EL SALVADOR CRECE EN LA FAMILIA Lc 2, 22-40

EL SALVADOR CRECE EN LA FAMILIA
Lc 2, 22-40
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo PUJ

El primer lugar de encuentro con las distintas generaciones, experiencias, con los primeros y distintos rostros de nuestra existencia, es la familia. Todos llegamos a una familia. Es el lugar donde se construye y se contribuye a una "cultura permanente de encuentro", porque es la unidad de la convivencia entre padres, hijos, abuelos, bisabuelos, nietos, es decir el lugar donde la generaciones, las costumbres se unen, donde nadie queda excluido y por lo tanto, todos son necesarios, importantes, cada uno recibe el amor y cada uno tiene la oportunidad para amar como acción que conduce a la esperanza, superando las hostilidades de la vida, representada en el esfuerzo y el sacrificio para crecer y fortalecer el camino con sabiduría y la confianza de un Dios que acompaña incondicionalmente para avanzar. A la Luz de la Palabra de Dios, en el evangelio de Lucas dos ancianos, Simeón y Ana, servidores del Templo, reconocen y son testigos por la fuerza del Espíritu Santo, la novedad de la presencia del Salvador en la familia. Veamos: 

1. Cuando se pregunta por el concepto de la ancianidad, por lo general la respuesta alude a estar enfermo, cansado, amargado, arrugado, con algunas dependencias y discapacidades, fatalidad, quejas, como si esta etapa de la vida fuera un período de pesimismo, incertidumbre y de experiencia vacía y negativa. Cuánto talento y experiencia se puede despreciar en las personas que son mayores de edad. Sin embargo, Simeón y Ana (vv. 25.36) dos ancianos del templo son testigos de la presencia del salvador en la familia: Los padres de Jesús, cuando se cumplieron los días de la purificación después del parto, de acuerdo con la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor...(vv. 22). Esto provoca y alude alegría, fiesta, oración, alabanza, anuncio, perseverancia y esperanza. Simeón y Ana abrazan la salvación presente en el marco de un templo en el que se presenta una familia. De esta manera, estos dos ancianos no sólo se destacan por la tarea de reconocer el rostro y la presencia de quién es luz, paz, redención del mundo, como tampoco por tener una vida de espera intensa y confiada, sino porque son personas que movidas por la acción del Espíritu Santo, descubren oportunidades para dar, haciendo cosas interesantes que aportan a la comunidad familiar. Tienen la sabiduría para discernir y ser sensibles a la novedad de Dios a través de un niño. Tienen la gratitud de ver las bendiciones recibidas, aún en las circunstancias o situaciones inesperadas y adversas. Tienen la riqueza que dan los años para expresar una palabra adecuada, para llevar a otros la Buena Noticia (vv. 34. 38), manteniéndose activos, consagrados al servicio, aportando, contribuyendo al crecimiento de la familia. Guardan y trasmiten la alegría de continuar desarrollando su vida personal confiados en sí mismos y en la acción de un Dios que se desborda en amor y en misericordia. Llevan la alegría de sus arrugas por el asombro que descubren constantemente en la belleza y la novedad de la vida (vv. 29-32). Por tanto, entre más años, más riqueza y más bendición se descubre. Dejar de lado los achaques internos, es promover que la vida continúe y crezca. No dejemos que se arrugue nuestra mente, como tampoco nunca dejemos el templo familiar, pues las arrugas externas no son sólo la muestra del amor, la dedicación y el esfuerzo, es también la huella de las mil batallas, algunas rebosantes de vida, otras de aprendizaje. A mayor edad, mayor santidad y mayor compromiso.

2. Entonces, no son los años ni las arrugas o las canas que nos hacen ancianos. Es la cobardía para saber esperar y confiar, es el miedo que nos impide avanzar, construir y lograr alcanzar nuevas metas, es la envidia que no nos deja ver más allá para continuar, dando claridad; es el egoísmo que nos bloquea el desarrollo de la solidaridad y la generosidad; es la pasividad, el sedentarismo ante el progreso constante y progresivo de la vida. Por eso, la familia es el lugar donde es posible aprender y desarrollar la libertad y la responsabilidad sin interesar las distintas generaciones para tomar mejores y nuevas decisiones para vivir de un modo libre y feliz,  desarrollando virtudes que son esenciales para enfrentar los avatares de la vida (vv. 34-35). De esta manera, la familia no sólo celebra la fiesta, el encuentro conmovedor, la alegría de acoger la salvación, sino también tiene la tarea de trasmitirla desde las distintas generaciones que en esta comunidad se encuentran y se relacionan (vv. 32) para aprender y donde su centro sustentador en su desarrollo activo es la presencia de un Dios que transforma realidades por el amor y la acción de su Espíritu. Una familia que desea construirse como familia desde la presencia de Dios es una familia que acude permanentemente a Él para hacer la ofrenda (vv. 24) y presentar a quien acaba de incorporarse a la familia (vv. 23). Esto muestra que los hijos de una familia que son una bendición, un don que ha sido entregado son personas que le pertenecen a Dios (vv. 21) y, que en muchas ocasiones se convierten en generadores de contradicción, de conflicto, de procesos dolorosos (vv. 34), es decir que no siempre se logra ver en ellos (los hijos) lo que como padres soñamos o esperamos, aunque anhelemos siempre lo mejor.

3. Los padres y los hijos, como  también todos aquellos que hacen parte de la comunidad familiar crecen y avanzan en toda situación de su experiencia de vida cuando acogen al Salvador. No por una tradición o por el aprendizaje de una idea o de una doctrina, sino por la experiencia gratificante, compartida de una comunidad que acoge con alegría la presencia del Salvador. Esto exige desarrollar como familia la responsabilidad de aplicar la libertad y la decisión más que imponer reglas o normas. Simeón como personaje entrañable, como hombre bueno del pueblo que ha guardado en su corazón la esperanza de ver un día el "consuelo", en un gesto atrevido y maternal toma en sus brazos con amor y cariño al niño, alabando a Dios y bendiciendo a los padres, quienes se admiraron y se sorprendieron por lo que se decía de su hijo (vv. 28-33), muestra como es posible que en familia haya momentos oportunos para promover el encuentro, la oración y para la acción de gracias. Una acción que también es propia de Ana: ...No se apartaba del templo; día y noche servía a Dios con ayunos y oraciones...(vv. 37). Por tanto, momentos para agradecer por la familia, por el encuentro que tenemos con otras experiencias de vida, no sólo desde el marco biológico, sino también en la apertura a la gran familia de Dios en el que ninguno queda excluido y donde es posible crecer y avanzar con perseverancia en todos los aspectos de nuestra existencia. Momentos de familia, que no siempre serán de tranquilidad y de paz, pero que están siempre acompañados de la gracia de Dios (vv. 40) para contribuir, sostener, fortalecer y bendecir a otros, facilitando verdaderos encuentros que humanicen y generen la alegría de un evangelio de familia.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

Comentarios

Entradas populares de este blog

SABER ESCUCHAR PARA AMAR Mc 12, 28b-34 Domingo Trigésimo Primero del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

EL ARTE DE VIVIR JUNTOS PARA SIEMPRE Mc 10, 2-16 Domingo Vigésimo Séptimo. Tiempo Ordinario (Ciclo B)

RESCATAR LA VIDA, SIRVIENDO CON GENEROSIDAD Mc 10, 35-45 Domingo Vigésimo Noveno del Tiempo Ordinario (Ciclo B)