BIEN FORMADOS PARA EL SERVICIO DE LA VIDA Lc 6, 39-45 Octavo Domingo Tiempo Ordinario (Ciclo C)
BIEN FORMADOS PARA EL SERVICIO DE LA VIDA
Lc 6, 39-45
Octavo Domingo Tiempo Ordinario (Ciclo C)
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Luis Fernando Castro Teólogo PUJ |
Mantener una actitud de crecimiento integral constante para vivir y actuar de una manera adecuada y con eficacia hace parte del cuidado de nuestro interior y de la decisión de practicar el discernimiento, sabiendo identificar y escoger qué es lo mejor para dar solidez a nuestra vida en todos los aspectos, más allá de tomar decisiones basadas en blanco y negro o a la ligera, pues los verdaderos cambios comienzan por nosotros con el fin de alcanzar verdaderos frutos de calidad. Revisar las opciones y las acciones que hacemos en cada momento nos permite también darnos cuenta si estamos dando frutos que enriquezcan las relaciones humanas porque las proyecciones que tenemos de las demás personas y, que muchas veces nos molestan y nos incomodan puede motivarnos a corregir y a mejorar nuestra propia experiencia de vida y, también a mejorar y fortalecer nuestras relaciones personales. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús continúa su enseñanza y formación a sus discípulos en el sermón de la llanura proponiendo una parábola de un ciego que quiere conducir a otro ciego, ilustrando un camino de aprendizaje y de evaluación en sus discípulos frente al comportamiento con las demás personas, elaborando verdaderos criterios de vida que conduzcan a actuar desde el corazón para dar con generosidad buenos frutos de calidad. Veamos:
1. En todo proceso de nuestra existencia que hemos iniciado buscamos cada día ser mejores en todos los aspectos, logrando alcanzar una madurez integral, que implica tener un crecimiento en cada uno de nuestros quehaceres cotidianos y de las metas que nos hayamos propuesto, un manejo adecuado en las relaciones personales y comportamientos con las demás personas, un viaje al interior para aprender a conocernos arrancando todo aquello que nos impide ver más lejos algo más y diferente en las personas con quienes nos relacionamos. Jesús cuenta una parábola a sus discípulos sobre cómo un ciego no puede guiar a otro ciego, pues los dos podrían caer en el hoyo (vv. 39), indicando un estado de aprendizaje doble: Trabajar su interior a sí mismo y guiar a otros, prefiriendo salir de la oscuridad, de la falsedad y de la hipocresía (vv. 42) para caminar sobre criterios de vida y desde la misericordia de Dios (vv. 36) que faciliten no caer en el comportamiento negativo de emitir juicios y criticas contra otras personas. La visión expuesta por el Maestro a partir de esta parábola inicial es buscar que nosotros, como los discípulos comprendamos que la misión del discípulo es guiar a otras personas. Entonces para ser guía de otros necesita estar capacitado, debe aprender a conocerse a sí mismo para que aun con sus defectos pueda ayudar a muchas personas facilitando caminos de crecimiento y solidez.
2. Hay un peligro en nuestras relaciones comunitarias y familiares creer que por saber o conocer algo, ya somos perfectos y brillantes, como si no necesitáramos de nada más para ampliar nuestra visión y nuestra experiencia de vida. Este peligro tiene nombre, se llama autosuficiencia y soberbia. Algunas personas por tener una formación, creen saberlo todo, evitan ejercitarse, no realiza discernimientos que cuiden su vida interior logrando abrir una brecha de ceguera que le impide guiar y crecer junto a otras personas. Caen en la soberbia, la envidia y la hipocresía. No basta solamente con los estudios y los títulos que hayamos participado, si no estamos dispuestos a profundizar, reflexionar y aplicar de la mejor manera en nuestra existencia y en nuestro quehacer, no sólo en nosotros, sino también para el beneficio de muchas personas: porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto malo (vv. 43). Estamos para sacar lo mejor de nosotros para ayudar y facilitar el bien de los demás cuando nos esforzamos por hacer algo más que contribuya al servicio de la vida.
3. Lograr estas acciones traerá como consecuencia ser como el maestro, pues el discípulo no está por encima del Maestro (vv. 40). Es importante en esta tarea ser un solo corazón con Jesús para dejarnos ayudar por él para luego poder enseñar y guiar a otros sin falsedad y sin hipocresía. Aquí en principio no se pide que el discípulo esté permanentemente dentro de una escuela, lo que pretendemos es avanzar en el seguimiento del Maestro para no caer en la amenaza de la hipocresía y la falsedad. El discípulo no está para burlarse o gozarse de los defectos de las otras personas justificando los propios. Aquellas personas que no se aman a sí mismos ven mal en todo lado, critican, señalan; pero no hacen nada para contribuir a la vida y a la sociedad. Todos aquellos no se sienten cómodos consigo mismo les cuesta reconciliarse con ellos mismos y, entonces ocasionan distancia entre unos y otros, separan, dividen y polarizan. Por eso, la primera tarea del discípulo es sacar la viga del propio ojo (vv. 41-42). Precipitarnos a emitir juicios contra otras personas porque creemos que todo lo tenemos controlado en nuestra vida o porque tenemos un status o un cargo con cierto liderazgo puede causar muchas cegueras en nosotros, llegando a ocasionar que en lugar de guiar y de orientar a otras personas para que crezcan y avancen terminemos desviándonos con ellos del camino de la vida o deteniendo procesos de vida que destruyen y afectan a la persona.
4. Cuando emitimos y descalificamos a las personas con juicios negativos nos equivocamos: el hombre es probado en su conversación (Sirácida 27, 5) y, en efecto, nos daremos cuenta que quienes necesitan de apoyo y de ayuda no son las personas que juzgamos y criticamos, sino nosotros mismos que actuamos de una forma ciega y apresurada, dándole fuerza a la falsedad y a la hipocresía. Lanzar prejuicios sobre los demás nos hace ver lo que nosotros somos, creando imágenes superficiales y negativas que nos impiden relacionarnos de una mejor manera. Quienes juzgamos simplemente tomamos el lugar que no nos pertenece y, por eso, nos confundimos, nos desviamos del camino actuando como derrotados porque terminamos juzgados de la misma manera con la que criticamos y emitimos juicios. Mucho de lo que vemos negativo en las personas es aquello que debemos trabajar más en nosotros mismos con la ayuda de Dios. Un sabio decía que una persona cuando ve cualidades en las otras personas, debe intentar imitarlas, pero si ve defectos entonces, lo mejor es ponernos en la tarea primero de corregirlos en nosotros mismos.
5. Antes de buscar cambiar a los demás, somos nosotros los que debemos decidir dar el primer paso para cambiar, limpiando nuestro lentes sucios, superando nuestra propia miopía, aprendiendo a superar la crítica y la hipocresía para luego decidir (cf. Sirácida 27, 5-8) porque si nos consideramos con buena vista para criticar y emitir juicios negativos sobre los demás nos equivocamos, poniendo al descubierto lo que abunda en nuestro corazón (vv. 45). No estaríamos, entonces con estas acciones al nivel del Maestro. Un nivel de escucha y de amor que sabe ver y leer desde el corazón. Es el nivel de buen árbol que lleva savia para dar buenos frutos. Ser buen árbol no condiciona una aplicación moral, sino una calidad de vida cuando se trata de dar lo mejor a los demás, desbordando todo lo que somos verdaderamente sin reserva y con generosidad. Quienes se han identificado y se han dejado formar por el Maestro sus cualidades y actitudes se reflejan en las distintas relaciones humanas. La manera de ser y el comportamiento de las personas que se identifican con Jesús hará que muchas personas no sólo lo vean, sino que quieran también dar ese paso de formarse en la escuela del Maestro, descubriendo la belleza y la bondad de Dios que sabe darse sin señalar ni condenar: Cada árbol se conoce por su fruto (vv. 44).
6. Esta responsabilidad que tenemos con las demás personas no nos puede impedir tener una actitud de aprendizaje de nuevas experiencias que nos podría ayudar a ir un paso más lejos en lo que estamos construyendo y en la gracia de relacionarnos con otros. Para algunos es mucho más fácil emitir juicios contra personas basados en las deficiencias y debilidades de los otros, dando opiniones y consejos que lastiman y exponen a la persona al reproche y a la ausencia de un verdadero discernimiento. Pero, todos como personas no llegamos a saberlo todo, siempre estamos por aprender algo más para continuar hacia adelante. Por eso, una de las tareas que tenemos es evaluarnos a nosotros mismos antes de emitir juicios contra otros. Es una capacidad de autocrítica para quitar los prejuicios, quitar las cegueras y avanzar. Nuestro defectos, sin embargo, no nos impide actuar con responsabilidad frente a las demás personas. Tenemos una tarea para el servicio de la vida. Orientar, enseñar a otros no es una actividad fácil porque si al trabajar hacia nosotros mismos ya es algo complejo, pues mucho más pretender querer hacerlo con las demás personas. El servicio del amor no puede ser descuidado: ...Quítate primero la viga, y entonces verás claro para quitarle a tu hermano la brizna (vv. 42) dice Jesús, es decir, evaluarnos constantemente es ayudarnos a sacar nuestra propia viga para que podamos también aprender a ver con misericordia las faltas de los demás, actuando en un sólo corazón con el Padre de la misericordia, proclamando su amor (cf. Salmo 91, 2-16), anunciando la buena nueva con esperanza.
7. Estar en constante aprendizaje y evaluación (sacar la viga, la brizna) no es una excusa que nos impida o nos pueda bloquear la responsabilidad de la corrección fraterna (vv. 41-42). Todos estamos facultados a tender la mano para que muchas personas también puedan revisar y evaluar su vida (vv. 42b); aunque, esta tarea sea cada vez más exigente y tenga como punto de partida el trabajo que hacemos desde nuestro interior. La imagen del ciego, del que está aprendiendo constantemente, entonces tiene un lado positivo porque tiene la responsabilidad de acoger para apoyar en el camino de vida a muchas personas, sin olvidar que también nosotros tenemos que continuar trabajando en nuestro interior para ser cada vez mejores en lo que somos y en lo que podemos hacer con responsabilidad y eficacia. Todos como personas somos compañeros de camino, tenemos defectos; pero esto no nos exime de ayudar y de servir con generosidad. Nadie puede llegar a considerarse menos o más que los demás, venciendo con la ayuda de Dios (cf. 1Cor 15, 54-58) la tentación, la ceguera de la hipocresía, recobrando fuerzas para asumir con responsabilidad y abiertamente los desafíos que muchas veces nos plantean las relaciones personales y el desarrollo de la misión.
8. Comenzar por aprender a revisarnos a nosotros mismos es facilitar el camino para sacar lo mejor y lo que abunda en nosotros, dando los mejores frutos que enriquecen nuestra vida y a la sociedad, pues nuestras acciones son el producto de nuestras decisiones. Jesús ha enseñado a sus discípulos dos imágenes: el árbol se conoce por sus frutos (vv. 43-44) y ahora, nos habla sobre el tesoro en el corazón del ser humano (vv. 45) para subrayar la responsabilidad entre lo que se dice y se hace para actuar con solidez, dando frutos de calidad, porque lo que rebosa en su corazón habla su boca (vv. 45). Nosotros nos estamos en función de sí mismos, sino de las otras personas, esta es nuestra misión. Esto es lo que nosotros podemos llamar servicio. Formados para dar, crecer para compartir lo mejor de nosotros, de lo que hay en nuestro corazón, en nuestro interior porque ...el hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno...(vv. 45). La imagen del árbol así toma un sentido sorprendente porque nos muestra una ética de dar el buen fruto, el gesto de hacer siempre el bien, consolando y edificando sin interesar los defectos. Algo que todavía está por aprenderse evitando caer en el hoyo de la mentira y la hipocresía.
9. Como personas libres decidimos lo que queremos hacer y, lo hacemos o decidimos incluso no hacer lo que mucho hablamos. Muchas de las palabras y de las acciones que usamos no ayudan a los demás, matan e impiden avanzar mostrando que los frutos no son de la mejor calidad. Examinar nuestros resultados y acciones (frutos) como personas nos facilita revisar si nuestras palabras y nuestras acciones frente a las demás personas corresponden con los que somos y con lo que hemos cultivado o por el contrario, no hay una verdadera sinceridad. La clave de nuestro crecimiento consiste estar en sintonía en un solo corazón con Dios para sacar lo mejor que hay en nosotros sin fingimientos o segundas intenciones, obrando con generosidad, honestidad y solidaridad, produciendo los mejores resultados que fortalecen y hacen crecer nuestras relaciones humanas, logrando que estas sean sanas y favorables para el bienestar de todos, pues nuestras acciones y comportamientos ponen al descubierto el contenido de lo que abunda en nuestro interior porque ... no se recogen higos de los espinos ni de las zarza se vendimian uvas (vv.44b).
10. No sacar lo mejor de nosotros, como canal de bendición será siempre un desastre porque de lo que decimos con nuestras palabras y lo que hacemos con nuestras acciones no corresponde con la abundancia y la misericordia del Padre, no habrá verdadera transformación. El verdadero maestro no es el que solamente atrae, también es quien sabe conducir a las personas a un crecimiento mucho mejor y, esto sólo se logra cuando reflejamos aquello que muchas veces decimos con nuestras palabras o que hay en nuestro interior. La boca debe estar en sintonía con el corazón. Esto es la clave porque muestra los principios y los valores que hemos asimilado como personas. El corazón es la sede de los pensamientos y los sentimientos. Por eso, la boca no dirá nada diferente a lo que tenemos y experimentamos en el corazón, lo que pensamos y lo que sentimos. La boca sólo desborda lo que hay en nuestro interior. De esta manera, depende de cada uno como persona llenar bien el corazón de lo que ha escuchado del Maestro para que podamos ser guías, orientadores, personas bien formadas al servicio de la vida, haciendo bien a muchas personas, dando buenos frutos y de buena calidad.
11. En resumen, revisarnos y evaluarnos a nosotros mismos constantemente en nuestras palabras y acciones hará que nuestra vida y la de muchas personas mejoren y crezcan en un sólo corazón con el Padre de la misericordia, donde nos conocerán por el servicio y el amor, frutos de la bondad y de las buenas decisiones que sabemos tomar para el bienestar integral de nuestra vida. El buen tesoro de nuestro interior describe lo que somos. Nuestra vida está viva por la buena decisión de tener un corazón que desborda vida. De esta manera, la formación de las personas no parte de normas y meramente doctrinas, sino que surge de actuar y de vivir a la manera de un Dios que lleno de misericordia, rebosa sobre nosotros lo que hay en su propio corazón.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ- Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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