PREGUNTAR HASTA VER COMO ARDE EL CORAZÓN Mt 2, 1-12 LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
PREGUNTAR HASTA VER COMO ARDE EL CORAZÓN
Mt 2, 1-12
LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
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Luis Fernando Castro TEÓLOGO PUJ |
Proyectar y emprender en este nuevo tiempo de nuestra vida es importante porque nos impulsa a buscar nuevas respuestas que nos facilitarán tener un mejor acercamiento con nuestro crecimiento personal en todos los sentidos, dando un aporte nuevo, una nueva luz de esperanza y de amor a nuestra familia y a nuestra sociedad. Para esto se hace indispensable realizar un cambio de mentalidad, tomando un nuevo camino en la concepción de nuestra realidad y en la expresión de nuestra vida, buscando que en todo surja lo admirable, lo bueno y lo agradable en los distintos acontecimientos y eventos, reclamando el sentido de saber interpretar los signos que nos suceden como una gracia, que nos permite ver algo más lejos, con el fin de aprovechar de la mejor manera las oportunidades y las opciones que tenemos ahora cerca, pero también aquellas con las que nos vamos encontrando en el transcurso de nuestra vida y de nuestro proceso, como un camino abierto para animarnos a continuar hacia adelante, avanzando hacia las metas que nos hayamos enfocado y a la que queremos llegar. A la Luz de la Palabra de Dios, el amor de Dios se manifiesta a toda la humanidad, es la gran fiesta de la salvación universal, todos llamados a participar de la novedad de Cristo. Unos sabios que representan a los paganos, venidos de oriente, guiados por una estrella y, después de un arduo camino llegan a Jerusalén buscando al rey de los judíos para adorarlo. Enviados por Herodes a Belén con el fin de indagar se ponen en camino donde al entrar en una casa se encuentran con el niño: Lo adoran y le ofrecen sus dones de oro, incienso y mirra. Veamos:
1. Saber leer e interpretar los signos, los momentos o las señales que se nos presentan en nuestra vida nos facilitará avanzar en todas las esferas y aspectos personales. Uno de los signos que siguieron los magos que venían de oriente para llegar a Jerusalén y después para seguir hacia Belén fue la estrella (vv. 2.9.10). Para el mundo judío hablar del oriente evoca la patria o en lugar de las astrología y de las ciencias extrañas. Es decir, los sabios de oriente considerados paganos, no conocen las Escrituras Sagradas de Israel, pero algo que si conocen es el lenguaje de las estrellas, saben escudriñar las profundidades del mundo, se dejan guiar por lo que ahora está sucediendo y sienten la necesidad de venir a Jerusalén a adorar al rey de los judíos saliendo de sí mismos y de sus horizontes:...pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle (vv. 2). Los magos no buscan adorar una estrella puesta en el cielo, buscan adorar a un rey, buscadores de sentido.
2. La estrella en el lenguaje de los judíos se refiere al Sol que sale por el oriente, como señal que ha amanecido un nuevo día, un nuevo tiempo, ya no hay oscuridad ni privilegios para algunos, sino que hay una luz radiante para todas las gentes (cf. Is 60, 1-6) saliendo de nuestros esquemas, sabiendo correr detrás las intuiciones del corazón y mirando mucho más allá de lo que hemos visto. Cada situación, cada realidad y cada oportunidad que tenemos nosotros hoy es un nuevo amanecer que alumbra con sus rayos todo lo que toca, llenando de esperanza y de alegría a toda la humanidad. El Sol que contemplamos nos abre a nuevas expectativas, a una jornada en la que podemos disfrutar de grandes novedades; una historia a la que podemos enriquecer con lo que somos y con lo que podemos dar, despertando así de la rutina, de la monotonía, de estar en la zona de confort para contribuir al crecimiento familiar y al progreso de la sociedad.
3. Buscar, escudriñar y hacer el bien no es un retroceder, sino un pasar a la verdad y a la practica del amor donde reconocemos y hacemos presente al Dios que se ha hecho humano. Preguntar y buscar hasta que arda el corazón es el primer paso para mirar mucho más allá de lo que ya hemos visto. Es caminar y viajar con inteligencia y con el corazón en medio de tropiezos y de dificultades (vv. 2) como lo han hecho estos magos que con paciencia han sabido volver a comenzar. Es un viaje que brota desde el interior. Por eso, el sol que alumbra no sólo anuncia otro día, sino además nos indica que es el día de la vida para levantarnos, para aprender, para indagar, para aportar y para continuar ofreciendo lo mejor. No es el día para envejecer, es la oportunidad para rejuvenecernos en Dios (cf. 1Cor 4, 16). En este sentido, Dios es el nuevo amanecer, es el sol que ilumina con su bondad, su misericordia y su justicia. Un sol que brilla para todos sus hijos (cf. Mt 5, 45), un misterio que se ha revelado (cf. Ef. 3, 2-6) donde el centro y el proyecto de la vida y de toda la humanidad es Jesús.
4. Los magos escudriñan los signos. Y, otro de estos signos con los que se encuentra los sabios venidos de Oriente es la Familia (vv. 11). Cuando llegaron los magos que procedían de Oriente, encontraron en el portal de Belén a una familia, algo pequeño para algunos, pero para Dios lo más grande. Una comunidad de vida y de amor, proyecto de vida, de Dios y de unidad. Dios mostraba su amor, su presencia divina a la humanidad, al universo a través del calor humano de una familia: Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre...(vv. 11a). Los magos después de preguntar y de caminar encontraron a un rey, no sentado en un trono, sino en brazos de una mujer llamada María, junto a José. En la familia está la visión de Dios. La familia es el tesoro y el patrimonio más grande que se nos ha dado a todos los seres humanos, nadie podrá decir que no ha nacido de una familia o que en ella están sus raíces y sus costumbres. La familia es el lugar donde aprendemos a crecer en solidaridad y generosidad, a progresar en el servicio a los demás, a asumir decisiones y opciones de vida con responsabilidad y con libertad. Es en la familia donde aprendemos a fraternizar, a relacionarnos con lo que es distinto, apreciando la identidad de cada persona sin caer en la exclusión y la marginación. Es el lugar donde aprendemos a amar, a adorar y servir a Dios.
5. Esto nos motiva a ver en los demás también una gran familia de Dios donde nuestro Padre es para todos. De esta manera, la otra persona es un hermano, un amigo, un compañero de camino, aunque no haya afinidad o lazo de sangre, con el que podemos avanzar juntos sin sentirnos superiores a nadie, lejos de rivalidades, manipulaciones, prácticas de egoísmo y de soberbia. Es una fraternidad abierta para todos los pueblos donde nadie puede sentirse excluido: Los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y participes de la misma promesa de Cristo Jesús por medio del Evangelio (cf. Ef. 3, 2-3.5-6). La fidelidad, la lealtad de los amigos, de los hermanos de una comunidad, los compañeros que hacen camino hacia un objetivo nos convierte en una gran familia de Dios donde a todos nos alcanza la bendición divina, creando vínculos fuertes que nos atraen y no se olvidan, pues tenemos un Dios no sólo para los cercanos sino también para los lejanos; un Dios para los fuertes, pero también un Dios para los débiles y vulnerables. Por eso, la familia no es un solo componente fundamental de la sociedad, va más allá de un árbol genealógico, es el lugar para desaprender lo aprendido cuando esto no es beneficioso, dando espacio al proyecto y al desarrollo integral como persona, buscando llegar a las metas y a nuestra realización plena, extendiendo la justicia (cf. Salmo 71, 2-13) para que llegue la paz a todo el mundo en una acción de gracias.
6. Preguntar hasta ver como el corazón nos arde de vida y de amor hace parte de quienes tenemos la capacidad de volver a comenzar, como también desde su experiencia lo hicieron los magos. Preguntar nos facilita vivir procesos con paciencia y espera, dejándonos sorprender y seducir por un Dios que habla en el lenguaje de la alegría: Cristo ha nacido, el Salvador. No saber leer e interpretar los signos, las oportunidades que se nos presentan en la vida nos impedirá progresar integralmente, desviándonos del camino y de las metas. La otra cara que nos presenta el gran acontecimiento de la segunda Epifanía está en el rostro de Herodes, que al saber que había nacido un niño, en el ámbito familiar (vv. 8.12), trata de destruir este tesoro porque ve en peligro para su reinado. Aunque había hecho la petición a los magos procedentes de oriente de avisar sobre el Rey nacido para ir adorarle (vv. 8), las intenciones feroces del corazón eran otras, causadas por los miedos, los temores, el orgullo, el poder y la mentira. La presencia de los magos de Oriente que han venido a adorar al rey de los judíos provoca sobresalto en Herodes y en toda Jerusalén (vv. 3), pues no se trata del rey Herodes ni tampoco del rey Augusto. La noticia de adorar a un rey no le cae en gracia a Herodes, él es quien ha sido designado por Roma para reinar y, por eso hay que eliminar a quien es su rival (Cf. Mt 2, 16).
7. Pero, este rechazo no es sólo de Herodes, también los sumos sacerdotes y letrados, quienes conocen las Escrituras y saben que ha de nacer en Belén el rey de Israel, no se interesan por el niño ni se ponen en camino para buscarlo, para encontrarse con él y adorarlo, mostrando así el contraste de la luz caracterizada por la indiferencia, la hipocresía y la resistencia hacia la novedad de Dios y su justicia. Herodes y los sumos sacerdotes no están dispuestos a adorar como los magos, sino a matar, amparados en la injusticia, el miedo y el engaño. Estos han perdido el misterio de la estrella. No pueden escudriñar y ver más lejos, se han quedado conformes con sus horizontes. Estar preocupados por las acciones particulares y egoístas, caracterizadas por mentiras y apariencias sólo provocará que no podamos avanzar integralmente, manteniéndonos estancados en nuestros pensamientos y en nuestras acciones y labores. Preguntar, caminar y escudriñar nos conduce ir mucho más de nuestros límites y de nuestros horizontes. Podemos llegar a saber más de lo que otros creen saber. Por eso, todo aquel que ve en peligro su puesto, aunque sea el mejor, hace lo imposible para destruirlo, se convierte en un amenaza, en un obstáculo para continuar avanzando porque ante la novedad evita ahondar y mirar más lejos.
8. Muchas veces lo que es bueno, se hace pasar por malo, y lo que es malo se hace pasar por bueno. Cabe ver cómo hoy las fuerzas ideológicas, políticas y sociales pretenden formar una “familia” fundamentadas en sus ideas o preferencias activando desigualdades, odios, rencores, confusiones que desubican y destruyen el sentido y la realización familiar. Por otro lado, dentro de la misma relación familiar, se levantan lazos de infidelidad, competencia, rivalidad, aislamiento, irrespeto, poca solidaridad y generosidad entre los hijos y los padres, entre la relación de la pareja que en algunos casos se encuentran desubicados actuando con irresponsabilidad en sus decisiones y acciones, queriendo moldear a sus hijos a sus expectativas. En la familia, la palabra obediencia, honra, fidelidad, crecimiento espiritual, progreso integral parece que no existe en su vocabulario ni en su experiencia de vida. A padres desubicados, hijos rotos y más desubicados. De esta manera, pareciera que nadie quiere estar en familia ni mucho menos que el centro de ésta sea Dios, anquilosando el progreso y el crecimiento familiar y, en efecto el progreso que la familia puede contribuir a la sociedad como luz y amor para todas las gentes.
9. Es común que en nuestra vida surjan momentos en los que parece que no avanzamos ni tampoco retrocedemos. Estamos quietos, sin saber cómo renovar en el sentido de nuestra vida. Saber cerrar los momentos para saberse abrir a otros nuevos es importante para continuar caminando y avanzando. Enfocarnos en lo que tenemos en nuestro presente, valorando lo que hay será el comienzo para darse la oportunidad de volver a empezar, por lo que tendremos que ser valientes, atreviéndonos a desarrollar nuestra vida con decisión y acciones nuevas. Las palabras efusivas que el profeta Isaías nos dice:...levántate y resplandece…las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, y su gloria se verá sobre ti…entonces lo verás y estarás radiante; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar, y a ti llegan las riqueza de los pueblos…vienen todos de Sabá, trayendo oro e incienso…(vv. 1-6), son el comienzo que nos impulsa para ponernos en camino, ponernos en salida para encontrarnos con Dios para adorar, abriendo un nuevo amanecer, un nuevo tiempo en el que podemos recuperar el sentido de nuestra vida y el de nuestras familias manifestando el amor y la luz de Dios para todas las gentes. Volver a casa es levantarnos y enfocarnos en lo que es más importante, superando los criterios y las ideas que nos impiden avanzar, revisando, proyectando y evaluando. Para lograrlo, los magos de oriente nos enseñan algunas actitudes importantes:
a. Contemplar: Mirar con atención, con detenimiento, pero también con profundidad los momentos de nuestra vida personal y familiar nos impulsará a enfocarnos hacia nuevas metas, dando lo mejor a nuestra vida a nuestra familia y a nuestra sociedad. Los magos no llegaron a casa, como si fuera un hotel, ellos se postraron con alegría (vv. 11), rindiendo honor a la familia, reconociendo en este hogar el valor de la vida, de la esperanza y de la historia. Un espacio de derecho y de justicia en el que Jesús reina entregando su vida y su servicio en favor de todos (cf. Salmo 71, 2-13). Sea para nosotros también una alegría llegar a nuestras casas. Ayudemos en todo lo que podamos para que la familia esté siempre en modo de crecimiento y de progreso protegiéndola de toda amenaza y de violencia, esto será una forma para que también nosotros avancemos en nuestro servicio y realización de nuestra vida y de nuestra sociedad, actuando con decisión y responsabilidad haciendo presente el amor y la luz manifestada de Dios para muchas personas, derribando todo muro entre unos y otros para que ahora seamos un solo cuerpo, una sola familia (cf. Ef. 3, 6).
b. Abrir los cofres y ofrecieron regalos: Los sabios venidos de Oriente, después de adorar al niño, abrieron sus cofres y le ofrecieron dones de oro (representa lo que tenemos), incienso (representa lo que deseamos) y mirra (representa lo que somos como personas) (vv. 11). Ofrecer nuestros talentos, carismas y habilidades para que la familia y la sociedad crezca y haga presente el amor de Dios para muchas personas es contribuir a que la calidad de vida sea mejor y las relaciones humanas sean más saludables creando una cultura familiar en el mundo, siendo luz y vida para muchas personas. Así, como ofrecemos el arte, el talento, la habilidad en los lugares de nuestro trabajo, es importante también que lo hagamos para el crecimiento de nuestra familia para que está comunidad de vida sea una imagen de amor para las gentes. Ésta no es solamente algo, es también alguien que debemos amar, dándole lo mejor de lo que ya somos (cf. Mt 25, 40). De esta manera, no sólo buscamos a Dios (vv. 1-2), para encontrarnos con él (vv. 11a), sino además le ofrecemos lo que tenemos, lo que somos y lo que deseamos como personas (vv. 11b) para que otras tantas logren llegar al encuentro con el Dios humanado.
c. Marchar por otro camino: Romper con los paradigmas, las costumbres y las actitudes que no nos aportan a nuestra vida ni a nuestras relaciones humanas y familiares es abrir la posibilidad a encontrarnos con nuevos y asombrosos resultados. Mantenernos en el mismo camino o haciendo lo mismo, no nos permite descubrir algo nuevo. Los Magos no siguieron el camino del poder, del orgullo, de la prepotencia y de la mala intención (vv. 12), sino que decidieron, tomar otro camino, el camino de la vida, de la esperanza, de la paz; volvieron a Oriente por donde se abre el nuevo aire, la nueva etapa, el nuevo amanecer, por otro camino de vida. Optar por tomar otro camino, el camino de Dios, el camino de la luz y del servicio es recomendable y nos ayuda a oxigenar y a mejorar integralmente. En resumen la adoración de los sabios de Oriente, guiados por una estrella comprende una realidad llena de luces, de búsqueda, de encuentro, pero también de sombras. Por eso, decidir volver a casa es buscar, proyectar, poniendo nuevas metas en el amor de un Dios siempre presente para todas las gentes, tomando una nueva actitud al interior y exterior de nuestra familia, esto seguramente nos hará encontrarnos para crecer y avanzar hacia nuevas cumbres que nos facilitarán nuestra realización personal, familiar y nuestro aporte constructivo en el progreso de lo social que surge en el acontecer de nuestras relaciones con los demás, manifestando la epifanía del amor de Dios para todas las gentes.
10. En resumen, Epifanía es la manifestación de un Dios que se da a conocer acogiendo en su amor a todos. Es la gran fiesta de la salvación universal y de la acción de gracias de toda una familia que ve revelada la identidad de un Dios presente entre nosotros, en un pequeño nacido de María. Un pueblo que está en búsqueda de Dios constante que contempla la fraternidad abierta para todos sin exclusión alguna, dejando que la cercanía entre unos y otros se fortalezca y crezca en estas relaciones el amor, la solidaridad y la verdadera hermandad. Dios está con nosotros y se ha hecho pequeño para estar con nosotros. Él se ha hecho un niño para ser buscado con atención en todos los aspectos de la vida para que cuando lo encontremos, avisemos con alegría a muchos, y así todos podamos adorarle, ayudando a proteger la vida de todo mal, haciéndonos participes del misterio de la novedad de un Dios humanado, que nos orienta como buscadores, en nuestra búsqueda de sentido. Preguntar es buscar hasta ver como arde nuestro corazón, acogiendo el proyecto de un Dios que se ha hecho niño para ser buscado y encontrado constantemente.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ- Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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