ALIMENTO DE VIDA PARA LA VIDA Jn 6, 41-51

ALIMENTO DE VIDA PARA LA VIDA
Jn 6, 41-51
Luis Fernando Castro P.
TEÓLOGO

Hacer un camino de vida y de apertura dando nuevos pasos para ver algo más y, así no quedarnos estancados y murmurando en el mismo sitio, haciendo el mismo paradigma aprendido, desarrollando el mismo conocimiento y la misma idea como incomprendidos es encontrarnos con nuevas razones de vida, acogiendo alimentos nuevos y nutritivos que al asimilarlos nos facilitan construir y entrar constantemente en un dinamismo progresivo y creciente en nuestra experiencia de vida, la cual nos vivifica, nos permite llenarnos de resplandor y de fuerzas para conocer lo que hay en nuestro interior y lo que tenemos, trayendo una gran riqueza que genera una vida multiplicada y en abundancia para todos. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús como Palabra hecha carne y Pan bajado del cielo es interpelado por los judíos incrédulos y murmuradores y por la multitud buscadora del Maestro, quienes quedándose en la imagen superficial del conocimiento de Dios porque creen conocerlo en su origen, ahora dudan y se resisten a creer en la capacidad de Dios para alimentarlos y darles una vida en abundancia, dejando una puerta abierta a la opción de aceptarlo o de rechazarlo. Veamos: 

1. En cada proceso de vida que adelantamos y desarrollamos, que se nos presenta en nuestra cotidianidad, no siempre en principio es bien acogido, muchas veces sufren objeciones, provocando reacciones de murmuración, de duda y muchas veces al final de rechazo, éstas ocasionadas por la incomprensión o los malos entendidos que tienen alrededor de lo que se propone para generar unan nueva vida. Jesús en el discurso del Pan de vida (cf. Jn 6, 22-59) habla a los judíos y a la multitud que lo buscaba con ansiedad de quién es él teniendo como base la imagen del pan (Palabra Escuchada). Sin embargo, las reacciones negativas y cortas de los judíos y de aquella multitud que escuchaba al Maestro toman un giro contrario, no logran creer (Palabra Acogida), ignoran lo que es esencial del Maestro, alimentar de vida para tener vida plena y eterna (vv. 45-46). Unos murmuran como el Pueblo de Israel incrédulo en el desierto que reclamaba a Moisés por la falta de alimento (cf Ex 16, 2-12), quedándose solamente en mirar el origen de Jesús, piensan que conocen al Maestro porque lo tienen por el hijo de José y de María (vv. 41). No pueden ir ni ver más allá de lo que ellos ya conocen y de lo que están viendo como persona y como familia a pesar que se plantean unas preguntas (vv. 42), pero en realidad están más centradas en la preocupación por el origen de Jesús que por hallar algo más en la actividad y en la persona del Maestro. Como la escena ya conocida en el pueblo de Israel no ven más que el maná (cf. Nm 11, 6) sin darse cuenta que lo que están viendo y comiendo es un alimento de vida para la vida, un alimento que muestra la fidelidad de Dios y al mismo tiempo es la Palabra que nos incorpora, nos levanta y nos fortalece para continuar el camino, superando las dificultades, las crisis inevitables de nuestra existencia (cf. 1Reyes 19, 4-8). Otros sin poder ir más lejos de las palabras y de la pedagogía de Jesús, no comprenden el sentido de la imagen del Pan, se han quedado en el signo, pero no lo han encarnado (comer) ni mucho menos logran hacerlo carne (Palabra hecha carne), no les parece que el hijo del hombre pueda llegar a ser el hijo de Dios o que alguien que acepte y se le alimente del Pan de vida tenga la dignidad (el poder) de convertirse en lo que ella es, llegando a ser hijos, poniéndonos frente a frente y en diálogo con el Padre, pues la Palabra que se escucha o se come nos permite transformarnos en los que escuchamos y en lo que comemos: ¿Qué amor tan grande nos ha dado el Padre para que podamos llamarnos hijos de Dios, pues los somos realmente (cf. 1Jn 3, 1a).

2. Después de las objeciones y de la incomprensión de los judíos y de la multitud, Jesús sin querer justificarse ni retractarse de lo que es ni de su actividad, les pide al auditorio no murmurar (vv. 43), y a cambio acepten que el Maestro es el Pan, la Palabra que ha bajado del cielo (vv. 44-47). Jesús responde al auditorio que le escucha algo que puede sonar complejo de entender: nadie puede venir a mí si el Padre que me envío no lo atrae (vv. 44). Estas palabras no están enfocadas en una exclusión, esto no es lo que quiere decir el Maestro, lo que se está reiterando es que Jesús es el don, la Palabra-el Pan del Padre. Aceptarlo o rechazarlo depende de quienes lo escuchan y lo acogen. Jesús es el enviado del Padre, que el mismo Padre está atrayendo (instruyendo cf. Is 54,13) con las palabras y la actividad de Jesús. Pero, si no se da un salto de fe, si no reconocemos al Padre en nuestra condición de hijos (vv. 46) el sentido de la vida pierde su dirección, pues Dios es quien dará la paz, la tranquilidad y la vida plena  para que vivamos de una manera distinta, con sentido y con plenitud. Quien reconozca a Jesús como el Pan que baja del cielo obtendrá vida plena, vida en abundancia (cf. Jn 10, 10b), vida eterna (vv. 45-46) para que instruidos y comprometidos actuemos con responsabilidad, atrayendo hacia la luz y la vida, a otros. Como hijos de Dios, somos un proyecto un alimento valioso, una vida presente para vivir con excelencia. Dejarnos atraer por el Padre es vivir una vida plena, viviendo en la luz, unidos al Padre, él que nos ama sin medida. Asimilarnos al Padre es la expresión de ser hijos suyos, viviendo en el amor con los otros siendo reflejo de reconciliación (cf. Ef. 4, 30-5,2)

3. Jesús no es sólo el nuevo maná, el Pan de vida (vv. 48), sino que al mismo tiempo es el Pan que se nos da en el alimento para ser comido, asimilarlo a Él, Palabra encarnada no morimos, tendremos vida plena. Acoger la Palabra de Jesús es tener vida eterna. Y para acoger la Palabra de Jesús hay que escuchar su Palabra de vida eterna, porque es Palabra-alimento de vida. Así que, quien escucha la Palabra- Pan de Jesús es quien logra entrar en el camino de la vida eterna, en la comunión con la vida misma de Jesús, le da rostro de vida a este pan maravilloso y divino. Quien come de este Pan eterno, se parecerá cada vez más a Jesús y al Padre, que es la vida misma del Maestro. El que acoge el Pan eterno, es el que crece en la vida que Jesús nos otorga, una vida en abundancia. Este es entonces el camino, acoger la Palabra es aceptar a Jesús, como Pan de vida, como el nuevo maná para vivir de una manera diferente, creciendo en esa misma vida eterna, llegando a la plenitud de la Vida. Aquí entonces se nos presenta el sentido de la Eucaristía, la cual va más allá de un alimento material: este pan es "mi carne" (cuerpo en los otros evangelios) dice Jesús (vv. 51). Un pan, un cuerpo que se entrega, se dona sin medida, capaz de transmitir la vida (vv. 50-51), pues la vida que hay en él es la misma vida del Padre. De esta manera, Jesús con su cuerpo y con su sangre nos alimenta de vida para tener una vida en plenitud y en abundancia: Si uno come de este pan, vivirá para siempre (vv. 51b). Nuestra vida, por eso, encierra un poder maravilloso e increíble hasta lograr una verdadera transformación donde Dios esta dentro de nosotros, él hizo su tienda morando en nosotros (cf. Jn 1, 14; 14, 23). Por tanto, Jesús Pan de vida nos propone un nuevo éxodo, un nuevo caminar, una nueva dirección de vida para la vida. Un dinamismo de vida para avanzar y para profundizar en nuestra experiencia de ser hijos de Dios, expresado en una búsqueda de sentido y de realización de nuestra vida, como eterna y plena. Una búsqueda que se escucha para ser acogida, una vida que se asimila y nos compromete para continuar con nuestra presencia generando vida, pues es aquí donde el Padre escribe su vida y su Palabra, poniendo en nosotros una nueva manera de vivir como personas, llenos de su amor y de su luz que resplandece y rescata a otros para que también puedan vivir en plenitud. Hacer este camino es escuchar la voz y el alimento eterno del Padre que está en nosotros, pero al mismo tiempo nos permite conocer lo que somos, con quién nos identificamos y, esto nos compromete para continuar alimentándonos del Pan eterno con el fin de generar y transmitir una vida eterna, una vida generosa y abundante que está en comunión, en relación constante con el Padre. Una vida que se hace carne, que se solidariza porque se entrega y se ofrece sin excusas para alimentar la vida, dándole una nueva vida, haciendo posible que crezca y avance en todo sentido hacia la plenitud. 
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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