TOMARNOS EL TIEMPO DE MIRAR DISTINTO PARA AYUDAR Mt 9, 36-10, 8 Domingo Décimo Primero (Tiempo Ordinario)
TOMARNOS EL TIEMPO DE MIRAR DISTINTO PARA AYUDAR
Mt 9, 36-10, 8
Domingo Décimo Primero (Tiempo Ordinario)
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Luis Fernando Castro TEÓLOGO PUJ |
Estamos en una sociedad que tiene algunos aspectos comunes como el mantener mucho tiempo ocupado en cosas que a primera vista nos puede parecer prioritarias, sin embargo; tenemos tantas cosas por hacer y tan poco tiempo que frecuentemente en lugar de sentirnos satisfechos nos sentimos sobrepasados y, en consecuencia angustiados y estresados, olvidándonos de nosotros y de los demás. Por otro lado, nos encontramos con personas que desarrollan con una gran facilidad y capacidad todos los aspectos de su vida, logran conciliar el trabajo, la familia, sus aficiones y ocupaciones personales, incluso, estas personas son capaces de descentrarse de sí mismas para comenzar a ocuparse y a interesarse por las otras personas, facilitando caminos que les ayude a mejorar. Aprovechan el tiempo al máximo, evitan excusas que pospongan responsabilidades y tareas que estén en dirección a colaborar para que muchas personas logren avanzar y crecer en su vida de una manera integra. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús viendo al pueblo que estaba como ovejas sin pastor siente compasión y exhorta, dando instrucciones concretas a los discípulos para continuar su obra por el mundo, asumiendo compromisos misioneros en los diversos ambientes en los cuales pertenecemos y nos encontramos. Veamos:
1. El sentimiento profundo y desde la entrañas que percibe alguna persona cuando otras se encuentran en momentos de dificultad hace parte de quienes se compadecen por las miserias y por los sufrimientos con el fin de aliviar y transformar su situación actual. Jesús recorriendo algunas ciudades sintió compasión porque se percató que la muchedumbre estaba vejada y abatida como ovejas que no tienen pastor (vv. 36). La actividad de Jesús es intensa porque su interés es salir al encuentro de todos, logrando ir hasta el fondo de la realidad y de las distintas situaciones de las personas. No escatima el tiempo para anunciar la Buena Nueva y, porque quiere que todos puedan recibir su visita (cf. Mt 9, 35). Es así, como el Maestro percibe la situación del pueblo, pero además observa la urgencia de tener nuevos obreros que apoyen la misión: Rogad pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies (vv. 37-38). De esta manera, sin una realidad humana maltratada, ultrajada, agotada y cansada a causa de acciones irresponsables no habría posibilidad de sentir compasión. La presencia de la codicia y de la violencia nos exhorta a no quedarnos indiferentes como simple espectadores. Es necesario observar la realidad humana para decidir y tomar cartas en el asunto, de una manera responsable y concreta. Sentir compasión es participar de Jesús en el dolor y en el sufrimiento de muchas personas con el fin de ayudar en su situación real, lejos de desprecios y de intereses personales.
2. Comportarnos frente a las situaciones adversas de muchas personas es el comienzo para transformar realidades. El rebaño maltratado y disperso que ve Jesús (vv. 36) va más allá de una realidad aparente, por eso, decide comprometerse para ayudarla, para darle vida y ánimo, contrario a quienes usando su responsabilidad y su liderazgo lo usan para maltratar y aplastar la dignidad de lo humano. La actitud de Jesús de mirar a las personas es diferente e importante porque gran parte de su actuar depende de la forma que ha observado a las personas. Mirar es poner como centro y prioridad las personas para hacer algo a favor de ellas. Cuando la mirada es clara podemos actuar con lucidez poniendo nuestra vida al servicio de muchas personas sin escatimar tiempo. Sin embargo, algunas personas usando su poder y su tiempo ven a las personas con odio, con una actitud de estorbo y de impiedad; otras entre tanto, sólo ven lo malo en ellas, las etiquetan y, por consiguiente las aplastan y las humillan abriendo el canal de su propia miseria, pero a su vez, impiden que las personas crezcan y avancen como comunidad, como equipo de vida y de proceso, siempre hacia adelante. Acompañar no es dejar a la suerte o abandonar, sino liderar para mantener la unidad, fortaleciendo las relaciones humanas basada en valores comunes que faciliten desarrollar un proyecto de vida que conduzca hacia pequeñas o grandes metas (cf. Ex 19, 2-6a) en el que Dios haga parte de este camino como origen y término de la obra.
3. La percepción del sufrimiento y la práctica de la misericordia son dos herramientas clave para materializar y poner a correr acciones que faciliten una transformación en un panorama social y comunitario. La mirada de Jesús se caracterizaba por el amor, el respeto y el cariño por las personas, por eso sentía compasión al ver tanta gente perdida y desorientada. Al Maestro le dolía el abandono, el cansancio y el maltrato que sufrían muchas personas. Algunas de ellas extenuadas no querían escuchar más condenas sino palabras que le ayudarán a conocer una vida mucho mejor y más sana. La compasión que proviene del interior de Jesús lo impulsa a exhortar a sus discípulos a la oración (vv. 37-38) y, asimismo formar un equipo de vida para que sea enviado a la misión con el fin de sanar al pueblo (cf. Mt 10, 1-8), curar de toda enfermedad y dolencia. Orar por los segadores es orar por nosotros mismos porque si bien la misión es propia de Dios, nosotros somos los primeros invitados a hacer conciencia de lo que tenemos para dar y para dejarnos enviar: la mies es mucha y los obreros son pocos... (vv. 37). La oración, entonces es una herramienta que nos facilita tener una amplia visualización del campo de la misión en el que nosotros podemos participar no por iniciativa propia, sino por quien nos envía, el Dueño de la mies; pero además, nos permite sintonizar con quien nos envía, evitando realizar nuestros propios programas de vida, muchas basados en intereses personales, pero no de quienes esperan frutos de justicia, de amor y de libertad.
4. Además de reconocer la fuente de la misión y tener apertura a la oración, es importante seguir instrucciones y, para esto es necesario aprender a hacer caso, a obedecer. El secreto de llevar a cabo la misión consiste en la obediencia. Después de haber caracterizado el campo de la misión, el Maestro convoca, envía (vv. 1-4) y da las primeras instrucciones, precisas a los discípulos para que continúen la obra (Mt 10, 1-8). Para desarrollar la misión los discípulos enviados reciben el poder conferido, la autoridad, la cual encaja con la actividad de Jesús (cf. Mt 8-9) con el fin, que los apóstoles entren en el dinamismo de la misión de cara al sufrimiento humano y, allí anunciar la novedad benéfica del Reino de los Cielos que en Jesús alcanza la realización. El poder que se les confiere a los discípulos tiene la función de vencer el mal que genera la situaciones negativas ya descritas. Revestidos, entonces de la autoridad tienen el poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, para curar toda enfermedad y toda dolencia (cf. Mt 10, 1bc). La victoria sobre el mal se llevará a cabo por el anuncio del Reino de los Cielos y, su signo será la curación de muchas enfermedades.
5. Los Doce aparecen como una institución estrechamente asociada a los otros discípulos y a la comunidad como esperanza para el pueblo de Israel y para todo el mundo entero. Los doce discípulos han sido convocados con nombre propio, fácil de recordar, son hombres que han sido llamados para que acompañen constantemente la obra de Jesús. El Maestro los ha formado para que sean pescadores de hombres (cf. Mt 4,19), es decir para que estén siempre disponibles y sirvan al pueblo, ayuden a los atribulados, expulsen a los demonios que quitan la libertad y curen de todas las enfermedades. Algo que es curioso es observar que el llamado no es en masa, sino para algunos discípulos, cada uno con su propio rostro y su propia responsabilidad. Los doce apóstoles convocados reciben igualmente las primeras instrucciones, lo que muestra que estos hombres no van por iniciativa propia, sino que han sido enviados: A estos doce envió Jesús...(vv. 5), asimismo conocen a dónde ir y qué deben hacer. La autoridad recibida de parte de Jesús a sus discípulos no está en función de condenar o de juzgar, sino de curar y de liberar. El objetivo de la misión es sanar la vida. Por eso, es importante empezar a cambiar nuestra forma de mirar a las personas porque si las vemos solamente como culpables o como una oportunidad para aprovecharnos de su situación nunca será posible fijarnos en sus sufrimientos y, en efecto, los veríamos con más desconfianza, con mucho más miedo y menos compasión.
6. Los primeros destinatarios para la misión son las ovejas perdidas de la casa de Israel (vv. 6), es decir, que la primera instrucción se centra en el pueblo de Israel, más tarde el anuncio del Reino de los Cielos se llevará a cabo para todos los pueblos (cf. Mt 28, 16.19). Las instrucciones se caracterizan con acciones concretas que muestran cómo el Dueño de la mies se hace cargo de su pueblo disperso para reunirlo, sanarlo, levantarlo y animarlo (vv. 7-8a): Yendo proclamad que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios...Dios no esta en contra de las gente, sino a favor, él quiere lo mejor para su pueblo. El envío a la misión no tiene el objetivo de combatir para derrotar y condenar a los adversarios. La misión tiene la función de mirar el mundo y a las personas de una manera distinta caracteriza por la ternura, el amor que mueva a que muchas personas transformen su vida y logren avanzar. La misión busca aliviar el sufrimiento e infundiendo esperanza. Está es la herencia que recibimos para dar en generosidad a muchas personas
7. El servicio o la misión no se hace por alcanzar una recompensa ni para ganar protagonismo, sino por gratuidad y generosidad, como signo de amor gratuito de Dios: Gratis recibisteis, dadlo gratis (vv. 8b). Gastar la vida para ayudar a reunir a quienes están dispersos es entregar nuestra vida sin cálculos ni medidas como una ofrenda de amor y de don gratuito y generoso para que muchas personas sean acogidas y bendecidas. Servir es una estrategia imprescindible para humanizar la sociedad. Hoy es posible comprobar la soledad, el desamor, la depresión, la falta y el calor de un hogar. Servir con dedicación mirando de una manera distinta nos facilita ayudar a las personas, honrando su dignidad, pero al mismo tiempo, nos podemos dar cuenta que hay mucho por hacer y por ofrecer, tomando una decisión admirable de usar nuestro tiempo para compartirlo y entregarlo en beneficio y crecimiento de muchas personas. Esto es dar de una manera gratuita una parte preciosa de nuestra para los demás, rompiendo la dinámica de un mundo consumista que sólo quiere vivir para producir, ganar y disfrutar. Usar bien nuestro tiempo es usar bien nuestra vida.
8. En resumen, tomarnos el tiempo de mirar nuestra realidad de una manera diferente para ayudar es darnos cuenta que tenemos mucho para dar y para compartir, facilitando caminos que sanan la vida. El signo más claro de que el Reino de los Cielos está cerca es precisamente esta corriente de vida y de generosidad que ayuda a levantar a los caídos, curar los enfermos, limpiar a los leprosos, animados por una fuerza espiritual que nos mueve a un incesante progreso en el que estamos invitados a disfrutar de la vida de una manera distinta, viviendo cosas que nos exige el amor, como la sencillez, la amistad, la solidaridad y la atención constante y gratuita por el bienestar de muchas personas. Mirar para ayudar es despertar de letargo del confort para abrirnos al amor, a la justicia y al servicio aportando lo mejor de nosotros en la construcción del Reino de los Cielos, características y acciones de un Dios siempre compasivo que nos mira con respeto, amor y ternura, ocupado permanentemente de nuestra salvación.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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