DUELO DE PODERES PARA SALIR FORTALECIDOS Y VICTORIOSOS Lc 4, 1-13
DUELO DE PODERES PARA SALIR FORTALECIDOS Y VICTORIOSOS
Lc 4, 1-13
Luis Fernando Castro P. Teólogo |
Estamos caminando en una maravillosa vida donde no todo es fácil de asumir y de entender, pues no siempre andamos sobre ruedas, nos encontramos con situaciones y circunstancias adversas que posiblemente nos debilitan y nos hacen sufrir, muchas de estas incomprensibles, causando la búsqueda constante de algún consuelo o el logro de obtener alguna respuesta que nos facilite salir triunfadores o por lo menos aliviar el momento. Es un duelo de poderes internos entre caídas y subidas, entre el cansancio y el buen ánimo. Pero, todo lo que sucede en nuestra vida tiene un sentido, todo depende de cómo se mire, se interprete y se use para mejorar en todos los aspectos, superando los obstáculos, las distintas dificultades y apegos que al final son el resultado de interés personal. Por eso, lo importante es cuidar, evaluar y revisar lo que estamos deseando para que podamos caminar con mayor claridad sin desvirtuar lo que somos y lo que queremos alcanzar, dando respuestas sinceras que nos conduzcan a renovar y mejorar nuestra existencia. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús, lleno de Espíritu Santo es conducido por él al desierto donde es tentando por el diablo como experiencia viva de preparación para dar comienzo al desarrollo y actividad de su gran misión. Veamos:
1. Todo gran proyecto de vida que emprendemos comienza con una preparación que nos faculta para revisar, evaluar, para fortalecernos y enfocarnos con una actitud activa, incluso haciendo cosas ilógicas que nos conduce a crecer y mejorar en todos los aspectos de nuestra vida. Jesús, lleno de Espíritu Santo es conducido por él hacia el desierto (lugar del crecimiento y la madurez, contacto con nuestro interior, con la soledad y el silencio), durante 40 días (tiempo propicio u oportuno para escuchar, prepararse y mejorar), siendo tentado (puesto a prueba, probar fidelidad) por el diablo (opositor del proyecto de Dios, pero que al final es vencido como signo de la llegada del Reino de Dios). Jesús ...no comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre ( (vv. 1-2). En nuestro caminar de vida pasamos por muchos desiertos, necesidades y momentos que nos parecen incomprensibles que nos causan muchas veces sufrimiento, soledad e incertidumbre porque es como entrar en un campo de batalla o en un ring de boxeo en el que hay que luchar, combatir y perseverar entre un sí y un no, para ganar. Un tiempo significativo, oportuno y activo con un objetivo específico (40 días). Este ciclo tiene el fin de mejorar, de aprender y de madurar en todos los aspectos de nuestra existencia como personas, pues este duelo interior nos permite prepararnos y entrenarnos para fortalecernos caminando hacia algo mayor y mejor. Algunos desiertos nos pueden provocar debilidad, cansancio y fatiga en el que deseamos tener a mano las soluciones más adecuadas a nuestras luchas, esfuerzos y dificultades, pero que son indispensables para alcanzar algo nuevo que nos conduzca a continuar avanzando hacia lo que es esencial (cf. Hch 14, 22). Otros desiertos sencillamente nos sacan de nuestros paradigmas y esquemas establecidos, de lo que creemos que está bien y va sobre ruedas, pero que necesita ser renovado y corregido. Lo más impresionante en el paso por estos desiertos de escucha y de aprendizaje es saber que no lo caminamos solos, vamos acompañados por la fuerza maravillosa de Dios: el Espíritu Santo, pues él no sólo nos conduce al desierto, sino que además nos acompaña y nos guía para que podamos conocer a Dios y hacer sus obras según su voluntad divina (vv. 1). Así que, somos conducidos y protegidos por el mismo Dios en las duras pruebas porque él hace todo para que podamos mejorar en todos los sentidos y aspectos de nuestra existencia, abriendo un camino hacia la victoria. Esto nos provoca sentirnos confiados (cf. Salmo 90) para que podamos limpiar, aclarar, sanar y purificar nuestros pasos, nuestras decisiones y nuestras relaciones personales sin tener que perder la identidad de lo que somos como personas. Pero, si el desaliento y el cansancio, las tendencias egoístas, la desesperación y los propios intereses nos llegan a invadir, entonces nuestras convicciones más profundas (cf. Rm 10, 8-13) serán las que tendrán que salir a flote para que podamos permanecer y, así continuar hacia adelante hasta el final, logrando salir victoriosos y recompensados porque lo que entrenamos y vivimos en el desierto será lo que viviremos y desarrollaremos posteriormente en nuestras acciones y aportes a nuestra vida, como fruto de la riqueza y el encuentro con Dios (cf. Dt 26, 4-10). La experiencia de los desiertos será entonces el comienzo, el punto de partida para la misión.
2. Las pruebas, los tropiezos y las dificultades no son estaciones donde se nos invita a quedarnos estancados y sometidos a estas realidades, sino que nos facilitan recordar lo que somos como personas. Nos ayuda a enfocarnos en la verdadera fuente de nuestra vida y de nuestras fuerzas para que podamos aprender a levantarnos y ver cada vez más lejos. Todo puede caer en nuestra vida, menos la gracia y la experiencia de saber lo que somos y con quién nos identificamos. Para esto es necesario usar la capacidad de discernimiento para superar las pruebas, las dificultades, el.prestigio y las ganas de fama, permitiendo la victoria sobre ellas. Jesús es tentado por el diablo tres veces (vv. 4-12). Pero, la buena noticia es más grande que las tentaciones porque el Maestro venció, mostrando el recorrido y las claves para superar la prueba saliendo fortalecidos y en victoria. La primera y tercera tentación del adversario de Jesús tiene que ver con la relación profunda de él con el Padre: si eres Hijo de Dios (vv. 3.9). El diablo quiere convencer a Jesús de las contradicciones de Dios, pues si es Hijo de Dios por qué debe pasar esfuerzos, trabajos y experimentar sufrimiento. Lo mejor es dejar de lado esta relación que genera justicia y fraternidad para que prevalezca el dominio y el egoísmo personal. El símbolo de la primera tentación es el pan (vv. 3-4), algo que es muy cotidiano para nosotros porque hace parte de nuestra subsistencia y necesidad, de lo cual cuando hace falta o se carece se derivan de ahí otros tantos problemas. Sin embargo, esto que parece prioritario puede sacarnos de lo que es esencial. Por eso, la respuesta de Jesús a su adversario es contundente (cf. Dt 8,3). Lo que somos es mucho más grande que la necesidad de solucionar las cosas inmediatas. No se trata de usar a Dios para que convierta las piedras en panes y así poder saciar nuestra hambre, dando solución solamente a lo que necesitamos. No es buscando nuestros propios intereses para alcanzar nuestro propio bienestar. Lo que es importante es confiar en Dios que es Padre, el cual no abandona ni deja a la deriva a sus hijos para que lo que recibimos con nuestro trabajo podamos también compartirlo con muchas personas. Pensar en el inmediatismo y en nuestras necesidades personales únicamente es abrir una brecha entre unos y otros porque nos sentiremos superiores a los demás, rompiendo con la fraternidad y con la comunión profunda con el Padre de la misericordia. Es muy fácil caer en la tentación de aferrarnos al poder, a la búsqueda de un status y de una posición, al mando, al tener para dominar a los demás. Pero, no es usando el poder y la fuerza negativa como podemos servir y compartir con otros. Adorar y amar al Padre (vv. 5-8) consiste en trabajar por el bien común, practicando el amor y la solidaridad, esto nos sirve para discernir a quién estamos sirviendo y adorando (cf. Dt 6, 13) porque muchas veces usamos el poder de lo que poseemos, no para servir, sino para usarlo sobre otros, funcionando como emperadores, pensando que la gloria en el poder es lo que nos hace grandes. La plenitud de nuestra vida no está en el delirio de la grandeza, como tampoco en el afán y el seguimiento por el éxito y el esplendor de lo meramente externo porque esto nos distancia de las demás personas, nos impide compartir con otros, perdiendo lo que es verdaderamente valioso: la vida (cf. Lc 11,34). Dejar infiltrar en nuestra identidad otros intereses nos impedirá avanzar y crecer en lo que somos como personas y como hijos de Dios impidiendo al mismo tiempo que disfrutemos en plenitud nuestra existencia. Esto muchas veces por supuesto nos puede generar una crisis, pero es necesaria para poder concretar y aclarar nuestra relación con Dios, compartiendo en el servicio con muchas personas, pues la gloria no está en el poder y en la búsqueda solamente de cubrir nuestra necesidades, sino también en el servir humilde y fraterno, dando el lugar que le pertenece a cada uno, mostrando así, a un Dios cercano para todos.
3. Estamos en una sociedad donde surge la necesidad de tener bajo control todo lo que nos rodea, incluyendo cosas y personas, generando muchas veces incertidumbre, desconfianza, frustración y miedos a ser evaluados negativamente. La tercera tentación a Jesús pone en relieve la falsa imagen que podemos tener de Dios (vv. 9-12). El adversario pide al Maestro ponerse en una situación de peligro...tirarse desde el alero del Templo...(vv. 9) para que Dios envíe sus ángeles y lo proteja (vv. 10). La confianza en el Padre de la misericordia no nos exime de las responsabilidades y compromisos de nuestra vida que requieren de esfuerzo, de lucha y de espera constante, aún cuando todo parezca que no tiene sentido. Este camino que hemos emprendido no se caracteriza por tener una actitud triunfalista y meramente motivadora basada en criterios de éxito, de inmediatismo y de ostentación que nos alejan de la disciplina y del esfuerzo. Tampoco pretender acaparar todo para tener control. Es mejor poner nuestra mirada y confianza en quien tiene el control de la vida y sabe darla con amor. Cuánto más tenemos una relación profunda con el Padre, mejor podemos comprender la acción de Dios, logrando superar la imagen tergiversada que muchas veces usamos de él para manipular y tener control sobre las todas las cosas. Intentar controlar lo que es incontrolable sólo genera sufrimiento, tristeza y rigidez, dureza en el corazón que a la postre nos conduce solamente a ver lo negativo en todo porque ha escapado de nuestro control y del tiempo que hemos invertido, creando una fuerza que nos pone en una actitud desafiante frente a Dios. Esto no es recomendable para el camino que estamos preparando. A Dios hay que adorarlo, no tentarlo para no manipular ni tergiversar su imagen: No tentarás al Señor tu Dios (vv. 12). Por eso, ante las pruebas y el combate interior de poderes que existe en nosotros frente a la misión o la responsabilidad asumida para aportar algo nuevo no hay que expresar miedos ni impaciencia, aún en la estrechez, sino por el contrario confiar en el Padre de bondad y de fidelidad fortaleciendo nuestro corazón en él para lograr salir en victoria de toda prueba que nos quiera impedir avanzar, pues las batallas de la vida son constantes y, no las gana el más fuerte o el que sabe más, sino aquel que no duda que Dios lo fortalece y le da victoria. Al final decidir entonces quedarnos al lado de Dios con nuestro sí, aleja de nosotros todo aquello que quiere convertirse en obstáculo...el diablo se alejó de él hasta el tiempo propicio (vv. 13). Esto no significa que no vaya a surgir nuevas pruebas, pero sí nos faculta fortalecernos en Dios y en nosotros mismos para vencer las tentaciones, cultivando las virtudes, logrando continuar hacia adelante donde se muestra constantemente el amor de un Padre que acompaña y sostiene para que podamos salir de este tiempo de prueba, bendecidos y en victoria.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ- Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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