ACOMPAÑADOS PARA VIVIR EN PLENITUD Jn 10, 11-18

ACOMPAÑADOS PARA VIVIR EN PLENITUD
Jn 10, 11-18
Florecita-LuisFer

Soñar con un mundo renovado donde todos podamos avanzar y tener una vida llena de alegría, de amor, de simpatía y de sentido de pertenencia es fascinante y muy atractivo porque nos conduce a comprometernos a desgastar nuestra vida para entregar y dar lo que ya se ha sabido recibir. Sin embargo, esto no lo podemos hacer solos. Quienes deseamos crecer, progresar y avanzar en nuestra experiencia de vida necesitamos de una persona que nos guíe, nos oriente por los distintos momentos y situaciones que debamos pasar o atravesar en esta aventura; personas que nos acompañan, nos animan a salir de aquello que en ocasiones nos estanca y nos bloquea, sin que esto implique que el acompañante decida por el acompañado, solo nos facilita, nos ayuda con algunas orientaciones y herramientas para que vayamos encontrando soluciones a las dificultades, a las crisis que nos encontramos en el proceso de nuestro proyecto, logrando ser responsables con nuestra vida y con el camino que hayamos decidido tomar para continuar contribuyendo en el servicio de la vida y en nuestra propia realización personal. A la luz de la Palabra de Dios, Jesús apropiándose de la densidad pedagógica de la imagen del pastor, se proclama como el buen Pastor: "Yo soy el Buen Pastor", superando toda expectativa porque es el pastor dispuesto a dar la vida por sus ovejas que él conoce y por las que ellas (las ovejas) también le conocen. Veamos: 

1. No estamos solos, estamos acompañados. Jesús el buen Pastor se convierte en el modelo para todo servidor y líder, siempre dispuesto a dar la vida por la vida de los demás. Un pastor es bueno en todo lo que realiza. El Pastor bueno se caracteriza porque da la vida por las ovejas (vv. 11.15.17.18), está dispuesto a realizar todo lo mejor por sus ovejas. Desea pastorear, acompañar, cuidar, amar y proteger sin medida. Conoce a sus ovejas una a una, y ellas escuchan su voz y le conocen. Es decir, que el pastor bueno (Kalós: atractivo, simpático que invita acercarse y parecerse a él), el pastor bondadoso entrega su vida por amor. Es un pastor adecuado, generoso, dispuesto siempre a dar lo mejor para las ovejas del mejor. La figura del pastor es tierna, acogedora y cercana. Hace sentir al otro en función de servicio, de entrega y de vida como el mejor. Se preocupa por la oveja que se pierde y se desanima, que va en dirección contraria al proyecto del amor (cf. Lc 24, 13-35). A la que por distintas situaciones y circunstancias anda descarriada, alejada, desanimada del camino de la vida. Por eso, la busca, le da su tiempo, la deja en libertad para que final atraída por el amor se sienta cercana a la familia de Dios (vv. 16). Un pastor que conoce y guía a sus ovejas por los mejores pastos. La hace descansar junto aguas de reposo para confortarla, animarla y acompañarla en todo momento e instante de nuestra vida. El pastor bueno tiene sentido de pertenencia porque sin interesar los esfuerzos, los sacrificios que deba hacer, las ovejas se convierten en su motivo para levantarse, parta dedicar tiempo y para facilitar su acompañamiento con el objetivo de que las "ovejas" accedan al camino de la vida que conduce a traer cosas mayores (cf. Jn 14, 12). El pastor bueno escucha y promueve a sus ovejas facilitándoles caminos rectos que les ayude a ser mejores de lo que ya son como personas. La actitud de estos pastores, de estos acompañantes es cordial, amable, cercano y familiar, una actitud ardiente de corazón, permitiendo desbordar todo su amor hacia aquel que comparte y acompaña. Y, aunque puedan producirse situaciones tensas o de mucha presión, acepta, consuela y comprende al otro tal como es, facilitando que la "oveja" se acepte y continúe su proceso y su camino hacia adelante, generando así, confianza y seguridad. El motivo de los pastores buenos se fundamenta en el amor. Un amor que se ofrece sin medida y sin escatimar riesgos (cf. Jn 10, 10b), porque no espera recibir nada a cambio. Está dispuesto a dar, a trabajar por la vida, salvando a quienes acompaña de cualquier peligro que los amenaza con la seguridad y la confianza en el Padre (v. 18). Está dispuesto a dar lo mejor para quienes acompaña y ama porque su único fin es el servicio. No tiene una única manera de pastorear porque escucha, forma, sirve, dirige, conduce, acompaña, anima. De esta manera, muchos quieren conocerlo, amarlo, quieren estar cerca a él. El pastor bueno, ama por encima de su propia vida, se desvive para acompañar, guiar y lograr que los demás se sientan amados, acogidos y bendecidos. Sientan que como personas valiosas y con dignidad pueden crecer y desplegar mejor sus potencialidades y capacidades, pues nadie tiene mayor amor sino quien da la vida por sus amigos (Jn 15,13). De este modo es maravilloso dejarnos acompañar y pastorear. El pastor bueno todo lo hace para que nos sintamos libres y felices, seguros y confiados para que podamos crecer y avanzar en todos los aspectos de nuestra vida. 

2. Acompañar, pastorear y guiar es motivador, pero a su vez es exigente porque sin interesar las situaciones por las que estemos pasando, nuestra labor es acompañar y pastorear, evitando aprovecharnos del momento o pretender hacer algún daño a quien servimos. Pero, ante la falta de alternativas y de opciones de vida, algunos se dedican acompañar, a pastorear ovejas, pero sin mucho aprecio, su único interés es el salario (vv. 12), la paga, el dinero. Actuando como mercenarios no buscan otra gratificación que pensar en sí mismos y en sus propios intereses. No se esfuerzan ni perseveran porque no tienen sentido de pertenencia por la vida de los demás. No están a la altura de quien es el Pastor bueno porque someten a las gentes sencillas con pesadas cargas que en lugar de liberar, lo esclavizan (cf. Hch 4, 8-12). Sucede que algunos pastores, algunos que acompañan los procesos de vida, escuchando los estragos por los que pasa en su intimidad su acompañado, descuidados llegan a manipular, a chantajear la información recibida, impidiendo que la persona crezca y avance. Otros, incluso, someten al pueblo con malas interpretaciones, poniendo en estas personas cargas sociales y hasta económicas que no les deja ver otras opciones de vida que estar al servicio de quienes abusan y las explota. Se comportan como malos pastores que no apacientan su rebaño con responsabilidad y transparencia. Tienen puesta su atención en sí mismos. Y en lugar de dejar que otros los acompañen y los pastoreen, prefieren sentirse el centro de la atención como si fueran el ombligo del mundo. No fortalecen el proceso ni el camino de los demás. Se sirven de las ovejas, pero no le sirven a quienes acompañan y guían. Se cuidan a sí mismos, pero no cuidan a quienes se les ha encomendado: no les importa nada las ovejas (vv. 13). Sin embargo, quienes se han convertido a la gratuidad del amor del Padre, actúan de una forma atractiva y en contracorriente (cf. 1Jn 3,1-2), mostrando el amor para que aquellas personas que acompaña logren que su vida alcance el bienestar necesario, con libertad en todas las relaciones y aspectos, creando lazos saludables con otros, proponiendo, incluso, caminos novedosos que faciliten la realización personal, y también el sentido y realización de la vida con los demás. Un estilo de vida distinto y contraste con el objetivo y el interés del asalariado. De esta manera, las ovejas reconocen, escuchan y siguen al pastor bueno, evitando quedarse con el pastor asalariado que busca solamente expoliar para tener más. 

3. El dinamismo del pastor y de la oveja indica también una intimidad, una relación que nos indica que siempre estamos acompañados, que no estamos solos, que tenemos a alguien confiable, perseverante y responsable que nos puede ayudar para crecer y avanzar en nuestra existencia. Una relación distinta porque el pastor conoce a sus ovejas, y las ovejas conocen a su pastor (vv. 14-15). Es una relación ardiente, apasionada y entregada donde es posible amarse de manera intensa, sin exigencias ni condiciones y, aunque con riesgos no interesa ser rechazado o perseguido, pues quien da la vida, la recobra de nuevo por el amor desmedido del Padre (vv. 17). Una relación donde todos cabemos porque no hay limitación ni fronteras, como tampoco cantidad ni exclusividad. Un amor que observa y acoge las diversidades, porque el amor crea lazos de unidad, unifica lenguajes, aunque otros tengan distintos criterios y formas de actuar y de experimentar su propia vida. El amor del pastor no se impone, se comparte, comprometiendo su propia vida para que aquellos a los que ama vivan en unidad y en plenitud con la capacidad de establecer relaciones profundas de respeto, pertenencia e intimidad. De esta manera, tener un solo pastor trae beneficios para todos porque nos da criterios de unidad sin caer en el abismo de la uniformidad. Jesús, como Buen Pastor nos une y sus ovejas le escuchan, le obedecen y permanecen fieles a él alcanzando una gran familia que nos responsabiliza a despojarnos de todo prejuicio para vivir la fraternidad y la unidad de todos. Por eso, la función del pastor bueno es hacer notar que el amor de Dios no tiene exclusiones, pues aquel acto vale para todos los seres humanos, logrando construir y contribuir a fortalecer lazos de unidad, de hermandad, fraternidad y paz en torno a la experiencia de la vida ofrecida por quien es el buen y único Pastor, Jesucristo. Por tanto, la realización, la gloria del buen Pastor es la entrega de su vida por los demás, construyendo la unidad, vivida desde la libertad con responsabilidad para liberar. Pero, ser buen pastor, es también aquel que sabe recibir, sabe ser buena oveja. Se deja guiar por el gran y Buen Pastor para dar lo mejor. Ama y se siente amado; acompaña y quiere ser acompañado, mostrando un amor maduro y sublime cuyo fin es dar una vida sin medida y con abundancia para todas sus ovejas. Un reto para todos nosotros hoy porque sin interesar la vocación, todos somos responsables de buscar el bien de los demás, a fin de que nos sintamos que no estamos solos. Que nuestra vida no es pata hacer un negocio, sino hacer de ella un servicio de vida que nos conduzca vivir en plenitud.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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