PERMANECER PARA DAR MÁS FRUTO Jn 15, 1-8

PERMANECER PARA DAR MÁS FRUTO
Jn 15, 1-8
Luis Fernando Castro P.
TEÓLOGO

Los distintos cambios que tenemos en nuestra vida, no siempre son fáciles de asumir ni tampoco de permanecer firmes ante las tareas o las actividades que hemos proyectado y que se nos han encomendado para lograr dar más frutos. Todos como personas tenemos la intención de mejorar lo que ya hemos hecho, de actuar con amor beneficiando a los demás, pero cuando estamos más entusiasmados por alcanzar las metas, aparecen las situaciones adversas que en muchos casos nos afectan, provocando que el camino se marchite, se haga estéril e impida avanzar. Sin embargo, la clave para generar más vida, alcanzado los objetivos que nos hemos propuesto consiste en permanecer enfocados en dar fruto, en lograr que los resultados sean mejores, beneficiando nuestra vida y también la de otros. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús usando el símbolo de la vid y de los sarmientos pide a sus discípulos permanecer fieles a su amor, a lo que han aprendido de él, logrando como resultado constante dar el fruto abundante. Veamos: 

1. La diferencia de muchas personas en el dinamismo de su vida consiste en que unos se esfuerzan permanecer para producir fruto, mientras otros estimados en sus seguridades y en sus propios intereses no logran dar el fruto adecuado. Jesús, en el discurso de despedida insiste a sus discípulos sobre el tema de permanecer para lograr dar fruto porque lo propio, lo característico de sus discípulos es dar fruto. (vv. 2b. 5.8), pero no con palabras solamente, sino con hechos concretos que manifiesten el amor del Padre, fuente y generador de la vida: Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras (1Jn 3,18), pues el objetivo de crecer en el amor es lograr que todos nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó (1Jn 3,23), haciendo que la comunidad, lugar donde se comparte la experiencia con la vid verdadera (Jesús), crezca y avance en todos los aspectos, de un modo integral. Para lograr dar el fruto abundante es necesario que los discípulos permanezcan unidos a Jesús, la Vid verdadera en el amor (vv. 1.4. 4b. 5. 5b.6.7), porque el fruto esperado por mucho tiempo y a lo largo de la historia es producido por Jesús. Así que, aceptar a Jesús, es aceptar el amor para producir este amor de forma abundante (cf. Jn 10, 10b), de otra manera, buscar o apegarnos a otra fuente de vida y de amor que no sea él, los resultados no serán adecuados porque impedirá que la savia de la vida y del amor fluya y corra para producir la vida y el amor. De ahí, que podemos decir que existen don tipos de sarmientos o de ramas: las ramas que dan fruto (vv. 5b) y las ramas que no dan fruto (vv. 6). La diferencia está en permanecer unidos a quien es el amor. Si queremos avanzar, si queremos generar vida y amor alcanzando metas como un modo de testimoniar el amor y la vida del Padre, de quien es la obra (viñador), es necesario permanecer unidos a esta fuente de vid verdadera. Permanecer, incluso a personas que con sus palabras y acciones nos inspiran para llevar a cabo acciones concretas que nos facilitan dar el fruto abundante, fructificando nuestra vida y también dando el mejor alimento de vida a los demás. Sólo puede surgir quien permanece unido al amor y a la vida asumiendo un estilo de vida activo para manifestar obras y actividades cargadas de abundante amor y vida que contribuya a una mejor calidad de vida donde vivamos identificados con el Padre, quien es el generador de la vida y la fuente del amor.

2. En este proceso de dar fruto el agricultor (El Padre) realiza dos tareas importantes con el objetivo de dar más fruto. La primera actividad es arrancar y cortar la rama que no da fruto (vv. 2a), que está impidiendo que crezcan las uvas del viñedo y no logran dar el mejor sabor. La segunda tarea es limpiar y podar cuidando las ramas que si dan el fruto para que después se puedan recoger los mejores frutos. En esta tarea también se poda los sarmientos infecundos, los que roban la energía y los esfuerzos. Las dos acciones son dolorosas, hace parte de un esfuerzo, de un sacrificio que se hace necesario para llevar a cabo el objetivo de permanecer para dar más fruto. La fecundidad de nuestra vida no consiste en regalar los mejores discursos poniendo follajes excesivos, que roban la libertad y la justicia trasmitida por el canal de la savia, reduciendo la capacidad de dar mayores frutos, sino en realizar una vida impregnada de amor y de justicia por los demás. Quien sabe entregarse y darse sin medida, sabe aportar para que mejore nuestra calidad de vida, logrando que paso a paso se vaya creciendo y avanzando para hacer posible que se manifieste el amor del Padre. Por eso, los sarmientos que dan fruto también son podados y retocados con inteligencia por parte del agricultor para que todavía continúen dando más fruto. El agricultor sabe que hay ramas que pueden llegar a dar más fruto de lo que que han dado y lo que han logrado; sabe que sus potenciales son prometedores para lograr mejores y mayores resultados (cf. Hch 9, 26-31).No es posible quedarse estancado en las obras ya hechas, es necesario continuar avanzando, descubriendo algo más de lo que se ha hecho. Estas son las actitudes de las personas que sin interesar los cambios, las diversas situaciones de la vida, permanecen firmes con una vida responsable y comprometida. Avanzan, dando y generando vida abundante con sus palabras y sus acciones, encontrando mucho más de lo que tal vez se habían imaginado. Trabajan con disciplina y dedicación, usan algunos momentos para revisar si en algunas partes de sus áreas el fruto es inmaduro o se encuentra en mal estado para evaluar, limpiar y, así continuar produciendo más vida que facilite caminos hacia nuevas metas (vv. 7b). Dicho de otra manera, sus esfuerzos, sus palabras y sus actividades quieren estar sintonizados con el querer y la voluntad del Padre, llevando a cabo su obra. Pero, quien se marchita y se seca en sus labores, en sus sueños y en sus proyectos, quien actúa improductivo en sus funciones, quien siente que muere en el intento, que no vale la pena continuar hacia adelante porque hay que tomar algo de tiempo, provoca que se obstruya la labor de la savia, y en efecto, no puede dar fruto (cf. 1Jn 2, 19). De esta manera, es necesario cortar lo que sobra de la rama para que pueda dar más fruto: pues, toda rama que en mí no da fruto, lo corta (vv. 3a). Por eso, los esfuerzos, grandes o pequeños que hagamos para contribuir al crecimiento activo de nuestra vida son regalos de amor, que al ser esparcidos darán resultados sorprendentes que facilitan un camino de realización que hace visible a quien es el generador de la vida: El Padre.

3. Los verdaderos discípulos de Jesús, no sólo se identifican y permanecen con el Maestro, sino que también son aquellos que esparcen frutos de vida y de amor por donde caminan en el transcurso de su propia vida, logrando se mejores, haciendo cosas mejores y mayores de las que ha hecho (cf. Jn 14,12). El Padre es glorificado cuando el discípulo de Jesús se realiza en el amor y en la plenitud de la vida dada por el Maestro, pero a su vez cuando se convierte en un hombre o una mujer valiente y decidida a generar vida para dar frutos abundantes (vv. 8), limando y sanando toda aspereza en las distintas relaciones, haciendo posible que la comunidad del amor y de la vida continúe hacia adelante irradiando el rostro maravilloso y sorprendente del Padre (cf. Jn 14, 9.23). Es aquí, donde toma sentido la oración que implora la fecundidad del servicio a la vida, la actividad que desea transformar el mundo basado en la permanencia con Jesús y actuando la obra maravilloso y liberadora del Padre. Por tanto, la obra del Padre nos pide permanecer en Jesús, vid verdadera para dar más fruto, este es el compromiso y la responsabilidad para estar involucrados constantemente en el dinamismo de nuestra vida, viviendo de un modo distinto en el que es posible  reconocer y acoger la obra del Padre para saber dar respuesta con libertad (cf. Jn 8,31-32) a nuestra historia y sociedad, avanzando hacia adelante, colaborando y aportando a una mejor calidad de vida, irradiando el gozo, el amor y la paz que son regalos del resucitado.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

Comentarios

  1. Excelente y profunda reflexión!!

    ResponderEliminar
  2. Enseñanza en tres estilos: a. Teológico desde estilo hermenéutico de la palabra. B. Pastoral para saberlo analizar a nuestro propio actuar el mensaje de Jesús. C. Vivencial para llevar a la acción de fe al seguimiento de Jesús en el diario vivir. Gracias Luis Fernando

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

SABER ESCUCHAR PARA AMAR Mc 12, 28b-34 Domingo Trigésimo Primero del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

EL ARTE DE VIVIR JUNTOS PARA SIEMPRE Mc 10, 2-16 Domingo Vigésimo Séptimo. Tiempo Ordinario (Ciclo B)

RESCATAR LA VIDA, SIRVIENDO CON GENEROSIDAD Mc 10, 35-45 Domingo Vigésimo Noveno del Tiempo Ordinario (Ciclo B)