RECIBIR EL ESPÍRITU PARA VIVIR COMO RESUCITADOS Jn 20, 19-23
RECIBIR EL ESPÍRITU PARA VIVIR COMO RESUCITADOS
1. En el camino de nuestra experiencia de vida surgen algunas "rocas" que entorpecen el crecimiento y el progreso integral. Parece fácil decirlo ahora, pero lo que hay que hacer es quitarlas del camino para continuar avanzando y creciendo en todos los aspectos, siempre hacia adelante, superando lo que nos estorba o nos impide encontrarnos con una nueva manera de vivir por la acción del Espíritu Santo. Jesús resucitado se presenta a la comunidad reunida de los discípulos al atardecer (oscuridad) del primer día de la semana y los encuentra con las puertas cerradas (el corazón cerrado), llenos de miedo por las reacciones que podrían tener los judíos contra ellos (vv. 19). Los discípulos están en un estado de estancamiento, paralizados, permanecen como dentro de un sepulcro donde lo que reina es el miedo, el pánico y la oscuridad como raíz de todos los males. Para experimentar una vida con dinamismo es importante en un primer momento, superar lo que nos estorba e impide avanzar, mirando más allá de lo que hemos establecido o aprendido porque la dinámica de la vida, en todos sus aspectos hay algo nuevo que es movido por las acciones sorprendentes del Espíritu Santo, superando incluso lo que se conoce, se piensa y se actúa (cf. Hch 2, 4), ordenando todo según la voluntad del Padre. Pretender, entonces quedarnos al lado de la oscuridad, de la preocupación, de la tristeza y del miedo, el resultado que conseguiremos solamente es encerrarnos en nuestra propia existencia, quedándonos anquilosados interiormente, oscilando en lo mismo y sin darnos el lujo de disfrutar y de gozar la novedad creativa de la vida que siempre nos sorprende (cf. Hch 2, 2).
2. Toda novedad creativa trae consigo aspectos vitales y constructivos que se convierten en una herramienta para continuar avanzando y compartiendo con los demás. La presencia de Jesús resucitado en medio de la comunidad de los discípulos ofrece un comienzo totalmente nuevo, pues en medio del miedo, de la oscuridad, la comunidad tiene al quien es la luz y vencedor del mundo (cf. Jn 16,33) para que brote la posibilidad de avanzar y transformar las realidades personales, sociales y comunitarias (1Cor 12, 3-13), logrando ser una comunidad que muestre el rostro del resucitado proclamando la unidad y la fraternidad, aún en medio de las diferencias (cf. Hch 2, 6). La presencia del resucitado regala siete (7) obsequios para la comunidad y para cada uno de los que están presentes, trayendo cumplimiento y plenitud novedosa, que como herramienta vital crea una nueva relación de vida con la Vida, impulsada por la fuerza del Espíritu Santo para que avancemos integralmente, transformando y contribuyendo al crecimiento y al progreso de nuestra vida y también como aporte para las demás personas: 1. La Paz, como posibilidad de buena relación consigo mismo, con Dios y con los demás, porque en medio del dinamismo de la vida surgen conflictos que pueden llegar a desviar la mirada hacia el miedo, el fracaso, impidiendo llegar a la meta. Dotados de la paz hará que sea posible salir vencedores en medio de las dificultades, persecuciones, calumnias o conflictos que suelen surgir en la dinámica de la vida, destrancando las puertas y las ventanas que nos impiden ver más allá de lo que estamos para que con confianza caminemos hacia algo más grande y sorprendente. 2. Sanar las heridas causadas por la violencia, la persecución, el dolor es el segundo obsequio (vv. 20a). Sanar las heridas, no sólo permite mostrar que se ha vencido sobre lo que puede llegar a enfermar las relaciones personales y comunitarias, también muestra el inmenso amor, el cariño por los demás. Por eso, aunque las heridas se toquen ya no dolerán porque ya han cicatrizado por la fuerza de la vida y del amor (vv. 20b). 3. La Alegría (vv. 20c) es otro de los obsequios fundamentales para disfrutar más y mejor cada instante en el dinamismo de la vida. La alegría, por supuesto va más allá de un instante o de un momento sentimental o emocional, no depende de estas situaciones y circunstancias (cf. Jn 16, 20.22). Es la capacidad de reconocer que todo lo que está en el entorno influye para mejorar la calidad de nuestra vida. La Alegría es una decisión personal. Todo se convierte en bendición. Y, aunque en la dinámica de la vida algunos aspectos no salgan como se esperaba, esto no impedirá que la alegría se opaque porque hallará oportunidad para aprender y continuar avanzando, descubriendo nuevas expectativas que seguramente serán superadas. 4. El envío (vv. 21c). No hay nada más emocionante saber que cada persona es una antorcha encendida, con una identidad propia para recrear, para renovar la dinámica de la vida. Se vive para vivir y para aportar al crecimiento de los demás. Para esto es necesario acoger con sentido lo que se nos ha regalado y capacitarse en la novedad de la vida, ofreciendo elementos constructivos para el bienestar de los demás conduciendo a vivir una vida con sentido y plenitud. 5. El soplo (vv. 22a). Esta acción simbólica vivifica, alienta (cf. Gn 2, 7) y promueve abriendo la puerta a un nuevo comienzo, a un nuevo amanecer sin ocaso. Abre una nueva creación compartida con el Padre. El soplo hace que aquello que parece acabado, seco y sin vida se levante, se renueve y se recree en el amor y en la fuerza de la vida para compartirlo, entregarlo o sencillamente para disfrutarlo junto con otros, despertando el Espíritu de la vida nueva. 6. Recibir Espíritu Santo (vv. 22b) es recibir el amor sin medida. El amor del Padre y del Hijo es un lenguaje (cf. Hch 2,7) que nunca se agota, que tiene la finalidad de amar sin condiciones, sin límites. Sumergirse en el amor nos da la capacidad de amar, de disponer y entregar la vida para que otros también se realicen y desarrollen su libertad. 7. Perdonar los pecados (vv. 23). En la dinámica de la vida, amar va de la mano del perdón. Perdonar hace vivir a la otra persona porque facilita reconocerlo como lo que es, dejando la puerta abierta a una nueva relación. El Perdón como también el amor hace que todas las cosas sean nuevas. Dejarnos recrear por el amor de Dios para entrar en una relación intima con él. De esta manera, ofrecer el amor sin medida y perdonar es una tarea de quienes acogen la novedad de la resurrección y la viven en el desarrollo de su proyecto de vida como resucitados, lanzados hacia la misión.
3. A la hora de establecer y desarrollar objetivos que aporten a nuestra vida es vital superar todo aquello que nos impide o nos encierra para que desarrollemos con dinamismo adecuada y responsablemente la misión (vv. 21). Esto es posible cuando surgen personas nuevas, revestidas de la fuerza y del impulso del Espíritu Santo (vv. 22). Personas que superan la oscuridad, el miedo con el perdón y el amor, la angustia y la persecución con la acción creadora del Espíritu Santo, logrando perseverar y avanzar en sus metas, renovando con dinamismo la comunidad y los distintos ambientes de nuestra vida, ayudando a ordenar la vida de otros por el obsequio del perdón (vv. 23) y el amor, abriendo la puerta de la libertad, del cambio y la transformación para lanzarnos hacia nuevas cumbres (cf. Hch 2, 7-9), como portadores de las abundantes gracias recibidas por la presencia del resucitado viviendo como apóstoles de la luz, no anónimos, sino públicos. En este camino suelen surgir las adversidades, pero, esto no opaca el desarrollo eficaz de la misión ni el valor sorprendente de continuar contribuyendo en la tarea de mejorar la calidad en todos los aspectos de nuestra vida y de nuestras relaciones personales con la promesa cumplida de recibir el Espíritu Santo para vivir como resucitados.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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