CORREGIR PARA MEJORAR Y VIVIR Lc 13, 1-9
CORREGIR PARA MEJORAR Y VIVIR
Lc 13, 1-9
Luis Fernando Castro P. Teólogo |
Estamos caminando en una experiencia de vida que de una o de otra manera nos exige ir realizando algunos cambios personales que nos faciliten ser mejores de lo que ya somos. Sentirnos demasiados satisfechos de nosotros mismos por lo que hacemos y por lo que decimos, puede hacernos correr el riesgo de quedarnos anquilosados en el proceso activo y dinámico de nuestra vida, sin permitir realizar una revisión y evaluación de nuestras acciones, tomando una actitud diferente y crítica que nos ayude a ver algo distinto de lo que ya sabemos o de lo que creemos que manejamos a la perfección. Dejarnos sorprender por la novedad y los verdaderos cambios en actitudes y acciones nos abrirá la posibilidad de lograr mejores y asombros resultados que nos seguramente nos beneficiara al crecimiento integral de nuestra vida y el aporte al avance de muchas personas. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús enseña con tres exhortaciones precisas a la multitud a mirar de un modo distinto los sucesos y los procesos que suelen surgir en el transcurrir cotidiano para que dando pasos verdaderos de conversión y de cambio logren estar sumergidos en el proyecto maravilloso de Dios facilitando alcanzar buenos frutos y resultados de mucha bendición. Veamos:
1. Todos los días estamos siendo bombardeados por distintas y diversas noticias. Algunas de estas informaciones nos incomodan, nos causan pánico, nos derriban y nos hacen tomar una actitud de defensa. Sin embargo, saber leer los hechos para sacar nuestras propias conclusiones significativas nos facilita mejorar en nuestro proceso personal, poniendo nuevos objetivos para desarrollar nuevas acciones que contribuyan y aporten al beneficio de nuestra vida personal y el hacer el bien para muchas personas. Llegaron algunos a contarle a Jesús sobre un evento de primera noticia que había ocurrido con unos galileos en manos de Pilato donde éste mezcló su sangre con la de los sacrificios (vv. 1). Un acto público de escarmiento usado por los romanos para deshacerse de las personas que atentaban contra la autoridad del rey. Sin embargo, Jesús no se queda solamente con hacer un análisis de este acontecimiento de injusticia sino que va más lejos (2-3) descubriendo la acción y la voz de Dios. Incluye además otra calamidad ocurrida a un grupo de obreros en la construcción de la torre de Siloé (vv. 4-5) mostrando que estos sucesos no son más que un llamado a hacer cambios nuevos en nuestra vida. Algunos pueden quedarse observando los eventos y las situaciones de otras personas, pero sin darse cuenta que nosotros también necesitamos de optar por provocar nuevos tiempo que mejoren y hagan crecer nuestra vida personal, pero al mismo tiempo, la de muchas personas con el objetivo de no perder nuestra vida. Sería muy triste que por estar distraídos mirando a otros sus acciones, nosotros perdamos lo que es verdaderamente esencial y no podamos gozar de lo que más importante. Llegado a este punto Jesús continúa diciendo que la muerte puede llegar por manos de otras personas, como ocurrió con el método usado por Pilato, pero también la vida puede perderse a través de un accidente o un hecho natural como les ocurrió a 18 personas que construyendo la torre de Siloé se desploma a causa de un terremoto. El centro de este análisis Jesús lo asume preguntando si estos hombres asesinados por Pilato y los hombres muertos por el accidente eran más pecadores que otros. La respuesta se centra en observar que todas las personas tienen la posibilidad de hacer cambios en su vida, pues nadie está exento de corregir actitudes, conductas y comportamientos que facilite mejorar su vida. Los hechos que ocurren a nuestro alrededor sean de responsabilidad humana o por condiciones naturales son inevitables, pero ninguno puede ser interpretado como un castigo de Dios, esto sería optar por una idea muy simplista y reducida de lo que vivimos sin pretender asumir con responsabilidad nuestros actos y decisiones. Algunos se quedan cuestionando sobre dónde estaba Dios cuando sucedió tal evento trágico y doloroso, girando en círculos viciosos sin obtener alguna respuesta. Lo mejor es ver estos acontecimientos desde la óptica de Dios porque él hace historia con nosotros, él nos acompaña, camina junto a nosotros, él es misericordia (Ex. 3, 1-15).
2. Y, si bien algunos de estos sucesos de nuestra vida nos generan una crisis y en muchas ocasiones dolor y sufrimiento, también es cierto que estos eventos nos da la oportunidad para aprender, discernir qué es lo que nos quieren decir para tomar sabias y nuevas decisiones que nos conduzcan o nos proyecten hacia algo mejor (cf. Salmo 102, 1-11). Cada día tenemos esta oportunidad para aprender de las lecciones que nos da cada jornada, por medio no sólo de eventos que nos provocan alegría, sino también a través de sucesos trágicos e incomprensibles. Detrás de todos estos casos Dios está presente llamando a vivir de un modo responsable y cada vez más eficaz. Por eso, las calamidades desde este sentido entonces se presentan para mostrarnos que nuestra vida puede acabarse en algún momento, en un instante y quizás en el menos esperado, pero lo importante no es el suceso, sino el estar preparados para lo que ha de venir: Os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo (vv. 5). La situaciones y los sucesos de otras personas y los naturales son signos que nos facilitan observar para revisar y evaluar nuestra vida. Los sucesos nos ayudan a preguntarnos qué hemos o qué estamos aprendiendo para mejorar y, así crecer y avanzar en todos los aspectos de nuestra existencia. Los signos no son solamente para juzgarlos de un modo negativo o para tomar la actitud de buscar culpables. Lo que interesa es lo que podemos hacer con estas situaciones, pues estamos facultados, generando cambios nuevos y pertinentes en el proceso que llevamos como personas para que no repitamos actitudes rebeldes (cf. 1Cor 10, 1-12), sino para que tomemos nuevas y mejores decisiones, caminando constantemente hacia la plenitud y la realización con el Padre de la misericordia.
3. Los cambios no siempre llegan de un día para otro. Todo tiene un proceso. Dicen por ahí que usar una pisca de paciencia en estos cambios evitará desastres. Jesús usando la parábola de la higuera (vv. 6-9) anuncia la misericordia y la justicia de Dios (v.8). La enseñanza de la corrección para mejorar y vivir continúa basado en una parábola de una higuera estéril. El encargado pide dejar que el árbol esté todavía por un año más esperando que pueda dar frutos (vv. 8). Cada día es una oportunidad que tenemos para aprender y corregir nuestras conductas. El hecho de que estemos todavía caminando por nuestra existencia es muestra de un Dios misericordioso que tiene paciencia de nosotros a fin de que podamos asumir con responsabilidad nuestra vida, corrijamos y avancemos, pues Dios no puede cambiar el mundo si nosotros no buscamos la corrección de nuestros comportamientos. Por eso, usar la paciencia e insistir para ser mejores en lo que somos es importante porque ni siquiera la fuerza que se le imprime a un martillo para que logre hundir un clavo en un pedazo de madera se alcanza con el primer golpe, es necesario muchas veces dar varios golpes para lograr el objetivo. Pero, aprovechar la paciencia de Dios se convierte en una herramienta para que aprendamos a acoger su proyecto. La paciencia sin embargo, no es para abusar de la misericordia, del amor del Padre, sino que nos sirve para hacer algo nuevo con nuestra vida, teniendo un alto nivel en lo que decimos y en lo que hacemos, pues llegará el momento en que no podemos hacer más nada porque no habrá tiempo y ya será definitivo. La paciencia nos ayuda a esperar en los verdaderos cambios, pero también nos facilita tener paciencia con nosotros nosotros, descubriendo en nuestras tareas lo nuevo que podemos aportar y el modo de ponerlo en favor de muchas personas viviendo y sirviendo como el Padre que nos da y nos ofrece su vida con tanta generosidad.
4. Dejar para más tarde o para mañana lo que podemos hacer hoy es dilatar o dejar que otros tomen las decisiones impidiendo avanzar. Jesús al final de la parábola de la higuera estéril afirma: si no da fruto se corta (vv. 9). Los sucesos que se nos han descrito al comienzo y el símbolo de un árbol estéril nos enseña que de diferentes focos la vida es muy frágil y está constantemente amenazada. Sin embargo, cuando corregimos para mejorar y vivir descubrimos que los cambios que podamos hacer no es para perecer, sino para generar vida. Esto necesita de una decisión con responsabilidad para relanzar nuestra vida hacia la plenitud y realización con el Padre misericordioso que nos da un tiempo de espera, aunque no lo hace de modo pasivo. Entonces, dilatar y esperar para mañana tomar opciones decisivas para nuestra vida puede llegar a ser tarde. Las decisiones de corrección para mejorar no puede ser retrasadas porque pone en peligro nuestra vida. Tenemos el Hoy para decidir y para obtener mejores resultados para que con perseverancia demos frutos en abundancia. Lo único que tenemos seguro es el hoy, nuestro presente, por eso, no podemos echar la vida en saco roto con indiferencia. Dejar que nuestra vida se vuelva estéril es impedir ver de una manera nueva nuestra existencia. Y, esto no basta solamente con decir: voy a mejorar o voy cambiar. Se necesita tomar los correctivos y las acciones adecuadas para mejorar y para fructificar, pues el Padre de la misericordia hace posible que el árbol crezca y pueda dar frutos. En resumen, todavía hoy tenemos la oportunidad de dar pasos que corrijan y mejoren nuestra manera de vivir y de actuar para no quedarnos cortados del dinamismo creciente de la vida y de disfrutar de las bendiciones de Dios, pues el Padre de la misericordia nos sigue esperando con paciencia, nos sigue dando los medios y los recursos para que alcancemos este objetivo, haciendo correcciones en nuestras conductas y comportamientos. Él sigue renovando y abonando nuestro proceso de vida, pero no abusemos de su bondad, pues al final quienes debemos tomar las decisiones para no echar la vida a la borda somos nosotros, "la higuera", sin esperar para mañana lo que podemos comenzar hacer hoy.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ- Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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