¡VIENE EL REY! Mt 23, 37-44
¡VIENE EL REY!
Mt 23, 37-44
Prepararse para la llegada de alguna persona importante en la esfera familiar y social, o en el caso de preparar fiestas o eventos importantes, como lo es una celebración empresarial, un evento corporativo y cultural o también una celebración sacramental en el campo religioso, puede llegar a ser abrumador, provocando angustia, temor a las complicaciones que se generan en el proceso y estrés, mucho más cuando se va acercando la fecha y, con ello situaciones inminentes que posiblemente causan grandes cambios a nuestra vida. Son tantos los detalles, las listas y las cosas que son necesarios tener en cuenta en casa, en el trabajo, en la familia, de organización, de gestión y sobretodo de manejo de emociones, para que todo salga con la mejor expectativa y preste el mejor servicio a los invitados y participantes de dichas reuniones familiares y/o sociales. Sin embargo, estas esperas son posible llevarlas con serenidad, sin excesos y mucha consciencia para que podamos vivirlas con mayor tranquilidad y plenitud. A la luz de la Palabra de Dios algunas estrategias practicas para aprender a prepararnos al acontecimiento grandioso de la venida inminente del Rey, como posibilidad de construcción, crecimiento y aporte en las distintas esferas, donde pertenecemos y tenemos la oportunidad de ser esperanza, paz y justicia para los demás. Veamos:
1. Evite distracciones (vv. 37-39): Hacer foco en las tareas y actividades se ha convertido para muchas personas hoy en un reto porque surgen distintas distracciones que nos pueden desviar o interferir en el proceso y desarrollo de lo que estamos pensando y haciendo en nuestra vida. En alguna ocasión los discípulos preguntaron a Jesús cuándo sucedería el fin del mundo y cuál sería la señal que preanuncia el juicio de Dios (tinte apocalíptico), a lo que el Maestro responde comparando su venida con la aparición del diluvio en tiempos de Noé (cf. Gn 6,9-7-24). La gente estaba absorbida por las situaciones, eventos y circunstancias de la vida...comer, beber y casarse...centradas en lo meramente biológico. El asunto era sólo disfrutar y gozar de la vida. Que llegara el diluvio era algo lejano e irreal para muchos de este tiempo, por eso su enfoque consistía en concentrar sus fuerzas en sus asuntos personales, despreocupándose y distrayéndose de lo que es más importante, quedándose en la apariencia de lo externo. Si tenemos claro nuestro objetivos nada ni nadie podrá distraernos. Si el objetivo es celebrar el acontecimiento de la venida del Rey, si tenemos claro nuestros sueños y metas, y a dónde queremos llegar, no hay porqué distraerse con lo económico, las ocupaciones personales, los distintos problemas familiares, laborales y sociales, las enfermedades físicas, el ego, el odio, el orgullo. Esto nos puede desviar del camino, de los sueños, de las metas, de los propósitos que queremos alcanzar. Más aún nos distrae de la posibilidad de crear nuevas relaciones humanas y de hacer que los lugares donde participamos, discernimos la vida sean más saludables. Evitar distraerse es desarrollar el hábito de continuar hacia adelante, manteniendo la mirada en el objetivo final a lograr, dejándonos sorprender de la vida, silenciando los distractores y los apegos porque la vida no nos quita cosas, nos libera de cosas que nos alivianan el camino para que podamos crecer y progresar en todo sentido y con esperanza, hasta alcanzar nuestra plenitud.
2. Atender a los cambios (vv. 40-41): Nuestra vida es dinámica, de constantes cambios. No es estática, tiene un principio y un final, lo impresionante es saber que no terminará igual. La enseñanza de Jesús continúa afirmando que...estarán dos en el campo; uno es tomado y el otro es dejado; estarán dos mujeres en el molino juntas; a una se la llevarán a otra la dejarán...Las ocupaciones más importantes del hombre y de la mujer llegan a causar fatiga, esfuerzo, trabajo, sufrimiento, alegría, pero con la venida del Señor, el cumplimiento de nuestros objetivos y alcances, no todo continuará siendo lo mismo, esto producirá cambios asombrosos que conducirán a generar vida a la vida. Atender a los cambios, es evitar quedarse estancado, impidiendo avanzar y progresar en nuestra vida. Cuando nos quedamos anclados, apegados a ideas, a circunstancias, a logros, a episodios reales de nuestra vida, sólo produciremos que nuestra realidad y entorno se mantenga en la famosa frase de la zona de confort, como obstáculo para vivir con plenitud, disfrutando de algo más que nos ofrece el ritmo constante de la vida. Si bien los cambios generan resistencia, incertidumbre por el miedo a lo "desconocido", también es cierto que los cambios rompen con el paradigma de pretender controlarlo todo, pues habrán ciertas situaciones y circunstancias de nuestra existencia que sucederán, aunque no las esperemos y sin el chance de poderlas modificar, pero que nos dan la oportunidad de aprender lecciones nuevas que seguramente serán valiosas para continuar creciendo en el quehacer de nuestra vida, aportando nuevos argumentos que ayudarán también a que otros renueven su proceso y proyecto de vida.
3. Vigilar despiertos (vv. 42-43): Creer que estamos despiertos, cuando en realidad estamos dormidos, es una actitud satisfecha que sólo lo realiza quien se encuentra en una condición de sonámbulo. Hacer las mismas cosas, queriendo obtener nuevos resultados, sin salirse de lo obvio no es recomendable. Cuántas personas van de prisa por la vida sin ser conscientes de su respiración y de su cuerpo; cuántos más están dormidos afectiva y mentalmente dándole vueltas a la cabeza sobre lo mismo; cuántos están arraigados a sus ideas y conocimientos sin darse la oportunidad de complementarlos. Velad, pues, porque no sabéis en qué día va a venir vuestro Señor...es la invitación que nos hace Jesús. Si conociéramos el día, la hora, la fecha de la venida del Señor, a lo mejor dejaríamos todo para después o para lo último, como es habitual en tantas situaciones de nuestra vida, pero lo inesperado, y sorpresivo es lo que nos conduce y nos mueve a mantenernos despiertos y siempre alertas, leyendo las señales que nos ofrece el constante movimiento de la vida. Bien es cierto que no siempre podemos ser una luz en todas las esferas de nuestra existencia, pero sí es posible que a pesar de las dificultades o las distintas situaciones que experimentamos, si estamos despiertos, podemos superar y avanzar para servir y mejorar en lo que ya somos. Vigilar despiertos es continuar avanzando para que la tristeza, la incertidumbre, la escasez, la ausencia, el dolor y el sufrimiento no nos duerman. Cada día el Buen Dios viene a nuestro encuentro dándole una oportunidad para continuar creciendo, no podemos dejarlo pasar de largo, siempre es importante avanzar, evitando quedarnos en lo que no podemos modificar. Esto es un auténtico reto para contribuir a una sociedad en progreso y practica de la justicia social.
4. Estar preparados (vv. 44): La preparación no es producto de un instante, sino de todo momento de nuestra vida. Nunca debemos bajar la guardia, es importante que nos mantengamos en constante preparación integral, pues no sabemos en qué momento nos llegan las oportunidades para construir y alcanzar los sueños y las metas que nos hayamos propuesto. Tener en mente, en el corazón lo que queremos lograr hacer, cómo lo queremos y cuál sería el resultado hace parte de nuestro quehacer de nuestra vida para valorar adecuadamente cada paso que demos para alcanzar el verdadero objetivo. Esto es lo que nos anima y nos impulsa para vivir y desarrollar con alegría, responsabilidad y fidelidad nuestro de proyecto, dando posibilidad a que otros también se beneficien y construyan con estrategias adecuadas y cooperativas una ruta de esperanza, de vida y de justicia que clame constantemente: ¡Ven, Señor Jesús! ¡Marana- Tha!
3. Vigilar despiertos (vv. 42-43): Creer que estamos despiertos, cuando en realidad estamos dormidos, es una actitud satisfecha que sólo lo realiza quien se encuentra en una condición de sonámbulo. Hacer las mismas cosas, queriendo obtener nuevos resultados, sin salirse de lo obvio no es recomendable. Cuántas personas van de prisa por la vida sin ser conscientes de su respiración y de su cuerpo; cuántos más están dormidos afectiva y mentalmente dándole vueltas a la cabeza sobre lo mismo; cuántos están arraigados a sus ideas y conocimientos sin darse la oportunidad de complementarlos. Velad, pues, porque no sabéis en qué día va a venir vuestro Señor...es la invitación que nos hace Jesús. Si conociéramos el día, la hora, la fecha de la venida del Señor, a lo mejor dejaríamos todo para después o para lo último, como es habitual en tantas situaciones de nuestra vida, pero lo inesperado, y sorpresivo es lo que nos conduce y nos mueve a mantenernos despiertos y siempre alertas, leyendo las señales que nos ofrece el constante movimiento de la vida. Bien es cierto que no siempre podemos ser una luz en todas las esferas de nuestra existencia, pero sí es posible que a pesar de las dificultades o las distintas situaciones que experimentamos, si estamos despiertos, podemos superar y avanzar para servir y mejorar en lo que ya somos. Vigilar despiertos es continuar avanzando para que la tristeza, la incertidumbre, la escasez, la ausencia, el dolor y el sufrimiento no nos duerman. Cada día el Buen Dios viene a nuestro encuentro dándole una oportunidad para continuar creciendo, no podemos dejarlo pasar de largo, siempre es importante avanzar, evitando quedarnos en lo que no podemos modificar. Esto es un auténtico reto para contribuir a una sociedad en progreso y practica de la justicia social.
4. Estar preparados (vv. 44): La preparación no es producto de un instante, sino de todo momento de nuestra vida. Nunca debemos bajar la guardia, es importante que nos mantengamos en constante preparación integral, pues no sabemos en qué momento nos llegan las oportunidades para construir y alcanzar los sueños y las metas que nos hayamos propuesto. Tener en mente, en el corazón lo que queremos lograr hacer, cómo lo queremos y cuál sería el resultado hace parte de nuestro quehacer de nuestra vida para valorar adecuadamente cada paso que demos para alcanzar el verdadero objetivo. Esto es lo que nos anima y nos impulsa para vivir y desarrollar con alegría, responsabilidad y fidelidad nuestro de proyecto, dando posibilidad a que otros también se beneficien y construyan con estrategias adecuadas y cooperativas una ruta de esperanza, de vida y de justicia que clame constantemente: ¡Ven, Señor Jesús! ¡Marana- Tha!
Luis Fernando Castro Parra. Teólogo. Magister en Familia
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