dinamismo y poder transformar toda situación personal y comunitaria. Jesús se hace ver en medio de la comunidad de los discípulos al atardecer, en un momento donde todo es oscuridad, en el primer día de la semana los encuentra con las puertas cerradas (interior cerrado) y llenos de miedo por las reacciones que los judíos podrían tener contra a ellos (Jn 20, 19). Los discípulos siguen mirando la cruz (Jn 19, 25) y el sepulcro donde reina, parece que solamente el desconcierto, el miedo y la oscuridad como raíz de todos los males. Por eso, al pretender experimentar una nueva vida con dinamismo es importante en un primer momento superar lo que nos estorba (cf. Jn 15, 1-5) e impide avanzar para mirar más allá de lo que hemos visto, establecido y aprendido porque la dinámica de nuestra vida, en todos sus aspectos continúa hacia adelante, facilitando descubrir algo nuevo que supere lo que ya conocemos, lo que pensamos y la manera cómo actuamos. Pretender quedarnos al lado de la oscuridad, de la preocupación, de la tristeza, del miedo, de crear nuestros propios esquemas, atrapados en el pasado como prisioneros o protagonistas de un apego o de una esclavitud, el resultado no será otra cosa que estar encerrados en nosotros mismos, centrados en nuestros egoísmos y finitudes en nuestra propia existencia, causando que nos estanquemos y nos anquilosemos interiormente, dando giros viciosos y oscilando en lo mismo sin darnos cuenta que hay algo más por recibir y por disfrutar para gozar de la novedad y la creatividad constante de nuestra vida donde por la gracia del Espíritu del Resucitado nos vamos configurando en otros "Cristos" para ser testigos en todo los procesos que emprendamos, dando pasos de crecimiento y de Pascua (Cf. 1Jn 5, 1-6).
2. Toda novedad trae consigo aspectos y elementos vitales, constructivos que se convierten en una herramienta para continuar avanzando y para compartir con los demás. La presencia de Jesús resucitado en medio de la comunidad de los discípulos ofrece un nuevo comienzo totalmente nuevo para que sea posible avanzar y transformar realidades personales, pero también sociales y comunitarias. El Resucitado bendice a sus discípulos con siete (7) obsequios (Cf. Jn 20, 20-23). Los Dones, los regalos que son también para nosotros hoy como herramientas de vida, crean una nueva y profunda relación que nos facilita transformar y avanzar integralmente, rompiendo con la incertidumbre, la dureza del corazón, los equívocos y las noches oscuras inevitables de nuestra existencia. El primero es LA PAZ, como herramienta de buena relación con nosotros mismos, con Dios y con las demás personas porque todos somos responsables de la paz. Este regalo nos ayuda a superar los conflictos que nos llegan a desviar la mirada hacia el fracaso, el miedo y el poder. Estos nos impiden avanzar y caminar hacia la meta. Dejar que la Paz del resucitado nos impregne, nos venza y nos invada nuestro interior hará que nuestra vida camine en el dinamismo de la victoria en medio de las dificultades, persecuciones y calumnias que suelen surgir en nuestra existencia y caminar cotidiano. SANAR LAS HERIDAS, es otra de las bendiciones del resucitado. Muchas heridas son causadas por la violencia, la persecución, el dolor y el sufrimiento, sin embargo, dejar que la gracia del resucitado sane nuestras heridas es vencer sobre todo lo que enferma y daña las relaciones personales y comunitarias mostrando el inmenso amor, el cariño por los demás. Cuando las heridas se sanan, aunque queden las marcas y las huellas, ya no doleran porque han cicatrizado por la fuerza de la vida, de la alegría y del amor (vv. 20b), logrando que todos desde sus carismas y dones recibidos por el Espíritu, quien hace todas las cosas nuevas, estemos orientados hacia un mismo objetivo común (Cf. Hch 4, 32). LA ALEGRÍA, es una bendición del resucitado para disfrutar más y mejor cada instante de nuestra vida. La alegría va más allá de un instante o de un momento sentimental o emocional. Es la capacidad que tenemos de reconocer las bendiciones de Dios para que todo mejore en calidad. Por eso, la alegría no depende de los demás, ni tampoco de las situaciones ni de las circunstancias, sino de una decisión personal donde todo se convierte en bendición. Y, aunque el dinamismo de la vida muchas veces no salga como lo esperamos, no significa que haya algo que deba impedir experimentar la alegría. Nada la puede opacar porque aún en aquellos momentos de noche y de oscuridad se convertirá en una fuerza maravillosa para aprender y para continuar avanzando y profundizando en el caminar de nuestra existencia, descubriendo nuevas expectativas que seguramente traerán mejores y mayores bendiciones. EL ENVÍO. No hay nada más emocionante saber que cada uno de nosotros, como personas somos una luz, una antorcha encendida, con una identidad propia para recrear, renovar el camino de nuestra vida. Vivimos para vivir y para servir con amor desbordado, aportando al crecimiento y progreso propio, pero también al de muchas personas. Ser bendecidos y enviados por el resucitado es hacernos posibilidad de bendición para los demás, acogiendo lo que se nos ha regalado para dar sentido y plenitud a nuestra vida. EL SOPLO. Es el obsequio que simboliza la vida, el aliento que nos levanta, nos anima y nos promueve a abrir puertas para dar comienzo a una nueva vida, a un nuevo amanecer sin ocaso y sin finitudes que nos estorben a dar vida. El soplo, como bendición del resucitado hace que aquello que parece acabado, seco y sin vida se levante, se renueve y se recree en el amor y en la fuerza de la vida para poder compartirla, entregarla y disfrutarla junto a otros sin medida y sin ningún límite. ESPÍRITU SANTO, es el gran obsequio del resucitado porque recibimos el amor sin medida y en abundancia de parte de Dios. Un amor generoso, desbordado, un amor que nunca se agota porque su finalidad es amar sin condiciones, sin fronteras y sin límites. Él hace nuevas todas las cosas en nosotros comenzando así un renacer que nos facilita descubrir un estilo de vida nuevo y libre donde junto al resucitado podemos hacer obras sorprendentes y maravillosas, cosas mayores e incluso inimaginables. Entonces. sumergirnos en el amor nos da la capacidad para amar y para disponernos sin excusas a entregar la vida para que otros también vivan el encuentro personal con el Señor y en su caminar se realicen y logren desarrollar con responsabilidad y compromiso su libertad (cf. 2Cor 3,17), como verdaderos hijos del Padre. PERDÓN DE PECADOS. Amar devolviendo la vida va de la mano del perdón. Perdonar hace vivir nuestra vida y también la de muchas personas, porque facilita reconocernos y reconocer al otro como somos con nuestras cualidades y con nuestras limitaciones, dejando la puerta abierta a una nueva relación y etapa de la vida. El perdón como también el amor hace que todas las cosas sean novedosas y llenas de asombro. Ofrecer el amor y perdonar es una tarea de quienes acogemos y vivimos con responsabilidad la gracia y la bendición del resucitado.
3. La experiencia de Tomás, ocho días después del primer encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos (vv. 26) involucra no sólo un encuentro comunitario, sino también un encuentro personal con el Resucitado cuyo fin será desarrollar la misión, contagiando a otros de la alegría, de la fuerza de la vida causada por la experiencia de la resurrección. Si bien Tomás en un principio se observa bloqueado (vv. 25), mostrando una actitud de toda persona que da comienzo a una nueva vida, también se muestra la actitud de quien sabe recibir y abrir la posibilidad hacia nuevas dimensiones de la fe y del dinamismo activo de la vida (vv. 28), renunciando a un estilo de vida viejo para dar posibilidad a emprender otro tramo de la existencia, actuando con perseverancia en todos los aspectos de su vida (cf. Hch 5, 12-16), junto a la experiencia del resucitado. La actitud de Tomás nos muestra que muchas veces es necesario ver para creer, pues esta experiencia de incredulidad nos facilita actuar con mayor responsabilidad y dedicación siendo testigos de lo que vemos y no de lo que nos contaron, tomando una verdadera opción de vida por el Señor resucitado. Por supuesto que esta experiencia requiere de dar pasos hacia adelante, pasar del calvario y de la cruz a un salto de mejor calidad: asumir la experiencia de la Pascua. Para esto es importante dejarnos encontrar por la experiencia del resucitado, el cual está mediado en los lazos de unidad de la comunidad donde Jesús se coloca en el centro para dialogar, dinamizar y organizar sus proyectos, pero al mismo tiempo observar la realidad donde es posible tocar las cicatrices de la crucifixión, los signos del amor y de la entrega con el fin de hallar que el dolor y el sufrimiento han sido vencidos, ya se han sanado. En resumen, estamos bendecidos por la experiencia y el encuentro con el resucitado donde es posible sentirnos garantes de muchas personas para animar y vivir con alegría la gracia de testimoniar al que está vivo. Además, tenemos capacidades sorprendentes que nos respaldan para renacer a una nueva luz, a un nuevo tiempo. Estamos respaldados por el motor activo del amor, de la vida y de la resurrección con el fin de hacer posible que otros también sean bendecidos por la gracia y la fuerza maravillosa del resucitado. Esto es un motivo grandioso para dar gracias al Señor porque es bueno, admirable y maravilloso con cantos de victoria y de alegría (cf. Salmo 117) porque el Señor ha estado a favor de su pueblo y de todos nosotros sin medida con generosidad abundante. De esta manera, entrar en el dinamismo constante de la vida es dejarnos sorprender de la experiencia y la bendición del resucitado que ilumina y acompaña las noches, abre la puertas cerradas para que saliendo de nosotros mismos podamos gozarnos de la asombrosa gracia de ver al Señor (vv. 24), como fundamento solido para contribuir y revelar una calidad de vida cada vez mejor donde el resucitado está activo y en medio de nuestra vida (cf. Ap. 1, 17-19); una vida impregnada de abundancia (vv. 31), de alegría, paz, libertad, amor y perdón, una vida conducida y dirigida por el Espíritu del resucitado, afirmando así: Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios...él estaba muerto pero vive por los siglos (cf. Ap. 1, 9-19).y creyendo en él tengamos vida en su nombre (Cf. Jn 20, 31).
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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