CUIDAR EL CORAZÓN PARA PRACTICAR EL AMOR Mc 7, 1-8.14-15.21-23

CUIDAR EL CORAZÓN PARA PRACTICAR EL AMOR
Mc 7, 1-8.14-15.21-23
Florecita-Luis Fernando

En todo proceso y desarrollo de nuestra vida existen aspectos y cosas que son esenciales, hacen parte de nuestra experiencia como seres humanos. Hay otros aspectos y practicas secundarias, que si bien son importantes no pueden opacar lo primero, lo que es esencial. Ciertamente, practicar algunas costumbres, rutinas y realizar con constancia algunos ritos y ceremonias, cumpliendo normas está bien porque nos da alguna seguridad y orden para nuestra existencia, pero muchas veces estas actividades corren el riesgo de impedir que la persona avance y pueda ver algo más de lo que se ha acostumbrado, desviando el sentido de lo que se está realizando, incluso descuidando el crecimiento interior y la relación saludable con las demás personas. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús invita a la gente, a los fariseos y doctores de la ley, estos que defendían rigurosamente sus practicas y tradiciones religiosas, a poner cuidado al corazón, al interior del hombre para que liberado pueda practicar la ley del amor, superando los prejuicios y los escrúpulos que separan del verdadero culto a Dios y al servicio de las demás personas. Veamos:

1. Hallar sentido a lo que pensamos, a lo que hacemos será siempre más saludable porque nos impulsa a romper con ciertas barreras e imágenes que nos creamos para hallar amistades nuevas, descubriendo incluso otras capacidades que podemos desarrollar beneficiando a otros con nuestra presencia, siendo más flexibles, apreciando y valorando a las demás personas por lo que son y por lo que hacen. Saber para qué hacemos lo que practicamos es el comienzo para ser libre y feliz. Jesús es confrontado por los fariseos y escribas venidos de Jerusalén, quienes viendo que los discípulos del Maestro comían con manos impuras, es decir sin lavarse las manos, infringían las tradiciones (vv. 1-5). El problema de los interpretes de la Ley se basaba en el aseo ceremonial que se hacía antes de celebrar el culto, no tanto por una cuestión de higiene sino por una preparación espiritual para realizar un acto sagrado. Un acto que es interesante porque esta norma de ambiente sacerdotal (cf. Ex 40) buscaba que la persona estuviera pura para poder ingresar a la presencia de Dios, luego si no se hacía el ritual la persona era considerada marginada de la comunión con Dios. Esto nos hace pensar que nosotros tenemos muchas costumbres, rutinas y rituales en nuestras distintas esferas de la vida, pero estás practicas no corresponden o no encuentran sentido a nuestra realidad y situación humana porque aunque son importantes se relacionan más por una mantener una imagen que por generar buenas relaciones. Algunas de esas prácticas se conservan más por el miedo, la apariencia e incluso por la superstición, más que por amor a Dios y servicio a los demás. Practicas que en lugar de generar paz, libertad, solidaridad, aprecio, sentido y realización, en las personas, en los distintos lazos que creamos de vida, se convierten en una esclavitud, en una prisión, en un cautiverio, en una carga que impide avanzar y progresar integralmente. Algunas personas se aferran tanto a sus ideas, a sus problemas, a sus palabras, a sus modos de proceder y a sus normas que en consecuencia quieren también imponerlos, haciendo que estos métodos sean algo fundamental, que en lugar de liberar al ser humano, lo esclaviza. Una vida desligada de la vida trae como efecto una vida oscura, sin claridad que confunde, aleja y distancia del proceder de Dios y de las demás personas. Quienes se hospedan en la tienda de Dios crean estrechas relaciones no sólo con Dios sino con las personas buscando beneficiarlas (cf. Salmo 14, 2-5). De esta manera, entonces la Ley no ha sido escrita para esclavizar al ser humano, sino todo lo contrario, para que sea como camino de vida donde es posible descubrir la presencia de Dios y al mismo tiempo el pueblo mantenga su libertad (cf. Dt 4, 1-2.6-8). Aceptar la palabra de Dios significa vivirla no como teorías y conceptos abstractos, sino como palabra operativa, responsable, comprometida con las personas (cf. Santiago 1, 22.27) Si este proceso es boicoteado por una mala interpretación de la Palabra de Dios, las conclusiones a las que se lleguen a dar en la práctica poco tendrán que ver con lo que está ocurriendo y, en efecto, las reacciones que tengamos no tendrán ningún sentido porque nos alejará del camino constructivo de la vida, del servicio y de la práctica de la solidaridad

2. Cuidar lo que estamos guardando en nuestro interior es relevante porque lo que vemos en las actitudes y en las acciones muchas veces es reflejo de lo que vivimos y tenemos en nuestro interior. Jesús, después del planteamiento riguroso, externo e insuficiente de los fariseos y escribas por el modo de proceder de sus discípulos, responde paso a paso. En principio se dirige a quienes lo confrontan (vv. 6-8), luego se dirige a la gente que estaba cerca de él (vv. 14-16) y, al final, cuando se había apartado de la gente, en la privacidad de la casa se dirige a sus discípulos (vv. 17-23). La respuesta del Maestro se enfoca en un primer momento sobre la relación con Dios, pues de allí se derivará también y al mismo tiempo la relación con las demás personas. Para esto, Jesús cita un texto del profeta Isaías 29, 13: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres, destacando así la hipocresía de quienes lo acusan (vv. 8). De acuerdo a esto Jesús quiere llamar la atención sobre el verdadero sentido del mandato de Dios, una cosa son las tradiciones humanas....su corazón están lejos de mí....en vano me rinden culto...y otra muy distinta la experiencia estrecha con Dios, la cual se fundamenta en el amor, la ternura y la misericordia. Algunos prefieren las tradiciones humanas instituidas por personas humanas, que dejarse sorprender por la acción de Dios. Dios no se deja encasillar ni encajar por caprichos y practicas meramente humanas. El culto más valioso que se le puede dar a Dios no consiste en seguir rituales y leyes solamente, sino amar de corazón con acciones y obras contundentes a las demás personas. Superar los formalismos y el ¡siempre se ha hecho así! para ganar el mandamiento del amor nos facilita renovar e innovar nuestra vida en todos los aspectos, logrando que busquemos en todo sentido amar y servir construyendo una nueva sociedad marcada por la generosidad y la solidaridad que ayuda al crecimiento integral de las personas. Una realidad que nos pone frente a frente con el amor de Dios y en relación con los demás, con aquellos que nos requieren a nuestra cotidianidad aún cuando no lo pidan.

3. Las practicas externas son importantes, pero no son suficientes si el corazón no palpita en sintonía con el mandato del amor. Es decir, un corazón que se conmueva y se haga empatía y obra concreta más que discurso teorizante y triste indiferencia frente a las situaciones reales de las personas. Jesús, dirigiéndose a la gente les narra una parábola (vv. 15) y luego en la privacidad con sus discípulos la explica (vv. 18-23) para decir que el verdadero culto, la comunión con Dios no está en la practicas humanas, sino en el corazón, pues desde este es posible destruir o transformar nuestra realidad. El corazón no se reduce a un músculo del cuerpo humano, sino que se refiere al lugar donde una persona toma conciencia de sí mimo para dar sentido a su realidad, a sus hechos para luego asumir de una manera responsable acciones de vida ante Dios y ante las distintas relaciones con las demás personas. Sin embargo, el corazón también puede llegar a ser el foco de las perversidades (vv. 21-23), aquello que contamina y distancia las relaciones saludables con Dios y con los demás Un corazón limpio no es sólo el que está preparado para estar en comunión con Dios y su proyecto, sino un corazón que está en sintonía plena con la voluntad de Dios y, al mismo tiempo beneficia a los demás. De esta manera, las normas o las leyes no tienen ningún sentido sino se ama. Así que en este sentido el corazón debe hacer un doble movimiento, uno para liberarse y vaciarse de la perversidad y otro para recibir el amor, llenándose de Dios reconociendo la gratitud pues, un corazón vacío se puede llenar de cualquier cosa. Entonces, cuando se descuida el corazón dejando que hayan vacíos genera barreras con nosotros mismos, con Dios y con los demás, pues el problema no son las situaciones o circunstancias externas las que pueden llegar a afectar el interior del ser humano, lo que hace daño es lo que guardamos en el corazón, muchas de esas cosas impregnadas de odio, envidia, soberbia, recuerdos dolorosos y negativos, vacíos negativos y afectivos que se llenan de hipocresía, tristeza, amargura y pesimismo. Esto afecta no sólo nuestro corazón y nuestra historia, sino también daña a la personas con quienes compartimos y entramos en contacto porque un corazón enfermo tiene una visión negativa de la vida, es pesimista, todo lo ve oscuro y las actitudes y acciones que desarrolla casi siempre se convierten en críticas destructivas que desgastan y cargan a quienes las reciben. Un corazón oscuro y lleno perversidad está más a lado del problema que de hallar soluciones que mejoren y hagan más saludables las relaciones humanas. Por eso, cuidar y sanar el corazón es más efectivo porque nos pone en sintonía con el amor y la bondad de Dios, brotando así una verdadera ley fundamentada en el amor, el cual supera todos los prejuicios y escrúpulos que lastiman y ensucian el interior del ser humano. Por tanto, cuidar el corazón para practicar el verdadero amor nos permite desbloquear nuestra vida en todos los sentidos, superando miedos para traer crecimiento integral para nosotros y también para las personas con quienes compartimos nuestra cotidianidad, disfrutando de la libertad y de la alegría que procede de la generosidad y la gratuidad de Dios.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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