INVITADOS A CONFIAR Lc 1, 26-38
INVITADOS A CONFIAR
Lc 1, 26-38
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Florecita-Luis Fernando Castro Parra Teólogo PUJ |
Un factor clave en nuestra experiencia de vida y, que implica todos los aspectos que nos relacionan, la podemos definir como la grandeza de saber confiar. Para algunos la confianza es algo que se gana poco a poco, pero lamentablemente se puede destruir en un segundo, es decir que el valor de la confianza es algo demasiado frágil, pero si optamos por construir y mantenerla, estamos logrando crecer, avanzar alcanzando grandes bendiciones que nos facilitará manifestar compromisos de un modo libre y feliz. A la Luz de la Palabra de Dios en el evangelio de Lucas, María como joven elegida por Dios es invitada a confiar, no tanto por su fuerza y juventud, sino por el Espíritu que la acompaña y, a quien ella responde con generosidad y disposición para participar en el plan sublime del Señor. Veamos:
1. Nos podríamos preguntar, si como personas es posible vivir en armonía si nos llegará a faltar el valor de la confianza, tal vez y lo más seguro es encontrarnos con la respuesta negativa, pues la confianza nos acerca con seguridad firme a las personas, pero también nos permite saber confiar en sí mismos y también en la acción del buen Dios. Cuando confiamos es porque tenemos la seguridad que las palabras, que las acciones que desarrolla una persona son auténticas, no tiene doble intención ni sentido, jamás hará señalamientos a la ligera sobre las actitudes y acciones de las demás personas, como tampoco descuidará ningún detalle cuando se le ha encomendado o confiado algún compromiso o responsabilidad. De esta manera, Dios toma la iniciativa de elegir, de confiar a una virgen, llamada María la misión de concebir, de dar a luz un hijo varón, quien llevará el nombre de Jesús (vv. 31). Un modo también de saber que las decisiones que tomemos con toda libertad, ante el proyecto de Dios están respaldas por su misma acción divina: No temas, María...(vv. 30) y, por consiguiente es posible confiar para decidir y avanzar (...el Señor está contigo...).
2. Podemos confundir la confianza con una actitud de presunción o de tener un alto ego, como una forma de hacernos notar, de generar superioridad o exclusividad, sin embargo, responder a la confianza de Dios, es declararnos servidores de su plan, de su proyecto, de un modo incondicional, caracterizado de generosidad y disponibilidad a quien siempre es posible confiar, el Espíritu: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra (vv. 35). Cuando no se actúa con justicia, o se llega a abusar del conocimiento es fácil perder la confianza, provocando rupturas que pocas veces, o nunca se puede llegar a restaurar. Por eso, es tan importante, mantener la disponibilidad en el plan de Dios: hágase en mí según tu palabra...para que en la medida que mejore nuestro servicio y nuestra actitud frente a la vida, mejore también todo lo que nos rodea. Si crecemos en la disponibilidad de Dios, avanzamos con confianza en sí mismos, en los demás y en el desarrollo del proyecto divino llevado hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1, 8).
3. Todos como personas con talentos, carismas y habilidades estamos en la capacidad de generar confianza en los demás, de un modo constructivo que facilita el crecimiento y la perseverancia para ser un canal de vida y para contribuir a que otros también logren tomar mejores decisiones que ayude a ser mejores de lo que ya somos como personas. La confianza en Dios y en sí mismo es importante por muchas razones. En primer lugar porque tener confianza en sí mismo es creer en nosotros mismos, pero también en las capacidades que Dios nos da para que desarrollemos con habilidad y destreza, tomando buenas decisiones que contribuyan al crecimiento personal, pero también en el crecimiento de otras personas. Por otra parte, tener una confianza viva en Dios y en sí mismo es creer que todo es posible, que las tareas o los objetivos propuestos que parecen insuperables son posibles cuando dejamos que la acción de Dios actúe convirtiendo lo imposible en su trabajo cotidiano en favor de cada uno, logrando ver y llegar a sorprendentes metas que nos maravillan y nos asombran (vv. 36-37). Sin embargo, no hay nada más humilde que reconocer o discernir que existen ciertas cosas o situaciones de nuestra vida que necesitan de saber cómo se hará para tener la capacidad de afrontarlas y, así disponernos a la acción (vv. 29. 34). Por eso, es importante saber confiar en sí mismo y en Dios o en las personas que con una buena intención quieren orientarnos para no dejarnos engañar o desviar de lo que es realmente esencial y, así lograr servir con prontitud y hasta el final, aún cuando las cosas se pongan difíciles. Por tanto, estamos invitados a confiar para crecer y avanzar, evitando que otras personas influyan en las decisiones que nos corresponde tomar. El beneficio de tener la confianza en sí mismo y en el Espíritu que nos acompaña es estar seguros y decididos a aportar y a anunciar para mejorar, superando las obstáculos, pero hay algo más, facilita proyectar esa misma confianza con quienes nos relaciones y compartimos (cf. Lc 1, 40-42).
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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