ATENTOS Y RESPONSABLES DE NUESTRO TESORO Lc 12, 32-48

ATENTOS Y RESPONSABLES DE NUESTRO TESORO
Lc 12, 32-48
Luis Fernando Castro P.
Teólogo 

La dinámica y los asuntos de nuestra vida nos exige estar siempre listos, preparados y vigilantes para saber dar respuesta constructiva a las distintas situaciones de nuestra experiencia y proceso de vida; para que estos sucesos no impidan ni nos distraigan de la meta. Olvidarnos de lo que nos rodea cayendo en una especie de pietismo, salidos de nuestra realidad, nos puede alejar de nuestras obligaciones y responsabilidades, desvirtuando el uso de nuestras capacidades y de la autoridad que se nos ha dado para avanzar. Todos como personas estamos en la capacidad de poner y usar con perseverancia y eficacia los talentos, las habilidades, logrando administrar lo que se nos ha encomendado en los distintos aspectos de nuestra vida, haciendo posible que cada vez sea mejor, entrando en el dinamismo que nos propone la vida, la cual siempre nos mueve hacia adelante, ayudándonos a crecer como personas y, al mismo tiempo facilitando un camino donde podemos aportar con libertad y generosidad a muchas personas. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús narra tres parábolas a sus discípulos: la del amo de la casa que regresa, el dicho parabólico del ladrón y la parábola referida al administrador fiel y prudente, presentando en ellas algunas herramientas que nos dan sentido y nos indican la actitud que se ha de tener para continuar siempre hacia adelante en el proceso de nuestra vida, con el fin de facilitar el discernimiento y la evaluación de las funciones que se nos han confiado, ejercitando con eficacia el potencial que somos como personas para construir, transformar y ser mejor en lo que hacemos, superando el pietismo cotidiano que muchas veces nos hace dispersar de lo que es más importante, olvidando así nuestros compromisos en todos los aspectos de nuestra existencia. Veamos: 

1. Para no perder la mirada en la meta y poder mantenernos perseverantes y despiertos en el caminar constructivo y creciente de nuestra vida es importante poner el corazón confiado siempre en Dios (cf. Lc 12, 22-32), pensando en los demás, ejercitando la caridad (cf. Lc 12, 33-34), caminando hacia la plenitud con las cinturas bien ceñidas, siempre listos y dispuestos en el presente. Jesús hablándole a sus discípulos los anima a no tener miedo porque al Padre le ha parecido bien dar a nosotros el Reino (vv. 32) para que como tesoro de vida podamos dar lo mejor de nosotros sin guardarnos nada (vv. 33-34). Todo proviene del Padre, Él es quien nos sostiene, nos alimenta y nos ha dado la vida. Luego, nuestra vida no depende de lo que tenemos y guardamos (cf. Lc 12, 13-21), ni tampoco de lo que tenemos y acumulamos (vv. 22-30), sino de lo que somos como personas, como hijos de Dios (vv. 31-34) con la capacidad de compartir sin disminuir las cualidades ni las necesidades, pues no basta con acumular y guardar para satisfacer necesidades, como tampoco estar en una actitud angustiante con el deseo de guardar porque lo que se nos ha dado como tesoro de vida lo tenemos para ayudar a otros...porque donde esté su tesoro, allí estará también su corazón (vv. 34). De esta manera, la seguridad de nuestra vida no está en acumular las riquezas, como tampoco el conocimiento, sino en el ser fiel al proyecto maravilloso del Padre porque todo se nos ha dado como regalo (vv. 32) para que no lo dejemos deteriorar ni guardar. Esta actitud significa actuar con sabiduría y confianza de que nada nos puede faltar porque la providencia del Padre es siempre eficaz para compartir y, en efecto nunca nos fallará ni nos abandonará. Pero, si nos llegara a faltar algo, entonces podríamos decir que no lo necesitamos porque estaría en dirección contraria y equivocada al Proyecto de Dios. Por eso, nuestro mejor tesoro no se trata de guardar para sí mismo, pensando y centrados solamente en nosotros y en nuestras necesidades, eso sería un gran error porque nos impediría caminar ligeros y con verdadera libertad de corazón. El mejor tesoro está cuando salimos de nosotros mismos y comenzamos a dar de lo que hemos recibido del Padre, sabiendo que nunca nos llegará a faltar nada (vv. 33a), movidos por el amor y el servicio a favor de muchas personas, formando desde Dios un pueblo solidario y fraterno (cf. Salmo 32, 1.12.18-20-22). Compartir es el único modo de atesorar porque nos hace semejantes al Padre que da siempre con generosidad, misericordia y sin medida (cf. Lc 11, 13).

2. Estar preparados fortaleciendo nuestra vida sin perder la mirada en la meta nos facilita administrar mucho mejor nuestra vida en todos los aspectos con el fin de recoger en su tiempo frutos con perseverancia. Jesús enunciando una enseñanza (vv. 35) sobre la disposición que debe tener el discípulo para estar siempre en actitud de servicio, profundiza el tema basado en dos parábolas: la del Señor o amo que está por volver de las bodas (vv. 36-38) y la del ladrón (39-40). La primera describe a las personas que saben esperar activamente el regreso de su amo por la noche. Se les promete una recompensa, algo inimaginable para todos, pues el amo y señor se pondrá al servicio de quienes son servidores. La segunda se refiere a una advertencia contra quienes se mantienen dormidos, estancados y, por supuesto no están preparados ante lo que es improviso, trayendo como consecuencia situaciones negativas. Estas dos parábolas complementarias se fundamentan en un mandato para estar siempre disponibles al servicio: Estén ceñidos vuestras cinturas y las lámparas encendidas (vv. 35). Tener ceñidas nuestras cinturas tiene que ver con estar siempre listos para actuar con decisión, con agilidad y con prontitud, como si dijéramos también tener bien puestos los pantalones (decididos) para servir, para trabajar o para ir a un viaje (cf. Ex 12, 11). La imagen de estar ceñido es ponerse un cinturón para mostrar que está listo, preparado para trabajar. haciéndolo con humildad y constancia. Listo y pronto para la acción inmediata y urgente. De esta manera, la imagen gráfica cómo las personas estamos en la capacidad de tomar iniciativas, es decir que nunca necesita de estar esperando a que le digan lo que hay qué hacer, sino por el contrario, está siempre disponible para el servicio, listo con su cinturón bien puesto para trabajar con prontitud. Por eso, quien espera a que todo se lo den, muestra una actitud y una acción pasiva, cómoda, relajada de la vida que traerá resultados poco efectivos, descuidando la meta y dando espacio a la pereza, a la mediocridad y al egoísmo: si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no lo dejaría meterse en su casa (vv. 39). Estar siempre pronto para servir, para trabajar es estar siempre en forma para responder a los distintos sucesos de nuestra vida, irradiando esperanza, amor y verdadera alegría y paz. 

3. Pero, en este enunciado de Jesús se nos muestra otra imagen de servicio: Estén encendidas vuestras lámparas (vv. 35b). Esta se refiere a mantener viva la pasión, el fuego encendido para estar siempre despiertos, alertas y con la "casa" iluminada. Es decir, tener una conciencia despierta, adherida al proyecto maravilloso del Padre con pertenencia a la vida, con disponibilidad para servir a cualquier hora sin bajar la guardia, manteniendo encendida la luz del Señor. Entonces, dos actitudes que nos invitan a vivir con lucidez y responsabilidad, sin sucumbir en el letargo y la pasividad de la vida. Este es el tiempo de la espera, el cual no es un proceso o un camino vacío, sino que es un tiempo para aportar, pensar, renovar y actuar con mayor eficacia integral manifiesta en la solidaridad y el compartir de la vida. Por eso, nuestro proceso de vida hacia la meta no es un tiempo para apagar las luces o para vivir de la comodidad, estancando el ritmo de la existencia, como si estuviéramos muertos en vida, por el contrario, sabiendo lo que hemos recibido como hijos del Padre, llenos de su gracia y de sus riquezas nos quitamos la pijama (ropa relajada y para dormir) y nos colocamos el overol (ropa para trabajar) para que haciendo conciencia, despertemos (siempre vigilantes) y actuemos prontamente: Dichosos los servidores a quienes el señor, al llegar, encuentre esperando despiertos (vv. 37. 38) y, así continuemos construyendo desde el lugar que estemos el reino (un reino que ya está en nosotros) que se nos ha dado, buscando ser mejores de lo que ya somos, siendo canales de bendición, proyectando y promoviendo caminos nuevos de firmeza, fidelidad y generosidad, que a la postre seguramente no sólo nos transformará nuestro entorno, además irradiara de luz a otros lugares a los que podemos llegar y alcanzar, pues lo que está dentro aparece ahora afuera, se hace visible, superando todo individualismo, apatía con respecto a las demás personas (cf. Sab 18, 3.6-9). Así que, liberados de las preocupaciones por lo inmediato, gracias a las bendiciones y cuidados paternos del Padre, estamos llamados a evitar el relajamiento y la acomodación para que podamos aprovechar mejor el tiempo que tenemos en nuestra paso por este proceso de vida, trabajando con esfuerzo, dedicación y empeño (cf. Lc 2, 35.38; 23, 51), siempre preparados para servir a otras personas sin perder el impulso ni cayendo en la tentación del descuido: Sed como hombres que esperan a que su Señor vuelva de la boda (vv. 36). Por supuesto, hay que decir también que el estar preparados no es definitivo porque nunca estaremos preparados, siempre habrá algo más por hacer, pero es aquí en este punto donde el dinamismo de nuestra vida toma sentido y llamado a la responsabilidad de estar vigilantes, despiertos para no quedarnos con brazos cruzados, pues cada jornada cotidiana es también una oportunidad para crecer y para mejorar en nuestra calidad de vida con Dios y con las demás personas. Con esto se vislumbra cómo podemos mantenernos activos y bien dispuestos para servir confiados y generosamente, pues no podemos darnos por satisfechos con lo que es tangible e inmediato, siempre habrá algo más gigantesco, que está incluso por encima del sufrimiento y de la muerte (cf. He 11, 1-2.8-19).

4. Es fácil y muy común que ante los esfuerzos y la luchas nos cansemos y nos lleguemos a fatigar en este caminar; sin embargo, cuando nos mantenemos despiertos, vigilantes, incluso en los momentos oscuros e inevitables de nuestra vida, entonces tendremos siempre la posibilidad para continuar creciendo y avanzando hasta lograr llegar a buen termino a nuestra meta. Parece que a Pedro no le quedó claro si las parábolas narradas por Jesús anteriormente se aplicaban a los discípulos o era solamente cosas generales para todas las personas (vv. 41), por eso el Maestro responde con una nueva parábola (vv. 42-48) con el mismo sentido de estar vigilantes, pero caracterizado ahora y, de modo específico en un administrador fiel y prudente que no es rígido ni tacaño, sabe compartir y solidarizarse. Éste recibirá también la felicitación: dichoso ese servidor... (vv. 43) y se le concederá mayores funciones de responsabilidad en la comunidad: ...lo pondrá al frente de todos sus bienes (vv. 44). Esta parábola describe la actitud de un servidor que esta atento y responsable de su tesoro, diligente en el gobierno de la casa de su Señor, en contraposición con la actitud del servidor que descuidado e irresponsable se relaja, fiándose más de la tardanza del regreso de su patrón, maltrata a las personas que están a su cargo y, en efecto no cumple a cabalidad y esfuerzo sus propias funciones (vv. 45). Se olvida en principio de sí mismo y luego también de las demás personas. Para estos servidores los resultados serán nefastos (vv. 46-47). El llamado a ser atentos y responsables de nuestro tesoro con una actitud vigilante no es solamente para algunas personas exclusivamente, también es para todos. Sin embargo, hay personas a quienes les fueron confiadas algunas funciones de una forma especial, éstas deben desarrollar mucho más la atención, estando siempre alertas para que como servidores ejerzan sus funciones con humildad y en calidad de servicio, y no como un privilegio en el que es posible usar la autoridad para lograr sus intereses personales, llegando a abusar incluso de las personas. Estar atentos siendo responsables de nuestro tesoro, es servir para crecer, compartiendo lo que se nos ha regalado de una forma atenta donde evitamos quedarnos mirando solamente hacia arriba, actuando como si quisiéramos permanecer en una burbuja, volviéndonos un problema en lugar de ser una solución, impidiendo incluso el crecimiento de otras personas. Sin duda la responsabilidad del servicio es un regalo que nos permite liberarnos, sanarnos, pero también nos ayuda a crecer y, además, nos fortalece para que podamos constantemente ser responsables de nuestro tesoro, desarrollando con dinamismo un servicio eficaz para el bienestar de muchas personas, dando frutos valiosos que mejoren nuestra calidad de vida a la que pertenecemos, pues... a quien se le dio mucho se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más (48b), evitando caer en la tentación del pietismo y la angustia que nos puede hacer olvidar de nosotros mismos y, en esa misma línea también de los demás. En resumen, estar atentos y responsables de nuestro tesoro es crecer en el valor de la responsabilidad y de la gratitud, cuidando y aprovechando las riquezas del Padre, logrando incluso mayores tareas de las que ya hemos realizado, evitando caer en la tentación de la pasividad que nos saca de nuestra realidad y de nuestras capacidades. Estar preparados o despiertos hace parte de este camino de felicidad y de participación con perseverancia en el proyecto del Padre, que nos conduce a nuestra realización y plenitud, Él que siempre nos sorprende con sus innumerables bendiciones para que sin escatimar nada podamos continuar siempre hacia adelante sin perder de vista la meta hasta nuestro final.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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