ABRIR NUEVOS ESPACIOS A LA MISIÓN Mc 6, 1-6

ABRIR NUEVOS ESPACIOS A LA MISIÓN
Mc 6, 1-6

Luis Fernando Castro P.
Teólogo
Muchas de las cosas y de las experiencias que realizamos en nuestra vida tienen resultados y reacciones inesperadas, muchas de estas ilógicas porque creemos que en los lugares y en los distintos ambientes donde más nos conocen y nos hacen sentir seguros son los más apropiados para hacernos sentir importantes y para apoyarnos, logrando así crecer y edificar como personas, haciendo más de lo que somos y de lo que hemos conseguido en el camino y en la experiencia de vida y de relación con otras personas. Pero esto no siempre es así, es algo inusual pues muchas veces aquellos que están alejados de nosotros, que no nos conocen, sencillamente han escuchado algo de lo que estamos haciendo, son las personas que más confían en lo que hacemos y en lo que decimos, personas dispuestas y maravilladas nos escuchan y nos colaboran,  toman algún riesgo, dedican su tiempo y facilitan caminos para hacer el bien, logran sus objetivos porque no se quedan con lo que conocen, van más allá, reconociendo y valorando algo distinto en las personas, superando etiquetas y acciones ya establecidas. Sin embargo, aquellas acciones de rechazo y de fracaso no impide que nosotros podamos continuar avanzando y abriendo nuevas posibilidades de vida constructiva, usando nuevos métodos, nuevos recursos, planteando nuevas estrategias, facilitando y multiplicando el caminar cotidiano y responsable de nuestra vida sin desfallecer o pensar quedarnos estancados en el fracaso. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús abre nuevos espacios a la misión como respuesta a la enseñanza rechazada por los suyos, por los de su patria en la sinagoga de Nazaret, quienes incapaces de reconocer algo distinto en el Maestro y en su misión se cuestionan y se escandalizan, provocando en lugar de una confesión de fe, un ambiente de incertidumbre y de actitud despectiva. Veamos:

1. Cuánto nos cuesta creer, confiar y reconocer algo distinto en las personas que conocemos, nos acostumbramos tanto a ver en ellas lo mismo que nos parece insólito pensar que puedan hacer otras cosas, lleguen a hablar y actuar de una forma distinta, profunda y discernida. Solemos apresurarnos a hablar, etiquetar y a cuestionar a los demás, cayendo en meras suposiciones superficiales, creencias que señalan por lo que hemos visto, pero éstas no ayudan a crecer ni a mejorar ni a ver distinto a los otros. Es más fácil dejarnos llevar por las apariencias que por el proceder y por la novedad de lo que puede hacer una persona con su vida y su proyecto. Parece que nos falta conocer un poco más a las personas, incluso aquellas que conviven y tenemos a nuestro lado. Jesús tomando la iniciativa llega a su patria, a su casa, junto a sus discípulos, al lugar donde lo conocen desde niño. Llega como Maestro para continuar su misión, para enseñar en la sinagoga en día sábado (vv. 1-2). Ya no es el carpintero ni el albañil, como tampoco el artesano, ahora es el Maestro rodeado de seguidores que quiere hablar a los suyos, precisamente sobre el mismo hecho por el que había sido considerado fuera de sí, "loco" y por eso, había que ocuparse de él (cf. Mc 3, 20-21). La enseñanza de Jesús ocasiona en los asistentes en un principio admiración, maravilla, asombro...la multitud, al oírle, quedaba maravillada (vv. 2b), pero esto no fue suficiente porque estos mismos reaccionaron posteriormente con una actitud despectiva de poco aprecio, no pronunciaban ni siquiera el nombre del maestro para referirse a él: ¿no es éste...? Elaborando varios cuestionamientos (cinco en concreto) e interrogantes (vv. 2c- 3) sin dar lugar a algún espacio para confesar la fe y lograr ver más allá de lo que ya habían oído y visto. Las palabras de Jesús en lugar de ser acogidas, crearon un efecto contrario, un escandalo...se escandalizaban a causa de él (vv. 3b). Los asistentes y parientes con sus interrogantes mostraron solamente algo de Jesús, lo conocen poco y, por tanto, son  incapaces de ver algo distinto en la persona y en las acciones del Maestro. Lo insólito es que mientras la gente lejana reconoció la novedad (cf. Mc 5, 21-43) y se admiró de la enseñanza con autoridad de Jesús (cf. Mc 1, 21-28), sus parientes más cercanos, quienes lo habían visto crecer no les impresiona en nada la enseñanza y las palabras del Maestro. No consiguen captar algo nuevo en él ni mucho menos toman en serio la realización de su misión. No les parece importante ni interesante, se han quedado en lo superficial. No pueden creer en él. No se dan cuenta que hay una nueva presencia de Dios en medio de su pueblo. Hay una nueva relación de Dios con el ser humano. Dios ha abandonado los templos para ir hacia el encuentro de las personas porque ha dado fuerzas nuevas para que los elegidos, los profetas desempeñen su misión (cf. Ez 2, 2-5). No logran captar que Dios no hace nada sin el concurso, el esfuerzo, la presencia de lo humano. Para algunas personas las acciones y las palabras de otros les parecen un obstáculo o sencillamente las usan para elaborar cuestionamientos y crear escándalos porque creen conocerlos  o porque ya los han estigmatizado por su condición de vida; la miopía de sus ojos no les dejan ver algo más, les suena sospechoso lo que dicen y lo que hacen, desprecian sus actividades, desconfían de sus carismas, de sus talentos y de sus habilidades, se quedan solamente con la apariencia física y su forma de vestir. Son incapaces de reconocer a alguien distinto al de siempre, se cierran e impiden abrir nuevos caminos y aprender algo más para avanzar, se niegan a creer que detrás de una persona sencilla haya alguien grande, que detrás de una persona grande haya alguien sencillo, colocando el despreció por encima de la admiración y del asombro (cf. salmo 123 (122), 3). Esto impide por una parte que se nos valore adecuadamente en el lugar donde vivimos. No somos suficientemente admirados por quienes nos rodean y nos conocen íntimamente, ocasionando que el reconocimiento no sea en su propia casa, sino en otro lugar, lejos de su entorno más íntimo. Y, por otro lado, no nos damos el permiso, la oportunidad de ver más allá de las fallas, de los errores, del vestido, del rostro y de las cualidades de las personas que supuestamente hemos visto crecer, fomentando el rechazo, la etiqueta negativa, la desconfianza porque concebimos que lo sabemos todo y lo conocemos todo de la persona. Y, en lugar de apreciar, de sentirnos orgullosos, admirados por los que tenemos a nuestro lado, porque podemos ver en ellos un crecimiento, un cambio, un progreso en su vida, creamos una percepción de poco interés, lo cuestionamos y buscamos muchas veces hacerlo quedar en ridículo. Nos parece ilógico y, en efecto no nos parece apto para promoverlo. Esto no es recomendable para avanzar en nuestra misión, pues siempre necesitaremos de otros para lograr multiplicar la labor de la misión. 

2. No podemos evitar sentirnos frustrados cuando nos rechazan, cuando se nos cierra la puerta de una oportunidad de vida, pero muchas veces es interesante experimentar estas situaciones para que podamos seguir adelante, redirigiendo nuestros pasos hacia algo mejor. De esta manera, tenemos dos opciones, dar puntapiés a las puertas para que se abran, eso sería un acto de violencia, o buscar otras puertas que posiblemente serán acceso para continuar el camino y para poder desarrollar la misión. Jesús frente a los cuestionamientos y los interrogantes de sus parientes, realiza tres acciones interesantes: les habla, autodenominándose Profeta rechazado por su pueblo: Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio (vv. 4); no pudo hacer milagros...a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos (vv. 5); El rechazo de sus parientes en Nazareth Jesús decide replantear con nuevo método su misión...se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando (vv. 6) reconfirmando así su ser enviado por Dios. Es fácil estar de buen humor cuando las cosas que deseamos andan sobre ruedas. Nos sentimos, incluso agradecidos porque las puertas a donde llegamos y golpeamos se abren para nosotros. Pero, raramente se nos alienta a encontrar lo bueno cuando nos encontramos con las puertas del "NO". En ocasiones la reacción que tomamos es el abandono y la desilusión ante las oportunidades que perdemos porque rara vez logramos ver motivos para sentirnos agradecidos y avanzar sobre las puertas que se nos han cerrado a lo largo del camino. Cuando no se logra lo que deseamos en algún lugar, esto no significa que las puertas se hayan cerrado totalmente (vv. 5), como tampoco que la misión y el evangelio se deba detener (vv. 6b), lo que hay que buscar son nuevas formas y nuevos métodos para continuar la obra y el proyecto de vida. El rechazo no puede impedir la labor para continuar sirviendo, pues es ahí donde la debilidad de Dios aparece más dinámica que la fortaleza de los hombres (cf. 1Cor 1, 25) y también para decirnos: mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en mi flaqueza (2Cor 12, 9).

3. Abrir nuevos espacios para la misión, aunque se cierren algunas puertas provoca que la misión no se detenga ni se paralice, sino que ahora despierte la oportunidad para continuar avanzando, usando nuevos  métodos, nuevos recursos que faciliten enseñar y alcanzar los objetivos. Jesús fue bloqueado en la misión con sus parientes, pero este evento no fue suficiente para detener su misión, él no por eso dejó de servir  (vv. 5-6a). La expectativa de Jesús va más allá de un rechazo y de unos cuestionamientos, por eso, su respuesta y actitud es positiva, se maravilla de su falta de fe (vv. 6a). El fracaso no ha sido total, como tampoco es un acto para quedarse estancado y no continuar. Jesús no obliga a nadie a creer ni a seguirlo en su proyecto, pero su mano se continúa extendiendo para servir a quien desea acoger el dinamismo de su palabra y de su proyecto para que seamos profetas en  medio del pueblo de Dios. De esta manera, el maestro continúa abriendo los espacios de vida para los enfermos y para los necesitados, incluso Jesús no deja de ofrecer la esperanza en aquellos lugares que posteriormente será duramente rechazado y abandonado. Tiene todo para dar y eso es lo que interesa. Por eso, el rechazo obtenido por sus parientes será para él la ocasión para mirar hacia otros lugares de su alrededor donde sus discípulos serán ahora quienes actuarán como una fuerza centrífuga para continuar el camino propuesto por el maestro (cf. Mc 6, 7-13). Es decir, que ante el fracaso y el rechazo de sus parientes, Jesús ahora multiplica su misión a través de sus discípulos, estos han sido testigos del rechazo y del fracaso con los familiares del maestro, pero ahora con la responsabilidad de transformar, de hacer presente la obra de Dios y de ofrecer una nueva relación con los demás. Por tanto, ni el rechazo ni el fracaso puede detener el dinamismo de la palabra que sana y transforma, siempre abran nuevos espacios y nuevos recursos, otros espacios y otras maneras para continuar hacia adelante, logrando que la palabra de Dios se multiplique y traiga abundantes bendiciones para todos en su momento oportuno. 
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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