EN UN SOLO CORAZÓN CON DIOS Lc 6, 39-45

EN UN SOLO CORAZÓN CON DIOS
Lc 6, 39-45
Florecita-Luis Fernando Castro
Teólogo

Mantener una actitud de crecimiento integral constante para vivir y actuar de una manera adecuada y con eficacia hace parte del cuidado de nuestro interior y de la decisión de practicar el discernimiento, sabiendo identificar y escoger qué es lo mejor para dar solidez a nuestra vida en todos los aspectos, más allá de tomar decisiones basadas en blanco y negro o a la ligera, pues los verdaderos cambios comienzan por nosotros con el fin de alcanzar frutos de calidad. Revisar las opciones y las acciones que hacemos en cada momento nos permite también darnos cuenta si estamos dando frutos que enriquezcan las relaciones humanas porque las proyecciones que tenemos de las demás personas y, que muchas veces nos molestan y nos incomodan puede motivarnos a corregir y a mejorar nuestra propia experiencia de vida y, también a mejorar y fortalecer nuestras relaciones personales. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús continúa su enseñanza y formación a sus discípulos en el sermón de la llanura proponiendo una parábola de un ciego que quiere conducir a otro ciego, ilustrando un camino de aprendizaje y de evaluación en sus discípulos frente al comportamiento con las demás personas, elaborando verdaderos criterios de vida que conduzcan a actuar desde el corazón para dar con generosidad buenos frutos de calidad. Veamos: 

1. En todo proceso de nuestra existencia que hemos iniciado buscamos cada día ser mejores en todos los aspectos, logrando alcanzar una madurez integral, que implica tener un crecimiento en cada uno de nuestros quehaceres cotidianos y de las metas que nos hayamos propuesto, un manejo adecuado en las relaciones personales y comportamientos con las demás personas, un viaje al interior para aprender a conocernos arrancando todo aquello que nos impide ver más lejos algo más y diferente en las personas con quienes nos relacionamos. Jesús cuenta una parábola a sus discípulos sobre cómo un ciego no puede guiar a otro ciego, pues los dos podrían caer en el hoyo (vv. 39), indicando un estado de aprendizaje doble: Trabajar su interior así mismo y guiar a otros, prefiriendo salir de la oscuridad, de la falsedad y de la hipocresía (vv. 42) para caminar sobre criterios de vida  y desde la misericordia de Dios (vv. 36) que faciliten no caer en el comportamiento negativo de emitir juicios y criticas contra otras personas. Lograr estas acciones traerá como consecuencia ser como el maestro, pues el discípulo no está por encima del Maestro (vv. 40). Es importante ser un solo corazón con Jesús para dejarnos ayudar por él para luego poder enseñar y guiar a otros sin falsedad y sin hipocresía. La primera tarea del discípulo es sacar la viga del propio ojo (vv. 41-42). Precipitarnos a emitir juicios contra otras personas porque creemos que todo lo tenemos controlado en nuestra vida o porque tenemos un status o un cargo con cierto liderazgo puede causar muchas cegueras en nosotros, llegando a ocasionar que en lugar de guiar y de orientar a otras personas para que crezcan y avancen terminemos desviándonos con ellos del camino de la vida o deteniendo procesos de vida que destruyen y afectan a la persona. Cuando emitimos y descalificamos a las personas con juicios negativos nos equivocamos: el hombre es probado en su conversación (Sirácida 27, 5) y, en efecto, quienes necesitan de apoyo y de ayuda no son las personas que juzgamos y criticamos, sino nosotros que actuamos de una forma ciega y apresurada. Lanzar prejuicios sobre los demás nos hace ver lo que nosotros somos, creando imágenes superficiales y negativas que nos impiden relacionarnos de una mejor manera. Quienes juzgamos simplemente tomamos el lugar que no nos pertenece y por eso nos confundimos, nos desviamos del camino actuando como derrotados porque terminamos juzgados de la misma manera con la que criticamos y emitimos juicios. Mucho de lo que vemos negativo en las personas es aquello que debemos trabajar más en nosotros mismos con la ayuda de Dios. Un sabio decía que una persona cuando ve cualidades en las otras personas, debe intentar imitarlas, pero si ve defectos entonces, lo mejor es ponernos en la tarea de corregirlos en nosotros mismos. Por eso, antes de buscar cambiar a los demás, somos nosotros los que debemos decidir dar el primer paso para cambiar, limpiando nuestro lentes sucios, superando nuestra propia miopía, aprendiendo para luego decidir (cf. Sirácida 27, 5-8) porque si nos consideramos con buena vista para criticar y emitir juicios negativos sobre los demás nos equivocamos poniendo al descubierto lo que abunda en nuestro corazón (vv. 45). No estaríamos, entonces al nivel del Maestro. Un nivel de escucha y de amor para ver desde el corazón.

2. La responsabilidad que tenemos con los demás no nos puede impedir tener una actitud de aprendizaje de nuevas experiencias que nos podría ayudar a ir un paso más lejos en lo que estamos construyendo y en la gracia de relacionarnos con otros. Para algunos es mucho más fácil emitir juicios contras personas basados en las deficiencias y debilidades de los otros, dando opiniones y consejos que lastiman y exponen a la persona al reproche y a la ausencia de un verdadero discernimiento. Pero, todos como personas no llegamos a saberlo todo, siempre estamos por aprender algo más para continuar hacia adelante. Por eso, una de las tareas que tenemos es evaluarnos a nosotros mismos antes de emitir juicios contra otros. Es una capacidad de autocrítica para quitar los prejuicios, quitar las cegueras. Sin embargo, esto no nos impide actuar con responsabilidad frente a las demás personas. Orientar, enseñar a otros no es una actividad fácil porque si trabajar hacia nosotros mismos ya es algo complejo, pues mucho más pretender querer hacerlo con las demás personas. Pero, el servicio del amor no puede ser descuidado. ...Quítate primero la viga, y entonces verás claro para quitarle a tu hermano la brizna (vv. 42) dice Jesús, es decir, evaluarnos constantemente es ayudarnos a sacar nuestra propia viga para que podamos también aprender a ver con misericordia las faltas de los demás, actuando en un sólo corazón con el Padre de la misericordia, proclamando su amor (cf. Salmo 91, 2-16). Estar en constante aprendizaje y evaluación (sacar la viga, la brizna) no nos impide ni nos bloquea en nosotros las responsabilidad de la corrección fraterna (vv. 41-42). Todos estamos facultados a tender la mano para que muchas personas también puedan revisar y evaluar su vida (vv. 42b), aunque esta tarea sea cada vez más exigente y tenga como punto de partida el trabajo que hacemos desde nuestro interior. La imagen del ciego, del que está aprendiendo constantemente, entonces tiene un lado positivo porque tiene la responsabilidad de acoger para apoyar en el camino de vida a muchas personas, sin olvidar que también nosotros tenemos que continuar trabajando en nuestro interior para ser cada vez mejores en lo que somos y en lo que podemos hacer con responsabilidad y eficacia. Todos como personas somos compañeros de camino. Nadie puede llegar a considerarse menos o más que los demás, venciendo con la ayuda de Dios (cf. 1Cor 15, 54-58) la tentación, la ceguera de la hipocresía, recobrando fuerzas para asumir con responsabilidad y abiertamente los desafíos que muchas veces nos plantean las relaciones personales y el desarrollo de la misión.

3. Comenzar por aprender a revisarnos a nosotros mismos es facilitar el camino para sacar lo mejor y lo que abunda en nosotros dando los mejores frutos que enriquecen nuestra vida y a la sociedad, pues nuestras acciones son el producto de nuestras decisiones. Jesús enseña a sus discípulos dos imágenes: el árbol se conoce por sus frutos y el tesoro en el corazón del ser humano (vv. 43-45) para subrayar la responsabilidad entre lo que se dice y se hace para actuar con solidez dando frutos de calidad, porque lo que rebosa en su corazón habla su boca (vv. 45). Como personas libres decidimos lo que queremos hacer y lo hacemos o decidimos no hacer lo que mucho hablamos. Muchas de las palabras y de las acciones que usamos no ayudan a los demás, matan e impiden avanzar mostrando que los frutos no son de la mejor calidad. Examinar nuestros resultados y acciones (frutos) como personas nos facilita revisar si nuestras palabras y nuestras acciones frente a las demás personas corresponden con los que somos y con lo que hemos cultivado o por el contrario no hay una verdadera sinceridad. La clave de nuestro crecimiento consiste estar en sintonía en un solo corazón con Dios para sacar lo mejor que hay en nosotros sin fingimientos o segundas intenciones, obrando con generosidad, honestidad y solidaridad, produciendo los mejores resultados que fortalecen y hacen crecer nuestras relaciones humanas, logrando que estas sean sanas y favorables para el bienestar de todos, pues nuestras acciones y comportamientos ponen al descubierto el contenido de lo que abunda en nuestro interior. Por eso, no sacar lo mejor de nosotros, como canal de bendición será siempre un desastre porque de lo que decimos con nuestras palabras y lo que hacemos con nuestras acciones no corresponde con la abundancia  y la misericordia del Padre no habrá verdadera transformación. En resumen, revisarnos y evaluarnos a nosotros mismos constantemente en nuestras palabras y acciones hará que nuestra vida y la de muchas personas mejoren y crezcan en un sólo corazón con el Padre de la misericordia, donde nos conocerán por el servicio y el amor, frutos de la bondad y de las buenas decisiones que sabemos tomar para el bienestar integral de nuestra vida.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ- Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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