COMPARTIR EL DON ES ESTAR AL LADO DE LA SOLUCIÓN Jn 6, 1-15

COMPARTIR EL DON ES ESTAR AL LADO DE LA SOLUCIÓN
Jn 6, 1-15
Luis Fernando Castro P.
Teólogo

Todos estamos en la capacidad de tomar la iniciativa de hacer algo más de lo que hemos realizado, de poner lo poco o lo mucho que tenemos, facilitando que las cosas sucedan para el bien personal, pero también para dar vida, pensando y actuando por el bienestar y la satisfacción de los demás. Pero, hay personas que están más al lado del problema que de la solución. Retienen, dudan se quedan en el pesimismo, les parece que lo que son y lo que tienen para dar no es suficiente ni resuelve las distintas situaciones que se nos pueden presentar en los distintos aspectos de nuestra vida. Creen que cualquier acción que pretendamos iniciar con poco es absurda e imposible para compartir y para dar solución a algún problema. A la Luz de la Palabra de Dios, en las inmediaciones del mar de Tiberíades, Jesús tomando la iniciativa de alimentar a la gente que lo busca plantea un problema y una solución a dos de sus discípulos, Felipe y Andrés para que actuando con generosidad generen vida, una vida en abundancia. Sin embargo, las reacciones de sus discípulos con quien él dialoga y la gente que es alimentada es sorprendente, se mueven entre el pesimismo, la duda y el aprovechamiento según sus intereses. Veamos: 

1. Estamos ante una realidad donde es posible encontrarnos con personas que no miran más allá de sus problemas y de las distintas situaciones adversas que le suceden en su vida y en su entorno. Personas, que no caminan un  metro más de lo que se les pide. Todo lo que se les propone como solución, lo impregnan con un pero, con una excusa, porque toda idea que no esté sesgada a sus caprichos y a sus intereses son inadecuados. Jesús en compañía de sus discípulos y de la gente que lo seguía por los signos que realizaba en los enfermos sube a una montaña en inmediaciones del mar de Galilea. Allí, viendo que venía hacia él mucha gente toma la iniciativa de alimentarla. Para solucionar este asunto, el Maestro dialoga con dos de sus discípulos, Felipe y Andrés, quienes reaccionan desde diferentes puntos de vista (vv. 1-9). El primero con su respuesta y expectativa le parece que la iniciativa de Jesús es absurda porque cree que a través de los medios humanos es imposible alimentar y satisfacer la necesidad de la gente: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco (vv. 7). El segundo discípulo hermano de Simón Pedro, aunque moviéndose en el plano de la duda: ¿Pero qué es eso para tantos? (vv. 8b) va un poco más lejos, abre el camino a una posible solución, le presenta a un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces. En nuestra experiencia de vida nos encontramos con distintas formas de reaccionar frente a los problemas, a las crisis y las adversidades inevitables. Algunas personas actúan con pesimismo, con superstición, se quejan de todo siempre. Personas que oscilan en su círculo de influencia y en su seguridad, pues es mejor mantenerse en la barrera, como espectador, viendo a ver qué pasa, en lugar de asumir alguna responsabilidad que lo comprometa y los "obligue" a salir de su zona de confort. Estas personas son pasivas, les cuesta activar sus talentos, sus habilidades para ponerlas al servicio de las demás personas. Algunas guardan, retienen, acumulan cosas, aunque tengan conocimiento que les puede estar faltando a otros, centrados en sus propios intereses, actuando de un modo individualista. Más aún, esperan que Dios, los gobernantes sean quienes les resuelvan sus problemas, sin querer dar muestras de algún esfuerzo o de tomar la iniciativa para dar el paso a compartir y mejorar la calidad de vida. Entre tanto, hay personas que sin interesar los distintos momentos y situaciones por las que esté pasando su vida, se disponen a ayudar, a servir y a compartir, dando gracias de lo poco o de lo mucho que tengan (el pan de cebada era el pan de los pobres, el más barato). Están al lado de la solución desde lo que tienen, entre la duda y la confianza, de los escasos medios de lo que dispone desarrollan la generosidad sin miedo, confían en Dios y en sí mismos (cf. 2Reyes 4, 42-44). Ayudan, comparten, promueven a otros para que todos se vean beneficiados. Estas personas proponen, sacan lo mejor de sí mismo presentando soluciones, van un poco más lejos del problema porque saben que cuando en la vida se comparte de lo que se tiene, la posibilidad de satisfacer la necesidad de otros está latente, eliminando barreras y distancias entre unos y otros. De esta manera, estas personas, no son pasivas ni esperan a ver qué pasa, aprovechan el problema como una oportunidad para bendecir a otros. No se varan, son positivos, ponen la confianza en Dios: Dáselo a la gente y que coman porque así dice Yahvé: comerán y sobrará (2Reyes 4, 43), perseveran y no se rinden frente a la adversidad y a los retos que surgen el caminar y en la experiencia de vida, logrando generar cambios constructivos en el entorno al que pertenece y participa.

2. Cuando se comparte y nos solidarizamos pensando en los demás, hacemos un movimiento de adentro hacia fuera, dejándonos sorprender por la abundancia conseguida. Jesús tomando la propuesta del discípulo Andrés, con los panes y los peces, regalados, donados y compartidos (cinco y dos), estos no han sido comprados, realiza el signo de la multiplicación (vv. 10-11). Es decir, con poco es suficiente para dar mucho y para generar vida. Podemos pensar muchas veces que lo que somos y lo que tenemos no es suficiente para ayudar a la desproporción de situaciones adversas que surgen en nuestro entorno y en nuestra experiencia de vida, sin embargo, eso poco que creemos tener puede llegar a ser como una semilla que sembrada en buena tierra, crece y da mucho fruto. Algunos hablan o usan la expresión de "hacer una vaca" para lograr metas y objetivos que nos beneficien a todos, pues bien cuando todos ponemos algo de lo que somos y de lo tenemos, aunque nos parezca poco para beneficio de todos en manos de Dios y de la comunidad es posible alcanzar grandes cosas. Ese poco puede faltar para el objetivo si lo retenemos, si no nos desprendemos de él para compartirlo. La idea no es tanto lo que pongamos, si es mucho o es poco sino en el fondo es la calidad, el amor, la posibilidad de unirnos, de hacer comunidad de vida, que genere más vida (cf. Ef. 4, 1-6) porque todos tenemos algo que dar, pensando en los demás, aún cuando a estos no conozcamos o no estén presentes y activos en el mover de al comunidad; los recogieron...y llenaron doce canastas con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido (vv. 13), sirviendo unos a otros sin ningún límite, sin ninguna exclusión ni tampoco dejando que nada se pierda: los repartió entre los que estaban recostados...recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda(vv. 11-12) porque lo que nosotros no podamos hacer otros lo pueden hacer y lo que nosotros hagamos otros no lo pueden hacer, pero todos juntos logramos alcanzar grandes cosas que generan vida para los demás. Esto acerca y permite descubrir que los otros son importantes como nosotros también lo somos. De esta manera, desarrollar la capacidad de ayudar, de solidarizarnos, sin importar la cantidad no se limita a algunas personas porque el amor no tiene medida, sencillamente es querer estar al lado de la opción de compartir, de generar más vida, procesos de unidad y de servicio (cf. Salmo 145 (144), 15-16), trayendo abundancia y generosidad para que todos contribuyendo desde lo que pongamos sobre la mesa mejore nuestra calidad de vida.

3. Compartir el don para estar al lado de la solución, no significa buscar intereses particulares ni reconocimientos que a la postre desentonan con la bendición. La reacción de los discípulos y de la gente emocionada que vio el signo de Jesús fue pensar en hacer del Maestro a la fuerza un Profeta-Rey (vv. 14-15), mostrando que no habían entendido el signo, por eso Jesús prefiere retirarse, esconderse de nuevo al monte él solo (vv, 15). No quiere los aplausos, los eslóganes, ni los pitos de la gente que lo sigue, se han quedado en lo superficial del signo, no han ahondado, no han entendido. Solamente quieren el pan, satisfaciendo su necesidad, pero sin ninguna responsabilidad ni compromiso. La reacción de la gente pone al descubierto la ambigüedad porque quieren retenerlo todo, negando a quien lo da, cayendo en un individualismo que desvirtúa la comunión, la unidad y el servicio por los demás. Repartir y compartir el pan de vida va más allá de la intención de dominar y acumular porque no se busca el reconocimiento personal, sino el servicio de cada uno para que otros también sean libres y felices. Libres en la medida de compartir, de entregar y de dar con responsabilidad y, felices porque no hay mayor alegría que dar lo que se ha recibido para compartir  (cf. Hch 20, 35). Si bien es cierto que en algunos nos puede gustar ser reconocidos y aplaudidos por lo que hacemos y por lo decimos, el problema lo encontramos cuando se tiene la imperiosa necesidad de ser reconocido a toda costa porque en el fondo  el servicio y las ganas de compartir no están en función de ayudar, sino de esconder el escalofriante miedo al fracaso o a que nos descubran los lados flacos que tenemos, otorgando a otros el gran poder del perjuicio. Por eso, retirarse no es cosa de cobardes, sino de hombres y mujeres valientes que reconocen de quién procede la vida y los dones para compartir, buscando la gloria del Padre y no la nuestra, ya que la gloria de Dios es la posibilidad de tener hombres y mujeres libres que se disponen a compartir para estar al lado del servicio y de la solución, creando posibilidades y puertas de acceso que conduzcan a que muchas personas vivan de un modo mejor sus vidas. Por tanto, elevar nuestros ojos en atención a los demás por encima de la búsqueda personal y de los reconocimientos, es compartir nuestro don para estar a lado de la solución, generando desde nuestra vida una vida en abundancia (cf. Jn 10, 10b).
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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