EL VERBO DE NUESTRA HISTORIA ES SERVIR Mc 9, 30-37 Domingo Vigésimo Quinto, Tiempo Ordinario (Ciclo B)

EL VERBO DE NUESTRA HISTORIA ES SERVIR
Mc 9, 30-37
Domingo Vigésimo Quinto, Tiempo Ordinario (Ciclo B)
Luis Fernando Castro
 TEÓLOGO PUJ 

Estamos en una sociedad donde la publicidad y el consumismo, las distintas series de televisión y de los medios sociales influyen en la forma de pensar y de actuar de muchas personas, pero su finalidad no es prestar un servicio ni mucho menos pretende informar, sino que sus acciones muchas veces muestran una manera de dominar, de decir ¡Aquí mando yo! Cuyo fin es ganar mayor rating, ganar una serie de puestos con ciertas arandelas, asegurando imagen, influencia, acrecentar un status o lanzar una marca que los reconozca como personas y como institución. Este es su afán, un deseo de superación y de éxito. Algunas personas en este movimiento llegan a profesionalizarse, otras buscan ascensos labores con el objetivo de tener un mejor cargo que les devengue mayores ingresos económicos y, en consecuencia le de una mejor imagen en la sociedad. Entre tanto, otros quieren mantener un status que muestre el poder, el dominio, la superioridad frente a las demás personas. Buscan competir y rivalizar antes que compartir. Sin embargo, aunque algunas cosas, situaciones nos sirven para progresar, lo más importante lo vamos a encontrar no en el interés particular de dominar, sino en la manera cómo podemos usar lo que tenemos para crecer y servir, haciendo sentir que todos como personas somos importantes, tenemos dignidad. No se trata entonces, de subir para dominar, sino de bajar para servir. Esto no es ingenuidad ni tampoco una oportunidad para aprovecharse, es una posibilidad de vida para servir a favor de muchas personas. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús anuncia por segunda vez su pasión, muerte y resurrección a sus discípulos caminando por Galilea, pero sus discípulos están más preocupados por saber quién es el más importante y mayor de todos, haciendo a un lado el verbo de servir. Veamos: 

1. Servir es un verbo agridulce. Para algunas personas, puede sonar como un dinamismo ilógico que construye la vida porque están pensando más en sus propios intereses, teniendo actitudes arribistas que desgastan e impiden avanzar y compartir hacia nuevas metas donde la alegría y el crecer juntos sería la prioridad. Jesús yendo de camino por Galilea con sus discípulos y, de una manera reservada, sin que nadie se entere...él no quería que se supiera...(vv. 30) porque iba enseñando, está haciendo escuela con sus discípulos (vv. 31), dedicado a ellos, manteniendo cierta distancia de las personas. Jesús les anuncia por segunda vez su pasión, muerte y resurrección (vv. 31). Algo que es importante para el discípulo porque el Maestro quiere mostrar que el camino de la vida no es solamente un camino de gloria, de éxito y de mucho poder.  Estas enseñanzas parece que siempre les cae mal a los discípulos quienes están con la mentalidad de buscar los primeros lugares de la sociedad para dominar y sentir poder. Esta reacción de los discípulos ocurre cada vez que el Maestro enseña algo sobre lo que les espera por anunciar el evangelio, la Buena Noticia. No han logrado entender que la grandeza se llega por medio de la vía del sufrimiento y de la entrega. Los discípulos todavía no logran comprender las enseñanzas de Jesús porque no están en sintonía con el proyecto de Dios (vv. 32), y, entonces, prefieren mantener un silencio tenso.

2. Como era acostumbrado los discípulos hablan a escondidas, como haciendo un diálogo de corrillo entre ellos sin entender lo que el Maestro les estaba diciendo y, al mismo tiempo se abstienen de preguntar (vv. 32), tal vez para evitar contratiempos como le había sucedido a Pedro (cf. Mc 8, 32-33) o sencillamente como suele ocurrir no quieren saber nada de crucifixión, de rechazo y de sufrimiento. Para nosotros hoy lo entendemos, es un paso necesario hacia la resurrección, para el discípulo de ayer y de muchos hoy esto no está en los planes y en las expectativas. La discusión y las aspiraciones de los discípulos que van en el camino con Jesús están siendo contrarias al proyecto y a la enseñanza del Maestro. Todos buscaban reconocimiento, poder, aplausos, palmaditas en la espalda. Ellos quieren aprovecharse de lo que tienen y se les ha dado para ser mayor para sentirse persona. No acaban de entender, como nosotros no acabamos tampoco de entender que por ahí no está el camino constructivo de nuestra vida. Por eso, ante la pregunta del Maestro, ellos guardan un silencio profundo: Ellos callaron, pues por el camino habían discutido... (vv. 34). Y, mientras los discípulos discuten entre ellos en el camino de un modo apaciguado sobre sus ambiciones y negocios, ignorando la enseñanza del Maestro, Jesús les habla de frente, les está enseñando que para ser primeros hay que ser el servidor de todos pasando por el túnel del sufrimiento, del sacrificio significativo y de algún esfuerzo, aun de pruebas y de rechazos (cf. Sab. 2, 12.17-20) que faciliten superar los intereses personales y egoístas del corazón (cf. Santiago 3, 16-4,3). 

3. Muchas veces nos hemos creado falsas imágenes y expectativas que están fuera de lugar y de contexto porque centramos solamente nuestra vida en éxitos y en logros individuales sin tener en cuenta que en estos procesos puede ocurrir momentos inevitables de sufrimiento de dolor y de angustia, momentos de entrega y de rechazo. Esto no es posible ni siquiera hay que pensarlo en nuestra vida y sociedad actual, abarcando así solamente nuestra lógica humana, la cual busca solamente actuar con la sabiduría del egoísmo y el desenfreno de yo, queriendo alcanzar los mejores puestos, los primeros lugares sin realizar nada de esfuerzo o sin entender nada, usando muchas veces ciertas palancas o artimañas para lograr este objetivo que en muchos casos está enfocado en ambiciones, búsqueda de grandezas y reconocimientos meramente personales. La voluntad de poder y de dominio, de sobresalir por encima de las demás personas es una actitud contraria a la lógica de Dios porque desata rivalidad, envidia, poderes que enceguece los rostros, entendiendo el servicio como una ocasión de honor. Ante estas actitudes y acciones los efectos son nefastos porque crean envidias, injusticias y rivalidades que pisotean la dignidad de las personas, impidiendo que el amor, la justicia y la paz sean las actitudes prioritarias para quienes prefieren que florezca el crecimiento y el servicio por los demás.

4. La lógica de Dios no llama al poder, ni a la riqueza, como tampoco al reconocimiento y la fama, sino que llama a una vida de crecimiento, de servicio y de humildad, donde las demás personas son importantes. La lógica humana conduce al egoísmo, a adquirir una actitud del yo, donde no hay desprendimiento, sino afán y búsqueda de poder para dominar. Tener un poder no nos hace mayores a nadie, sino servidores del mejor y para el mejor. A los discípulos de Jesús no les cabe en su cabeza la manera como está hablando el Maestro, por eso la discusión de ellos se basa en saber quién ocupará el puesto más elevado cuando ocurra la muerte de Jesús o quién recibirá más honores y aplausos (vv. 34). Cuando llegan a Cafarnaúm y, ya en casa (vv. 33) Jesús sentándose llama y se acerca a los Doce, estos que están más asociados a su misión, pero al mismo tiempo están distanciados de él porque están pensando en cómo sobresalir individualmente, para enseñarles algo más sobre el significado de buscar el ser primeros o mayor. Jesús reacciona frente a las expectativas de sus discípulos y, sentándose como Maestro convoca en torno a él: llamó a los Doce (vv. 35), a los que deben ser los responsables de la comunidad y comienza a enseñarles: si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos (vv. 35b). Algo que nos sorprender porque es contrario a lo que pensamos y a la manera que muchos de nosotros actuamos, pues queremos ser primeros en todo, aunque eso arriesgue nuestra vida y la de muchas personas.

5. La primera actitud que enseña el Maestro no se centra en una acción de poder, de dominio, sino de ser servidor de todos (vv. 35). El discípulo caracterizado en esta palabras ha de renunciar a sus ambiciones, honores, rangos y vanidades cargadas de éxito, de privilegios y de dominio para evitar pretender estar por encima de los demás, mirándolos de arriba hacia abajo. La propuesta de Jesús para corregir la actitud de sus discípulos, sin llegar a repudiar ni perder la paciencia a los suyos es ocupar el último lugar, mirar de abajo hacia arriba, poniéndonos en el nivel de quienes no ostentan ningún poder ni dominio y, desde ahí, servir sin condiciones, no solamente a los amigos, a la familia y a los cercanos, sino a todas las personas. Algo que no es fácil asumir ni para el discípulo de ayer como tampoco para nosotros hoy cuando hemos sido educados desde nuestra infancia a tener una manía de grandeza, buscando obtener los primeros lugares para ganar un poder, ganando ventaja o logrando tener una autoridad sobre los demás, opacando detrás un gran muro la capacidad que tenemos de servir y de dar para crecer todos juntos como personas en relación. 

6. Cuántas veces por pretender ganar ventaja sobre otros trae en consecuencia la ruina y destrucción de otras personas, sometiéndolas y conduciéndolas al desprecio y a la desesperanza; en algunos casos se humilla al otro por su condición de vida, se excluye y se margina sin dar oportunidad a crear una verdadera amistad y transformación social. Ciertamente estas acciones provocan oposición, desacuerdos y conflictos, pero siempre será mejor que el competir para lastimar, triturar o confundir a los demás. En el camino de la vida no se trata de saber quién tiene mayor poder, sino de quien está dispuesto a crecer a progresar para servir mejor, pues quien ama y tiene siempre presente a Dios con confianza (cf. Salmo 53, 3-6.8), ama y respeta la dignidad de la otra persona sin ninguna excusa ni condición. Por eso, la concepción de ser mayor en las palabras del discípulo es corregida por el Maestro porque él habla no de reconocimientos, sino de ser último y ser primero. No se trata de ser el más grande para servir, es  buscar siempre estar en función de muchas personas. No es mayor o superior quien deba dirigir o conducir una comunidad, es alguien que sabe ser primero para hacerse último entre los demás. Ser primero en servir sin restricciones ni exclusiones para servir a todos. El primer puesto es para quien se haga servidor de todas las personas sin exigencias ni poner condiciones. No es el más brillante como tampoco el más visible o equipado intelectualmente quien deba ocupar los primeros puestos, olvidando a quien verdaderamente encarna la propuesta y el estilo de Jesús.

7. Dar toda la importancia a una persona es saberlo acoger, poniendo toda nuestra atención en ella, dándole todo el espacio que se merece como persona. Jesús ilustra en su escuela a sus discípulos con un gesto importante sobre el tema de ser primeros para ser servir. Tomando a un niño y poniéndolo en medio de los Doce, en el centro del grupo de adultos para que aquellos que habían rechazado e ignorado la enseñanza del Maestro por estar pensando en actitudes meramente ambiciosas, cargadas de honores y de grandezas pusieran ahora sus ojos en los pequeños, en los que la sociedad considera los más débiles, últimos, indefensos y dignos de cuidado (vv. 36). Jesús acerca al niño, lo pone en el centro y lo abraza (vv. 36). El niño representa a quienes han sido considerados por la sociedad como aquellos que no tienen voz ni valen nada. El camino, entonces que ahora propone Jesús es hacerse servidor de todos, haciéndonos últimos. Esta es la ruta que nos conduce para ser primeros en una comunidad o en una sociedad. No se trata de agacharnos, sino de recorrer el camino de abajo para arriba, situándonos como primeros entre las personas para servir, levantar y ayudar a crecer para que todos salgamos juntos hacia adelante.

8. El discípulo está invitado a identificarse con todo aquel que no tiene poder, que es considerado como el último en una jerarquía de poder. Necesitamos aprender a involucrarnos en la situación de muchas personas que tenemos cerca, pero por estar ocupados de alcanzar reconocimiento y aplausos no los vemos. Servir entonces es un verbo para estar al lado de los que no tienen poder alguno, que son considerados indefensos y dignos de cuidado para ayudarles a abrir espacio, oportunidad de vida, recibiéndolo con sinceridad, poniéndonos al servicio de su vida y de su crecimiento. Jesús, después de poner y abrazar al niño en medio de unos adultos les dice: El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe (vv. 37a). Quien acoge y recibe a un niño está acogiendo y recibiendo al más grande, a Jesús. Y, al mismo tiempo quien acoge y recibe a Jesús, acogerá y recibirá al Padre (vv. 37b). Una acción que es significativa porque quien acoge a los pequeños, a los marginados, a quien crea oportunidades, a quien abraza pone a los demás a nuestro nivel para ponernos al servicio y la disposición de ellos buscando su beneficio, levantando al otro para promoverlo lo hace como si estuviera sirviendo al mismo Dios. Y, cada vez que acogemos y recibimos a un pequeño, a una persona estamos acogiendo y recibiendo también Dios. Por eso, cuando asumimos una actitud distinta a lo anterior, mirando solamente hacia los grandes, asociando nuestra vida a los poderosos y ambiciosos entonces, estaremos pervirtiendo el anuncio de la Buena Noticia, la cual esta tiene como objetivo transformar la vida de cada persona. 

9. En resumen, El verbo de nuestra historia tiene nombre y se llama Servir. Ser el primero para servir es entrar en la escuela de la pequeñez para evitar el impulso de la ambición y del privilegio, dando al mismo tiempo una nueva comprensión del servicio donde no es necesario tener una gran lista de acciones para llevarlo a cabo adecuadamente, pues lo primordial en este dinamismo relacional no consiste en tener el afán de ser primeros para mirar de arriba hacia abajo, sino de hacernos últimos para agacharnos y hacer crecer a los demás, con el fin de que todos podamos avanzar. Este es el comportamiento de quienes queremos ser primeros, estar siempre en función de muchas personas para hacer de nuestra historia un verdadero servicio. Este es el comportamiento proactivo de un Dios que se hace último para servir a todos. Él es primero, sirviendo. Él no busca manipular ni ser manipulado, tampoco él es una autoridad narcisista. La autoridad de Dios es ponerse al lado de los que hoy necesitan. La comunidad que sigue este comportamiento de vida crece, avanza y se fortalece. Poner en el centro al pequeño, valorarlo, ocupándonos de sus necesidades, nos facilita superar la lógica de buscar el prestigio, la imposición y la ambición meramente humana. Servir como primero, haciéndonos último es el verbo para que nuestra vida, nuestra historia avance y crezca sin medida, mostrando el rostro de Dios, extendiendo nuestras manos para abrazar a quienes son los primeros en nuestra sociedad.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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